Capítulo 10
Las palabras de Amore resonaron en la quietud de la noche, mientras las llamas de la fogata proyectaban sombras danzantes en los rostros tensos de los presentes. Jacob, siempre con esa calma reflexiva, fue el primero en hablar después de la revelación. Su tono grave, aunque decidido, mostró su preocupación cuando preguntó:
—¿Entonces...? ¿Cuál es el peligro del que debemos proteger a la impronta de Seth?
Amore, con su mirada bicolor fija en el fuego, respondió sin vacilar. Su voz telepática era clara, pero había una ternura inusual cuando mencionó a Naribetzha:
«Debemos detener a quienes se han escapado de las garras de los Vulturi. Mónica, la Osiatheah, y tres camaradas Cocodrileah vienen corrompidas por la venganza, buscando a Zha».
Zha… El apodo cariñoso que Amore usaba para referirse a Naribetzha me hizo estremecer. Saber que aquellos seres, tan peligrosos y sedientos de venganza, iban detrás de ella era un golpe al estómago. No podía permitir que nada le pasara, no después de todo lo que habíamos enfrentado juntos.
Jacob asintió, su mandíbula apretada en señal de comprensión, pero no había miedo en su rostro. Como Alfa, sabía que este era solo un obstáculo más en su camino para proteger a la manada y a aquellos que amaba. A mi lado, Naribetzha estaba en silencio, pero su pelaje seguía húmedo por las lágrimas que había derramado. Aunque había cierto alivio en saber quiénes eran nuestros enemigos, la realidad de la amenaza que se cernía sobre nosotros no nos permitía relajarnos del todo.
Amore tenía razón; no podíamos subestimar a nuestros oponentes. Aquellos que habían escapado de los Vulturi habían logrado sobrevivir a un destino casi imposible, y eso los hacía mucho más peligrosos. Si habían sido capaces de escapar de una fuerza tan brutal como los Vulturi, no serían fáciles de derrotar. Y estaban llenos de odio, una emoción que podía alimentar sus ansias de destruir todo a su paso, especialmente si su objetivo era Naribetzha.
—Tenemos que aprender nuevas tácticas de batalla, y rápido —dijo Jacob, rompiendo el silencio de nuevo—. No podemos enfrentarnos a ellos sin una estrategia sólida.
Edward asintió, mirando a Amore y luego a los demás. Sabía que, aunque él y los suyos eran poderosos, esta batalla no se ganaría con fuerza bruta, sino con sabiduría.
Amore, aún con su mirada fija en el fuego, parecía leer nuestros pensamientos. Sin decir una palabra, su postura cambió, como si estuviera preparándose para la siguiente fase de la conversación. Sabíamos que era hora de aprender, de prepararnos para lo que vendría.
[...]
Amore habló con una calma que contrastaba con la gravedad de la situación, sus ojos dorado y azul celeste reflejando las llamas de la fogata mientras compartía su conocimiento de batalla. La técnica que mencionaba, el "Susurro del puño", era algo que nunca habíamos oído antes, pero sus palabras eran claras: no se trataba de la fuerza bruta, sino de precisión y control.
«El conocimiento de batalla que les diré no tiene mucho secreto. En técnicas de Kung fu es común utilizarlo como medio de defensa o protección. Les debo recordar que cada uno de ustedes, vampiro o Quileute, tiene una fuerza más letal que las criaturas a las que van a enfrentarse. Sus enemigos, cuyo instinto primal es el de un cocodrilo o un oso, tienen puntos débiles que pueden derrotar fácilmente con la técnica del "Susurro del puño". No hay necesidad de llegar a extremos de violencia. Recuerden que ellos se sienten más confiados en su forma animal que en sus cuerpos humanos», compartió Amore con voz adormilada, claramente agotada por la intensidad de la noche.
Nylion, con su imponente mirada bicolor, agregó las palabras que Amore, debilitada por el cansancio, no podía expresar completamente: «Mi madre les desea decir que deben ser meticulosos y cautelosos al utilizar su fuerza. Si bien es cierto que tienen una gran ventaja, eso no significa que deban recurrir a ataques violentos y sangrientos. Nuestra naturaleza y respeto por la vida nos impide llegar a términos de masacre. Por respeto a los ancestros, deberían ser cautelosos. El karma no perdona las acciones que uno comete».
Las palabras de Nylion resonaron en la quietud de la noche. Había algo en su tono que advertía sobre el peligro de actuar sin consideración. Aunque nuestra forma de vida nos había enseñado a protegernos con violencia, aquello que habíamos aprendido parecía ahora más vacío que nunca. Siempre habíamos pensado que desmembrar vampiros, o que los vampiros rompieran nuestra columna, era simplemente parte de la guerra en la que estábamos envueltos, pero Amore nos estaba mostrando otra perspectiva. Para ella, y para su especie, el respeto por la naturaleza y la vida era algo sagrado.
«Puedo enseñarles los puntos débiles de sus enemigos, pero no lo haré si usan mis conocimientos sin respeto a la naturaleza», sentenció Amore con firmeza. Sus palabras no dejaban espacio para discusiones. Era una advertencia: si deseábamos obtener su ayuda, tendríamos que abandonar la brutalidad a la que estábamos acostumbrados.
Por un momento, todos quedamos en silencio, procesando lo que nos habían dicho. En lo más profundo, sabíamos que tenían razón. Nuestro instinto de supervivencia nos había llevado a la violencia, pero quizás había otra forma de combatir a los que venían tras Naribetzha, una forma que no implicara más muerte y destrucción.
Pero también estaba el temor, el miedo de que nuestros enemigos no mostraran la misma compasión que se nos pedía. ¿Podríamos realmente confiar en que el "Susurro del puño" fuera suficiente? Las heridas de tantas batallas nos habían enseñado que a veces, la única forma de sobrevivir era con violencia.
Sin embargo, había algo en la mirada de Amore, en el dolor que reflejaba por cada ser perdido, que me hizo dudar de esa vieja forma de pensar. Tal vez, después de todo, había más que aprender sobre proteger a quienes amábamos, sin tener que destruir a otros en el proceso.
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