capitulo 35

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KELLEN

La fachada de la iglesia no es la típica que aparece en la imaginación, es más bien, moderna. La estructura simple y lineal, está elevada y separada de la acera por unos largos escalones, que atravesamos para llegar a la entrada. En el punto más alto, se ubica una cruz blanca que simboliza el sitio y el acceso está conformado por dos puertas de madera, altas y amplias que, a esa hora de la noche, se encuentran con seguro. A cada lado, se ubica una ventana de vidrio policromado, compuesto por partes de distintos colores. Observo a través de ellos, la vista que tengo resulta un tanto viciada por el color que posee el vidrio, pero alcanzo a distinguir un espacio amplio, repleto de bancas colocadas en dirección al altar que está al final, mostrando un montón de figuras religiosas y otras mierdas, como un atril de madera marrón que tiene un micrófono al lado.

No hay rastros de Dara, ningún tipo de movimiento.

Sin embargo, a juzgar por la fachada, distingo que el sitio se extiende hacia ambos lados, haciendo evidente que hay otros espacios que no podemos ver.

—Veamos si podemos entrar por otra parte —indica Azael, que de inmediato se adelanta y lo sigo.

Recorremos los alrededores, buscando algún tipo de acceso, pero no encontramos otra puerta y las ventanas están cubiertas por postigos de madera oscura. Frustrados, volvemos al inicio y analizamos una vez más lo que tenemos en frente.

Bueno, no hay mucho que pensar. El lugar parece que estuviera sellado, dejándonos sin opciones.

—A la mierda. Voy a romper los vidrios.

—Kellen, no. ¿Estás loco?

Tarde. Recojo una piedra del suelo y la arrojo con fuerzas, provocando que el vidrio estalle. La alarma se activa y emite un sonido ensordecedor. Azael me mira irritado, esperando que le diga qué hacer.

—Vamos. No tenemos demasiado tiempo —me introduzco rápido, al mismo tiempo, siento la piel de mi brazo rasgarse. La punta filosa de un vidrio me lastimó, pero ignoro el dolor y sigo adelante.

Mi hermano me da una mirada. Él cree que estoy completamente loco. Y en realidad lo estoy, pero por ella.

Completamente loco por Dara Lawson.

El ruido que causamos no es un detalle menor. En cuanto avanzamos, metiéndonos entre las filas de bancas, Tobías aparece desde un costado. Lo observo con atención, adivinando que probablemente, si avanzo un poco más allá, encontraré a Dara.

Azael y yo, permanecemos a la par, inmóviles. Tobías está al frente, también se detiene. Nos reconoce de inmediato y su expresión lo dice todo: no esperaba encontrarse con nosotros sorprendiéndolo en medio de la noche, no lo esperaba ni es sus peores sueños. Azael me dirige una mirada rápida y asiento, dándole aprobación.

Es nuestro turno.

Tobías, dándose cuenta que le queda poco tiempo, gira para echarse a correr, pero mi hermano es más rápido. Va tras él y lo atrapa, sujetándolo del cuello, audaz. De hecho, me sorprende cuando eleva un pedazo de vidrio y se lo coloca sobre la garganta, los ojos de Tobías sobresalen del miedo.

<<Ese es mi hermano>>, pienso orgulloso.

No tengo derecho a elegir el destino de las personas, pero me da placer ver que Tobías de algún modo, empieza a pagar lo que le hizo a Dara. Con solo ver el miedo recorriendo cada partícula de su cuerpo, estoy satisfecho.

—No me hagan nada, por favor —pide, respirando agitado y a la vez, tratando de mantenerse quieto. Cualquier movimiento puede ocasionar que el filoso vidrio corte su piel—. Yo no hice nada. Solo estoy siguiendo órdenes —trata de victimizarse.

Azael sonríe irónico, volvemos a conectar a través de un gesto de complicidad. Ninguno le cree una palabra.

—Cállate —me pongo frente a él—. Si haces lo que te decimos, quizá te tengamos un poco de piedad. ¿Entendido?

Responde asintiendo como pueda.

—Apaga la alarma —ordena Azael, cansado del pitido. Tobías lleva una mano hasta el bolsillo del pantalón y saca un magnético inalámbrico, mostrando como tan solo presionando un botón, el ruido cesa—. ¿Hay cámaras? —vuelve asentir—. De acuerdo. Iremos a donde sea que estén y borrarás las imágenes.

—Espera —los detengo, antes de que avancen—. ¿Dónde está Dara?

Azael aleja un poco el vidrio, permitiéndole hablar con soltura.

—En la habitación del fondo, a la izquierda —rápido me ubico, dado que lo vi salir de ahí. Sin que se lo pida, saca un juego de llaves, lo extiende y se las arrebato de inmediato.

Lo miro con desprecio y aprieto los puños, recordando lo que le hizo a Dara. Ahora mismo podría vengarme y hacerle cualquier cosa que quisiera, pero no dejo que la furia me ciegue ni me aparte del objetivo principal.

La verdad, pensé que se defendería o se resistiría al ataque, pero en su lugar, acepta sumiso cada indicación.

Es un cobarde.

—No te pases —le murmuro a mi hermano, que está empecinado en hacerle pagar a Tobías. Es un gran riesgo dejarlos solos, pero confío en él. Sé que es inteligente y no hará nada que pueda condenarlo.

—Sé lo que hago. Ve a buscarla. Mientras, vamos a tener una larga charla, ¿no, Tobías?

Entre penumbras, caminan hacia el lado contrario, dirigiéndose hacia el panel de cámaras. Sigo la indicación y avanzo a paso rápido hacia el ala izquierda, aunque me mantengo alerta observando los alrededores. Las iglesias siempre me resultaron un sitio un tanto... Espeluznante. No es que haya visitado muchas, pero las que visité tenían un clima que despertaba una mala sensación y esta no es la excepción. Casi a oscuras es aún más terrorífica.

El silencio sepulcral. Los muebles tétricos. Las pinturas antiguas.

DARA

Oímos un ruido.

<<Tienen que venir por mí. Tiene que ser eso>>, tengo esperanzas.

Tobías, que descansa en el sofá frente a mi cama, justo para mantenerme vigilada, se levanta y dispara como un rayo. A pesar de su desconcierto, no olvida dar las dos vueltas de llave para dejarme encerrada, tal como lo hizo cada día desde que me aislaron. No solo eso, también se mantuvo cada segundo conmigo, como si nuestro compromiso aún existiera, como si pronto fuéramos a convertirnos en marido y mujer.

No se propasó. Lo encontré espiándome un par de veces mientras me vestía, pero no hizo nada más. Es evidente que se contuvo, sabe que tiene que hacer buena letra para mantener viva la imagen de <<chico bueno>> que, en algún punto, se empezó a debilitar. Que nuestra unión se haya roto tan rápido, incluso antes de concretarse, nos perjudicó a los dos. Aunque yo fui la principal culpable, a él también le llegaron algunas críticas.

La noche anterior, mientras comía mi ración de pan y agua, él habló.

<<Escuché que cuando salgas de aquí, se van a otra ciudad. La comunidad de ahí los aceptará, pero ¿sabes a qué precio? Quieren casarte con el hijo de un superior, uno que pecó como lo hiciste tú y también busca redención>> reveló, mostrando lástima por mí. <<Lamento no poder evitarlo. Quería darte otra oportunidad, realmente quería hacerlo. Pero mamá dice que me merezco a una virgen. Una mujer pura. Y tú estás más bien, sucia. Impura>> la repulsión en su mirada fue real y yo, le sonreí con descaro.

Después de tantos días aislada, empezó a causarme gracia esa estúpida creencia de que tengo alguna clase de demonio dentro. Me divierte asustarlos. Casi no les dirigí la palabra, les dediqué alguna que otra mirada y sonreí con desdén cada vez que tuve oportunidad.

Impaciente, espero un lapso de tiempo que se vuelve eterno y, al no percibir ninguna señal, busco en la habitación algún objeto que pueda servir.

Nada.

Manipulo el picaporte una y otra vez, golpeo la superficie de madera a puño cerrado e incluso le proporciono patadas, intentando escapar.

—¿Dara? Dara hazte un lado, que voy abrir.

Sonrío. Esta vez es una sonrisa de victoria porque él vino por mí. Saldré de aquí. Entonces sé que sí, estoy poseída por un demonio llamado Kellen Hunt, se metió dentro de mí y me volvió atrevida y valiente. Él me hizo libre.

—Hey, Bambi —lo siento liberar el aire contenido, mientras de un rápido saltito me acurruco entre sus brazos—. Hey —dice, como si no pudiera creérselo.

—Sabía que vendrías por mí —mi voz resalta destellos de emoción.

Me pondría a gritar de la emoción si pudiera.

Él está aquí.

Tomando una breve distancia, con sus manos todavía alrededor de mi cintura y parte de la espalda, lo aprecio. Trae el cabello rubio un poco despeinado, el rostro cubierto por una leve capa de barba, los tatuajes asomándose a través de su cuello y ese aroma masculino que me gusta tanto.

Vuelvo a sonreír acariciándole una mejilla, hasta que nuestros labios se encuentran. Kellen lo intensifica, colocando una mano detrás de mi nuca e impulsándome hacia él, con efusividad. Siento su lengua, tibia y suave sobre la mía, besándome de la manera en que me enciende, la mezcla justa de ternura y deseo.

Al separarnos, froto mi nariz contra la suya y nos sonreímos el uno al otro.

—Saldremos de aquí y te llevaré lejos. No tendrás que volver nunca más. ¿Está bien?

—Es justo lo que necesitaba oír.

Aunque me encantaría quedarme arropada entre sus brazos y con las piernas alrededor de sus caderas, tengo que bajar a la realidad. Toco el suelo, él sujeta mi mano y camina unos pasos delante de mí, mientras a travesamos el pasillo hacia el centro de la iglesia.

—Te hiciste daño —veo su antebrazo sangrando y parte de la chaqueta rasgada. Mis ojos escuecen. Odio verlo lastimado, además, recuerdo lo que pasó con sus hermanos. Está herido en muchos sentidos.

—No pasa nada —me tranquiliza—. Solo es un corte.

—No. Déjame hacer algo —lo arrastro hasta la fuente que está en un extremo del escenario principal, donde el superior ofrece las misas—. Por cierto, ¿qué hiciste con Tobías?

—Azael se está ocupando.

—Oh. Genial —hablo despreocupada—. Quítatela.

El rubio procede a quitarse el abrigo, quedando en una sencilla camiseta negra manga corta con motivos desgastados.

—¿Y ahora qué?

—Confía en mí —sostengo su brazo, acercándolo a la fuente—. Es solo un poco de agua.

Frunce apenas el ceño y reprime una sonrisa.

—¿Eso es...?

—Sí, agua bendita —pongo los ojos en blanco y hundo su antebrazo en la fuente. El agua hace efecto, noto rasgos de alivio en su expresión—. ¿Mejor?

—Mierda, Dara. Terminaremos en el infierno.

Carcajeo. Mojo la mano y salpico algunas gotas sobre él, jugando. Me encanta hacerlo reír, a pesar de la situación en la que estamos metidos. Kellen no se queda atrás, se libera de mí y me arroja un montón de gotas, incluso más espesas porque sus manos son más grandes y le permiten abarcar más cantidad.

—Eh, eso no es justo. Tramposo —saco la lengua y en un vil intento de reunir más agua para atacar, la fuente tambalea y el contenido se resbala entero sobre mí.

Kellen se ríe, yo también lo hago.

Bajo la mirada, dándome cuenta que el agua derramada sobre el vestido blanco, hizo que se viera casi transparente, incluyendo el sostén, que es del mismo color. Se ven desde mis bragas, pasando por la piel de mi abdomen, hasta mis pechos, donde noto mis pezones duros y erguidos.

Al momento en que elevo la vista, me doy cuenta que él también lo notó. Los centros de sus ojos están encendidos, deleitándose con la transparencia, mientras se relame el labio inferior y traga saliva, conteniendo sus impulsos.

A simple vista sé lo que está deseando.

—Ten. Cúbrete o te enfermarás —proporciona la chaqueta, pero no la sostengo.

—Tienes razón, me enfermaré. Debería quitarme toda esta ropa mojada.

Aparto los tirantes del vestido, dejándolo caer. El frío del ambiente pasea a través de mi cuerpo, pero la manera en que Kellen contempla cada movimiento que hago, me calienta de inmediato. Doy un paso hacia atrás, solo para ofrecerle una vista mejor de lo que estoy a punto de hacer. Llevo las manos a mi espalda y en un rápido accionar, desabrocho el sostén. Libero mis pechos, que dan un pequeño respingo y mi piel se estremece.

—Así está mejor. ¿No? —agarro su chaqueta y me la pongo, como la mayoría de sus prendas, llega casi hasta mis rodillas. Subo el cierre, pero no por completo, lo dejo en medio de mis pechos, para continuar proporcionándole una vista generosa—. ¿Qué?

—Ahora tú estás jugando sucio. Esto también es trampa, Bambi.

—¿Cuánto tiempo tenemos?

—No mucho.

Giro, dándole la espalda y camino hacia el centro, donde hay una mesa larga cubierta por un mantel blanco de puntillas. Encima, hay velas, una biblia abierta de par en par y algunas estatuillas de vírgenes y santos. Me detengo en seco, observo sobre mi hombro que él está siguiéndome hipnotizado y continúo.

—Recuerdo que un día dijiste que querías hacérmelo en la mesada de la cocina. Esto se parece ¿no?

De una vez, arrastro el mantel y hago caer los diversos objetos al suelo, provocando un estruendo. Los contenedores de vidrios y las estatuillas, se destrozan.

Perfecto. La mesa queda libre.

Lo busco, sujetándolo de la mano y lo atraigo hacia a mí. Él, sigue viéndome como si no pudiera creer el camino que está tomando la situación. Doy un pequeño salto para impulsarme y me siento en la punta.

—Ven —llevo su mano hasta mi intimidad—. Mira lo que hiciste y ni siquiera tuviste que tocarme —sus dedos ejercen presión por encima de la tela y la humedad se incrementa—. Hora de que te hagas cargo, Kellen Hunt.

Asumiendo su responsabilidad, se inclina a besarme mientras sus dedos continúan estimulando mi sexo. Jadeo. Nuevamente, comienzo a sentirme vulnerable y abierta a que haga lo que quiera conmigo. Muerde despacio mi labio inferior, cuando su mano abandona mi intimidad y se ocupa de darme un leve empujón, dejándome tendida sobre la mesa.

Desde aquella posición se ve tan atractivo y dominante, desearía que estuviera desnudo para apreciar sus tatuajes y la forma en que sus músculos se contraen. Entonces, sus dedos se posicionan alrededor del cierre de la chaqueta y me quedo sin aliento. Lo baja hasta un poco más de la mitad, lo suficiente para que mis pechos queden expuestos y él pueda tocarlos, haciéndome gemir.

Retira mis brazos, posicionándolos detrás de mi cabeza y la tiro hacia atrás, presionando los labios para no causar demasiado ruido, mientras sus dedos acarician y pellizcan mis pezones. Sonríe con lujuria al percatarse de cómo se endurecen ante su tacto y arrima la boca, hasta aprisionar uno entre sus labios y acariciarlo con la punta de la lengua.

—¿Quieres acabar así? —eleva la mirada provocadora, todavía con la boca cerca de un pezón. Lo dice porque sabe que sería capaz de lograrlo. Niego, porque quiero extender el momento un poco más—. Está bien. Lo dejaremos así —le da un beso rápido, que me hace temblar y se coloca al medio.

Desliza sus labios sobre mi vientre, llega al comienzo de mis bragas pero no las quita, las aparta hacia un costado.

—No quiero que las pierdas —se jacta, su aliento choca contra mi intimidad humedecida—. Siempre me ha gustado todo tu cuerpo, —con una mano aparta mis piernas, con la otra continúa apartando la tela— pero justo aquí eres tan sensible, que me encanta —sus dedos frotan mi clítoris y se siente tan increíble, como la primera vez.

Mueve los dedos, conociendo el ritmo y la presión que funcionan en mí, hasta que su lengua los reemplaza y la siento de un extremo a otro, haciendo que mi espalda se arquee de placer, mientras sigo conteniendo los gemidos y paseo una mano por sus hebras doradas.

Deja de hacerlo y sonrío, aunque todavía insatisfecha, siento que está guardando lo mejor para el último. Él.

—Hazlo ahora. Por favor —exijo, esperando por la sensación de su sexo en el mío.

—Lo siento, Bambi. No traje condón —lo que es lógico ¿Por qué traería uno?—. Pero calma, tendrás tu orgasmo de todas formas —juega conmigo.

Sus dedos retoman la acción. El pulgar está en mi clítoris, dando pequeños toquecitos estremecedores y, de pronto, un dedo está en mi interior. Estoy tan mojada, que entran con facilidad, tan fácil que inserta uno más. Los mueve, adentro y afuera –aunque nunca los quita por completo- arriba y abajo en mi interior, hasta tocar un punto que hace colisionar mi cuerpo entero.

Aferro una mano a la superficie de madera, la otra está sobre la suya, pidiéndole que se detenga, pero al mismo tiempo, exigiendo que siga hasta el final. La sensación es tan intensa, que no sé si pueda soportarlo. Todo mi interior se sacude, aprieto los labios, mis pies se encogen, él da los últimos golpecitos en mi clítoris y de pronto, estoy empapada. Aún más que antes.

Nunca me había pasado algo así.

Él sonríe, como quien salió victorioso de algo y no puede ocultar su satisfacción.

Exhausta, busco recuperar el aliento e intento erguirme, aunque ahora mismo lo que quiero es una cama donde dormir el resto de la noche.

—¿Qué pasó? —pregunto, un tanto avergonzada.

—Nada malo —me tranquiliza—. ¿Sabes lo que es un squirt?

Abro los ojos un tanto sorprendida y asiento, recordando que lo leí en una de esas páginas de educación sexual y feminismo. Lo diferenciaban de la eyaculación femenina y hablaban de que podía alcanzarse justo al momento del orgasmo o bien, un poco antes. Tali también me lo explicó una vez, dijo que era una respuesta natural que generaba nuestro cuerpo ante la estimulación y que podía ocurrir o no.

—Sí —respondo, con las mejillas enrojecidas—. Ahora también sé cómo se siente —Kellen acomoda mi ropa interior y cierro las piernas, agotada.

Supongo que cavé mi propia fosa: me dejé llevar por el placer y ahora tengo que levantarme para huir y no estoy segura de poder caminar.

Él me ayuda a incorporarme y vuelvo a quedar sentada, tratando de recuperar el aliento. Mientras tanto, Kellen cierra por delante la chaqueta hasta el cuello, cubriéndome por completo. Me aferro un instante a sus hombros, lo beso en los labios todavía húmedos y luego, me besa en la frente. Siento que volvimos a ser nosotros, Dara y Kellen, dejando fluir nuestros sentimientos y haciéndolo en sitios prohibidos.

—¿Qué mierda hacen? Nos vamos —Azael, que proviene del ala derecha, interrumpe confundido—. Ah, hola Dara.

Me pego un pequeño susto, pero acabo riendo sonrojada, ocultándome en el pecho de Kellen. Al mismo tiempo, percibo su barbilla sobre mi cabeza y por la forma en que su torso vibra, descubro que también ríe.

—¿Se pueden apurar? —estresado, chasquea la lengua y se marcha por su cuenta.

—Hicimos un desastre, eh —contemplo a mí alrededor y sin esfuerzo, las comisuras de mis labios se extienden, imaginando la impresión de espanto que pondrán al descubrir el lío—. Me encantaría ver esto arder —confieso, encontrando su mirada. Ambos nos entendemos al instante, sé que Kellen usualmente trae su encendedor y cigarrillos.

Bajo la vista a su bolsillo.

—Si estás pensando lo que creo, no —esfuma mi fantasía—. Ya tuviste suficiente por hoy, Bambi. Ya lo hicimos arder —sin darme oportunidad a quejarme, me sujeta por debajo de los hombros, levantándome de la mesa y posicionándome sobre un hombro. Carcajeo y él empieza a caminar rápido, cargándome con facilidad—. Hora de ir a casa.

✤♡✤♡✤♡✤

NOTA DE AUTORA:  ¿Alguien puede pensar en Azael?

Dara está desquiciada y a Kellen eso le encanta. 

¿Cuál fue su parte favorita?

¿Qué les pareció la actitud de Dara?

Como siempre, voy a estar esperando a leer sus comentarios, me llenan de emoción y me animan a seguir escribiendo. 

Muchas gracias por el apoyo <3

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