23
Los rayos del sol iluminaban la madera fina del piso pulido cubriendo el comedor, así como la larga mesa con un mantel blanco de orilla bordada con hilo de seda. Las flores en sus respectivos y pequeños jarrones formados en hilera entre la vajilla de porcelana con orilla dorada le daba un toque maternal, propio de las manos siempre afanosas de María Stark cuidando de la alineación de los cubiertos de plata encima de las servilletas planchadas que formaban la silueta de unas alas. Las bandejas cubiertas resplandecían al reflejo de la luz sobre ellas a través de las translúcidas cortinas. Ella le sonrió a Bucky, llamándole desde la cabecera de la mesa para que tomara asiento junto a ella, así que el sargento revisó su uniforme militar, alisándolo una vez más con sus manos y dejando su gorra en una de las sillas desocupadas para ir hacia ella, saludarla con un beso en el dorso de su mano y sentarse con una sonrisa tranquila.
-Todo está perfecto, Señora Stark.
-María, dime María.
-¿Tardarán mucho?
-Oh, ya sabes como es una charla entre genios, podemos tomar el té mientras tanto, espero que te guste el que he preparado, con esencia de flores.
-Encantado de probarlo, María.
Llevaban media taza cuando Howard y Tony aparecieron por otra puerta adjunta, riendo entre sí al discutir lo que parecía ser alguna nueva invención. El sargento se puso de pie, haciendo una reverencia a Howard quien le sonrió, abrazándole con un par de fuertes palmadas sobre su espalda antes de ir a su lugar en la cabecera con su hijo a un costado, frente a María y su querido James a quien guiñó un ojo, siendo quien descubriera las bandejas para admirar los platillos gourmet que su madre cocinara para los cuatro y cuyos aromas hicieron a los tres hombres llenar de alabanzas a la Señora Stark por un par de minutos. Todo estuvo delicioso como la charla que comenzó sobre las opiniones respecto al clima hasta terminar con el futuro de la Humanidad cuando las energías limpias fuesen una realidad.
Siguieron la tertulia en la salita del café, con Bucky tosiendo nervioso y ajustándose su corbata militar cuando María preguntó sobre cierto enlace matrimonial, ganándose unas carcajadas de parte de Tony cuya mano alcanzó la suya, apretándola suavemente. El sol comenzaba a caer por los verdes jardines de la Mansión Stark cuando James y Tony salieron a caminar, dejando a los Señores Stark atrás, observándoles desde un balcón con una sonrisa cómplice. El sargento se detuvo cuando llegaron a los rosales de María, cortando no sin pincharse una de las rosas que puso en el bolsillo del traje de Tony, antes de darle un beso tierno en sus labios. Sus ojos temblaron, humedeciéndose al verlo fijamente, envuelto entre sus brazos posesivos.
-Hey, amor, no pongas esa carita -un dedo de Tony recorrió la mejilla derecha de James.
-Esta es la última vez.
-Lo sé.
-No quiero...
-Ssshh, todo estará bien, ¿de acuerdo? ¿Confías en mí?
-Lo hago.
-Entonces estas lágrimas no tienen razón de ser.
-Tengo miedo, Kotenok.
-Sí, es natural tenerlo, pero también hay que tener esperanzas, James.
-Tú eres mi esperanza.
-Oh, también lo sé -Tony sonrió, acariciando su rostro entre sus manos- Escucha bien, no debes llorar, ¿de acuerdo? Aún si jamás volvemos a vernos...
-No, no...
-Siempre tendremos este rincón.
-Odio las referencias.
-Le rompes el corazón a Steve, amor. Anda, dame una sonrisa. Así, como me gusta verte.
James sollozó, apretando sus párpados. -Te amo.
-Y yo te amo, mi hermoso sargento. No llores. Aquí estoy.
-Vuelve a mí, por favor.
-Claro que lo haré, es decir, Strange querrá la mitad de mis acciones luego de esto -bromeó el otro, rodeando el cuello de Barnes con sus brazos, sonriéndole con esa seguridad característica en él- No llores, James.
-Vamos a casarnos.
-Seguro que lo haremos.
-Y vamos a conocer las estrellas con los Guardianes.
-Lo haremos -Tony besó sus labios- Y nos reiremos mucho de esto.
Bucky hundió su rostro en su cuello, pegándole por completo a él. Detrás de ambos, el sol caía en un cielo rojizo oscuro que se tiñó de naranja cobrizo, abriendo un portal de luz cuyos rayos alcanzaron la figura del sargento, como brazos que fueron apartándole del castaño. El hechizo terminaba y llegaba el momento crucial. Las manos de James acariciaron ese rostro sonriente y determinado que asintió, besando su palma derecha antes de despedirle. Aquel resplandor le envolvió, cubriendo toda su vista que no distinguió nada por un largo tiempo en el que lloró el nombre de Tony, hasta que una mano fina tocó su frente y abrió sus ojos, encontrándose con los de Wanda, quien le tranquilizó, ahí en el Sanctum Sanctorum del Doctor Strange. El Ojo de Agamotto brilló una vez más, devolviendo a los tres a su tiempo actual.
Ese tiempo en el que James estaba vivo, paseándose en silencio por los pasillos de la Mansión Stark, memorizando cada detalle, viendo en la sala todas las grabaciones que Viernes tenía sobre Tony, las colecciones de fotos infantiles con su pijama del Capitán América, recortes de periódicos y revistas cuando era un adolescente en el MIT. Recuerdos que había llevado consigo para reconstruir con la misma paciencia y cariño que un día él recibió, el alma de su Antoshka, viajando en el tiempo antes de que Thanos robara la Gema del Alma y su razón para seguir vivo. El Hombre de Hierro, siendo el previsor y visionario del futuro que era, se había preparado con un plan en caso de que el titán se apareciese en la Tierra queriendo reunir las Gemas del Infinito. Usando una nueva versión del Extremis, había generado con su propio cuerpo una singularidad que tragara al titán y a él mismo en un vórtice dentro del universo bolsillo de la gema.
Semejante acción le había costado la destrucción de su alma, pero al estar dentro de la gema, los fragmentos de ésta estaban sanos y salvos, únicamente había que unirlos una vez más antes de traerlo de vuelta. Podían hacerlo. Entre la tecnología que Wakanda les compartió, los conocimientos de los Guardianes de la Galaxia, el poder del Hechicero Supremo, el Ojo de Agamotto y todos los Vengadores trabajando codo a codo con él, Bucky había hecho un viaje hacia ese microverso para reunir los fragmentos del alma de Tony, memoria tras memoria, hasta completarle. No estaban del todo seguro de que realmente funcionara, pero apostaron todo su esfuerzo en que lo haría. Como lo dijo en broma el propio Strange, el sargento se convirtió en una especie de Isis trayendo de entre los muertos el cuerpo de su Osiris. Una broma que le sacó una sonrisa y los ánimos para no decaer.
Con el vórtice extinto, Thanos desaparecido y las gemas una vez más de vuelta con sus respectivos protectores, solamente quedaba esperar a que el hechizo trajera de vuelta a la vida a Tony Stark. Mientras tanto, James solo esperaba que, al despertar cada mañana, tuviera frente a sí a quien diera la vida por todo el universo. Steve le daba ánimos, lo sacaba a regañadientes de aquella mansión para convivir con los Vengadores cuando un día se encontró haciendo ese mismo ejercicio que una vez hiciera en Bucarest, de perderse en las formas que hacían los tejidos de las caras alfombras persas de la mansión cuando amanecía y los rayos del sol se colaban por los ventanales. Los días pasaron, amargos, sin noticias del castaño. Bucky comenzó a considerar muy en serio la idea de ir a buscarle de nuevo de una manera menos poética y más fatalista una noche que lloró el nombre de Tony en la recámara que tantas veces fue testigo de sus encuentros.
Soñó que la mano cuya textura había memorizado tocaba su mejilla, que unos labios que tantas veces había besado le sonreían y una voz que adoraba escuchar reír le llamaba por su nombre. El sargento se rehusó a abrir los ojos para no perder semejante sueño frente a una mañana que ya sentía y escuchaba. Los dedos cariñosos del millonario rozaron sus ojos hinchados por el llanto, cepillando luego sus cabellos algo largos, esos labios besaron su frente y luego su nariz, con una risita traviesa que hizo a su corazón dar un vuelco al percatarse que ya no estaba soñando, realmente estaba sintiéndolo. James abrió sus ojos de golpe, encontrándose de frente y tumbado de costado a un castaño divertido, sano con una mirada traviesa observándole de esa manera que le había robado el corazón una tarde en su taller.
-Buenos días, amor mío.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top