Capítulo Uno
Cuando desperté no distinguí nada a mi alrededor. Todo estaba a oscuras, aunque no era sorprendente, si no voy errada, desde que me capturaron no había visto la luz del sol. No recuerdo haberlo visto, aunque en la celda en la que estaba dudaba mucho que llegase a iluminarse, que lo que pretendían era que estuviera así.
No sabía dónde estaba. Tampoco me interesaba saberlo. Me hacía una idea: una mazmorra subterránea recóndita. Hacía frío, mucho frío, y pequeñas gotas de agua caían del techo y llenaban la estancia con su ruido hueco que en un principio agradecí porque me distraía de mis propios pensamientos. Era un recordatorio de que estaba ahí, que seguía viva, encerrada pero viva.
No obstante, con el paso de los días empecé a odiar ese ruido. No desaparecía, ni cuando más lo necesitaba, era constante, una tortura que me hacía perder la cordura. Cuando intentaba descansar, o desconectar de mi horror por unos instantes, seguía. Gota tras gota. Ruido tras ruido. Impidiéndome tomar un respiro. Lo detestaba. Detestaba cada vez que la gota caía al suelo y se oía la forma en la que lo hacía, en la que impactaba en el suelo. Quería chillar de rabia, quejarme por cómo me sentía...
Era el recordatorio de que seguía prisionera, de que por mucho que pasasen las horas seguiría aquí, atada de manos, pies y cuello, sin casi posibilidad de moverme, incómoda, solo con la pared fría a mi espalda aguantando el peso de mi cuerpo y con una máquina que cada poco tiempo me inyectaba lo que suponía que era veneno para hadas, para así tenerme controlada y que no pueda usar mis poderes.
Si era sincera, había ya perdido la cuenta del tiempo que llevaba aquí. Al principio intenté de algún modo contar los días, ya fuera por el número de adoquines del suelo o arrancándome un cabello para así irlos sumando poco a poco y hacer un conteo rápido. Pero fue inútil. Cuando Kier se dio cuenta de lo que estaba haciendo se encargó de confundirme, le encantaba hacerlo.
Cumplió lo que dijo, no se separó de mí. Siempre que alzaba la cabeza del suelo o abría los ojos, porque no me valía la pena ver lo que había cerca de mí y la mayor parte del tiempo los tenía cerrados, estaba ahí, atento, observándome. No se cansaba de intentar hablar conmigo, pese a mi silencio, persistía en su interés, preguntándome cosas de mi vida con tanta curiosidad que parecía incluso que de verdad le importaba saberlo, que no era fingido.
Pero no le creía. Solo veía a un vampiro que estaba loco. No paraba de sonreír, aunque no dijese nada, y esa sonrisa me estremecía, porque sabía que había algo en él que no estaba bien.
En las pocas veces que lo había visto bien, ya que a veces cuando aparecía junto a una mujer, que era una vampiro como él, iluminaba la estancia con antorchas de fuego, era todo lo contrario a lo que me había imaginado cuando supe de su existencia.
Mucho más joven de lo que creía, aunque al ser un vampiro no sabría con exactitud su edad, alto, muy alto, al menos diez centímetros más alto que Gael, escuálido, y con la piel tan blanca que parecía que en cualquier momento iba a brillar. Parecía débil, aunque sabía que no era así, solo era su apariencia. Con los ojos de un gobernante, de dos colores, azules con pequeñas motas de verde en el centro que se distinguían a la perfección. De un color precioso, pero llenos de locura, más aún por las ojeras que lo adornaban, que le daban aspecto enfermizo y aumentaban su apariencia de insano.
Cuando lo vi bien me recordó a Jake, aunque al pensarlo mejor, lo más probable era que el segundo se hubiera convertido en una copia de Kier, porque sonreían del mismo modo. No olvidaba la forma en la que lo hizo el día que no quería recordar, sin mostrar los dientes, solo alzando los labios, con diversión, con mofa, y sobre todo, con mucha locura.
Sin embargo, al contrario de Jake, Kier sí tenía esa aura que te estremecía, solo su presencia te indicaba que era un ser peligroso. Y me lo demostraba cada día.
—Veo que estás despierta. —Escuché su tono de voz divertido, mofándose de mí sin ni siquiera quererlo. No abrí los ojos, solo esperé a que pasase el tiempo y que se cansase, aunque no lo hacía. Nunca era así—. Mírame, querida, no me hagas este feo. —No le hice caso y ni le contesté, hasta que noté cómo el aire se movía a mi lado, lo que indicaba que se había acercado—. ¿No te han enseñado educación? —Y me obligó a abrir los ojos con los dedos, a la fuerza me forzó mis párpados. Hasta que lo miré con rabia, harta—. Mejor, mucho mejor. Tienes unos ojos bonitos, deberías tenerlos siempre abiertos.
—¿Qué es lo que quieres?
—Lo de siempre, querida, ser tu amigo, ¿no lo has aprendido ya? Tanto tiempo conmigo y no lo has entendido...
—Déjate de tonterías, Kier. No quieres ser mi amigo.
—Qué acusación más terrible, querida. ¿Te he hecho daño?
Me reí con esfuerzo. No, él no me había hecho daño de forma directa. Para eso estaba la mujer que venía cada poco tiempo e iluminaba la sala. Ella sí lo hacía y disfrutaba mucho haciéndolo. También tenía los mismos atisbos de locura que tenía Kier en los ojos.
—Como si algo de lo que pasase aquí no estuviera supervisado y ordenado por ti, ¿me equivoco? —Mi carácter era lo único que me quedaba de mí misma. No podía usar el fuego, no podía convertirme en humana, no podía ser yo, así que solo me quedaba mi lengua mordaz.
—No, no lo haces. —Lo tenía tan cerca que podía diferenciar, pese a la oscuridad, la manera en la que sonrió, provocándome un escalofrío—. Pero eso no quita que quiera ser tu amigo. —El ruido de la puerta nos interrumpió, la misma vampiresa de siempre apareció. Casi de forma automática, hizo lo de siempre, iluminar la estancia con una antorcha de fuego que utilizó para encender varias de ellas que estaban colocadas en la pared—. Llegas justo a tiempo.
—Lo sé, no me hago esperar —murmuró y enseñó un cuchillo, el que había usado durante todo el tiempo que llevaba aquí para torturarme—. Bonito, ¿cierto?
—Estoy convencido de que le gusta mucho —admitió Kier—, debe de estar ya familiarizada, su preferido sin duda.
La vampiresa me hacía heridas desde el que creía que era el segundo día de mi encierro. Se aprovechaban de mi condición sobrenatural para hacerme el máximo daño sin que supusiera un peligro para mi vida. Se divertían así, sus risas les delataban.
—La verdad, sí, es un cuchillo precioso —articulé, porque hiciera lo que hiciese, iban a clavármelo.
No me equivoqué. Con un ágil movimiento la morena me lo clavó en el estómago, su sitio preferido. Tenía el cuerpo lleno de cicatrices de heridas mal curadas, pero en esa zona más. También por orden de Kier. Alegaba que no quería ver mi cara dañada, que cualquier otra parte de mi cuerpo no le importaba, pero que mi rostro estaba prohibido.
—Aerith, me gusta tu carácter, ¿lo sabías? —habló y juntó dos dedos, los acercó a mi cuerpo y recogió la sangre que me estaba cayendo para llevárselos cerca de la boca, donde sacó la lengua para deleitarse con el sabor—. Sangre de hada, siempre he dicho que es deliciosa. —Se relamió—. Nunca me cansaría de tomarla, con tantas propiedades especiales, con lo que es capaz de hacer... Y la tuya es exquisita, pero si la tomo sin control vas a morir, y no queremos que mueras, ¿verdad, querida?
Y de nuevo, el cuchillo acabó en mi cuerpo, en el brazo, en la pierna, hasta me hizo una herida en el cuello, esta última con más cuidado, solo fue un pequeño roce, pero dolía igual. Si no iba errada, ese cuchillo estaba impregnado de veneno de hadas.
—¿Te importa si muero? —bisbiseé con mucho esfuerzo—. De hecho, no entiendo que siga viva. Ganas más si estoy muerta. Una amenaza menos, ¿no?
—Ahora no eres ninguna amenaza, estás neutralizada por el veneno —respondió con rapidez con burla—. No podrás usar el fuego si yo no quiero que lo hagas, lo que te convierte en humana, una que se cura más rápido de lo habitual. Lo que me viene muy bien para no aburrirme, si no debería esperar muchos días para que te encuentres con tu cuchillo preferido y claro... Eso no sería bueno.
—Claro, así puedes seguir convirtiendo mi vida en un horror, qué divertido. Lo siento si no me río, es irrisorio, tienes razón.
—Querida, de nuevo estás muy equivocada. Estoy siendo muy benévolo, muchos de mis vampiros no entienden que sigas viva. Ella entre ellos. —La señaló con un gesto de cabeza—. ¿Quieres dar tu opinión?
—Sabes lo que pienso, debería estar muerta. ¿Qué nos va a aportar un hada de fuego que ni siquiera sabe usar su poder? Te lo han dicho nuestros informantes, no se controla, ¿de qué nos sirve? Matémosla y ya.
—De mucho más de lo que pensáis. Solo hay que quebrar su espíritu, y no queda tanto para conseguirlo, solo es cuestión de tiempo. Y de eso tenemos mucho.
—Eso también lo creo, es débil —admitió la morena, mirándome con rabia y asco—. Me daría rabia que ella me representase, que ella fuese el hada de fuego. No lo merece.
—Ahí te equivocas, admiro la fortaleza que tiene —contradijo Kier—. Si estuviera de nuestro lado sería una gran aliada. Pero hay un problema. Nos ve como los enemigos.
—¿No lo sois? Habéis matado a mucha gente inocente solo porque os apetecía.
—Esas muertes son tu culpa, si te hubieras entregado desde el primer momento. —Kier sonrIÓ de nuevo—. ¿Quieres que te diga otra de las razones por las que sigues con vida? —no respondí, pero lo tomó como un sí—. Por Gael.
¿Por él? No lo entendí.
—¿Qué tiene que ver en todo esto?
—Más de lo que crees, mucho más —remarcó—. Teniéndote aquí, sé que tarde o temprano va a venir a rescatarte, o a intentarlo al menos.
—No creo que eso pase, él sabe que...
—¿Que no quieres ser rescatada? —me interrumpió la vampiresa de forma seca—. ¿Y dices que conoces a Gael? No lo parece.
—Querida, no seas tan dura con nuestra invitada —rio Kier—. Sé que Gael estará ya haciendo un plan para poder sacarte de aquí, aunque no sabe dónde nos encontramos. Pero lo averiguará, siempre lo hace cuando hay algo que le importa en juego. Y tú, por lo que sé, le importas mucho.
—Sobrevaloráis lo que siente por mí —musité sin querer pensar en él—. No va a hacer una misión suicida solo por mí —intenté convencerme a mí misma—. Ella lo ha dicho, solo soy un hada de fuego que ni sabe controlarse. No le sirvo para su misión de recuperar el poder.
—Y tú infravaloras lo que Gael siente por ti, lo que me resulta muy gracioso —dijo Kier y miró a la vampiresa—. ¿Lo es o no?
—A mí qué me importa —gruñó pero sus gestos delatabann lo contrario—. ¿Es algo a tener en cuenta si es divertido o no?
—Mucho —volvió a mofarse Kier—. ¿Qué sería la inmortalidad sin estas diversiones? Sería un aburrimiento, ¿o no, Aerith? ¿Tú qué opinas?
—Que nada es eterno, incluida la inmortalidad.
—¿Es eso una amenaza? —Kier se acercó tanto a mí, quedando a escaso centímetros de mi cara sin apartar la mirada ni parpadear—. Lo es, tus ojos lo demuestran. Me estás amenazando a mí, ahora, en esta situación...
—Eso es que no ha aprendido la lección... —murmuró la mujer y alzó de nuevo el cuchillo, pero Kier la detuvo con la mano—. ¿Por qué no?
—Porque ha tenido suficiente, y como he dicho antes, me gusta su carácter. Cada vez entiendo más lo que ha visto Gael en ti. Toda tú eres fuego, ¡y me encanta!
—Kier...
—Ahora no —la cortó—. Vas a contradecirme delante de nuestra invitada, y no quiero ni quieres eso, ¿cierto? Sé que no —asumió—. Volviendo a lo de antes, sí, entiendo cada vez más a a Gael. Eres su tipo, no por el físico al menos, aunque ha pasado tanto tiempo que ya no sé cómo le gustan, aunque siempre ha tenido preferencia por las morenas, ¿verdad, querida? —la vampiresa no dijo nada, pero entendí que ella y Gael tenían historia. Otra cosa más para intentar desestabilizarme. Recordé de forma vaga a Mia, también era morena—. Pero creo que el físico no es lo que le ha atraído tanto de ti, es tu fuego propio, es muy atrayente...
—Si según vosotros tanto aprecio me tiene, ¿por qué no me matáis y ya?
—¿Aprecio? —repitió—. Bonita manera de decir que está enamorado de ti. —Bufé, eso no era cierto—. No te mato porque sería darle otra razón más para acabar conmigo y se estaría casi otros quinientos años elaborando un plan para hacerlo escondido de mí. —No pude evitar sorprenderme de saber que Gael tenía tantos años—. ¿Nunca te ha dicho su edad real? Tomaré tu silencio como respuesta. —Alzó una ceja, sorprendido—. Lleva más de mil años intentando acabar conmigo, y mírame, aquí me tienes. Las cosas le están resultando bastante mal.
—Y a ti también, ¿no? Por lo que yo sé lo quieres muerto, pero sigue vivo. Mucho de hecho.
Esta vez el cuchillo me lo clavó Kier, que se lo sacó tan rápido a la vampiresa que ni lo había visto. Lo dejó clavado y lo retorció mientras me observaba sin pestañear.
—Haz que pase —le ordenó a la vampiresa. No dejó de mirarme, tampoco me quitó el cuchillo, solo lo hizo cuando alguien más entró en la habitación—. Supongo que no hace falta presentaciones. Es un bonito reencuentro.
—No, no hacen falta, ¿verdad que no, hijita?
Escuchar su voz me dio tanta rabia que intenté liberarme de las cadenas que me retenían con todas mis fuerzas, aunque fue inútil. Así que me consolé con mirarlo con toda el odio que pude. Había algo en él que era distinto, así que me supuse que teniéndome aquí había conseguido lo que quería, convertirse en un vampiro.
—No quería usar esta baza, ¿sabes, querida? —se excusó Kier—. Pero no puedo consentir que nadie me hable así, yo soy el que manda.
—Veo que sigue tan indómita como siempre. —Jake se aproximó a mí y vi que pese a que era un vampiro, seguía con media cara quemada, la misma que yo le provoqué cuando estuve a punto de matarlo—. ¿Cómo estás? Hace tiempo que no nos vemos, ¿y tu hermana? ¿Cómo se llama la que aún no he matado?
Quise liberarme de nuevo, mirándolo con ganas de asesinarlo. Se estaba mofando de de lo que hizo, no se arrepentía. Aunque era normal, había conseguido lo que quería, es uno de ellos.
—Le afectas —sonríe Kier—. Lo sabía, los sentimientos siempre nublan el juicio, más los que tienen que ver con la familia, por eso yo me libré de la mía, solo son distracciones —explicó—. Mírate, querida, no has hablado en este tiempo con nosotros dos, quizá debería hacerlo él. Seguro que está deseando probar sus nuevos poderes. Aún no se controla mucho, es como tú. Debe ser habitual entre padres e hijos.
—Poderes que no han podido arreglar su cara, sigue quemada —espeté.
—No, supongo que es la manera que tenías de demostrar tu amor por mí, ¿verdad? Dejándome una marca que será para siempre. Como la herida que te hice, no se va a borrar nunca, siempre recordarás quién soy. Una cicatriz que no se ve.
—Ojalá pudiera matarte ahora mismo —gruñí con muchísima rabia—. Mereces una muerte tan dolorosa...
—Puede, pero eso no va a evitar que mate a la otra niña rubia, ¿cómo se llamaba? Nunca me aprendí sus nombres, no me interesaban lo más mínimo.
No supe de dónde, pero al moverme de nuevo de una de mis manos salió una pequeña llama, tanto, que se fue casi de inmediato. Había sido más una reacción involuntaria de mi cuerpo que otra cosa.
—Dale más veneno —sentenció Kier lleno de rabia—. Auméntale la dosis.
—Sería casi llegar al límite —habló la vampiresa, resaltando lo obvio.
—¿Crees que me importa? —rebatió sin emoción—. Ha hecho fuego, fuego después de estar tanto tiempo envenenada ha podido usarlo. Es un peligro.
—Si le damos más podemos provocar que...
—Querida, ¡no me importa! —le interrumpió Kier y se marchó junto a Jake, que se despidió de mí con un gesto de mano provocador—. Ponle el máximo posible, ya sabes lo que tienes que hacer.
Poco después, la vampiresa tocó algo, haciendo que me sintiera aún peor de lo que ya hacía y provocando que todo mi cuerpo doliese, tanto que creí que estaba empezando a perder la cabeza.
Holiiiiii, oficialmente empieza Imprevisible.
Siento si he tardado, pero bueno, han pasado cosas en mi vida y no voy a dar explicaciones, sorry, pero no me olvido de la novela, no os preocupéis.
Por si no me seguís aquí o en instagram, la primera parte de la saga, Inolvidable, pasará a historias pagadas en unos días :) Si os gustó, agradecería que me apoyaseis comprándola si tenéis moneditas, y si no es así, recomendándola, que eso también hace mucho.
Dicho esto, no sé cuándo volveré a subir, intentaré pronto, pero estoy de mudanza hahaha.
Muchos besos xx
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