ᴇʟ ᴘʀɪɴᴄɪᴘɪᴏ ᴅᴇʟ ғɪɴᴀʟ

Cuando Madre Luna vio que en el mundo existía el infortunio, se sintió sumamente triste. Ella amaba a los lobos y sintió como una daga atravesaba su pecho al saber que entre la misma especie existían maldiciones impuestas por las hadas, por ello, siendo amorosa una vez más, bajó una estrella del cielo, le dio la forma más bella que jamás había hecho. 

"Cuando el infortunio existe, solo la suerte puede corregirlo. Eso serás tú, un sanador de la mala suerte, tu misión será ayudar a todos esos seres que sean cercanos a ti a mejorar sus vidas, a desechar la tristeza... serás el compañero de los lobos más solitarios..."

Ella como madre bondadosa vio como uno de sus muchos hijos sufrió de grandes pérdidas en su vida. Con su luz, un lobo rojizo fue enviado por ella para el lycan solitario que vagaba por el mundo mágico.

Ese lycan estaba destinado a cambiar el curso junto a su luz.

... O al menos esa era la idea...

[…]


—¡Maldición! —gritó aquel lobo de ojos bicolor que se dejó caer al suelo.

Después de perder la oportunidad de ser el alfa de una manada, fue exiliado por su apariencia. Nadie quería tener a un líder lobo tan extraño como él. No tenía a donde ir y menos un hogar establecido, lo poco que poseía le fue arrebatado por uno de esos vampiros crueles desde hace años. Se incorporó mientras temblaba, estaba herido y no sabría cuanto más resistiría. Tras unos pasos más y con heridas en su cuerpo, cayó desmayado al suelo, antes de cerrar los ojos sintió como unas gotas de agua chocaban con su cuerpo, era su final su corazón lo presentía, dando un respiro profundo solo deseo volver a los tiempos en donde todo era bueno y todo se volvió negro en cuestión de segundos.

[…]

Como si el tiempo hubiese vuelto atrás, Zero abrió los ojos y sonrió. Delante de él se encontraba su tribu, su manada, su familia. Él pertenecía a una estirpe de lobos nómadas que cada cierto tiempo buscaban un nuevo hogar. Dentro de su familia todos los lobos sabían de plantas y volverlas medicina para ellos mismos. Las ideas de su manada eran ayudar a las criaturas mágicas haciendo uso de las plantas que cosechaban y comenzaban a ganarse la fama de ser la única tribu de lycans sanadores.

Existía un alfa pacífico que se encargaba de liderar a su pueblo, él creía que todas las criaturas del mundo mágico podrían vivir en armonía como hermanos a pesar de ser tan diferentes. Zero era tan solo un lobezno pequeño, creyente de la paz y adorador de la naturaleza. Vivía tan feliz en ese mundo y conocía lugares excepcionales. Junto a su madre conoció el amor por el mundo mágico, por sus semejantes y sobre todo el amor a la vida.

Pero, la paz no siempre es un estado, más bien es una falacia bien orquestada.

El pequeño Zero comprendió desde muy joven que en el mundo mágico solo aquellas razas superiores podrían subsistir y ser las que infundieran temor y respeto. Todo su mundo se derrumbó cuando los vampiros los capturaron para encerrarlos en jaulas. Zero no comprendía que era lo que pasaba y por qué esos seres los tenían enjaulados. Por más que trataba de preguntar, los muertos vivientes le pegaban y se burlaban de él. En su inocente corazón comenzó a formarse el deseo de venganza e ira hacia ellos. 

Y cuando creyó que todo podría acabar con un final feliz, el alfa al cual admiraba fue asesinado frente a sus ojos y expuesto como trofeo de esos chupasangres. Zero nunca olvidaría aquello, nunca perdonaría el daño que le hicieron. 

Su manada, su madre, sus hermanos, todos perecieron ante él y fue el pequeño lycan el único sobreviviente de su manada fue entregado como experimento para los chupasangres. Los años pasaron tan lentos para el lobo. 

Su cuerpo se encontraba herido debido a los azotes que recibía y al maltrato que encantaba a los vampiros, pero para él eso no era algo relevante. Desde el día que asesinaron al alfa que admiraba y a su familia nació en su corazón el deseo de la venganza. Se enmarcó tanto en ella que no le importaba como lucía, guardaba la esperanza de que en algún momento sería libre y buscaría la manera de acabar con esos vampiros. Era una promesa que se hizo.

Un fuerte latigazo resonó sobre su espalda. Con un grito ahogado Zero vio de manera recriminatoria al causante. 

—Este será un buen sujeto de prueba —dice uno de los vampiros mientras otros entran por detrás— el Rey lo quiere, ya saben qué hacer —ordena.

Los vampiros tomaron al lobo mientras forcejeaba y a rastras lo llevaron hasta otro apartado dentro de su territorio. Zero nunca supo por qué los mantenían cautivos y menos porque los elegían sujetos de prueba; siempre tuvo la idea de que los vampiros solo buscaban humillarlos.

Lo postraron en una cama de metal y le ataron de forma que no pudo moverse. Odiaba sentirse débil en especial cuando los látigos estaban reforzados con plata, siendo esta su mayor debilidad.

—Tranquilo perro, solo dolerá un momento —un extraño vampiro le muestra una jeringa con un líquido púrpura.

Zero sabe que eso va a ser utilizado en él; comienza a tratar de soltarse y forcejear, pero es imposible, no tiene toda su energía y sus fuerzas flanquean. Siente como aquel objeto es insertado en su brazo; un calor tan abrasador se dispersa por su cuerpo hasta resecar su garganta. Su corazón late con mayor velocidad y le causa dolor. El vampiro lo observa con detalle sin resentir el sufrimiento del lobo. Zero llora del insoportable dolor, abre los ojos en su máxima extensión. Hasta que de repente, el dolor cesa. Su cuerpo estaba adormecido, en sus oídos solo podía escuchar los latidos de su corazón, cada movimiento que hacía se asemejaba con el dolor de miles de alfileres clavados en su cuerpo. El vampiro lo sujetó brusco y observó, en su rostro se formó la decepción.

—Fue un fracaso —el vampiro habla tan furioso— sáquenlo de aquí.

Zero lucha por mantenerse despierto, siente como es tirado al piso y arrastrado hasta donde era su lugar. Temblando se sienta sobre el suelo con un terrible vacío en su pecho, escucha como algunos lobos le gruñen y maldicen. Sin entender que ocurre se aleja hasta topar en una pared y su mirada se postra sobre un charco de agua. 

—¡Es uno de ellos! —gruñe un lycan mientras gruñe—. ¡Lo volvieron en uno de ellos!

Se ve estupefacto en el reflejo del agua. Algo que identifica a un vampiro, es que ellos esconden el color rojizo de sus ojos en matices dorados y justo uno de sus ojos era de ese color. Zero llora al ver uno de sus ojos de ese modo. Se jura que va a destruir a los vampiros.

... Los años pasan...

El invierno llega y Zero puede sentirlo. En su celda es imposible mantenerse tibio, la nieve se filtra por las aberturas de las paredes. Todos los lycans se aferraban a sus vidas manteniéndose juntos, aunque no pertenecieran a la misma manada, pero Zero no tenía la misma suerte. A un costado de la celda solo podía extrañar el calor de una manada, después del primer experimento los lycans de ese lugar lo repudiaron debido a su ojo muy parecido al de los vampiros.

Zero a pesar de los maltratos, seguía firme, inquebrantable, soportando cada tortura y con el ferviente deseo de escapar y tomar venganza por lo que le fue arrebatado. Solo con sus deseos era motivo suficiente para mantenerse, aunque lo aborrecieran, nada en él había cambiado, seguía siendo un lycan tan puro de nacimiento. Desconocía cuál era el motivo de los experimentos de los vampiros por ellos, pero algo lo obligaba a descubrirlo, solo debía ser paciente y encontrar el momento perfecto para escapar.

En sus momentos de soledad se percató de algo que al principio lo asusto y es que sus habilidades se vieron afectadas de una manera inquietante. Sus sentidos se agudizaron, podía percibir las cosas con mejor claridad, el resentimiento se aplazó, pero se mantenía fijo en su mente, sus pensamientos eran más estructurados. En cada líquido que insertaban algo mejoraba en él, pero a cambio su cuerpo sufría los terribles efectos secundarios.

Por la noche, los vampiros se habían alejado y solo dejaron a unos cuantos guardias en las celdas. Justo en esa noche el lycan esperaba pacientemente cerca de los barrotes de su celda la aparición de los guardias. Algo que sabía de esos demonios es que adoraban hacerlo sufrir y de ello debía tomar ventaja. Su espera valió la pena y vio como dos de ellos se acercaban hasta él.

—Mira a este perro —se burla uno de ellos— tirado en el suelo, sin propósito —se ríe uno de los vampiros.

Zero lo mira con odio.

—¿Qué pasa perro, tienes algún problema? —le pregunta sacando un látigo—. ¿Se te olvida quién es tu amo?

—No pertenezco a nadie, menos a un chupa cerdos —le contesta entre gruñidos.

El vampiro se mostró molesto.

—Te enseñaré a respetarme y a tratarme como lo que soy —dice mientras abre la celda y se inserta en ella.

Justo en el plan.

—¡Vas a lamentar haberme contestado! —gritó alzando el látigo y justo cuando iba a pegarle, Zero se incorporó a una velocidad desconocida. Sujetó el látigo con sus dientes e impulsó al vampiro hasta él, insertó sus garras en el pecho y con fuerza lo partió en dos. Luego sus ojos se fijaron en el otro vampiro y sin darle tiempo también lo acabó.

Cubierto de sangre y con la adrenalina recorriendo su cuerpo sonrío dándose cuenta de que la hora de su escape había llegado y gracias a los mismos vampiros. Los lycans gruñeron cuando vieron al lobo salir de su celda.

—¡Libéranos! —le piden los lycans.

El lobo los mira con recelo no debería ayudarlos, pero una idea lo hace cambiar de opinión. Con sus garras destruye los candados de plata que los mantenían presos y los lycans salen de sus celdas. El escape del castillo fue de vida y muerte, dejando a los otros lycans detrás y luchando contra los demás vampiros, Zero logro irse de ese lugar. Poniendo todo su esfuerzo en la huida llegó a un nuevo lugar que no conocía. Estaba solo, sin manada. No soportó más el cansancio y desmayó cuando su cuerpo toco el suave pasto. La libertad era suya.

[...]

Logra percibir un ligero ardor sobre su pecho, gruñe mientras abre los ojos. Su visión apenas es clara, se encuentra borrosa, sus orejitas se remueven al percibir un crujido y sus sentidos se despiertan, con una de sus manos sujeta algo que se remueve al sentir su agarre tan repentino.

Sus ojos se enfocan en lo que tiene sujeto y nota a un lobo de color rojo que le mira alarmado. 

—¡¿Qué haces?! —pregunta infundiendo temor en el que lo observa.

Permanece en silencio mientras siente como la mano del chico desea liberarse de su agarre. 

—¡Contesta! —exige forzando más el agarre.

—¡Estaba herido! —masculla el lobo desviando la mirada—. ¡No me haga daño, solo curé sus heridas! —pide temblando.

Zero reacciona, como unos pequeños destellos logra recordar que caminaba herido por el bosque. Suelta de golpe la mano del chico haciendo que este retroceda casi cayéndose sobre sí mismo.

—Lo recuerdo... —dice llevando una de las manos hasta su cabeza. Zero nota las vendas en su cuerpo, flores y otro tipo de medicina sobre sus heridas, resopla al saber que solo es cuestión de tiempo para sanar y lamenta eso—. Debiste dejarme allí —masculla con odio en la voz.

El otro chico lo mira con miedo.

—No pude. Caminaba a casa, cuando lo vi tirado. La lluvia se aproximaba y vi que estaba herido —le explica tratando de ser amable.

Zero intenta incorporarse, pero está tan débil que desiste de la idea.

—¿Qué se supone que eres? —le pregunta ignorando sus palabras—. Nadie ayuda a los lobos porque son propiedad de los vampiros —le recrimina— en especial a los que salieron de sus laboratorios. Eres un tonto si los ayudas —le recrimina.

—Oh yo soy bueno... no sé cómo explicarlo realmente. Pero se puede decir que tuvo mucha suerte en encontrarme —intenta explicarlo de una manera sencilla.

El lobo lo mira incrédulo.

—Suerte, no me hagas reír niño. Mi vida no ha tenido rastros de suerte —le contesta tajantemente.

Intenta ponerse de pie, pero su cuerpo le falla y gruñe al verse tan débil.

—Por favor, debe descansar — le pide el lobo que lo ayuda a recostarse—. ¿Cuál es su nombre? —le pregunta mientras revisa sus vendajes.

—Zero... —susurra por un momento dándose por vencido.

—Un gusto, mi nombre es Rookie y digamos que soy nuevo en este lugar —le explica con una sonrisa.

—¿Nuevo? No entiendo, se ve que tienes mi misma edad —menciona con un terrible dolor en la cabeza.

Aquel comentario provocó una risa nerviosa en el rojizo.

—Oh bueno, Madre Luna me envió unos meses atrás. Soy una nueva estirpe...

Zero no tenía cabeza para escuchar sobre la bondad de Madre Luna y menos con una criatura que parecía un poco torpe.

—Bien, escucha no quiero ser grosero, pero tengo que irme. Se nota que no conoces nada de este lugar, en especial de los lycans —menciona obligándose a levantar y a mantenerse de pie.

—¡Pero no puedes irte Zero, estás mal! Tus heridas no sanan aún —le pide viéndole a los ojos y tratando de detenerlo.

—Te lo advierto no me hagas... —lo amenaza, pero se detiene cuando está cerca del chico. Como un pequeño toque de suavidad que acaricia su mejilla, siente como su corazón comienza a latir más fuerte. Sus ojos se enfocan en la mirada café que le observa suplicante, no está del todo seguro si escuchó un vaso caerse o si algo se quebró, pero un clic retumba en sus oídos. De repente, su garganta ya no emitía sonidos, su ira la aplacó el chico y no quería dañarle. 

Su nariz se deleita con el aroma de uvas recién cortadas.

—Por favor, debes descansar —le repite con suavidad creyendo que el lobo lo estaba entendiendo. 

Zero sale de ese trance en el que fue sumergido. Siente un sinfín de emociones sobre su cuerpo, su mente comienza a pesar más a fondo en el chico que lo ayuda y eso le asusta.

—¿Qué... me hiciste? —pregunta sin entender por qué de repente se ha puesto así.

—¿A qué te refieres? —le cuestiona sin comprender.

De repente dos brazos lo derriban en el suelo, se estrella y lanza un quejido. Los dos mismos brazos se colocan a los costados de su cabeza y lo apresan. Zero se sienta sobre él mientras con su mirada siniestra lo observa detalladamente. El lobo se mantiene estático mientras piensa que el lobo quiere dañarlo, no puede hacer nada más que mantenerse quieto. 

—Uvas —menciona el lobo acercándose hasta su cuello—. Tu aroma es similar a las uvas.

Rookie se sonroja al sentir el cálido aliento del zorro acariciarle el cuello. Desvía el rostro con pena, no puede seguir viéndole de ese modo. Siente como su pulso se acelera, su cuerpo tiembla y su nariz comienza a detectar algo. Zero olfatea sobre el cuello del menor. Siente como algunos suspiros salen de la boca del chico, se mantiene quieto en esa zona y con suavidad abre la boca; su lengua lame esa zona y provoca un quejido en el zorro.

—¡¿Q-Qué haces?! —grita con pavor.

Zero no responde, como un capricho acerca uno de sus colmillos hasta la piel que se tensa al sentirlos sobre ella.

—¿Qué me hiciste tú? Que deseo tanto marcarte —susurra el alfa mientras se convence de no hacerlo.

—¡N-Nada yo no le hice nada! —menciona con nervios.

Zero había escuchado antes sobre algo parecido. Sobre un hechizo con el que nacieron, que volvía vulnerable a los lobos y es que, por ellos se dio a conocer una hermosa maldición.

La imprimación...

El desastre que anuncia el corazón cuando se enamora; una forma de encontrar a la mitad de lo que en el pasado fue el ser más perfecto que existió. Zero abre los ojos con histeria, ¿acaso habría encontrado a su mitad?

Vuelve a ver al chico, realmente no es tan agraciado o fuerte, parece un chico de dieciocho años, de complexión delgada, con ojos color avellana que su gusto eran poco atractivos y nada parece llamativo. Pero por un momento se detiene a pensar, realmente nunca pensó en cómo podría ser su mitad y siendo sincero estaba siendo un poco exigente. Las únicas pistas que tuvo a lo largo de su vida fueron las que su madre le dio.

Aroma tan claro que le traía recuerdos de su niñez, el frío otoño que pasaba al lado de su manada mientras degustaban de las uvas y el nerviosismo que demostraba su cuerpo al estar en contacto con el chico. Con cuidado se aleja del chico hasta incorporarse y retirarse de este, tapa su boca mientras niega lo que ha descubierto. 

—Aléjate de mí —amenaza al chico que también se pone de pie.

—Petróleo, su aroma es petróleo—dice el rojizo.

Zero le lanza una mirada fulminante, se aproxima tan rápido tomándolo por el cuello y elevándolo unos centímetros del suelo.

—¡¿Cómo lo sabes?! —le cuestiona ya sabiendo la respuesta más no aceptándola.

Rookie forcejea, pero es obvio que el lobo tiene más fuerza.

—¡Yo lo sé por mi magia!

Zero lo suelta dejándolo caer de golpe en el suelo. 

—¿Magia? ¿Qué magia? No eres un hada —le recrimina creyendo que se burla de él.

—Madre Luna me envió especialmente para ti —susurra sobándose el cuello— ella sintió tu tristeza, ella me dijo que debía venir a encontrarte.

Zero de repente lo mira con sorpresa, pero su rostro cambia bruscamente a uno amenazante.

—¡¿Qué disparates dices?!

—Yo soy un zorro mágico, bueno el espíritu de uno y he venido a cambiar tu suerte. Conmigo puedes lograr todo lo que te propongas, no tienes por qué estar solo, yo nací para estar a tu lado —el rojizo le explico con miedo.

—¿Qué cosas dices? ¡Un lobo no puede imprimarse en un zorro o en un espíritu! Es el colmo, no necesito tratar con un payaso —se queja mientras trata de salir de ese lugar.

—Has pasado toda tu vida solo, y nunca encontraste a tu mate. ¡Es porque yo lo soy! —le grita el otro.

Zero se detiene, sus hombros caen mientras ve al chico delante de él.

—¿Mi mate? Me niego a creer eso. Madre Luna me abandonó hace tiempo —se niega rotundamente a creer.

—Al igual que tú, reconozco tu aroma. Zero eres mi mate y yo soy tu mate —lo trata de convencer.

El lobo se aleja del chico.

—Lo siento, pero no creo que esto funcione, te sugiero encuentres a alguien que sea de tu misma estirpe o espíritu no quiero que me elimine por tratar de crear un híbrido —le dice alejándose del lugar. 

—¡Puedo demostrarlo!

—¿Y cómo? —lo confronta.

El lobo se acerca y coloca las manos sobre las manos del lycan.

—Solo los mates pueden sentir los sentimientos del otro —susurra mientras cierra sus ojos— pero también sus recuerdos —guardo silencio—. Dolor, hay mucho dolor en tu interior —sus ojos se abren mientras sus ojos se llenan de lágrimas—. Ahora entiendo por qué me enviaron, porque soy el primero —menciona soltando al lobo.

Zero en cambio sintió una plenitud desconocida con ese chico, hasta sintió temor de él. Cómo era posible aquella situación, cómo había encontrado en ese momento a su mate. Iba a preguntarle al chico, pero algo lo hizo extender sus brazos y al instante el lobo rojizo cayó entre sus brazos desmayado.

[…]

Algunos meses pasaron después de su encuentro, al principio Zero se negó a creer que ese chico era su mate. Se alejó unos días después de su recuperación. Trató de seguir adelante, en busca de alguna manada que lo quisiera, pero era imposible. 

La temporada de lluvia se había presentado. 

El lycan caminaba bajo la lluvia en el bosque, no había encontrado refugio. Estaba molesto porque desde hace unos días no podía sacarse de la mente al otro lobo. Una curiosidad se había encendido en su interior y luchaba contra ella. No quería admitirlo, pero quería saber más de ese chico.

Incluso inconscientemente sus pies lo llevaron hasta la casa en el bosque donde vivía el chico, a pocos pasos de ella permaneció inmóvil. Luchaba contra sí mismo, no debería de estar allí. De repente la puerta se abre y muestra al lobo rojo, su rostro luce atónito al ver a Zero parado bajo la lluvia.

—Zero... —susurra, rápidamente busca algo para cubrirse y salir en su ayuda, pero el lycan camina unos paseos para quedar frente a él y posteriormente estar con él por unos minutos en silencio y notarlo se derrumba a pocos pasos de su puerta—. ¡Zero! —le pide moviéndolo, sin perder más el tiempo, lo termina de entrar a su casa.

El lycan lanza unos quejidos mientras abre los ojos.

—Tú de nuevo —susurra decepcionado.

Rookie lo sujeta y puede sentir como arde en fiebre.

—Por mi Madre... estas con fiebre —lo regaña—. Ayúdame a llevarte a la cama, debes descansar.

Con mucho esfuerzo Zero logra dar unos pasos, lo sienta en la cama mientras lo seca, detrás de su espalda se percata de unas cicatrices y golpes.

—Son de mi pasado —musita el lycan— de mi escape de los vampiros. Por eso te dije que es tonto que ayudes a un lycan que escapo de ellos...

—Por favor, recuéstate y descansa —le pide ayudándolo e ignorando sus comentarios.

El rojizo se quedó a su lado toda la noche mientras controlaba la fiebre. Estaba tan preocupado por el lycan, pero poco a poco comenzó a despertar, lo primero que vio fue al chico dormido a su lado.

—Rookie —susurró.

Los ojos avellana del chico se abrieron suavemente cuando escucho la voz del otro.

—Has despertado —menciona mientras se incorpora—. ¿Cómo te sientes?

El lobo se sienta en la cama.

—De nuevo me salvaste —menciona cerrando los ojos.

—Creo que me has buscado, te encontré en la entrada de mi puerta...

Zero gruñe levemente, su mente le estaba jugando en falso. 

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que somos mates? —le cuestiona poniéndose de pie—. Me ayudas a pesar de no creerte.

—Porque eres tú por quien volví a este mundo, no tengo otra misión que estar a tu lado y ayudarte...

—No soy alguien que sepa amar, he perdido todo —susurra— me niego a creer que algo bueno me pueda pasar después de todo este dolor... —Zero guarda silencio cuando siente que dos brazos lo rodean por detrás de su espalda.

—Déjame enseñarte... que después de todo el dolor viene algo bueno, solo tienes que creerme —le pide.

Zero no puede decir nada más, excepto que aquel abrazó lo hizo sentir tan bien.

[...]

Con Rookie a su lado, Zero se dio cuenta de que muchas cosas estaban cambiando. No tenía problemas en conseguir comida, nada lo atacaba. Era como si el lobo fuera una barrera para él y además lo purificaba. Poco a poco le fue agradando la compañía del pequeño, que mostraba que era mutuo el agrado. Con mucho esfuerzo comenzó a tratar de entender a Rookie.

El lobo era alguien realmente único, era leal, era fiel, lo seguía a donde fueran y lo cuidaba cuando estaba herido. Rookie disfrutaba pasar a su lado, aunque no hablaran y solo permanecieran en silencio, aunque Zero era un alfa, veía a Rookie como un beta, lo defendía.

No entendía como un ser podía ayudar a mejorar su suerte y menos como podía eso alegrarlo pues, al poco tiempo una manada lo encontró y en lugar de rechazarlo le dijeron que se podía unir. Zero aceptó realmente deseaba verse valorado en una manada y después del desastre de los vampiros lo necesitaba aún más.

Aunque claro, escondió el secreto del espíritu del zorro mágico pues, no quería que nadie más se enterase de donde provenía su fortuna. Dijo que vivía aparte y deseaba seguir siendo de ese modo, pues aún le costaba adaptarse al grupo.

—¡Zero! —el pequeño lobo lo recibe con tanta alegría mientras lo abraza.

—Rookie... —le corresponde con un poco de pena.

—¿Cómo te fue? —le pregunta.

—Fui aceptado en la manada —le responde con brevedad.

—¡Eso es una buena noticia significa que pronto estaremos en esa manada! —menciona el rojizo con emoción.

Pero Zero no estaba del todo seguro de mostrar a su mate, era muy pronto. Temía porque lo acusaran de querer crear un híbrido.

—No, tú te quedas aquí —le contesta.

—Pero... Zero yo quiero —se ve interrumpido por un abrazo.

—Aún no sé cómo explicarles esto y no quiero que... piensen que estoy tratando de crear un híbrido, algo que es muy odiado —le explica— no me gustaría que te hicieran daño.

Rookie entonces comprende lo que trata de decirle su mate.

—Lo entiendo, digo... soy el primer espíritu de zorro mágico, nadie me conoce y bueno... aunque decidiera tener a tus cachorros no serían híbridos —dice entre risas nerviosas.

Zero se sorprende de su comentario.

—Ambos somos lobos —agrega el chico— que tenga un espíritu diferente al tuyo no me hace híbrido si es lo que te preocupa.

—Dices cosas muy... —susurra Zero con pena, aún no planeaba tener una familia, era un tema muy delicado, nunca lo había concebido.

El lobo se mostró ansioso y nervioso, había algo que quería hablar con él y siendo un poco imprudente tomo el valor para hacerlo.

—Oye Zero ¿Tú me amas? —le pregunta de golpe.

Zero lo mira con asombro.

—¿A qué viene esa pregunta?

Rookie baja la mirada.

—Desde que estoy contigo, nunca me has dicho que me amas, o algo parecido. Al contrario de mí, siempre digo que te amo mucho —le confiesa con un poco de tristeza—. Entiendo que tu pasado fue difícil y quizás eso te haga ser un poco serio con los temas y menos expresivo a diferencia de mí, pero me gustaría tan solo una vez...

El lobo se separa de él mientras lo observa.

—Ven, necesito que veas algo... —le pide tomando la mano de su pareja.

Ambos salen en la oscuridad de la noche, caminan por los senderos naturales. Zero es un alfa muy reservado casi no emite comentarios en cuanto a sus sentimientos. Pero en su antigua manada si había una manera de expresarse de manera romántica, de hecho nunca intuyo que la usaría.

—Los alfas no solemos ser demostrativos, suprimimos gran parte de nuestros sentimientos, aun así, tenemos una forma de decir eso... —le explica cuando llegan a un tramo despejado en donde se observa la luz de la luna, Rookie lo ve fijamente—.”La luna es hermosa", significa te amo y solo se usa con los mates —susurra dándole la espalda al zorro— sé que nunca lo he dicho, pero gracias por aparecer en mi vida, la has hecho mucho mejor de lo que era. No imaginas lo que eso significa para mí.

—Zero... —sin medirse lo abraza con todas sus fuerzas.

—No te acostumbres... aún debemos esconder esto —le pide con pena, pero una diminuta sonrisa adorna su hocico.

El lobo rojizo simplemente se ríe de él. Esos tiempos eran tan buenos para ellos. 

Pero Rookie cometió un error que le costaría caro al bosque mágico.

[…]

Después de que Zero se uniera a su nueva manada, muchas cosas cambiaron entre ellos. Zero desaparecía por días y noches de su hogar con él, lo dejaba con la promesa de que volvería tan pronto como pudiera. Rookie confiando en su propósito y misión confiaba ciegamente en él y esperaba con paciencia su reencuentro. Cada que Zero volvía lo abrazaba tan fuerte como su corazón lo añoraba.

La noche volvía a aparecer y a luz de la luna se filtraba por la ventana de su casa. Rookie estaba viendo a su adorada madre mientras en sus manos acariciaba un anillo, después de algún tiempo de convivir con Zero, estaba seguro de que le podría brindar el objeto más valioso que tenía, su don.

El don funciona como un poder mágico que beneficia al portador y que le otorga mayor suerte a su alrededor. Cuando Madre Luna lo mandó le dijo que debía entregarle ese amuleto cuando lo considerara conveniente y que los beneficiara a ambos.

Rookie anhelaba pertenecer a la misma manada de Zero y pensó que quizás era momento de que le diera aquella pieza para ayudarlo. Sin esperar un segundo más, la puerta se abrió y mostró al lobo. El rojizo corrió hasta él mientras lo abrazaba. 

—¡Bienvenido! —lo recibió—. ¡Zero te he extrañado mucho!

El alfa corresponde fervientemente a su abrazo y le da un beso en la frente.

—Lamento la demora, pero necesitaba encontrar provisiones para nosotros —le muestra una bolsa— el invierno se acerca y debemos prepararnos.

El otro lo mira confundido.

—¿A qué te refieres? —le cuestiona sin comprender.

—Los lycans pasan esta temporada con sus mates, ya que lo eres —Zero guarda silencio, su hocico se sonrojó—. Solo quiero que ambos estemos juntos.

Rookie sintió un golpe de suerte cuando escuchó aquello, no podía pedir más a la vida. 

Los días junto a Zero fueron de lo más lindo que había vivido, Zero era tan diferente. En la temporada de invierno, descubrió que los lycans pasan al lado de sus mates y de allí nacen los lobeznos en palabras de Zero. Su hogar se volvió un nido en donde los dos dormían y hacían todas las actividades juntos. 

Descubrió que Zero logró controlar su celo mediante unas plantas que lo alivianaban mediante infusiones. Rookie al desconocer totalmente la estirpe en la que reencarnó no sabía sobre ello.

—Sirve para evitar que el celo se apodere de mi cabeza —le explicaba el alfa mientras se recostaba en su nido.

—¿Cómo aprendiste sobre ello?

—Cuando era pequeño, en mi manada los alfas solían consumirlo para evitar disputas —menciona con nostalgia.

—¿Por qué se ponen agresivos? —le pregunta con inocencia.

Zero se muestra apenado.

—Es el rut, básicamente la necesidad de engendrar cachorros con la pareja —dice sintiéndose mal por ello.

Rookie se sonrojó.

—¿No quieres tener cachorros conmigo? Lo comprendo, entiendo tu punto... —menciona con aún mayor vergüenza y tristeza.

Zero se atragantó con su propia saliva.

—No, quiero decir si —se apresura a contestar, pero se da cuenta de que el otro no lo entiende—. Quiero decir, si tú quieres tener cachorros conmigo nada lo impediría. Me encantaría la idea...

—¿Entonces por qué te retienes? —le cuestiona bajando sus orejitas—. No lo entiendo...

Zero toma las manos de su pareja entre las suyas.

—Quiero que nazcan en una manada, que crezcan como cualquier lycan normal —su rostro decae— que pertenezcan a una manada...

Rookie siente el cambio brusco en las emociones del lycan.

—Es por eso por lo que te lo bebes... —agrega aferrándose a las manos del otro.

—Si —le contesta con pena—. Quiero que ambos estemos dentro de una manada, luego tener muchos cachorros, verlos correr, jugar, hacer lo que todo lycan puede... pero temo porque no estén seguros en este mundo, en especial con los vampiros —suelta sus manos y sujeta del mentón al rojizo—. Me gustaría verte esperando a nuestros cachorros, te cuidaría.

Rookie se sonroja aún más.

—Zero...

—Pero aún no podemos, debemos encontrar un modo de detener a los vampiros y que los lycans sean libres. Hasta entonces, no te tocaré.

Aquello solo hizo sentir más especial al lobo rojo.

—Yo también tengo algo que quiero darte —le menciona aprovechando su conversación.

Zero lo mira con atención y ve como el lobo saca un anillo y se lo muestra. Lo coloca en la palma de su mano.

—¿Qué es esto? —le pregunta con curiosidad.

—Para Madre Luna somos sus hijos consentidos, ella nos brinda un don mágico, el mío es este y quiero que tú lo tengas —le revela mientras le coloca el anillo— estoy seguro de que tendrás grandes planes para él y podrás hacer la diferencia.

Zero lo admira en su mano y se siente curiosamente exaltado.

—¿Me prometes que lo usarás para el bien? —le pide con esperanza.

Zero le sonríe y después de tanto tiempo, lo besa mientras lo recuesta en su nido.

[...]

Pero hay errores que cuestan muy caro y el hijo de la luna lo comprendería muy tarde.

Rookie corría entre el bosque, esquivaba todo a su paso. Sentía como algo por detrás lo perseguían.

—¡Rookie! —le gritaba un lycan.

De repente el rojizo se detiene en medio del bosque, su pecho dolía, su corazón ardía y sus ojos derramaban lágrimas de impotencia. Quería desaparecer, quería irse y olvidar todo.

—¡¿Cómo pudiste?! ¡¿Erradicar una raza completa?! —lo enfrenta el lobo—. ¡Eso no hubiese querido a la madre luna!

Entre las ramas aparece el lycan en su forma zoomorfa.

—¡Pues madre luna no hizo nada para evitar que nos siguieran torturando! Hasta donde íbamos a seguir soportando. ¡Cuántas más vidas se perderían! —le grita furioso.

El alfa estaba cubierto de sangre y sus garras también lo delataban. La masacre cometida, el pecado que lo condenó y la venganza que prometió.

—¡Me usaste de la manera más cruel, apostar la buena suerte en la victoria, ensuciaste mi don! —le reniega llorando el rojizo.

—No te usé, yo manché mis manos —le corrige—. Yo cargaré con este pecado, la venganza que prometí...

Fue la gota que derramó el vaso.

—¡Si no me hubieses tenido no tendrías nada de esto, ni siquiera abrías ganado esa batalla! —le aclara el otro—. No te di mi don para que comenzaras una guerra...

Zero se limpia el hocico mientras trata de regular su respiración.

—Rookie ve a casa —le ordena.

Pero era suficiente para el otro, el dolor era tanto que apenas podía mantenerse en pie.

—¡Jamás! ¡No voy a seguir dándote mi buena suerte para que la uses para lograr tus objetivos nefastos! Yo no nací para hacerle daño a las demás estirpes —le contesta.

—No me obligues a llevarte a la fuerza —lo amenaza el lycan lleno de euforia.

—Adelante Zero porque de lo contrario no me harás volver —lo desafía.

—Infinite, mi nombre es Infinite —le corrige—. ¡Zero ya no existe, está muerto junto con su manada! —declara.

No lo entendía, no era como su madre le había dicho que era su mate. Por qué estaba actuando de esa manera el chico que amaba.

—¡Me niego a ir contigo! —le responde entre sollozos.

—Entonces será a la fuerza —grita mientras se lanza a atacarlo.

Rookie logra esquivar el agarre del lobo y comienza a correr con todas sus fuerzas.

—¡Rookie! —le grita el lobo furioso al ver que no puede detenerlo.

Justo como se lo había dicho, sus habilidades mágicas le dan mayor agilidad y es tan escurridizo que apenas puede tocarlo. El otro no sabe a dónde se dirige y menos si podrá escapar del lobo, trata de escabullirse hasta que llega a un acantilado. Ve al borde y es una gran caída.

—No tienes más opción que regresar —dice el lobo mientras se incorpora a pocos pasos de él— a menos que quieras ser descubierto por los mortales.

—¿Tú me amas? —le pregunta sintiendo un profundo dolor en su corazón.

La apariencia del chico había cambiado, su rostro lleno de ira, sus manos manchadas y su personalidad tan fría y despiadada.

—Te amo, pero tus sentimientos no deben interferir en mis planes —le aclara.

El lobo siente como todo su mundo se derrumba, no sabía en lo que se había convertido su mate.

—Siempre hay una opción y prefieres perderme, buena suerte, ya que la vas a necesitar —susurra por último dejándose caer al vacío mientras se entrega a la muerte.

El lobo reacciona, pero solo pudo ver como su mate desaparecía en el agua.

—¡Estás condenando a los mortales! —le grita sabiendo que lo escucha—. Te voy a buscar entre todos ellos aun así deba erradicarlos. ¡Será tu culpa la muerte de esos seres inferiores! —declara alejándose de ese lugar.

Infinite con la información que su mate había compartido con él les hizo creer a los demás lycans que los mortales tenían un poder que los controlaría y pondría a sus órdenes. Por eso todo mortal que entrará al mundo mágico debía desaparecer para evitar una rebelión.

Además, dio la orden de capturar a cualquier mortal que se pareciera a un lycan y con ello encontraría su talismán aun así lo odiase el resto de su vida.


Aún no lo comprendía.

—¿Qué ocurrió? —preguntó con la voz cargada de enojo. Los ojos bicolores se mantenían fijos en la escena que se mostraba frente a él.

—Esto es obra de los mortales —le contesta uno de sus lacayos.

El alfa, Infinite se encontraba frente a la masacre que sufrió la manada de Amy, sus manos formaron puños y quiso simplemente destruir a quien se atrevió a hacer aquella barbaridad.

—Buscamos sobrevivientes, no hay rastro de nadie, todos perecieron —informa un lycan mientras se ve lleno de impotencia.

El alfa gruñe, se da media vuelta.

—El alfa de esta manada —pregunta conteniendo la ira.

—Ella no se encuentra entre los cuerpos —le contesta otro— su rastro desaparece varios kilómetros por delante.

Infinite lo observa por el rabillo del ojo.

—Encuéntrenla y tráiganla a mí, por ningún motivo la deben atacar —ordena.

Los lycans se mostraron pasmados ante la situación.

—¿Infinite qué hacemos con los cuerpos? 

El alfa suspira.

—Sepúltenlos, aunque ellos no decidieron unirse a nuestra causa, son nuestros hermanos —menciona. Comienza a caminar entre los escombros, se agacha y toma un peluche de lobo. 

Sus ojos se inyectan en cólera, no era la primera vez que estaba envuelto en un ambiente tan deprimente y nefasto. Se incorpora mientras su mano estruja aquel objeto, cuántos años más tenían que esperar para seguir viendo muerte en su estirpe y a manos de los mortales.

—¿Dónde están los regentes? Su gente está siendo atacada y ellos desaparecieron... Madre Luna se equivocó al nombrarlos incluso ella nos ha abandonado, por eso lobos debemos alzarnos ante los mortales, ellos deben conocer a quien deben respeto, les quitaremos todo lo que aman —su voz se llena de orgullo mientras sonríe—. ¡Un nuevo orden nacerá y seremos la estirpe que rija ambos mundos! ¡Los mortales lamentarán cada vida que tomaron!

Los lycans se alzan cuando escuchan a su líder.

—¡Vayan y pasen la voz a todas las estirpes, habrá guerra y ganaremos!

Los lycans salen corriendo en todas las direcciones en busca de todos los líderes de las demás estirpes y en el lugar solo queda Infinite. El rostro del lycan decae gradualmente, su cuerpo se mantiene rígido y su respiración se apacigua.

—¿Lo ves? Entiendes por qué hago todo esto, Rookie —murmura volteando a ver por detrás.

El lobo rojo sale detrás de unos árboles mientras su rostro se ve lleno de asombro, asco y dolor.

—Infinite... —susurra acercándose.

El otro se voltea para verlo.

—¿Es esto lo que debemos esperar? ¿Una caza masiva hasta reducirnos en nada más que solo un recuerdo? Inocentes lobeznos lo pagaron, ancianos, madres... en donde está la promesa de Madre Luna de protegernos. Esta es mi lucha, evitar más muertes innecesarias, tener un mejor futuro en donde todos seamos libres. Desde hace muchos años he tratado de demostrarlo.

El lobo rojo no puede evitar llorar.

—La guerra solo traerá más muerte —insiste entre sollozos— esto no es lo que dijiste que querías.

El alfa se acerca y lo toma entre sus brazos. El rojizo se aferra a su pecho mientras llora al ver ese ambiente.

—Cómo voy a ser feliz sabiendo que somos amenazados, no puedo confiar en una promesa que nos está quitando a nuestros hermanos... —lo acaricia—. ¿Cómo puedo tener a mi familia en un mundo tan caótico como este?

—Hay otra forma —le pide— por favor detén esto —le suplica.

El viento lo hace estremecer.

—Debemos irnos —le ordena al lobo, toma su mano y lo guía suavemente hasta alejarse de ese lugar.

Rookie llora en todo el camino mientras niega lo que está pasando. Infinite se siente tan impotente al no poder ayudar a su mate, lamenta todo lo que está viviendo, pero Rookie no podía comprenderlo, necesitaba comprenderlo. Qué curioso, antes de conocerlo no le importaba nada más que solo él, pero ahora todo era distinto. Sus ojos se enfocaron en la distancia y el amargo recuerdo de su pasado volvió para atormentarlo.

—Eres el único que sabe su ubicación, están conectados —se acerca peligrosamente hasta él— solo tú sabes en donde lo puedo encontrar.

Rookie se mantiene firme, aunque sus piernas tiemblen.

—Infinite —susurra cerrando los ojos—. Si por eso vas a acabar conmigo, te suplicó que lo hagas sin dolor...

Pero su respuesta fue, los dos brazos del lobo alrededor de su cuerpo. Un gemido de dolor acaricio su garganta y lágrimas escaparon de sus ojos.

—No te obligaré, ni tampoco te haré daño, pero me temo que entonces debo confesarte lo que sé —le dice alejándose y viéndolo a los ojos—. El verdadero motivo que me hizo ver cómo amenaza a los mortales y los vampiros.

Rookie parpadea.

—Nuestra conexión ha sido inestable y por eso no lo has visto, pero si después de saberlo decides ayudarme, te prometo que no tocaré a tu hermano ni a sus aliados.

—Digas lo que digas, mantendré mi postura —aclara el otro, pero la duda lo hizo cuestionarse.

Infinite se aleja de él, abrió sus labios y lo que me contó a Rookie fue una daga que atravesó el pecho del rojizo hasta el punto de hacerlo cuestionar su propia existencia.






































🐈Miau~

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