Capítulo 6

Desde el momento en que Naribetzha habló con esa voz suave pero decidida, supe que estábamos entrando en algo mucho más complicado de lo que había imaginado. Su advertencia de que no podía exponernos a su problema, aunque Alistair hubiera pedido ayuda, solo confirmó lo que venía sintiendo desde que la conocí: su vida estaba envuelta en un misterio y en peligros que apenas comenzaba a comprender.

Carlisle y Edward intercambiaron miradas, como si estuvieran midiendo la gravedad de la situación, mientras que Jasper, con su habilidad para manipular emociones, logró calmar la tensión que se había acumulado en el aire. Pude sentir la diferencia en mi propio cuerpo, como si mi nerviosismo y la confusión se disiparan ligeramente. Sin embargo, algo en Naribetzha cambió, sus ojos oscureciéndose de nuevo cuando gruñó con una intensidad que me dejó congelado.

—Juro solemnemente que si vuelves a intentar leer mis pensamientos, te desgarraré ese rostro, maldito vampiro —amenazó, dirigiéndose directamente a Edward con un tono que era más que una advertencia. Era puro instinto primal.

Alistair, que hasta entonces había mantenido una actitud más reservada, reaccionó de inmediato, emitiendo un gruñido bajo y protector hacia Edward.

—Te lo advertí, niño. No te metas en nuestras mentes —espetó con una ferocidad que me hizo retroceder instintivamente. Parecía dispuesto a defender a Naribetzha a cualquier costo, lo que solo aumentaba la sensación de que había mucho más entre ellos de lo que había alcanzado a entender.

Edward, por su parte, se quejó, llevándose la mano a la frente como si algo le estuviera causando un dolor físico. Parecía haber recibido una especie de golpe mental, aunque no podía verlo.

—¿Qué pasa? No entiendo… —pregunté, tratando de entender por qué todo parecía volverse tan ajeno y complicado de repente.

Fue Edward quien, a pesar de su incomodidad, respondió con el ceño fruncido y la mano todavía en la sien.

—Ella puede bloquear sus pensamientos... y los de Alistair. Es un tipo de escudo mental, pero no es como el de Bella. Es... diferente —dijo Edward, con una mueca de dolor aún en su rostro.

El ambiente en la habitación se tensó, pero Carlisle intervino rápidamente, pidiendo calma y paciencia a todos. Su voz, siempre serena y controlada, logró al menos apaciguar un poco la hostilidad que flotaba en el aire.

—Por favor, mantengamos la calma —dijo Carlisle, mirando especialmente a Naribetzha y Alistair—. Edward no puede controlar su don tan fácilmente como ustedes pueden controlar sus habilidades. No fue su intención ofender.

Naribetzha parecía todavía furiosa, su cuerpo tenso y sus ojos relampagueando con desconfianza. Alistair, por su parte, no dejaba de observar a Edward con una mirada feroz, como si estuviera dispuesto a saltar sobre él en cualquier momento. Aun así, después de un largo momento de silencio, Naribetzha suspiró profundamente y relajó ligeramente su postura.

—Está bien, pero esto no volverá a pasar —dijo finalmente, su voz más controlada, aunque todavía había un filo en su tono. Luego, miró directamente a Carlisle, como si midiera si podía confiar en él lo suficiente como para revelar lo que estaba a punto de decir.

Naribetzha se quedó en silencio un largo momento, su mirada perdida en algún punto más allá de la habitación. Podía ver el dolor en sus ojos, aunque intentara ocultarlo. Su mandíbula estaba tensa, y sus manos, que había mantenido tranquilas sobre sus piernas, ahora apretaban con fuerza el borde de la silla. Cuando finalmente habló, su voz era un susurro cargado de años de sufrimiento.

—Cuando tenía 18 años... conocí a un cambiaformas de oso, un Osiatheah. Su nombre era Josias. Era amable, divertido, y nuestra amistad fue algo natural, sin complicaciones. —Hizo una pausa, como si las palabras se le quedaran atascadas en la garganta—. Pero las cosas no siempre son lo que parecen.

Noté que Carlisle y Edward intercambiaban miradas de interés, pero ninguno de los dos dijo nada. Edward parecía reacio a intervenir nuevamente después del incidente anterior, y Carlisle sabía que lo que Naribetzha estaba por decir requería paciencia.

—Josias estaba improntado... con otra Osiatheah, una hembra extremadamente posesiva e insegura. —Naribetzha tragó saliva, y la tensión en sus manos se hizo más evidente—. Nuestra relación siempre fue puramente amistosa. Nunca hubo más que una profunda camaradería entre nosotros. De hecho, lo ayudé a encontrar un anillo perfecto para proponerle a su impronta. El día que lo consiguió, me dio un beso en la mejilla como agradecimiento, y ahí fue cuando todo comenzó a desmoronarse.

La voz de Naribetzha temblaba ahora, y supe que lo que venía era algo mucho peor.

—La impronta de Josias vio ese beso... y malinterpretó todo. En su mente, creyó que yo estaba intentando robarle a su pareja. Pensó que Josias y yo estábamos traicionándola, y no quiso escuchar ninguna explicación. En su furia y su celos, se volvió en mi contra.

Hizo una pausa, y sus ojos se oscurecieron con una mezcla de dolor y rabia. Todos en la sala estábamos completamente concentrados en ella, esperando el resto de su historia.

—Esa hembra, junto a una alianza con los Cocodrileah —cambiaformas de cocodrilos mutantes—, buscó venganza de la manera más cruel imaginable. No solo quería destruirme a mí. Quería destruir todo lo que yo amaba. —Su voz se quebró, y pude ver cómo intentaba mantener la compostura—. Esa mujer y los Cocodrileah... exterminaron a mi familia. Mataron a mis padres, a mis hermanos... e incluso a las crías, mis sobrinos. Los vi morir, uno por uno.

El silencio en la sala era tan denso que casi podía sentir su peso sobre mis hombros. Me dolía el corazón solo de escucharla, pero no podía ni imaginar lo que significaba para ella revivir esa tragedia.

—Mis padres, antes de morir, me pidieron que huyera. Que los alejara de nuestra tierra, que atrajera lejos a esas hembras Osiatheah y a los Cocodrileah. Desde entonces he estado huyendo. Mi vida ha sido una constante fuga, intentando mantener a esas criaturas alejadas de cualquier persona a la que pudiera poner en peligro. He intentado encontrar una forma de acabar con esta maldita malinterpretación... y si es necesario, estoy dispuesta a morir por lo que hice, aunque no fuera mi culpa. —Sus ojos brillaban con lágrimas que no estaba dispuesta a dejar caer—. Si con eso se termina todo... si con mi muerte puedo proteger a otros, entonces que así sea.

Estaba completamente paralizado. No sabía qué decir, qué pensar. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, sintiendo una mezcla de impotencia, ira y profunda tristeza por lo que Naribetzha había pasado. No podía concebir cómo alguien podía cargar con tanto dolor y seguir adelante, y mucho menos cómo había logrado mantenerse tan fuerte hasta ahora.

Carlisle fue el primero en hablar, su tono suave pero firme.

—Naribetzha... lo que te sucedió es una tragedia inimaginable, pero no creo que la muerte sea la solución. No podemos permitir que una malinterpretación y un acto de venganza injusto dicten el final de tu vida. Hay otras formas de resolver esto.

Naribetzha lo miró, sus ojos todavía llenos de desconfianza y desesperanza.

—¿Y cómo lo harían? —preguntó con amargura—. ¿Cómo se detiene a criaturas que viven en el rencor y la venganza, que no tienen intención de escuchar razones?

Edward, que hasta entonces había permanecido en silencio, intervino, su voz calmada pero decidida.

—No sé cómo, pero podemos enfrentarlos juntos. No estás sola en esto. Si lo que persiguen es venganza, entonces lucharemos para detenerlos. No permitiremos que continúen con esta masacre sin sentido.

Jasper, que hasta entonces había emanado calma para suavizar la situación, asintió lentamente.

—Nos enfrentamos a situaciones imposibles muchas veces, señorita. Pero siempre encontramos una forma de resolverlas, incluso cuando parecía que todo estaba perdido.

Miré a Naribetzha, tratando de encontrar alguna señal de esperanza en su rostro, pero su mirada seguía cargada de dolor. Sin embargo, debajo de esa capa de sufrimiento, vi algo más: una chispa de lucha que aún no se había apagado del todo.

—No voy a dejarte sola —dije finalmente, mi voz sonando más fuerte de lo que me sentía en ese momento—. No importa lo que venga. No dejaré que te enfrentes a esto sola. Estoy contigo, hasta el final.

Naribetzha me miró, sus ojos ambarinos buscando en los míos alguna señal de duda, pero no encontró ninguna. No me importaba lo peligroso que fuera, ni lo aterrador que pareciera. Estaba dispuesto a enfrentar lo que fuera por ella, porque en ese momento supe que no se trataba solo de imprimación, sino de algo mucho más profundo.

—Lo resolveremos —dijo Carlisle finalmente, su voz llena de una tranquila determinación que parecía tener el peso de siglos de experiencia—. Juntos, encontraremos una solución.

Naribetzha no dijo nada al principio, pero finalmente asintió, aunque fuera con reticencia. Sabía que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba completamente sola en su lucha. Y aunque la amenaza seguía allí, al acecho en las sombras, había una pequeña esperanza de que tal vez, solo tal vez, no tendría que enfrentarse a su destino sola.

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