capitulo 12

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KELLEN

—Eh, comparte un poco —exige Tali, que se aproxima a mí lado y me quita el cigarrillo encendido de la boca. Le da una larga calada y luego ríe, divertida. Se cruzó a casa al verme fumando en el exterior, sabe que salgo cada vez que necesito despejarme.

Después de cenar, Levi se instaló en los videojuegos a un volumen bastante alto, porque según él eso lo ayuda a jugar mejor ya que se <<siente como si estuviera dentro>>. A veces creo que perderá la cabeza en ese aparato, pero no soy capaz de regañarlo un sábado por la noche. Al final, es día libre. A la vez, Azael tomaba una larga ducha mientras cantaba su repertorio musical como si estuviera dando un recital ante cientos de personas.

Digamos que salí afuera en busca de un rato de silencio.

—Estás contenta —remarco tras verla sonreír con naturalidad.

Ella se encoge de hombros.

—¿Por qué no lo estaría? Las cosas están yendo bien —resume, pero la conozco y sé que detrás de ese entusiasmo hay algo más. O alguien más, tal vez. Y ante eso, solo puedo sentir tranquilidad. Recuerdo cuando cruzaba llorando a casa, porque la suya era un desastre y siempre maldecía, mientras se preguntaba si alguna vez llegaría el día en que pudiera deshacerse de toda la mierda. Veo que poco a poco, ese día llegó—. ¿Van al Éxtasis?

—Sí. En un par de horas llegan los chicos —me refiero a mis amigos, Enzo y Caleb—. ¿Vienes?

—No puedo —tal como lo suponía—. Trabajo y luego...

Se queda callada.

—¿Sales con alguien?

Adivino.

—Algo así —responde, dudosa—. Lo siento. Es que cuando hablamos de abrir la relación y pusimos las reglas, dijiste que no querías saber sobre los demás. ¿Recuerdas?

Lo hago. El día que Tali planteó la idea, fue chocante. Quiero decir, no conocía demasiado el concepto, solo lo había escuchado por ahí. Lo pensé y en ese entonces, acabó por resultarme divertido y dije, ¿por qué no? Si eso la hacía feliz, yo podía acoplarme a la idea. En ese entonces, no me imaginaba confiando en otra chica tal como confío en Tali. No quería perderla. Al final, resultó. Duramos años. Pero de pronto, me veo dudando.

—¿Lo conozco? Solo dime eso —pido.

—No —concluye—. Aunque a mí no me molesta saber con quién sales, así que... Dime sobre Dara.

—No salgo con Dara.

La besé una vez, bueno, en realidad fueron dos.

—Pero lo harás.

—No lo creo.

Pesimista, siempre.

—Yo sí —insiste—. Es hermosa, Kellen. O vas tú o voy yo —pronuncia con gracia, pero dejando entrever que hay algo de verdad. Tali es abiertamente bisexual—. O vamos los dos. Digo, los tres no nos veríamos mal. Piénsalo —vuelve a sonreír.

Me relamo el labio inferior y niego con la cabeza, inmutado. Tali siempre encuentra el modo de impresionarme. Cuando creo haberlo visto todo, ella aparece para demostrarme que no, que es posible ir más allá y violar más límites.

—Devuélveme mi cigarrillo, por favor —extiendo la mano, pero la chica se niega.

—Tienes un montón de esta mierda. Busca otro —alardea, negándose a devolver lo que me pertenece—. Bueno, me largo. Piensa en lo que te dije. Lo de los tres —guiña un ojo; al mismo tiempo que camina hacia la casa contigua, alejándose de mí.

Debería odiarla por atreverse a despertar tal escena en mi imaginación. No será nada fácil olvidarla.

✤♡✤♡✤♡✤

DARA

En cuanto Tobías y su familia se marchan, subo a la habitación.

Mi nueva habitación.

Donde están las paredes que Kellen pintó, los muebles que me ayudó a colocar y, por último, el recoveco donde me besó. No puedo creer se atrevió a besarme mientras mamá estaba en el piso de abajo, corriendo el riesgo de que pudiera descubrirnos, en cualquier momento. Tampoco puedo creer que yo accedí y me dejé llevar, perdiendo toda capacidad de control durante los minutos que sus manos me acariciaron.

Me gusta ese recuerdo, tanto, que lo atesoro. Me agrada que sea en lo primero que pienso cada vez que abro la puerta y observo justo ese rincón. De hecho, evocarlo me quitó las ganas de llorar y el estrés que me invadió cuando la madre de Tobías, durante la cena, mencionó <<mi hijo ya me comentó el plan, el trabajará mientras tú te encargas de los niños, como una verdadera familia. ¿Cuántos hijos te gustaría tener, Dara? Espero que al menos sean tres, no puedo esperar a rodearme de nietos>>.

No sé cómo hice para disimular el espanto que me causó. Pensé en reír, creyendo que estaba jugando una broma, pero todos alrededor de la mesa, esperaban serios mi respuesta.

<<No lo sé, en realidad... Supongo que la cantidad que Dios disponga para nosotros. ¿No?>>.

Fingí.

Y a todos les contentó la respuesta por el simple hecho de que incluí a Dios.

Ya está, Dara. Ya pasó, pienso.

Ahora solo tengo que enfocarme en que es sábado por la noche y eso solo significa una cosa... Éxtasis. Libertad.

Saco la caja de objetos antiguos que tengo debajo de la cama y hurgo en el fondo, hasta encontrar el vestido que modifiqué. Coser es una habilidad que mi madre considera básico en una mujer, por eso me enseñó a hacerlo desde que era una niña. Al menos, la habilidad sirve de algo: puedo hacer mi propia ropa. Aunque no exactamente <<desde cero>>, en realidad corté un vestido negro y lo fruncí en la cintura, de manera que acentúe el contorno de mi cuerpo.

También le corté las mangas y lo remplacé por dos tirantes finos.

Siendo sincera, quedó bastante presentable.

Lo compruebo ante el espejo del tocador, donde tengo que pararme sobre un pequeño banco para incrementar mi altura y lograr verme a cuerpo completo.

Conforme, dejo de mirar porque me conozco: acabaré encontrando algún defecto o me echaré hacia atrás con la decisión, arrepentida. En su lugar, continúo arreglándome el pelo, sumo algo de maquillaje –no tenemos mucho-, por último, recojo dinero de mis ahorros y guardo el celular, lista para irme.

—¿Puedo ir contigo?

—Uh, Sarah —volteo, asustada. Estaba a punto de escaparme de la habitación—. Por Dios, casi muero del susto.

—¿Puedo? —insiste, con la expresión entristecida.

—No. No te dejarán pasar. Es para mayores de dieciocho.

—Oh —se decepciona—. Pero quiero conocer más a Kellen, y a todas esas personas de las que me hablaste. Parecen geniales.

—Lo son —sonrío de lado—. Quizá pueda llevarte a una próxima reunión, pero no al bar.

—De acuerdo —se contenta—. Otra cosa, Dara. No olvides ponerte perfume. Es clave.

—¿Cómo sabes esas cosas? —curioseo divertida, mientras busco el perfume y me coloco un par de gotas. Sí, lo había olvidado.

—Lucas siempre lo decía —recuerda a su mejor amigo con cierta melancolía. Después, se despide dándome un abrazo rápido y se marcha a su habitación.

Ahora sí, puedo huir tranquila.

✤♡✤♡✤♡✤

Camino a través de las calles rogando internamente llegar a salvo. Recorrer sola el trayecto hacia el Éxtasis es un poco tenebroso, dado que encuentro rostros intimidantes a cada paso y, la mayoría, son hombres. Debo reconocer que, en más de una ocasión, consideré regresar a casa. Pero al instante memorizo lo bien que la pasé la última vez y muero de ansiedad por repetirlo.

Por encontrarte con Kellen en un sitio donde no existen prejuicios. Podemos ser nosotros. Puedo ser yo, ajena a las ataduras que impone mi familia.

Cerca de la entrada del bar, diviso a un grupo de muchachos que enseguida fijan la mirada sobre mí. Me pregunto por qué simplemente no pueden dejar de mirarme y seguir con lo suyo. Incluso, uno de ellos, el más alto, sube la apuesta y me contempla de arriba abajo. Tengo la horrible sensación de que es capaz de ver por debajo de mis prendas; y puedo jurar que se quedó viéndome cuando le di la espalda.

<<Esta es mía>> escucho y de inmediato, un escalofrío me envuelve completa. Me obligo a no reaccionar, hago caso omiso e intento ir más rápido al darme cuenta que camina detrás de mí.

Exaltada, ingreso al recinto. Acelero los pasos buscando perderme entre la gente, pero es inútil. Él muchacho me atrapa. Sujeta mi antebrazo para retenerme y una vez que consigue mi atención, me suelta con cierta brusquedad.

—Lindas piernas —murmura, con una sonrisa ladina que causa miedo—. Es la primera vez que te veo por aquí. ¿Cómo te llamas?

—Dara —contesto, tratando de no titubear. Quizá si actúo normal y le dejo en claro que no estoy interesada, el hombre se aleje.

—Es un placer, Dara. ¿Estás sola? —se aproxima, mi cuerpo tiembla. Niego, pero de seguro ya es evidente que estoy mintiendo—. Habla, quiero escucharte. Todavía no respondes a mi pregunta, ¿estás sola?

Hace el intento de acariciarme una mejilla, pero doy un paso hacia atrás, acrecentando la distancia y mi espalda acaba chocando con una persona que, al instante, rodea con un brazo mi cintura. Lo primero que reconozco, son sus tatuajes. Seguido, llevo la vista hacia arriba y lo veo a él.

Kellen.

—Está conmigo. ¿Algún problema?

Su voz suena convencida y al mismo tiempo, amenazante. Su agarre es tan firme, que, de algún modo, siento que nos pertenecemos el uno al otro. El sujeto que antes me increpaba sin descaro, se encoge como si fuera un pequeño animal que está a punto de ser capturado. Puedo ver el miedo inserto en su mirada.

—No —carraspea—. Lo siento campeón, no sabía que...

—Sal de aquí antes de que me arrepienta de no partirte la cara —vocifera y el contrario se hace humo. Tan rápido como llegó, se fue.

Entonces, me doy cuenta que continúo aferrada a su brazo, como si mi vida dependiera de esa sencilla acción. Mi corazón late a un ritmo furioso, agitado por el susto, pero también por la sorpresa de encontrar a Kellen en el momento menos pensado.

Es decir, fui al bar con la excusa de divertirme, pero en el fondo, esperaba verlo a él.

Sin decir nada, cambia la furia por una expresión neutra, mientras me sostiene una mano y tira de mí, dando a entender que lo siga. Lo hago. Camino a unos pocos centímetros detrás de él, nuevamente atravieso el tumulto de personas, pero en sentido contrario. Kellen toma una salida que da a un estacionamiento de autos.

El clima cambia de inmediato. Lejos queda el bullicio, los disturbios y la música de fondo. La tranquilidad del silencio reemplaza el alboroto. El rubio suelta mi mano y quedamos frente a frente.

—¿Te volviste loca? —me regaña; aunque en su tono de voz no encuentro intenciones de herirme, más bien, distingo preocupación—. No puedes venir a un lugar como este tú sola —indica, se pellizca el puente de la nariz y sigue—. No toda la gente aquí es buena, Dara. Lo que hiciste fue una estupidez.

—Ya lo sé. Lo hice por ti.

—Entonces con más razón. No lo hagas.

—¿No escuchaste, Kellen? Lo hice por ti, porque quería verte— me arriesgo. No me quedaré de pie esperando que las cosas simplemente sucedan. Haré que pase.

Kellen pasea los dedos de una mano a través de su cabello, moviéndolo hasta dejarlo de forma desaliñada. No creo que sea consciente sobre lo terriblemente sexy de ese gesto.

—Me estás volviendo loco, bambi —acusa.

Y sin darme tiempo a nada, se acerca cómo un huracán peligroso, haciendo que mis pies se despeguen del piso para rodear su cadera. Percibo sus manos que están en mis muslos, pasearse hasta instalarse en mi cintura, momento en que me acorrala contra una pared e inicia un beso que me roba el aliento.

Sonrío en medio del acto, por lo impredecible del beso y por el estúpido apodo. Es un tonto, pero quiere decir que no está enfadado conmigo.

—No me digas bambi.

—Bambi —repite, burlándose de mí y vuelve a besarme.

Lo rodeo como si fuera mío. Mis manos se acomodan alrededor de sus hombros como si hubieran visitado ese lugar cientos de veces. Sus besos descienden hasta mi cuello, largo un jadeo y mi cuerpo se convierte en llamas.

Kellen vuelve hacia mis labios, para luego dejarme nuevamente en el suelo. Ahí, toma distancia, provocando que el frío del lugar se cuele por debajo de mi ropa. No me agrada. Lo necesito a él cerca, ahora.

—¿Ves aquel auto? Es de Caleb. Tengo las llaves —murmura, insinuando hacia donde deberíamos ir.

—¿Por qué las tienes tú? —curioseo.

—Estaba demasiado borracho para conducir.

—Ah —quedo conforme con la respuesta e inicio a desplazarme en dirección al vehículo, que está último en la fila. Al principio, Kellen camina a mí lado, hasta que detiene el paso y se queda detrás, inmóvil.

—¿Qué pasa? —giro un poco la cabeza, notando que está embobado con algo.

—Ese vestido —aclara la voz—. ¿De dónde lo sacaste?

—Lo hice yo. ¿Hay algo malo?

Niega, cargando una sonrisa que exclama malicia y dobles intenciones.

—Está bastante corto. Pero eso es precisamente lo que me gusta —deja saber, provocando que el calor se acumule en el centro de mis mejillas y un cosquilleo intenso en la parte baja de mi vientre.

¿Cómo es capaz de hacerme sentir tanto? Ni siquiera tuvo que tocarme, con una simple mirada alcanzó. Muero por saber cuál es el siguiente paso. ¿Para qué pretende ir al auto? ¿Querrá besarme encima del capó? Algo así como pasó en una película romántica, que vimos a escondidas con mis hermanas una tarde en que mamá y papá fueron de compras.

Aunque Kellen no tiene la apariencia de ese tipo de románticos. En realidad, aparenta ser la clase de personas que te incita a sobrepasar tus propios límites y te lleva a conocer algo mejor.

Entre risas de complicidad, llegamos hasta el auto y nos detenemos. La verdad es que la ansiedad por saber lo que hará, está carcomiéndome entera y ya no la tolero.

El rubio enseguida toma el control. Saca las llaves del bolsillo, abre la puerta, ocupa el asiento de co-piloto y en lugar de permitirme marchar hacia el otro, atrapa mi mano y tira de mí.

—Ven aquí.

—¿Quieres que me siente sobre ti?

Él se ríe.

—Si quieres.

Ruedo los ojos, odio cuando se jacta de mi ingenuidad para implementar su doble sentido.

—En serio, ven aquí. No haré nada que no quieras —promete y entonces, accedo.

Me dejo llevar por su agarre y me siento de costado, sobre sus piernas. Kellen abraza mi cintura y se siente agradable estar así, entre sus brazos. Podría apoyar la cabeza en su pecho y respirar su aroma el resto de la noche.

—¿Ves? No pasa nada —habla de una manera que no conocía, como si estuviera cuidando de mí—. ¿De qué tienes miedo?

Bajo la mirada, encontrándome en mi interior con un conjunto infinito de inseguridades que podría dar como respuesta. Tengo miedo de estar equivocada y que mis pecados reciban un castigo, perjudicando a las personas que quiero. Tengo miedo de convertirme en una decepción. Pero también tengo miedo de traicionarme a mí misma, de sacrificar mi libertad y privarme del mundo increíble que hay ante mis ojos. Y como si eso no fuera suficiente, me aterra pensar que no cumpliré las expectativas de Kellen y que acabará aburriéndose de mí. Porque no soy como las demás y no conozco lo que se supone, debería conocer.

Decido ir por ese lado. Ser sincera con él.

—Es que... Nunca hice nada —revelo. Él se me queda mirando un momento con el entrecejo apenas fruncido, luego eleva las cejas, dando la impresión de que entendió y está sorprendido.

—¿Nada de nada? —indaga y niego—. No lo entiendo. ¿No estás a punto de casarte?

Intuía que iría hacia esa parte.

—Existe una promesa de castidad. ¿Tengo que explicártelo?

—No. Lo entendí— se sonríe—. ¿Ni si quiera... tú misma?

Kellen resulta ser bastante curioso sobre mi sexualidad. Mientras tanto, mis mejillas están ardiendo.

—Bien —se relame el labio inferior, su mirada desciende hasta mi boca. Está considerando las posibilidades—. Podemos ir de a poco.

Asiento y sonrío cerca de sus labios, es justo lo que quería. Me encanta que pueda olvidar esa parte de mi vida. Aquí simplemente soy Dara, la chica con una desesperada necesidad de conocer cosas nuevas.

—Podemos empezar ahora —pronuncio, decidida.

Colocando una mano detrás de mi cabeza, me atrae hacia él y atrapa mis labios con los suyos, iniciando otra sesión de besos. Lo dejo tener el control, encantada con la idea de aprender de él. Kellen me cambia de posición, ocasionando que lo mire de frente, mientras mis piernas quedan abiertas, lado a lado. Percibo como la falda del vestido se sube por inercia, pero hago caso omiso. Tampoco me alarma que él aparte los tirantes dejándolos caer, hasta contemplar mi sostén negro.

Entonces, el corazón se me detiene.

El aire comienza a faltarme cuando sus manos delinean mis costillas, llegan hasta las copas del sostén y sus pulgares aprietan justo en el medio, proporcionando una descarga de cosquillas electrizantes que no había sentido antes.

—¿Te gusta esto? —vuelve a presionar y asiento, jadeando como respuesta—. Ahora muévete sobre mí. Eso es. Así —baja las manos hasta mi cintura, ayudándome a encontrar un ritmo.

Continúo frotándome sobre su erección que empieza a crecer bajo su ropa; lo escucho jadear y eso aumenta mi estado de excitación, por lo que me muevo con más potencia, percibiendo mi ropa interior completamente húmeda.

Cierro los ojos. Trato de concentrarme en él. En la forma en que está tocándome y la corriente de placer que experimento al moverme como él indica. Trato de olvidar lo que llevan imponiéndome desde que era una niña: que esto es un pecado y que debería sentir vergüenza de hacer algo así.

No lo hago.

Kellen va más allá. Descubre mis pechos, acaricia un pezón, tira de él y luego lo succiona, haciendo que pierda la estabilidad. Definitivamente, llegué al punto máximo. Mi espalda se contrae y ahora él se mueve contra mí, alargando esa sensación de placer extremo.

Mi respiración está acelerada, mientras Kellen me acomoda el sostén y luego me da espacio en su pecho, dejándome descansar sobre él.

—¿Estuvo bien?

—Demasiado. Eso fue intenso —le respondo, subiendo un poquito la cabeza, hasta alcanzar su clavícula y proporcionarle pequeños besos—. No lo esperaba.

—¿No? ¿Qué, nunca imaginaste que tendrías tu primer orgasmo dentro de un auto con un chico que conoces hace como menos de un mes? —expresa con sarcasmo.

Me hace reír y siento sus caricias en mi cabello. Él también ríe, su pecho vibra.

—Ni en mis mejores sueños.

✤♡✤♡✤♡✤

NOTA DE AUTORA: Hola. Dejo este capítulo por acá y  después me voy a ir al infierno por escribir estas cosas.

Las amo, bye.

PD: Y esto apenas comienza. 

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