capitulo 15
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DARA
Anna me lo advirtió antes de marcharse a dormir. Preguntó si me encontraba bien, se fijó en la marca que el golpe me dejó en la cara y dijo que mamá aparecería temprano en la mañana, para llevarme a confesar.
Así ocurrió.
Desperté a causa de los ruidos que mi madre ocasionaba en el cuarto. Abrió los postigos de la ventana de par en par, los rayos de sol dispararon al interior, provocando que algunos aterrizaran en mi rostro. Arrugué los ojos, molesta, pero no omití queja alguna.
Es difícil lidiar con mi madre enfadada.
<<No tengo nada que confesar>> me limito a decir, mientras nos trasladamos hacia la institución en el auto. Ella fija por un largo rato la vista en la carretera, hasta que finalmente habla: <<Mentir es un pecado, Dara; y el pecado te vuelve impura e indigna del señor. Así que irás con el superior, confiarás en su gracia salvadora y te mostrarás arrepentida. ¿Está claro? Solo así quedarás libre de pecado>>.
Una de mis manos se aferra nerviosa al borde del asiento. En el fondo, sé muy bien que no confío en el superior y que no diré la verdad. Todo lo que haré será tapar una mentira con otra, mientras pienso en Kellen y me prometo a mí misma que nada me alejará de él.
✤♡✤♡✤♡✤
Tener que confesarme siempre me causó pánico, sobre todo cuando era más pequeña. Es aterrador para una niña quedarse a solas frente a un hombre mayor que tiene en sus manos la decisión de si mereces perdón o no.
A medida que crecí, la sensación de exposición y vulnerabilidad aumentó. Sé de buenas fuentes, que se ponen aún más exigentes y duros contigo. Si se trata de pecados sexuales, te obligan a describir el acto en su totalidad, detalle por detalle, para luego evaluar qué acciones te corresponden para remediarlos.
Por ende, trato de no temblar cuando mi madre se retira, dejándome a solas con el superior: un adulto mayor, que desprende un olor peculiar y un tanto desagradable. Su mirada, que debería ser amable y cálida, es oscura y me produce miedo. No se parece en nada al hombre que se muestra cordial y amigable en público.
Ordena arrodillarme y lo hago, tragándome el orgullo.
—¿Por qué estás aquí?
—Por una mentira. Pronto me voy a casar y fui a comprar un regalo para mi prometido. Quería que fuera una sorpresa, por eso oculté la verdad.
Seguir mintiendo no me pone mal. Solo quiero salir de ahí. Volver a respirar.
—¿Segura?
—Sí— reafirmo, elevando la vista.
Entonces, el procedimiento sigue. Habla durante un largo rato de Dios, enfatizando en la idea de que pecar nos vuelve <<impuros>>. Me indica rezar un listado de oraciones; me otorga el perdón y me deja ir.
Supongo que mi rostro de chica <<buena>> y mi tranquila reputación lo han convencido.
—Recuerda, Dara. Dios puede verlo todo —advierte, antes de dejarme ir.
Mamá, que está en la entrada, me toma del antebrazo y caminamos en dirección al auto. A pesar de que me confesé –como ella quería-, continúa enfadada. Lo que es normal, porque para ella, esto es una vergüenza. No le gusta que lleguemos al extremo de tener que confesarnos. Incluso, por esa razón, eligió este horario para venir: el lugar está casi deshabitado.
—Pasaremos por la casa de Elena. Necesita que te pruebes el vestido para continuar con los arreglos.
Suspiro, abrumada.
—Bien.
✤♡✤♡✤♡✤
La furia de mi madre se potenció tras la visita a casa de Elena. Me probé el vestido y notaron que no lucía igual que la última vez, me ajustaba en la parte de la cintura. Elena volvió a tomarme las medidas y comprobó que aumentaron un par de centímetros. Es probable que haya subido un kilo o dos y creo que se debe a las pizzas y otras comidas chatarras que comí en la casa de Kellen o a las barras de chocolate que como a escondidas cuando la ansiedad se vuelve insoportable.
—Dejarás de comer harinas. Nada de azúcar. Solo frutas, verduras y ejercicio— ordena, al mismo tiempo que descendemos del vehículo estacionado en el garaje de casa. —Y no quiero que bajes a comer hoy. Quédate orando y reflexionando sobre los pecados que cometiste.
—De todos modos, no me gusta ese vestido —murmuro por lo bajo.
—¿Qué dijiste, Dara?
Me paro en seco, aturdida.
Harta.
—Que no me gusta ese estúpido vestido, mamá. Lo odio —escupo, dejando que un extracto de bronca se cuele en mis palabras—. No lo quiero.
Ella levanta la mano y temo a que lo haga de nuevo.
—¿Me vas a pegar? ¿Así es como arreglas las cosas?
Los ojos me escuecen.
—No sé qué pasa contigo. Cada día nos decepciones más, a tu padre y a mí —larga, haciendo que una punzada de dolor golpee fuerte por dentro—. Ve a tu habitación —esconde la mano y pasa de mí, dejándome a solas en el garaje.
La situación se vuelve cada vez más intolerante. Si no tuviera a mis hermanas, consideraría huir de aquí.
KELLEN
Levi está sentado en la mesa cuando bajo a desayunar.
Sorprendentemente, es el primero en llegar. Azael todavía está en su habitación y Bea se está dando una ducha, se escucha el agua correr.
Él luce diferente. En lugar de llevar el cabello suelto por los hombros, lo peinó perfectamente hacia atrás, cada mechón bien colocado. En vez de bermudas, lleva un pantalón largo y también remplazó las camisetas con estampas por una camisa con botones. Además, mientras desayuna, repasa los apuntes del colegio.
Todo lo que puedo pensar es que ese no es mi hermanito.
Sin embargo, adivino de inmediato que se trata de la visita que hizo la asistente social el día anterior. A todos nos preocupó. Levi quedó asustado y Bea se enfureció, porque ella puede quedar afectada: también es menor. Aunque Bea nunca llamó la atención por razones equivocadas, al contrario, se encarga de mantener notas altas, la eligieron como delegada del curso y hasta le entregaron reconocimientos en materias como literatura y matemática.
—Buen día —pronuncia el chico, poniendo una calma sonrisa.
—Hey. ¿Has visto a Levi por aquí? Siempre anda con el pelo suelto y le gustan mucho los videojuegos.
Se ríe.
—Soy yo. Pero todos se enojaron mucho anoche y supuse que tenía que cambiar. Ya sabes, para que no vuelvan los servicios sociales y todo eso —recuerda la discusión.
Tomo una bocanada de aire y exhalo, asumiendo que entendió el mensaje de manera equivocada.
—No hablaba exactamente de eso. Lev, no tienes que dejar de ser tú mismo. Con que hagas las tareas, evites hacer bromas pesadas y no le respondas a tus profesores, es suficiente —dejo en claro; no pretendo que Levi tenga que reprimir su forma de ser, no es lo que quiero enseñarle. Simplemente se trata de acoplarse a un par de reglas para mantenernos juntos.
—Pero no quiero que me saquen de acá —expresa su miedo.
—Nadie te va a sacar. Te lo prometo —digo, pese a que soy consciente que ciertas cosas se escapan de mis manos. No puedo controlarlo todo. Pero, de algún modo que todavía no adivino, logré que sigamos unidos.
Levi se pone de pie y me abraza de manera repentina. Entonces, confirmo que tendrán que matarme si quieren sacarlo de esta casa.
—¿Puedo preguntarte algo? —pronuncia tras despegarse. Mientras tanto, le suelto el cabello y lo despeino, haciendo que vuelva a verse como él.
—Adelante.
—¿Dara es tu novia? Sí o no —pregunta sin rodeos—. Responde.
—Sí, Kellen, responde. El mundo quiere saber —aparece Azael, vestido con el uniforme de trabajo—. Bea, ven aquí —grita, provocando que mi hermana llegue segundos después con el cabello mojado, a medio vestir y claramente fastidiada.
—¿Por qué tanto alboroto?
—Kellen va a contar la verdad sobre Dara.
—Ah, eso —niega, resignada—. No tienes por qué. Dara me agrada, pero es tu vida privada.
—¿La escucharon? Ella entendió todo —como de costumbre, la chica está de mi lado.
—¿Se pueden callar? —Levi eleva la voz—. Tengo derecho a saber porque si no es tu novia, le voy a pedir que sea la mía —explica, tratando de hacerlo sonar como algo totalmente lógico.
Azael larga una carcajada, Bea observa como si se tratara de la frase más ridícula que escuchó en toda su vida y yo, reprimo las risas. Levi da la impresión de que está hablando muy en serio. No sé cómo no lo vi venir, era bastante obvio. Desde que pasó una tarde con ella, no deja de nombrarla.
—¿Qué? Además, tú tienes otra novia, no es justo que tengas dos.
—Lo qué dice tiene sentido —Azael me da una palmada en la espalda, acompañado de su mejor gesto de lamento.
Me burlo de ambos. Están locos si creen que voy a contarles lo que está pasando en mi intimidad. Así que me alejo en silencio hasta la cafetera, para servirme una taza de café. Ellos continúan expectantes, con la mirada sobre mí y en silencio. Esperando una respuesta.
—Olvídenlo. No pienso decirles nada.
—Yo que tú, me buscaría otra candidata —sugiere Azael al más chico, antes de dar el tema por terminado.
✤♡✤♡✤♡✤
En casa de los Lawson la tensión es palpable. Abraham me recibió inquietado, aunque intentó disimular su preocupación mientras me indicaba las tareas del día. Luego, se marchó. La mañana pasó y no crucé a su esposa Isabel, tampoco a Dara. Anna entró al lavadero con un cargamento de ropa sucia y lo dejó a un lado, al comprobar que yo estaba ahí arreglando la lavadora. Sarah, en cambio, practicaba piano en el salón principal. Me regaló una mirada, como si intentara decirme algo, pero la apartó rápido.
Aunque finalmente, la adolescente me buscó minutos antes de que se hiciera la hora de salida. Tira de mi brazo, hasta llevarme a un espacio apartado del patio trasero. Su intención me resulta una incógnita, todo en esa familia, lo es. A excepción de Dara que, de vez en cuando, me deja ver de qué está hecha. Su interior es un caos reprimido que muere por estallar.
—Sé que esto es raro, pero tienes que ver a Dara —pide, en sus ojos intuyo desesperación—. Ayer discutió con mi mamá y está muy triste. Ni siquiera aceptó las golosinas que le quise dar y a ella le encantan —comenta, preocupada—. Seguro se pondrá feliz si te ve.
Confirmo que sabe lo nuestro.
—¿No está tu mamá? —volteo un momento, solo para comprobar que nadie está rondando por ahí.
Sarah niega.
—Salió por los víveres. Y en todo caso, yo me ocupo de ella. Tú solo sube a ver a Dara, por favor.
Su pedido suena desesperado. Además, no puedo evitar sentir una grieta formarse en mi interior tras oír <<Dara está triste>>. En fin, no tengo que pensarlo demasiado. Al instante, me encuentro subiendo las escaleras y recorriendo el pasillo hasta encontrarme con su habitación.
No pierdo el tiempo tocando.
Entro y cierro la puerta.
Dara está de espalda, acostada en la cama. Lleva un típico vestido largo, el único rastro de piel que deja a la vista es el final de sus piernas.
Se encuentra tan absorta en su mundo, que no se da cuenta que estoy ahí.
—¿Bambi? Mira quien vino a verte —trato de restar tensión.
Entonces, ella se levanta y se pone de pie, dejándome ver su rostro cubierto de ojeras acentuadas y con las mejillas enrojecidas. Aun así, sonríe y corre hacia a mí. Prácticamente, salta hacia mis brazos como si fuera su única salvación.
—Kellen —murmura, largando un suspiro que emana alivio. Así se mantiene entre mis brazos durante un largo rato, hasta que se separa y vuelvo a contemplarla. Compruebo que efectivamente, sus ojeras están acentuadas en señal de que no ha dormido bien, sus ojos y sus mejillas están hinchados, por llorar.
Nunca imaginé que ver así a la rarita me afectaría hasta el punto de sentir una amargura que se concentra en medio del estómago.
—¿A quién tengo que matar?
Ella se sonríe y su expresión se relaja.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vengo a retomar lo que nos quedó pendiente en mi habitación —la miro arriba abajo, deseándola. Doy un paso hacia adelante, ella da otro, pero hacia atrás—. En mi cama, sin ropa y completamente mojada para mí. Yo estaba de rodillas, a punto de darte tu recompensa ¿recuerdas o necesitas más detalles?
Dara detiene los pasos al toparse con una orilla de su cama. Está atrapada.
—Pensé en eso toda la noche —confiesa, rompiendo la capa de timidez que usualmente la retrae.
Sonrío cargado de malicia. Me pone que piense en mí. En nosotros. Yo también reviví esa escena a mi cabeza, añorando poder continuarla en la realidad. Ver más. Descubrir cómo sabe. Llevarla hasta el límite.
Parece que finalmente llegó el momento.
Inicio un beso que termina cuando la impulso levemente hacia atrás y cae sobre la superficie del colchón. Consciente de que no tenemos demasiado tiempo, subo el vestido y su ropa interior queda al descubierto. Beso el interior de sus muslos, uno a uno, para luego encajar los pulgares en el elástico de las bragas.
—Déjame probarte —musito con la voz rasposa y ardiendo de deseo.
Ansioso por hacerlo.
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NOTA DE AUTORA: Holaaa, ¿Cómo están?. El final abierto quiere decir que tendrán próximo capítulo muy pronto y que no se lo van a querer perder, así que estén muy atentas.
Gracias por todo el apoyo a la novela, ya llegó a los 14K de leídas y estoy deseando que sean muchísimas más ♥♥
Que tengan una linda semana :)
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