epilogo

"No soy una persona religiosa,

pero a veces creo que Dios te hizo para mí".

(Gente normal – Sally Rooney).



2 años después.

DARA

Me quito el delantal y lo dejo sobre el recibidor, donde a un costado, la señora Inés termina de contar las ganancias de la semana, aparta un monto de billetes y lo dirige hacia a mí. Es el pago del mes. Sostengo el dinero, lo meto en el bolsillo y sonrío para mí misma, reprimiendo las ganas de ponerme a chillar de alegría.

—¿Puedo llevarme un pastel? Esta noche es el cumpleaños de mi hermana, Sarah. Queríamos celebrar con algo pequeño —pido, contemplando a través del vidrio del refrigerador las distintas combinaciones.

—Claro que sí, llévate el que quieras. Después de todo, si no fuera por ti, no existirían —menciona, amable—. ¿Cuántos años cumple?

—Dieciocho —respondo, mientras decido cuál llevar. Finalmente, elijo el de frutilla y crema, es el favorito de Sarah. Si tuviera que elegir para mí, sin dudas llevaría el de frutos rojos y chocolate.

—Envía saludos de mi parte.

—Se los daré —recojo el pastel, lo coloco sobre el recibidor y busco una caja de cartón, las que usamos para entregar el producto a los clientes—. Gracias, Inés. De verdad, por todo.

—Gracias a ti. ¿Seguro que no quieres quedarte un poco más? El negocio te necesita. Yo te necesito —pronuncia un tanto divertida—. El pueblo enloquecerá sin esos exquisitos pasteles.

Niego, lamentando tener que dejarla.

—Sabes que me encanta estar aquí, pero mi lugar está en otra parte. Lo siento.

Inés, una mujer solitaria de cuarenta y tres años, la conocimos el día que llegamos al pueblo escondido en la zona montañosa, a dieciséis horas de la ciudad. A dieciséis horas de Kellen. Suena como una locura.

Dieciséis horas de distancia y alrededor de setecientos treinta días sin contactarnos.

El día que arribamos, hambrientas y muertas de sueño, entramos al primer café que encontramos. Era un sitio un poco abandonado, pero había comida y bebida caliente, por lo tanto, nos sirvió. Después, conocimos el pueblo y las tres estuvimos de acuerdo en qué era el sitio indicado para construir una nueva vida y mantenernos ocultas. Si tuviera que definirlo en pocas palabras, lo llamaría tranquilidad y desconexión. En general, los jóvenes se marchan a la ciudad para buscar un futuro y los que se quedan aquí, lo hacen porque tienen algún trabajo asegurado. Sin embargo, nosotras no teníamos nada en ninguna parte y el pueblo se convirtió en nuestro futuro. Rentamos una pintoresca cabaña, donde cada tanto se daña alguna tubería o se corta la electricidad. Para sustentarnos los primeros meses, Anna vendió el auto. Ese dinero, junto al resto que quedó del que le sacó a papá, nos ayudó a estabilizarnos, mientras buscábamos empleo.

Así, Anna empezó a limpiar casas y yo, conseguí ser camarera en el café de Inés. Al principio, solo hacía lo básico, pero a medida que la fui conociendo y ganando confianza, comencé a proponerle pequeñas ideas y le pedí una oportunidad: que me dejara cocinar. Le gustó tanto, que, me dio las mañanas enteras para hornear y por la tarde volvía a ser camarera. Primero, hice galletas de vainilla, luego le sumé chips de chocolate, agregué muffins y finalmente, los pasteles. Inés estuvo conforme y su emoción se hizo mayor, a medida que la cantidad de clientes aumentaba.

—No lo sientas. Eres joven y hermosa, aún estás a tiempo de escapar de este pueblo miserable —exagera—. No hagas como yo, que perdí cuarenta años de mi vida aquí y es probable que siga así. Ve a buscar ese futuro brillante que te mereces.

Carcajeo levemente, mientras termino de cerrar la caja con el pastel y la sostengo para llevar.

—También eres joven y estás a tiempo —le recuerdo.

—No lo creo. Una vez que el pueblo te atrapa, no escapas más —se encoje de hombros, resignada—. Ven aquí, cariño. Déjame darte un abrazo, quien sabe cuándo volveré a verte.

Hace un par de semanas, le comuniqué a Inés que me marcharía a fin de mes. ¿La excusa? Mudarme a la ciudad para estudiar pastelería. En parte es cierto, pero la verdadera razón tiene nombre y apellido: Kellen Hunt. Cada vez que llegaba a casa después de una jornada de trabajo intensa, tomaba una ducha e iba directo a la cama, cerraba los ojos y pensaba <<un día menos para volver a verlo>>. No le conté a nadie sobre él, lo mantuve intacto en mi corazón, como uno de esos tesoros que no quieres mostrar a nadie por miedo a que lo estropeen.

A menudo, lo veía en sueños. Otras veces, sonreía de golpe por algún recuerdo y la gente se quedaba mirándome como si estuviera loca. Mi lugar seguro. El dueño de mis sonrisas.

✤♡✤♡✤♡✤

De pie alrededor de la mesa, cantamos el feliz cumpleaños a Sarah y los ojos se me llenan de lágrimas. La he visto crecer, madurar y endurecerse. No puedo creer que acabe de cumplir dieciocho años. Anna también tiene los ojos húmedos, aunque se niegue a reconocer su emoción. Las tres lloramos, porque sabemos lo que ese cumpleaños significa.

Luego de un centenar de discusiones, Anna se dio cuenta que no era posible mantenernos juntas para siempre. Desde hace mucho tiempo, dejamos de ser las niñas que seguían ciegamente un mandato, creyendo ir en la dirección correcta. Tenemos sueños y deseos diferentes, y estamos decididas a perseguirlos. Cada una es dueña de su vida y puede hacer lo que quiere con ella.

Sarah viajará a otra ciudad, para reencontrarse con su mejor amigo Lucas y pasar las vacaciones con él.

Anna se quedará en el pueblo porque, según ella, se siente perfecta ahí.

Y yo, iré a recuperar el único amor real que conocí.

Semanas atrás, decidí contactar a Tali para preguntarle acerca del panorama. Tras chillar de alegría por la sorpresa y hacerme un millón de preguntas, me contó que ella se mudó del barrio, que además del club, consiguió trabajos como modelos y que está saliendo con una chica, aunque no es nada realmente serio. Sobre Kellen, supo decirme que seguía viviendo en la misma casa, pero que abrió un local de tatuajes en una concurrida zona de la ciudad y que le estaba yendo muy bien. Me pasó la dirección.

No quise saber más. Dejaré que la vida fluya, que el destino lo decida.

✤♡✤♡✤♡✤

—Lucas y su novio son geniales, a la noche iremos a bailar a una discoteca —comenta Sarah, a través del teléfono—. ¿Y? ¿Ya lo encontraste?

—Cuídate, eh. Ay, no lo sé. Volver a la ciudad es tan extraño, hacia siglos que no veía tanto tráfico —trato de relajarme, al mismo tiempo que intercalo la mirada de una calle a otra, buscando el número correcto—. Cuéntame algo más. Necesito distraerme.

—¿Algo más? Uhm... Lucas es diseñador, tiene prendas increíbles, muy llamativas, me deja elegir lo que quiero —continúa, emocionada—. Después te paso una foto. ¿Estás cerca?

Sarah está casi tan nerviosa como yo. La verdad es que, Anna no estaba muy convencida en que volviera a la ciudad y Sarah me apoyó desde un principio e hicimos una lista mental, imaginando probables escenarios. Imaginamos desde los más felices, hasta los más tristes. Me dijo que tenía que estar precavida, por si acaso, lo más lista posible para afrontar cualquier situación.

—Creo que... Sí. Creo que la encontré.

Me topo con un pequeño local de ladrillos vistos. En la entrada, hay un cartel negro con letras blancas:

"D&K

Tatuajes y piercings"

La "D" posee a los costados alas de ángel y la "K", los cuernos de un demonio. Rio en frente como una tonta, suponiendo que soy una de las pocas personas que puede comprender ese guiño. Somos nosotros.

—¿Dara, estás ahí?

—Tengo que cortar, Sarah. Luego te llamo —guardo el celular, contemplando el local anonadada.

<<¿Debería entrar? No, no deberías. Sí, tienes que entrar. Para eso viniste>> mi cabeza es un caos total. Había planeado como lo haría, incluso lo que diría, pero los nervios me están jugando una mala pasada y lo olvidé todo. Respiro hondo. Ya está. He pasado dos años deseando que llegara este momento, no voy a perder un minuto más.

Abro la puerta. Observo hacia la derecha, hay un recibidor y reconozco a Bea detrás, apuntando algo en una libreta.

—Hola.

—Hola, ¿tenías turno? —dice todavía escribiendo y entonces, al alzar la mirada, me reconoce y se cubre la boca, sorprendida—. No puede ser. ¿Dara Lawson? ¿Mi hermano no sabe que estás aquí, cierto?

Niego.

—¿Está aquí?

—Sí, él está con un cliente.

Un hombre sale de una habitación, lleva su antebrazo cubierto por un papel film, por debajo veo un símbolo color negro, evidenciando que está recién tatuado. Se despide de nosotras con un breve asentimiento de cabeza y abandona el local.

—Bea, ¿puedes recordarme a qué hora llega el próximo? —escucho esa voz que reconocería entre un millón—. Y también necesito que actualices la lista de precios en la página —se aproxima a la tarima, quitándose un par de guantes blancos que arroja al cesto de basura que está en un rincón y luego, se inclina hacia la libreta—. Ah, hola.

Me tiemblan las piernas. Por Dios. Su cabello está teñido de rosa y luce tan atractivo que me deja sin aliento. Viste una sencilla camiseta blanca y por encima, una chaqueta de mezclillas. Fiel a su estilo, también lleva un aro colgando de su oreja izquierda, un piercing en la nariz y esmalte negro estropeado en las uñas.

—Kellen, creo que... Creo que debería irme —dice su hermana, provocando que su ceño se frunza.

Confundido, dirige la mirada hacia a mí y reconozco la forma en que sus ojos se encienden.

—Dara —susurra, pasmado.

—Sí, mejor me voy —murmura Bea y seguido, se larga del local. Huye.

Sacudida por los nervios, me aferro al tirante de la cartera que llevo colgando de un hombro. Este es el momento justo en que debería largar el discurso que planee, pero tengo la mente completamente en blanco. Solo puedo pensar en lo hermoso que es el hombre que tengo en frente.

KELLEN

Lo que tuvimos fue como un sueño.

A medida que el tiempo pasaba, empecé a preguntarme si realmente vivimos un amor tan intenso o si me lo inventé todo. Algo así como una fantasía para despejarme de la dura realidad que me tocaba afrontar a diario.

Pero no fue así.

Dara Lawson está aquí. Es real. No la inventé. Es la chica que me enloquecía en el buen sentido con su insaciable curiosidad, la que se estremecía bajo mis labios, la que buscaba enloquecida que la siguiera tocando, la que se colgó de mi cuello y me besó como si su vida tendiera de un hilo y mantenerla firme dependiera de eso.

Un día miré a la chica religiosa, al día siguiente la besé y después... Después nos prendimos fuego.

Lo cierto es que nunca pude olvidarla.

—Kellen, estás... Te ves muy bien—pronuncia con la voz débil. Su mano se eleva, como si buscara acariciarme una mejilla, pero finalmente no hace nada y la regresa a un lado.

—Y tú te ves como una diosa —carraspeo—. Quiero decir, estos años te sentaron muy bien —intento apoyarme sobre el recibidor, pero torpemente derribo la libreta, junto al lapicero y lo que contiene dentro. Se escuchan risas nerviosas—. Uh, lo siento.

—No pasa nada —baja la mirada, sonriendo—. ¿Y cómo estás?

Luce distinta. Dara siempre fue hermosa, pero ahora es como si hubiera adquirido más vida. Su sonrisa es honesta, su cabello se ve fortalecido y su piel está bronceada. Además, su cuerpo está más voluptuoso, como si finalmente hubiera empezado a alimentarse correctamente.

—Sorprendido —digo, siendo franco—. En todo este tiempo no recibí ni una llamada, ni un mensaje... Lo último que se pasó por mi cabeza fue que un día normal de trabajo llegarías a mí local.

—Lo sé —ahoga un suspiro—. Y lo siento, ¿sí? Lo siento mucho. No sé... No sé si debería haber venido. Pasó un largo tiempo, muchas cosas de por medio y probablemente tengas otra vida.

Es cierto que parte de mi vida se transformó. Luego de unos meses hundido en la mierda, toqué fondo. Tenía que hacer algo para salir del pozo. Volví a lo único que sabía hacer: tatuar. Me perfeccioné. Aprendí a hacer perforaciones. Empecé a atender clientes en la sala de mi casa, hasta que junté el dinero suficiente y pude rentar este pequeño sitio que convertí en mi local. El negoció prosperó de un modo que no me veía venir, lo que fue un alivio, porque al menos el dinero alcanza para llevar una vida medianamente buena. Por otra parte, mis hermanos también cambiaron. Bea, que está en su último año escolar, me ayuda en el local después de clases. Mi mayor problema es la organización, así que ella se encarga de mantener la agenda al día, cubrir gastos y administrar las ganancias. Levi sigue en el colegio, pero los videojuegos ya no son su único interés, también forma parte del equipo de básquet de un centro deportivo del barrio. Por último, Azael, que hace un mes tuvo una recaída tras sufrir un ataque de estrés. El doctor aumentó su medicación y le recomendó tomarse un tiempo de calma. Harto, dejó el trabajo y se refugia en su habitación. Su estado me tiene bastante preocupado, pero lo resolveremos, como lo hicimos siempre.

—Sí, pasó mucho tiempo —admito—. Pero, ¿te confieso algo? Te miro y es como si el tiempo entre nosotros no hubiera pasado.

Esperé tanto este momento.

—¿Puedo abrazarte?

—Ven aquí —abro los brazos dispuesto a recibirla. Dara deja caer el bolso y da un pequeño saltito para impulsarse, hasta rodearme el cuello y acabar sumida en mi abrazo—. No tienes que pedir permiso —le recuerdo.

—Tú tampoco —se despega un poco—. Para nada.

—¿Nada?

Ella niega mirándome y entonces, la beso. Sus piernas rodean mis caderas, mis manos viajan desde sus muslos hasta la curvatura de su cintura y me doy cuenta que aún siguen encajando perfectamente ahí. Doy un par de pasos, hasta pegar su espalda contra la pared y la pasión del beso se intensifica. Vuelvo a probar sus dulces labios, que me resultan más exquisitos que nunca. Confirmo la teoría de que puedo besar y tocar a cientos de chicas, pero con ninguna otra será así, tan magnifico, tan adictivo, tan intenso. Camino hasta la puerta principal con ella todavía entre mis brazos y me observa como si estuviera loco.

—¿Qué haces?

—Asegurarme de que empecemos a tener el tiempo que nos merecemos —respondo, a la vez que giro el cartel, dejando la parte que anuncia "cerrado" hacia la vista del público. Seguido, coloco el seguro. Me importa una mierda suspender el resto de los turnos, ya no puedo pensar en otra cosa que llenarme por completo de ella.

La escucho reír y siento que es el mejor día de mi vida.

—Espera.

—¿Qué? No puedo esperar más. Ya esperé demasiado.

—El trabajo es más importante. ¿No crees? —juega, conozco esa mascara de ternura e inocencia, cubriendo sus verdaderas intenciones.

—Lo más importante eres tú. Siempre serás tú, Bambi. 


✤♡✤♡✤♡✤


AGRADECIMIENTOS:

—Gracias a ustedes, a las que están desde un principio, a las que se unieron a mitad del viaje, a las que llegaron al final, pero principalmente, a las que llegaron hasta acá. Tienen un lugar especial en mi vida y además, son una de mis principales motivaciones a la hora de sentarme a escribir. Sentir que ustedes están del otro lado, leyéndome, me hace sumamente feliz.

—Gracias a mi familia, pero principalmente a mis hermanas y a mi hermano, que aunque no lean nada de lo que escribo, forman parte de mi inspiración. No sería lo que soy sin ustedes <3.

No voy a mentirles, mi camino como escritora está repleto de altibajos, incontables veces he querido abandonar, pero siempre acabé recuperando la ilusión y seguí adelante. Me apasiona escribir y creo que merezco intentarlo un millón de veces.


ANUNCIOS IMPORTANTES:

—Habrá un segundo libro que se centrará en la historia de Anna y Azael. Sí, por esa razón varios aspectos quedaron abiertos, aspectos que voy a desarrollar en ese libro, porque Anna y Azael se merecen un libro propio.

—La historia de Anna y Azael se titula IMPUNES.

—Estén atentas que muy pronto revelaré la portada y la sinopsis, así como también la fecha de estreno. 

—No olviden seguirme en mi perfil y en redes, para no perderse ninguna novedad. 

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