capitulo 8
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KELLEN
Las chicas no están y mis amigos remarcan que es una mala idea llevar a Dara al Éxtasis. Azael coincide, alegando que aún estoy a tiempo de cambiar los planes. <<Si algo le pasa, terminarás en problemas>> repite, haciendo referencia a que toda responsabilidad caerá sobre mí. Es típico de Azael pensar las cosas un millón y medio de veces antes de actuar, lo llama "precaución", yo diría que más bien es cobardía.
¿Por qué ir a lo seguro cuando puedo sumergirme en lo inesperado? La adrenalina por descubrir lo desconocido es superior.
Por eso, no me echo atrás. Yo la invité y me aseguraré de que tenga la diversión que tanto está buscando. Es un desafío que me atrapó y ya es demasiado tarde para escapar.
Tras un largo rato de espera, Enzo y Caleb insisten en marcharse. Los dos están lo suficientemente ebrios y necesitan continuar la fiesta en otra parte.
—Vamos. Pero antes pasamos por las chicas —murmuro, tratando de relajar a mis amigos que comienzan a perder la paciencia.
—Todavía no entiendo porque esa mojigata te obsesiona tanto... —larga Enzo, al mismo tiempo que abro la puerta principal y encuentro a Dara de pie, elevando la mirada hasta sostenerla en la mía.
Mierda. Es una maldita locura.
Freno en seco, impidiendo que suframos un impacto, más nuestros cuerpos rozan, su barbilla está a la altura de mi pecho y sus ojos continúan observando curiosos, bajo sus pestañas largas y curvilíneas.
Me sorprendo al comprobar todo lo que escondía bajo esos vestidos largos y anticuados, que la hacían lucir como si le hubieran absorbido la vitalidad. Sé que debo mantenerme alejado, pero no me lo está poniendo nada fácil. El problema es que, además, sonríe.
Sonríe como si finalmente estuviera en la piel de la persona que siempre quiso ser, fuera del rol que la obligan a ocupar.
—Bueno, cambio de opinión. Ya lo entendí —agrega Enzo, todavía detrás de mí. Azael le da un golpe para hacerlo entrar en razón y este se queja, exagerando.
Dara pronuncia una risa baja y tímida.
Carraspeo, porque intento hablar y la voz no aparece. Tengo que admitir que su cambio me dejó sin palabras.
—¿Y Tali? —pregunto, tratando de salir de esa situación sin evidenciar que mi mandíbula casi acaba por el piso.
—No viene. Dijo que tenía otra cosa —se balancea ligeramente sobre los talones y juega con las manos. Parece nerviosa.
Extrañamente, yo también lo estoy.
Entonces, le pido que espere un momento ahí, que pronto saldremos hacia el bar. Mientras tanto, llevo al resto del grupo hacia la parte trasera de la casa, lo suficientemente lejos para que no pueda escucharnos. Allí, les proporciono una mirada amenazadora, dándoles a entender que escuché los chistes y las tonterías que decían en voz baja con respecto al aspecto de Dara.
—Lo voy a decir una sola vez. No la molesten. No digan ni hagan nada que la pueda incomodar o hacerla sentir mal. ¿Está claro?
Ambos asienten, en cambio, Azael reprime una carcajada.
—¿Qué?
—Relájate, Kellen. Mejor admite que te la quieres tirar y ni siquiera la miraremos —bromea.
No contesto. Si hay algo que no me gusta, es dar explicaciones a los demás sobre lo que hago en mi vida privada. Mis intenciones hacia Dara son eso, mías.
Regresamos a la sala, donde ella espera sentada en el sofá. Está terminando de comer una porción de pizza y doy cuenta de lo mucho que lo está disfrutando. Es un poco gracioso, a decir verdad. Da la impresión de que llevaba tiempo sin comer pizza, a diferencia de nosotros, que estamos acostumbrados. Siempre es la opción más fácil. La salida más rápida.
—¿Vamos?
—Sí, lo siento. Es que no pude resistirme.
—Es la mejor del vecindario- le hago saber. Los chicos se adelantan y tras algunos minutos que Dara se demora en reincorporarse, los seguimos.
De camino hacia el vehículo, la chica me sujeta por la manga de la chaqueta. El resto asciende, pero ella me obliga a detenerme a la mitad. Todavía está ligeramente nerviosa y esta vez, juega con los mechones delanteros de su cabello suelto. Que, dicho sea de paso, le da un aspecto dulce y angelical.
—¿Está todo bien? —pregunta, insegura—. Quiero decir, hay... ¿Hay algo malo en la forma en que me veo?
Dejo ver una sonrisa amplia, entre divertido y sorprendido por la pregunta. Ella frunce un poco más el ceño, descolocada por el gesto. No puedo creer que esté considerando que algo está mal con ella misma. En realidad, su expresión está iluminada de un modo que antes no había visto.
—No veo nada malo. Todo lo contrario.
Dara sonríe, ladea un poco la cabeza, sin dejar de mirarme.
—¿Puedo pedirte algo?
—Lo que quieras —tal vez esa expresión esconda un doble sentido, pero Dara no consigue captarlo.
—Tengo que llegar a casa antes de las seis. Ah, y no dejes que me emborrache como la otra noche, por favor. Y si me comporto extraño, también házmelo saber. No quiero quedar como el bicho raro del lugar, ya sabes. Es la primera vez que voy a un lugar así... Perdón, ¿qué te causa gracia? —increpa con cierto enfado, tras notar las comisuras de mis labios aún elevadas.
—Tú —bromeo. Dara se cruza de brazos y frunce la nariz, lo que me resulta adorable—. Relájate. Estarás en casa antes de las seis. Y sobre el resto... Déjamelo a mí. Te vas a divertir. Lo prometo.
✤♡✤♡✤♡✤
Sin dudas, ella está diferente en varios sentidos. Posee una energía que hipnotiza, provocando que las personas en el Éxtasis se giren para mirarla. Diría que es por la manera en que viste, la cantidad de piel que deja a la vista, la forma en que esa falda realza su trasero y destaca sus piernas, algo que nunca antes había visto. Pero no es solo la apariencia física. Es más.
Es su presencia, la manera en que camina casi a mí lado, escondiéndose con cierta timidez tras mi brazo y sujetándose del borde de mi chaqueta, como si temiera perderse en ese espacio desconocido.
Durante el trayecto hacia la barra de bebidas, saludo a un par de personas que me topo en el camino. La mayoría son conocidos, porque es el tipo de sitio que acostumbra a recibir a la misma clientela. Cada tanto aparecen nuevas caras, pero, en el fondo, siempre acudimos los mismos.
—Hey, Kellen. Muchachos —Mario, dueño y barman, nos recibe tras la barra—. Y chica nueva —dice, con gracia.
—Dara —interviene, mientras se sostiene de mi hombro para acomodarse en un taburete.
—Bienvenida, Dara. Supongo que debes estar un poco loca para juntarte con estos idiotas, pero qué más da —vuelve a bromear.
—¿Qué dices? Este bar estaría arruinado si no fuera por estos idiotas.
—Já, como sea. ¿Lo de siempre?
—Sí —todos coincidimos. Mario conoce exactamente lo que nos gusta beber al llegar. Él bautizó al coctel como <<Adiós mother fucker>>, contiene vodka, ron, tequila, gin, un toque de lima limón y el ingrediente secreto que se niega a revelar.
—Yo también quiero —expresa Dara, repleta de seguridad, como si estuviera ordenando un refresco de naranja. Prometí que no la dejaría emborracharse, así que de inmediato digo que no—. ¿Qué, por qué? Quiero probar —se queja.
—Lo sé, pero deberías empezar por algo más tranquilo —murmuro, luego pongo la vista en Mario, que aguarda el resto del pedido—. Tráele algo suave —pido, confiando en su sentido para recomendar bebidas.
—Y que sea dulce —acota, todavía a regañadientes, mientras se cruza de brazos. Luce levemente molesta por la intervención. Busco provocarla aún más colocando una sonrisa amplia y, en consecuencia, arruga el entrecejo—. ¿Qué?
Ella está sentada en el taburete, yo permanezco de pie. Aun así, es notoria la diferencia de altura.
—Eh, calma. Si te bebes un trago como el nuestro, ¿sabes lo que pasará? Acabarás nuevamente borracha en mi cama —le explico y elijo continuar jugando, ir más allá—. A menos que, en secreto, estés buscando que pase otra vez —especulo, percibiendo como un ligero nerviosismo se apropia de sus acciones. Se toca la cara, el cabello, esquiva mis ojos—. ¿Lo estás deseando, Dara? Porque si lo haces, no necesitas ponerte borracha —doy un paso hacia el frente, corrompo la distancia—. Con pedírmelo es suficiente —digo en su oído.
Regreso levemente hacia atrás, el espacio entre nosotros todavía es mínimo.
La castaña desliza las manos hasta fijarlas en mi pecho, dando un toque ligero y dudoso. Se queda así durante unos segundos que se vuelven eternos y me pregunto si es capaz de percibir el latido de mi corazón a través de mi camiseta.
Entonces, lo que parecía una caricia, se convierte en un leve empujón. Me aleja de ella.
—Los tragos —anuncia Mario, interrumpiendo—. Que los disfruten.
El contacto se deshace, queda en la nada. Pero la tensión está ahí.
Dara gira hacia la barra, no pierde el tiempo y da un primer sorbo.
—Sabe a vainilla —y vuelve a beber, satisfecha.
Antes de que pueda saborear el mío, Azael, que está del otro lado, tira de mí. Mis amigos están riendo, también comenzaron a beber.
—¿Me parece a mí o Dara te acaba de cortar el rostro? —su tono carga rastros de burla. Suspiro pesadamente, sin dudas, mi hermano y mis amigos no comprenden absolutamente nada.
—¿Eso crees? Esto recién empieza —le hago saber y sin más, echo la cabeza hacia atrás bebiendo un largo sorbo.
Descubro a la castaña mirándome de reojos y poniendo una sonrisa.
DARA
Literalmente, dejé de respirar cuando Kellen acercó su boca y me habló al oído. Si su voz en un pasado me desestabilizó, esta vez logró acabar con todas mis funciones vitales y de pronto, sentí que estaba flotando en alguna dimensión paralela.
En una dimensión donde todo resulta interesante y atractivo, él en especial. No tengo con qué comparar la intensa sensación que me invadió cuando nuestros cuerpos se rozaron. Simplemente nunca me sentí así, agobiada por el calor, pero añorando más. No sé qué clase de aventura sea esta, pero es la más emocionante que he tenido en toda mi vida. Necesito seguir explorando; descubriendo hasta donde seré capaz de llegar.
Resulta triste pensar que por la mañana tendré que ser nuevamente la Dara que mi familia quiere, pero esta noche es mía y solo sé que quiero olvidar quien soy y de dónde vengo.
Él me da eso.
Todavía bebemos, cuando se gira hacia el frente y apoya la espalda contra la barra. Lo imito, girando el taburete, de manera que puedo ver a las personas que están de pie, bailando, conversando y pasando el rato. Reconozco que me encanta contemplarlo, en especial cuando no se da cuenta de que lo hago. Cada vez que tira la cabeza hacia atrás para beber, se le marca una protuberancia en la garganta que le da un aspecto todavía más atractivo. Su chaqueta permanece abierta, por debajo lleva una camiseta blanca sin mangas y los tatuajes se asoman por todas partes. Creo que las únicas partes que no tiene tatuadas, son el cuello y la cara. Además, me llama la atención las cadenas que lleva colgadas alrededor del cuello y pienso lo mucho que me gustaría jugar con ellas. Simplemente tocarlas.
Tocarlo.
—¿Por qué se van? —pregunto, al notar que Azael, junto a Caleb y Enzo se dirigen a la salida.
—Van a fumar un porro.
—¿Un qué?
—Marihuana —responde.
—Ah —me quedo pensativa un par de segundos—. Quiero probar. Es divertido, ¿no?
Kellen me da una sonrisa. Esa que coloca a lo largo de la noche cada vez que pregunto algo estúpido.
—Depende. Si es tu primera vez, puedes tener un mal viaje. Es preferible que estés en una casa o en un ambiente seguro, por si acaso.
—¿Podemos hacerlo algún día?
—Claro —responde, sin rodeos. Seguido, deposita el vaso vacío sobre la barra y rebusca en el bolsillo de su chaqueta, hasta dar con la cajetilla de tabaco. Saca un cigarrillo, lo coloca entre sus labios y lo enciende, en un movimiento casi automático.
—¿Y sí puedo probar uno de esos? —sé que dije que era malo, pero el impulso por experimentar me domina. Incluso estando bastante segura de que lo odiaré.
—Si es lo que quieres. Pero solo una vez —después de explicar cómo tengo que hacerlo, saca el cigarrillo de su boca, me rodea con el brazo y lo deposita en la mía. Por inercia, mi mano termina apoyada sobre la suya, mientras sostiene el cigarrillo y observa la manera en que lo hago.
Cierro los ojos, haciendo lo que me explicó y cuando los abro, su mirada continúa posicionada sobre mí. Mi piel se estremece. Si antes sentía calor, ahora siento que el fuego se multiplicó por mil e inicia a consumirme entera.
Al quitar el cigarrillo, el dorso de su mano roza con mi nuca y es otro motivo por el que mi corazón se sobresalta. No es solo un sentimiento. Es una necesidad. La necesidad de que sus manos no se despeguen de mi cuerpo.
Me gusta que no se aleje. Permanece a escasos centímetros de mí, tan cerca que incluso puedo percibir su cálida respiración. Tiro mi cabeza levemente hacia atrás, me apoyo en su torso y sonrío. Tararea una canción, su pecho vibra.
Me gusta él.
✤♡✤♡✤♡✤
—Cumplí la promesa, ¿no? Estás medianamente sobria, te traigo a casa antes de la seis y nadie te molestó por ser el bicho raro —dice lo último con un toque divertido. Sé que no hay malicia, por lo tanto, no me resulta ofensivo.
—Ya sé. Eres oficialmente un chico de palabra, Kellen.
Llegamos casi a la esquina de mi casa y aún no terminamos de hablar, así que nos detenemos. El rubio se apoya relajado sobre una pared, guarda las manos en los bolsillos delanteros del pantalón y no deja de mirarme.
—Lo soy.
—Gracias —largo, de manera repentina. Tengo un montón de cosas que me gustaría decirle, pero no sé por dónde empezar—. Esta noche fue... Por primera vez, me sentí libre. Olvidé lo que estoy obligada a ser, ¿sabes? Olvidé mi realidad por completo y fue increíble —expreso, temiendo que la sinceridad sea demasiada, pero ¿qué más da?
—Esta es tú realidad.
—Lo sé, pero sabes a lo que me refiero... Olvidé mi vida, mis responsabilidades, las reglas —él se queda en silencio. No sé qué está pensando y eso me pone terriblemente nerviosa—. Me tengo que ir.
Planeo seguir mi camino. Solo tengo que recorrer un breve trayecto y girar a la izquierda para toparme con la entrada de casa.
Sin embargo, Kellen se extiende y me sujeta por la mano, impidiendo que siga.
—Espera —me atrae hacia él de un suave tirón. No le cuesta porque admito que, inconscientemente, también me arrastro hacia él—. ¿Puedes olvidar por un minuto más?
Anonadada, asiento con la cabeza. En mi interior, tengo una pequeña idea de hacia dónde vamos. No alcanzo a imaginar más, porque él pisotea todo concepto de distancia y hace que mis labios sean suyos, en un beso que supera cualquier expectativa.
Mis caderas están envueltas por sus manos, me sujetan con firmeza y seguridad. Su boca, devora la mía con una delicadeza que poco a poco se plaga de ferocidad, provocando que mis instintos se disparen.
Me convierto en una convulsión de sensaciones.
Su pulgar roza mi labio inferior al separarnos, él sonríe y esta vez consigo detectar rastros de malicias que me atrapan y me sucumben en el peor de los pecados: el engaño. Tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para alejarme de Kellen y correr a casa, todavía envuelta en el hechizo de sus encantos.
Y sé que, no importa la cantidad de pecados que haya cometido, sería capaz de volver a él una y mil veces.
✤♡✤♡✤♡✤
NOTA DE AUTORA: Tengo que confesar que ese final no estaba en mis planes, todo fue culpa de Kellen que es como si tuviera vida propia y hace conmigo lo que quiere lol. Y tal cómo dijo él en un momento: esto recién empieza.
¡Ojalá les haya gustado! Muero por leer sus comentarios/opiniones, la verdad me dan vida <3. Que tengan un lindo fin de semana y, si es posible, les dejo otro capítulo en estos días.
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