Capítulo 6

Dazai se dirigió al hospital por enésima vez esa semana, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y la nariz hundida en la bufanda de punto burdeos que lo protegía del clima frío.

Habían pasado dos meses desde la visita de Konoe a su casa, y desde entonces, él descubrió que ir al hospital se había convertido en una rutina diaria para él. E incluso si no apareciera, aún pasaría sus días enviando mensajes con ella, ya sea texto, correo electrónico o algún vídeo-chat.

Exhaló por la nariz y entró en el hospital, saludó a la mujer en la recepción -que ahora lo conocía por su nombre- y se quitó la bufanda de su cuello. Él ya sabía a dónde tenía que ir.

Subió esos pasillos familiares, saludó a los rostros familiares y rodeó ese rincón familiar que sabía que lo llevaría a la habitación de la albina. Se le escapó otro aliento, lento y casual, pero pronto aprendió a contener la respiración cuando notó que otra persona estaba sentada afuera en el pasillo, a varios metros de la habitación, donde los visitantes podían pasar su tiempo.

Dazai miró al chico durante un largo segundo, sabiendo que no miraría hacia arriba para atraparlo. Tenía la cabeza baja y su atención solo pertenecía al sistema portátil que lo entretenía.

Normalmente, él se habría alejado en ese instante para hacerle una visita a Konoe, pero cuando se acercaba a su habitación, podía escuchar dos voces provenientes del interior. Una de las voces pertenecía a ella. El otro, no tenía ni idea.

Dazai hizo una pausa y agarró la correa de su bolso. Dudando, se volvió, girando sobre un pie para mirar al chico que estaba sentado. Sintiendo que sería grosero interrumpir la conversación de ella con quien quiera que fuera la otra persona, él se acercó a los asientos y se sentó a una silla del extraño del teléfono.

Dazai golpeó sus dedos silenciosamente contra sus pantalones.

-¿Estás aquí para ver a Konoe Midori? -preguntó Dazai en un tono nivelado.

-No. Es mi amigo -el otro habló en voz baja, baja y melancólica. O tal vez no melancólico, sino más bien como apático.

Apatía-kun -pensó, el apodo apareció en la cabeza de Dazai por un breve segundo. No estaba muy seguro de por qué.

-¿Tu amigo es amigo de Konoe?

-Sí. Un viejo amigo -apagó su celular-. Solían jugar de vez en cuando al voleibol e ir a comer dulces. Se remontan a un par de años.

-Ah, ya veo -Dazai se reclinó en su asiento

Sintió la necesidad de mantener a raya la mayoría de sus preguntas. Su compañía no parecía del tipo de socializar tan abiertamente, por lo que pensó que las consultas simples funcionarían bien, especialmente si las mantenía al mínimo.

-¿Puedo preguntarte cómo te llamas? -Dazai le disparó.

Con su pulgar frotó la pantalla del celular para eliminar una mancha. Miró hacia arriba, miró a Dazai más allá de su leve y ondulado cabello rubio, y enderezó su espalda de la menor manera posible.

-Kunikida Doppo.

-Dazai Osamu -sentía que hasta cierto punto podía disfrutar de la compañía de Kunikida, con cómo sus palabras carecían de toda forma de emoción-. Es un placer conocerte, Kunikida.

-Igualmente -dijo y encendió su celular, retornando con su antigua acción.

Dazai asintió, contento de haberse conocido, y se habría relajado en su asiento si no fuera por la repentina voz incorpórea que lo sobresaltó poco después de la oración de Kunikida.

-Oye, Kunikida, ¿con quién estás hablando?

Como si saliera directamente de una caricatura, apareció un hombre mediana estatura de la habitación de Konoe, con el cabello negro con un ligero flequillo en medio de su rostro. Tenía una expresión en su rostro que lo hacía parecer más siniestro que sincero, y sus ojos revolotearon de Kunikida a Dazai, y luego de regreso a Kunikida.

-Este es Dazai. Acabo de conocerlo -sus palabras fueron tan directas como indiferentes.

-¿Dazai? -la voz de Konoe sonó desde la habitación esta vez. Él ni siquiera tuvo que ver su rostro para saber que ella estaba radiante- ¿Está aquí? ¿Está aquí?

-Estoy aquí -Dazai se levantó de su asiento para entrar en la habitación, pero en su lugar encontró a Konoe parada en la puerta en segundos, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.

Estaba más delgada que antes, una gran camisa de franela le quedaba holgada. Probablemente había perdido un poco más de veinte kilos en los dos meses que pasaron.

Frunció el ceño- Vuelve a la cama. No deberías estar-

La albina no le permitió terminar su oración mientras abrazó al de cabello marrón de repente.

-No pensé que lo lograrías hoy -aunque se había adelgazado, sus brazos aún tenían algo de poder para ellos.

Apretó a Dazai, apretándolo más cerca hasta que apenas pudo respirar.

Las cejas de Dazai se fruncen -Te dije que lo haría ... -casi murmuró contra el hombro de la chica.

-¿Qué es esto? -les hizo un gesto de protesta- Vengo de visita y apenas me prestas atención, pero cuando él viene, ¿le entregas todo el paquete?

Konoe se apartó para enfrentar a su amigo sonriente.

-Relájate -dirigió su atención al de cabello castaño-. Él es Ranpo, un amigo cercano mío.

-Tu mejor amigo, querrás decir -la miro con un puchero consiguiéndose una leve risa de la contraria-. Supongo que debo de decir "Encantado de conocerte, Dazai", pero no es grato conocerte -se cruzó de brazos-. He escuchado mucho sobre ti en la corta hora que he estado aquí y eso es tedioso.

Asintiendo una vez, ignorando el hecho que no le gustó conocerlo, aunque reconoció casi las ultimas palabras de Ranpo, pero no sabía cómo responder a ellas. Todo lo que tenía para ofrecer era un "El placer es mío", antes de avanzar para intentar llevar a Konoe a su habitación.

-¡Hey, hey! -la albina se resistió, manteniéndose firme en su lugar- En realidad solo estábamos hablando de salir afuera.

-Bueno, lo mencioné, solo como una sugerencia, pero luego se emocionó mucho -Ranpo se rascó la nuca, evitando encontrarse con la mirada acusatoria del rubio-. Así que íbamos a salir un minuto o dos para que esta anciana se callara.

-¡Oye, gato sarnoso! -hizo un tierno puchero a expectativa de los hombres- He estado encerrada en este lugar durante demasiado tiempo. No he salido en días -la incomodidad se podía escuchar en la voz de Konoe.

Si había una cosa que Dazai había aprendido sobre Konoe en el poco tiempo que la conocía, era que no le gustaba quedarse encerrada bajo techo. Quizás llevarla afuera por un tiempo le haría algún bien.

-Vamos entonces al jardín de atrás -dijo Dazai mirando hacia el pasillo

Todos llegaron a un acuerdo tácito después de una oración. Ranpo empezó a caminar por el pasillo, Konoe lo siguió. Dazai lo siguió después de saber que Kunikida estaba cerca. Mientras caminaba, miró las espaldas de las dos personas frente a él.

Ambos parecían tener la misma altura, pero Dazai no pudo evitar darse cuenta de que Konoe parecía un poco más pequeña.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top