🅓🅞🅢

—¡Mamá! —un pequeño erizo gritaba aterrado mientras veía como toda su casa era consumida por las llamas mortales de fuego.

—¡Manic! —la voz de su madre sonaba a la distancia—. ¡Resiste!

Sus piernas no le respondían, estaba sumido en el miedo. Lloraba al no entender que era lo que sucedía. El humo comenzaba a colarse por sus pulmones evitando que pudiera respirar bien, su pequeño cuerpo estaba débil que cayó al suelo, comenzó a toser mientras sus ojos se iban cerrando lentamente. Todo se volvía oscuro y él sólo podía pensar en su madre.

—¿Mami? —murmuro antes de caer inconsciente.

En sus últimos minutos consciente vio como su madre entraba corriendo hasta él, sintió su suave toque y luego nada más.

[…]

—¡Mamá! —exclama Manic mientras un vórtice de emociones se acumulaban en su pecho. Despertó de golpe mientras se sentaba en la cama; algunas lágrimas cayeron de sus ojos al recordar los últimos momentos que vivió con su madre.

Recordó como un extraño hombre la atacó e hirió de muerte, ella corrió de éste con él en brazos mientras se desangraba y luego, como su madre lo escondió entre la maleza y ella terminó de alejarse de ese lugar. Al menos así recordaba los últimos momentos con su madre.

Se restregó el rostro mientras seguía llorando con ímpetu, odiaba que los traumas de su mente se apoderaran durante sus sueños y que los volvieran en esas pesadillas que no le dejaban descansar.

—Ya pasó, solo piensa que ya pasó —buscaba consolarse a si mismo.

Durante todas su vida, siempre se ha despertado de la misma manera, entre lágrimas y dolor. Se incorpora en busca de agua para beber y al pasar cerca de una ventana ve a la luna.

—Mamá —musita llorando de nuevo.

Manic siempre ha estado solo y eso, le hace sentirse vulnerable.


Habían pasado al menos tres días en los cuales las cosas estaban tranquilas. No hubieron ataques, ni heridos, ni cualquier otra noticia que consistiera en esos delincuentes que acechaban al pueblo. Aunque eso no impedía que sus turnos siguieran siendo nocturnos.

Menos mal para Manic, las noticias apuntaban a que las cosas volverían a la normalidad. Al menos podría seguir saliendo de su trabajo sin el pánico de saber que una bestia o alguien le perseguía. Caminaba de nuevo por aquellas calles que transitaba, con sus audífonos puestos, era la única manera de aliviar el dolor que vagaba en su interior.

Volvió a ver aquella tienda que fue atacada, algunos agentes seguían sacando pistas e información. Se detuvo por unos momentos mientras pensaba nuevamente en la teoría de ese experto.

¿Qué tal si era verdad lo de los lobos?

Manic pausó su música para ver detenidamente el lugar.

¿Los cuentos que su madre le contaba se volverían una realidad y podría conocer a las bestias que en algún momento fueron su mayor curiosidad?

—¡Buen día jovencito! —escuchó la voz alegre de una fémina. La mujer le toco ligeramente el hombro.

Manic volteó por delante, abrió los ojos impresionado al ver a una chica murciélago parada mientras le sonreía; sostenía una tabla de madera entre sus manos y un lapicero.

—B-Buenos días señorita —le correspondió al saludo.

—Mi nombre es Rouge y necesito de su valiosa colaboración. Le molestaría si le hago algunas preguntas; es de rutina debido a los últimos ataques que han ocurrido el gobierno quiere recabar toda la información que sea necesaria para atrapar a los maleantes que amenizan con la paz de los habitantes.

Manic relaja su cuerpo, asiente de manera lenta.

—Seguro, no hay problema con ello.

La mujer sonríe un poco más, se prepara para escribir las respuestas.

—¿Estuvo en el momento del ataque? —lanza la primera interrogante.

Manic negó.

—No, ese día era mi descanso y estuve en casa.

Ella anota.

—¿Conoce o tiene alguna idea de por qué atacarían una tienda?

También volvió a negar.

—No tengo la mínima idea.

—¿Ha visto a alguien extraño o algún grupo de desconocidos?

Manic pareció pensar por un momento. En su mente se cruzó el pensamiento del chico que vio hace unas noches atrás pero, no le tomó mucho asunto, ya que Scourge le había expresado su estancia en ese lugar.

—A ninguno señorita.

—Gracias por su valiosa colaboración, estamos tratando de encontrar alguna pista —le dice arreglando las hojas—. Cualquier información o acontecimiento no dude en llamar a la policía. Es todo, nos vemos —se despide mientras caminaba a un costado de Manic.

El verdoso vio como la chica se alejaba para acercarse al grupo de agentes que tomaron sus papeles para leerlos.

—Preguntas de rutina... —susurra dejando de lado aquello. Vuelve a ponerse sus audífonos y sigue con su camino al trabajo.

[…]

Manic era el típico muchacho que le encantaba escuchar hablar a las personas. Encontraba un placer ligeramente culposo en mantenerse como espectador, le parecía increíble la habilidad que poseían las personas para hablar sobre las situaciones que le ocurrían porque, era obvio que a él no podrían sucederle jamás. Por eso le agradó Tails, el chico era tan parlanchín y lleno de historias que le parecían auténticas.

—Los ataques han bajado, me alegra saber que estos días no ha habido novedad —Tails le hablaba mientras ordenaba algunas cajas en el almacén de la tienda.

Pronto comenzaría su turno y le gustaba estar un poco antes para ver a su amigo. Manic estaba recostado sobre la puerta de salida de emergencia del negocio.

—Creo que si fue un ataque de chicos, quizás algunos muchachos sin nada mejor que hacer —le responde.

Tails termina de ordenar y le acompaña un momento antes de arreglar sus cosas para irse.

—A lo mejor, ya comenzaba a pensar en comprar algunas balas de plata —comentó burlón el zorro.

Manic se muestra escéptico.

—¿Balas de plata?

—Los hombres lobos las repelen, son su debilidad —le contesta como si no fuera lo más obvio.

Aunque Manic nunca ha visto algo como eso y esta plenamente convencido que no existe, le causa un malestar el hecho de imaginar que esas bestias si existan.

—No me digas que también crees en esas cosas —dice con el tono de voz decepcionante.

—Solo un poco... no sabes con certeza que nos esta atacando —se defiende su amigo— debes estar preparado para lo que sea que aparezca.

—Tienes razón, supongo que más vale prevenir que curar —se incorpora mientras alista sus cosas. De repente el recuerdo de su clientes punk llega hasta su mente y sobre el aroma que detectó—. Por cierto, ¿de casualidad hace unos días dejaste abierto el aromatizador?

—Para nada, ni siquiera tenemos en existencia —le contesta de manera natural—. ¿Alguien quiere?

Esa respuesta deja a Manic un poco aturdido.

—No... solo me pareció escuchar a uno de los clientes que le gustó el aroma —dice dejando de lado su ensimismamiento—. De seguro fue algo más.

—Oh que raro. No he dejado nada de aroma estos días; es más debo hacer el pedido —recuerda.

Manic se rasco la cabeza, estaba confundido.

—Bien Manic mi turno acabó, tengo que ir a leer unas nuevas teorías sobre lo que ocurre. ¿Necesitas ayuda en algo?

—Para nada, solo ten cuidado y por lo que más quieras, no salgas de noche.

—Pareces mi madre pero esta bien, no saldré —le promete—. Bien, sin más que hacer te dejó la tienda. Te veo mañana —se despide alejándose.

Manic mueve su mano en señal de despedida. Cuando se queda solo no duda en soltar un fuerte suspiro. La confesión de Tails no hizo más que hacerlo sentir inseguro.

—Al menos, creo que no volveré a ver a ese sujeto —se dice a si mismo— si busca acción, este lugar ya no la tiene.

Saca su reproductor para buscar alguna playlist de sus canciones favoritas y de ese modo, pasar más rápido el tiempo.

Y la noche volvió a aparecer, menos mal para el erizo verde esa semana serían sus últimos turnos nocturnos y luego volvería a los turnos de día. Por un lado se encontraba feliz y por el otro aun tenía miedo.

¿La razón?

Cuando cerraba la tienda y volvía a su casa, sentía que algo lo perseguía aunque no podía ver que era, la sensación de sentirse como una presa era inevitable. Quería creer que solo era su mente la que le jugaba alguna mala pasada.

Por fin llegó la hora de volver a casa, pasaba cerca de la una de la mañana. Manic cerraba la tienda mientras se arropaba del frío. Comenzó a caminar de regreso observando que las calles estaban completamente solas. Agradecía que ese turno fue tranquilo, clientes amables y que le dejaron buenas propinas. De nuevo todo marchaba para bien.

Su trayecto era largo y solitario, calles vacías sin ninguna otra alma que vagara por allí. Apretaba sus puños con nervios, a veces corría.

Caminaba con los sentidos alerta del posible criminal o ese hombre lobo del que muchos comenzaron a hablar. Pasando unas calles más adelante comenzó a sentir una ligera sensación de que estaba siendo acechado. Volteaba a todos lados para ver si lograba quitarse esa idea pero, no había nada.

—Deja de hacerte ideas —susurró temeroso.

De nuevo volvió a caminar pero la sensación seguía estando presente. Dio unos cuantos pasos cruzaba un callejón oscuro, cuando escuchó el suave crujido de una rama en el suelo. Se volteo y abrió los ojos espantado, dentro de ese callejón se podía ver la sombra de algo enorme que se escondía, dos ojos brillantes le observaban, una nariz se iluminaba con los rayos de la luna; aspiró fuertemente mientras una garra se acercaba a la luz y se le mostraba.

Manic sintió como su sangre se volvió fría, su pulso descendió frenéticamente y su boca se secaba. Sin pensarlo comenzó a correr a donde fuera que sus pies le guiasen. Su voz se desvaneció, no podía gritar por ayuda, volteaba a ver si eso que vio le seguía la pista.

Pero... Manic se estrelló contra algo que le derribó. Lanzó un quejido combinado con un grito de pánico cuando dos manos lo apresaron y evitaron que se golpease.

—¡Aléjate! —lanzaba manotazos tratando de liberarse.

—¡Hey calma! —le pedía el otro tratando de evitar que le golpeara—. ¡Manic soy yo!

Al escuchar la voz del que le mantenía preso, abrió los ojos espantado. El chico que conoció hace unos días atrás le veía muy sorprendido por su actitud.

—¡¿Scourge?! —gritó horrorizado—. ¡¿Qué diablos?!

—Oye calma, no se le grita a la persona que casi derribas por ir corriendo —expresó un poco ofendido pero luego calló al sentir como el cuerpo del chico temblaba. Manic se encontraba nervioso, lentamente volvió a ver atrás y se percató que no había nada.

—C-Creo que lo vi —enunciaba entrecortado y viendo al otro.

Scourge le ayudó a incorporarse y le sujetó evitando que se cayera a causa del pánico que era más que evidente.

—¿A quién? —le preguntó sin entender.

—¡Al hombre lobo! —gritó exasperado—. ¡M-Me estaba siguiendo, era enorme muy grande y tenía filosas garras!

Scourge le vio sorprendido. Bajó la mirada mientras colocaba las manos sobre los hombros del menor y presionaba lentamente.

—Trata de respirar Manic y cuéntame qué ocurrió para que estés de ese modo —pidió preocupado—. Si es necesario puedo llevarte al hospital o cualquier otro lugar donde te den algo para calmarte —le aseguró con notable preocupación.

Manic de tan solo pensar en un hospital sintió unas enormes ganas de vomitar, desde muy joven odiaba esos lugares y más porque no le traían gratos recuerdos. Negó de manera pronta y decidió tratar de calmarse.

—¿Me puedes decir que pasa Manic? —le insistió Scourge.

—I-Iba de camino a casa, cuando sentí que algo me seguía. Pensé que era mi imaginación pero lo pude ver, es grande demasiado grande y creo que me seguía o no estoy del todo seguro —le explicó nervioso pero siendo un poco más coherente.

Scourge dirigió su mirada a todos los costados cerciorándose que no hubiera nada.

—Creo que esta no es hora para andar en la calle —le recordó— puede que haya sido el criminal Manic, me dijiste que debía tener cuidado pero que hay de ti. ¿Por qué andas fuera a estás horas?

—Es el horario que tengo de salida de mi trabajo, pensé que eso no me perseguiría.

Scourge volvió a concentrarse en el erizo delante suyo. Pobre chico, se notaba que estaba más que aterrado, su cuerpo aun temblaba de pánico.

—Iré contigo, así estarás más tranquilo —le ofreció con amabilidad— así se lo pensaran dos veces si te quieren atacar.

Manic le vio con un poco de pena.

—¿Qué? ¡No, no, no es necesario! —exclamo.

—Vamos, igual andaba dando unas vueltas para conciliar el sueño y menos mal salí, así "eso" no te ataco —le dijo sacándose las gafas y limpiándolas.

Manic sentía que su cuerpo estaba frío, perdió su abrigo mientras corría despavorido del monstruo. Llevó sus manos a los costados de sus brazos para tratar de hacerse calor, aunque era en vano. Scourge le miraba de reojo, le parecía frágil el pequeño; se sacó la chaqueta que siempre cargaba y se la colocó sobre los hombros.

—Estas muy frío, necesitas entrar en calor —le dijo poniendo una mano sobre su mejilla para comprobar su temperatura— esto te ayudará a quitarte ese resfrío —le dio una sonrisa.

Manic se sonrojó lleno de vergüenza.

—¡N-No te preocupes! ¡No es necesario! —dijo tratando de quitársela pero las fuertes manos del erizo mayor se lo impidieron.

—Vamos... al llegar a tu casa me la entregas —le sugirió—. Ahora me puedes decir el camino.

Manic no opuso resistencia, en lugar de eso, sintió una calidez cómoda y agradable. La chaqueta estaba calientita, era tan suave y reconfortante. Nunca había sentido que otra ropa le transmitiera esa sensación. Volvió la vista hasta Scourge y por un momento, olvido que se encontraba nervioso.

¿Eran ideas suyas o esa chaqueta tenía algún secreto muy bien guardado que le hizo olvidar su miedo?

Se sintió tan en calma y protegido, algo que solo con su madre y en su apartamento lograba obtener. Scourge era un completo desconocido pero, sentía que algo le llamaba a querer saber más de él, como si estar con él lo hacía sentirse cómodo y protegido. Accedió a que el chico le acompañase solo porque tenía miedo. Pero tampoco se confiaría completamente de él. Scourge se colocó a su lado, lo siguió por resto del camino mientras observaba al pequeño erizo sentirse más tranquilo.

—¿Este es siempre tu horario de salida? —le preguntó tomando sus lentes para colocarlos en su frente.

—Solo por unos días más, luego volveré a los turnos del día —le contestó.

—Significa que aun correrás por algunas noches más —se rió levemente.

—Creo que prefiero perder esos días, que exponerme a una muerte segura —respondió Manic pensando en todo el dinero que perdería.

—Oh puedes hacerme compañía en mis caminatas nocturnas —le sugirió.

—¿Caminatas nocturnas?

—Me cuesta dormir, debo gastar mi energía en algo por eso salgo a caminar por las noches para conciliar el sueño —le explicó— podría cambiar mi ruta y pasar por la tienda a recogerte así matamos dos pájaros de un tiro; tú llegas a salvo a tu casa y yo concilio el sueño. ¿Qué te parece?

—No quiero ser una carga —le susurró.

—No lo eres, me pareces agradable. Cuando te conocí en la tienda me pareciste un muchacho muy tranquilo.

—Oh gracias... supongo —menciono no tan convencidos.

Ese chico era directo con sus palabras, algo que Manic no podría hacer.

—Oye, en serio este pueblo me parece muy bonito. Todos son amables, espero que pronto recupere la paz en la que vivían —le hizo un cambio brusco a la charla.

—Eso quiero también —se expresó Manic con nostalgia; sintió un alivio al escuchar esas palabras. Tenía prohibido hablar con los clientes pero, no estaba en su trabajo. Siguieron hablando de demas cosas que casi se pasan de la casa del de mirada café—. Gracias por acompañarme, en serio creo que mis nervios me están afectando un poco —le dijo temeroso;  se quitó la chaqueta para entregársela al erizo.

—No hay de qué —dijo despreocupado y poniéndose la chaqueta nuevamente—. ¿Entonces te veo mañana? —le pregunto para confirmar.

—Eso creo, mientras no sea una carga para ti —vaciló en su respuesta.

—Insisto... no lo eres; hasta mañana Manic, descansa y no sueñes con hombres lobos persiguiéndote —bromeó despidiéndose del chico.

Manic observó como ese erizo se marchaba.

—Es cool, y me agrada —dijo entrando a su hogar.

Scourge caminaba con una amplia sonrisa. Su nariz se encontraba feliz, ese aroma a dulce que sintió antes se encontraba impregnado en su chaqueta.

—Así que efectivamente eres tú el que porta ese aroma —dijo tomando un lado de la chaqueta para olfatearla—. Manic, tú aroma es exquisito ya quiero tenerte nuevamente cerca —dijo metiéndose en un callejón para desaparecer.


Y quizás podría aprovechar para conocer un poco más a Manic.


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