En los campos de Flandes

Por favor, escuchen la canción despues de leer. Espero tocarles el corazón con ella y con mi historia. Gracias.

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"Hace mucho tiempo, en las verdes praderas de Bélgica, se desató una fuerte tormenta pero no una cualquiera. Muchos imaginareis que cayó una fuerte granizada o que hubo una lluvia torrencial que inundó a más de un pueblo y ciudad. Para situarnos más, era finales de verano y esos campos verdes se volvieron amarillentos para después pasar a marrones tras ser cosechados, sin saberlo los campesinos del lugar, habían recogido la última cosecha de esos campos. Tras eso, vino la tormenta, el pasto verde fue arrasado debido a la tormenta.

Una tormenta muy fuera de lo común, no era la típica tormenta con rayos y fuertes truenos que resonaban por todo el lugar. En cierta medida los rayos eran de un color rojizo que si se divisaba sabías que podría alcanzarte, un rayo que únicamente iluminaba una pequeña parte del cielo que era lo más cerca del lugar. El trueno era muy fuerte, tanto que rompía ventanas pero aún peor, podía romper edificios enteros.

El simple estruendo no era suficiente para causar tanto daño de por sí, lo que lo causaba era la lluvia. Sé que muchos estaréis pensando, como la lluvia puede destruir edificios sólidos? Yo os daré la respuesta, porque no era agua lo que caía del cielo. De entre las espesas nubes y tras haber viajado kilómetros el acero de las balas salidas de la boca de los cañones impactaban contra el verde prado, volviéndolo grisaceo, lleno de muerte y desolación."

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Narra ¿?

El sonido de las bombas era lo único que escuchaba, apenas había otro sonido que alcanzaba escuchar y era el estruendo que causaba el lanzamiento de tan pesados proyectiles.

Oficial: después de unas horas "saltaremos la trinchera".

Un murmullo se formó en ese momento, la expresión "saltar la trinchera" era sinónimo de una muerte segura sin conseguir nada, era muy evidente que sería otro fracaso en un intento de comerles terreno a los alemanes igualmente bien atrincherados. Miles de soldados morían por capturar la cima de una colina sin nombre que acabaría olvidada transcurrido un plazo de 30 años. Jóvenes yacían muertos tras haberles vendido una "vida de gloria" que resultaría ser todo lo contrario. Toda una generación perdida tras cuatro años de conflicto, mil madres llorando la pérdida de sus amados hijos y maridos. Muchos muertos para tan poca gloria, en nuestra mente se forma la pregunta que nadie se atreve a formular, cuando terminará este infierno?

Rafael: hey! Anímate, los americanos están de nuestro lado. Dentro de poco acabaremos con los alemanes.

Sam: -decepcionado- igual que el año pasado, igual que hace dos e igual que cuando empezó todo.

Rafael: pero gracias a eso, te tengo a ti. Doy gracias a dios por haberte encontrado.

Sam: y yo doy gracias a dios por seguir vivo a tu lado un día más.

Ambos nos dimos un abrazo seguido de un disimulado beso que apenas fue notado por muy pocos soldados. El oficial llamó a todo el batallón nº7 que era en el que estaba Rafael, cruzamos miradas para desearnos suerte.

Narrador normal

El sonido de las ametralladoras y obuses disparando en contra del avance franco-británico retumbaba por toda la trinchera, el sonido de los silbatos de los generales dando la orden de avanzar fue seguido por los gritos de los soldados que "saltaban la trinchera" y que muy seguramente caerían muertos sin obtener ningún resultado decente.

Pasadas unas horas el resto de tropas se unió a la batalla junto con unos tanques Matilda, los primeros de la guerra de marca británica. Los americanos se unieron al asalto haciendo retroceder a los alemanes de sus posiciones defensivas hasta llegar a la línea Hindenburg, unas fortificaciones inexpugnables. Era mediados de octubre cuando la ofensiva aliada empezó a derrumbar la moral y la capacidad de combate de los alemanes, fue el 11 de noviembre por la mañana cuando se libró la última batalla.

Narra Rafael

Esta será de las últimas batallas que lucharemos, cuatro años de sufrimiento, muerte y destrucción finalizarán en muy poco tiempo. Nuestro capitán nos reclama para avanzar, sí, avanzar; el estancamiento de la guerra de trincheras se había roto, casi de la noche a la mañana pasamos de quedarnos y escondernos en un agujero asqueroso, fangoso y lleno de ratas a movernos velozmente por el embarrado campo lleno de agujeros y dentro los muertos.

Narra Sam

Esto es un alivio, por fin nos movemos con mayor velocidad. Pero por el momento tenemos que luchar en otra batalla antes de seguir hacia Berlín.

Oficial: al ataque!

Escuchaba como los alemanes abrían fuego con sus ametralladoras y armas cortas, pues sus grandes cañones habían sido silenciados y abandonados por sus propios soldados ante nosotros, que en seguida capturamos sin pensarlo dos veces.

Rafael y yo estábamos juntos, luchábamos juntos, avanzábamos juntos. Eramos muy inseparables, tras muchos combates y sangrientas peleas habíamos sobrevivido; heridos salíamos a delante, pero ha momentos pensamos que no viviríamos para ver salir el sol del día en que comenzara la paz. Tras unas horas de intensos combates vimos como los alemanes se retiraban corriendo, fui directamente a abrazar a Rafael que estaba unos metros alejado de mí debido a un gran agujero provocado por una bomba.

Narrador normal

Antes de que los dos se llegaran a abrazar Sam vio con tremendo horror como una bala de pistola le atravesaba la cabeza matándolo al instante. Ante tal situación el joven de tan solo 21 años se derrumbó en el suelo a llorar la pérdida de su compañero al que le prometió tantas cosas que al final una simple bala ha impedido que se cumplieran.

Llorando en el suelo lo encontraron sus superiores pero fríos y arrogantes le empujaron y ordenaron que si no seguía con su grupo le ocurriría lo mismo. Sin posibilidades de elegir obedeció al instante, pero la cara de su amigo íntimo no se le olvidó en absoluto.

Pocos minutos después se podía escuchar, por primera vez en cuatro años, un sonido diferente al de las armas. Todas las campanas de todas las iglesias de Francia, Bélgica y Alemania replicaban incesantemente anunciando a la población que la guerra había finalizado. Si tan solo hubiera sido cinco minutos antes ahora estarían celebrando la victoria.

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En frente de la tumba de su compañero del alma volvió a derrumbarse, una vez más, como cada momento que recordaba esos cálidos besos que nunca más le dará, esos fuertes abrazos que nunca más sentirá, ese cariño que sentía al tenerlo cerca que no volverá a sentir. Era otro año más, cada vez el recuerdo de su amigo se difuminaba en su memoria, volviéndolo casi un mero recuerdo de su juventud.

Sus nietos escribieron una especie de historia que le llevaron a recordar esos fatídicos y sangrientos años, que de todo ese sufrimiento lo peor vino al final, cuando le arrebataron lo más preciado que tenía. A sus 98 años de edad regresó a casa, con sus hijos y nietos que los quería mucho, pero esa noche algo más ocurrió. El cielo se cubrió de espesas nubes que traían la tormenta como junio traía el cálido sol, el incesante estruendo provocado por los truenos hacían recordar al anciano los peores momentos.

Hasta que de repente el retumbar de los truenos se convirtieron en el inconfundible sonido de los cañones abriendo fuego, muy inseguro miró por la ventana para ver que, efectivamente, el sonido provenía de la artillería más pesada, los cañones Krupt alemanes.

¿?: Samuel! Date prisa, vamos a perder el tren!

Sam: a que esperamos? Vayamos rápido!

Conforme se alejaban del lugar el anciano en cama dejaba su casa y su familia atrás para reunirse con quien le arrebataron a tan corta edad.

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