Capítulo Trece
Recuerdo que no está editadoo
No sé qué hago aquí, en West Salem. ¿Por qué de entre todos los sitios posibles en los que he estado, que no han sido pocos, he acabado aquí?
En toda mi vida había vivido en muchos sitios, pueblos y ciudades diversas, de las que tenía mejores memorias que aquí. West Salem es un sitio que no quiero recordar, aunque es imposible que no lo haga.
Vuelvo a mi estado humano, ocultando mi yo real, el de hada, y me siento extraña. Hace mucho tiempo que no estaba así, se me hace raro de hecho, pero tengo que acostumbrarme. Si alguien me viese con mi aspecto real, no lo entendería y tampoco tenía ganas de hablar con nadie o dar explicaciones, lo más probable es que usase uno de los pocos hechizos de magia feerica que puedo usar para borrarles la memoria.
Suspiro en un intento de controlar el cúmulo de emociones que siento por el solo hecho de estar aquí, no puedo perder el control tan rápido, si lo hiciera, Godrik, que seguro que me está observando, lo conozco demasiado bien, se reiría de mí. Incluso sería capaz de volverme a llevarme de nuevo al sitio en el que viven los Tark y no quiero, me había cansado de estar ahí.
Antes de irme decido ir a visitar la tumba de Hebe, luego pensaría a dónde ir o qué hacer, ahora solo quería ver el único recuerdo físico que quedaba de mi hermana en este mundo.
Quizá es por eso que estoy aquí, porque desde que me fui con Matthew hace... La verdad, no sé cuánto tiempo hace que me fui, perdí la noción del tiempo, primero cuando estuve en el reino Lignum, después cuando estuve encerrada y al final con los Tark, pero desde ese momento, no he vuelto a visitar su tumba.
Porque por mucho que pase el tiempo, no hay día en que no piense en ella y en que murió por mi culpa, aunque fuese de forma indirecta. Y la echo mucho de menos, es una herida que no cerrará nunca, ni tampoco quiero que lo haga, porque no me lo merecería. No merecería ser feliz después de haberle privado la oportunidad a ella de serlo.
Empiezo a andar y busco a ver si me guío entre tanta lápida, y no sé si es mi impresión, pero mientras camino una corriente de aire me acompaña, probablemente sea yo misma que lo estoy generando sin darme cuenta, pero me resulta extraño. No me acostumbro a que puedo usar más de un elemento según lo que me apetezca.
Como no quiero perder mucho tiempo, porque no quiero estar aquí, decido hacer una de las cosas preferidas de mi madre, dejarme guiar por este aire que hay hasta la tumba de mi hermana. Hasta que la tengo delante.
Está como la recordaba, demasiado limpia incluso, parece que alguien la tiene bien cuidada, y no sé si eso me alegra o no. ¿Quién se preocupaba por mi hermana además de mi madre o yo misma? Al lado tiene un ramillete de flores a punto de marchitarse, que con un solo toque de mi mano, vuelven a estar como el primer día, otro hechizo inútil que me había enseñado Godrik que no me servía de nada pero que podía usar a mi antojo.
Me quedo mirando fijamente ese trozo de piedra, y no me salen las palabras. Me gustaría poder hablar, aunque no sirviese de nada, ella no me escucharía, no puede hacerlo. Tengo que reprimir el nudo en la garganta que tengo con esfuerzo, quiero llorar. No estaba preparada, ni creo que lo esté nunca, de ver de nuevo la tumba de Hebe. Me arrodillo y coloco una mano en la lápida, no sé cómo, porque no lo planeo, pero creo unas pequeñas adornaciones con hielo, poniéndola más bonita. A Hebe le gustaría si pudiera verla, estoy convencida.
Maldición, la echo tanto de menos.
—Te prometo que me vengaré —susurro—. No sé cuándo, pero lo haré. Sé que lo dije hace tiempo, y que todavía no lo he cumplido, pero sigo pensándolo, Hebe. Me vengaré de Jake.
Me quedo unos minutos más, sentada al lado del último recuerdo de Hebe, intentando no estallar y quemar todo lo que tengo alrededor, hasta que escucho los pasos de alguien. Eso me pone en estado de alerta, aunque en ningún momento había bajado la guardia, sabía que en West Salem había mucha criatura sobrenatural, había aprendido la lección con el tiempo.
Estoy preparada para atacar, no obstante, me alejo de las tumbas, si había una batalla, que era muy probable, no quería destruir nada. Noto que me están siguiendo, y antes de que pueda girarme para lanzar una bola de fuego, porque primero atacaba, y si fuese un humano lo curaría, sino una criatura sobrenatural menos el mundo, un cuchillo me roza la parte derecha de la cara, cortándome un poco el pelo.
—La próxima vez no fallaré, ha sido un aviso. Y no son unas dagas normales, están impregnadas de veneno para que casi cualquier criatura no humana quede bastante mermada y no pueda ser capaz de defenderse —alzo una ceja. Así que me está siguiendo alguien que sabe del tema, no me sorprendo, esta ciudad parece un foco de lo sobrenatural—. Solo te haré una pregunta, y si me respondes con sinceridad, no te haré nada. Y sé cuándo la gente miente —escucho sus pasos, se está acercando a mí. Podría atacarla, porque es una mujer, porque aunque no le haya visto, sé que soy más rápida y poderosa que ella, pero tengo curiosidad—. ¿Qué haces delante de la tumba de Hebe Ignis?
Sonrío, es una pregunta estúpida. ¿Qué voy a hacer en un cementerio?
—¿No puedo visitar la tumba de mi hermana? —espeto molesta— ¿O es que estabais esperando que lo hiciera tarde o temprano?
Es en ese momento cuando la mujer se coloca delante de mí, y al verme se sorprende.
—¿Eres Aerith? ¿Aerith Ignis? —su rostro se me hace familiar, quizá me la cruce en algún momento cuando vivía aquí, no es que sea muy buena recordando caras— No puede ser. Sí, eres tú.
Y con toda la familiaridad del mundo, me abraza. Lo que me incomoda un poco. ¿Era necesario esta efusividad? Necesitaba distancia, mi espacio personal. No me gustaba que me abracen.
—¿Nos conocemos? —murmuro alejándome.
Eso le hace reír. A carcajada limpia. No sé de dónde puede conocerme, y me estoy empezando a preocupar, sigo sin bajar la guardia.
—¡Claro que nos conocemos! —y vuelve a abrazarme— Creía que estabas muerta, de hecho es lo que se cree la mayoría de gente —supongo que al ver mi cara de incredulidad añade—. Soy Lydia. Lydia Johnson.
—Debes estar bromeando —no sé qué decir. No puede ser posible.
Lydia tenía mi edad. Aparentaba un par de años más, eso era cierto, pero la persona que tenía delante era una mujer, una adulta. Debería tener a simple vista, unos veinticinco, o quizá más. Si fuera Lydia, tendría dieciocho años, como mucho diecinueve. Y seguiría vistiendo del mismo modo informal, la mujer que tengo enfrente es demasiado formal.
—No lo hago. Soy Lydia, tonta. ¿No reconoces a tu mejor amiga? Porque sí, lo seguimos siendo.
—Mi mejor amiga tiene mi edad —remarco.
—En todo caso, debería decir yo eso, ¿por qué te sigues viendo exactamente igual que cuando nos conocimos?
—¿Por qué te ves tú más mayor?
—Porque han pasado diez años desde que te fuiste, Aerith.
El mundo se me rompe en ese momento. ¿Diez años? ¿Cómo ha podido pasar ese tiempo? Sé que no había pasado tanto tiempo en el reino Lignum, ni tampoco encerrada, Alex, Blake y Matthew seguían igual que siempre.
Por lo que solo podía haber pasado tanto tiempo con los Tark. Por eso Godrik no quería que observase a mi hermana y a mi madre, para que no me diese cuenta de que los años estaban transcurriendo más deprisa de lo que yo quería.
Diez años.
Diez malditos años.
Ahora mismo solo quiero matar a Godrik.
He perdido casi la mitad de mi vida por su culpa.
Y lo peor es que no he sido consciente.
—¿No lo sabías? —sigue hablando Lydia— Creía que era una cosa de hadas, que no envejecíais al mismo nivel que los humanos o algo así...
—No, no lo sabía. He estado en...
—Lo sé —me corta ella—. Sé que estabas con los... —se queda callada como si estuviera pensando la palabra— creo que se llaman Tark, pero ahora no estoy segura. Estas cosas aún me cuestan.
—Espera, ¿cómo sabes todas estas cosas? Yo creía que...
—Es una historia muy larga —se ríe—. Cuando te fuiste junto a Matthew, sin despedirte, solo lo comento no te lo estoy reprochando, me enfadé muchísimo en su momento. No entendía nada.
—Ya, lo siento por eso...
—No te disculpes, Gael me explicó pequeños detalles, me dio pistas para que supiera todo lo que estaba pasando en West Salem.
—¿Gael?
—No pretenderás que lo llame señor Fitzgerald todavía, sería raro, ¿no crees? Creo que ya tengo más años que él, aunque no estoy segura, no le he preguntado de forma directa cuántos años tiene, o cuanto años hace que tiene esos años... Volviendo a lo que decía, me dijo lo que había pasado, la muerte de tu hermana. Nunca tuve la oportunidad de decirte que lo sentía mucho, era una niña adorable.
—Sí...
—He estado viniendo cada semana para ponerle flores y cuidar su tumba, era mi manera de sentirme conectada a ti. De sentirme útil contigo.
—Lydia, ¿cómo sabes tanto? —murmuro en un intento de procesar todo lo que está diciendo— Porque ahora mismo, no tengo nada claro y...
—Te entiendo, mucha información en poco tiempo. Como ya he dicho, Gael me explicó lo que tú eras, un hada. En el primer momento me enfadé, es decir, te habías ido sin decirme nada y luego me entero de que eres una criatura sobrenatural de estas extrañas y que van a por ti, pero después pensé que era algo que no querías que se supiese, así que lo entendí. También me dijo que él era un vampiro, que Blake y su familia eran hombres lobos y que Matthew, además de ser un hada, era tu primo. No os parecéis en nada, nunca lo hubiera imaginado.
—Es decir, lo supiste todo —resumo lo que ha dicho. Por mucho que hubieran pasado los años ella seguía igual que siempre. Con una gran verborrea.
—Bueno, todo no. No sabía todo lo que se escondía en West Salem. Eso lo descubrí yo, poco a poco. Pero he tenido ayuda.
—¿Ah, sí?
—Sí, pero eso luego te lo contaré. ¿Qué haces aquí? Es decir, no es que me alegre de verte, como ya he dicho antes, casi todo el mundo daba por hecho que habías muerto. Bueno, Gael no. Él seguía teniendo esperanza de que estabas con los Tark y que estabas perfeccionando tu poder, que por eso no volvías. Que de eso luego hablaremos, porque no me esperaba para nada que tú y él, ya me entiendes...
—Lydia...
—Niels también te daba por muerta, sí, sé quién es —se adelanta a mi pregunta—. Estuvo vigilándome para que no me pasase nada. Al igual que Blake y toda su familia.
—¿Mi familia también cree que estoy muerta? —pregunto en un susurro. Porque eso las destrozaría. Y no quería que sufrieran más por mi culpa.
—Siento decirte que no lo sé. A ellas no las he visto desde que se fueron. No han vuelto. No como Blake.
—Espera, ¿qué? —espeto de inmediato— ¿Blake ha vuelto? ¿Cuándo?
Se suponía que él y su familia estaban con la mía en el reino Lignum, poniendo orden o lo que sea que estuvieran haciendo. ¿Por qué habían vuelto a West Salem? Y si lo han hecho, ¿por qué no con mi familia?
—Hará unos cinco años aproximadamente, no lo sé. Hablo poco con él, lo justo y necesario. No me gusta en lo que se ha convertido, está raro...
—Es el alfa de su manada, o al menos lo era la última vez que lo vi, ahora ya no sé nada.
—No es excusa. No es el Blake que conocí. Así que casi no nos vemos, solo para cosas realmente importantes, como cuando salvo a alguien de un ataque de vampiros o cosas así... —la miro con una ceja alzada— Diez años dan para mucho, Aerith. He aprendido a defenderme por mí misma, sé todo tipo de artes marciales que me puedan resultar útiles y bueno, tengo esto —alza un juego de dagas—, como he dicho tienen veneno y un hechizo de mi pareja, no fallan si no quiero que lo hagan.
—¿Tu pareja? ¿Te has casado? —sé que si ha dicho que tiene pareja es que quiere que le pregunte. La conozco. Así que hago lo que quiere, y de paso intento distraerme porque tengo demasiado en la cabeza. Sigo en shock porque han pasado diez años.
—Sería gracioso verla casándose, pero no, no me he casado. Y sí, es un ella. La conoces de hecho, ella te recuerda muy bien. Mia, ¿te suena?
—Ah, sí, sé quién es —murmuro y sonrío, aunque no sé por qué—. La elfa que me robó mis recuerdos de la infancia. Como para olvidarla.
—¿No vas a decir nada de que esté con una mujer?
—Lydia, no me importa de qué sexo sea tu pareja. No es porque no tenga interés, me ha gustado mucho volver a verte y saber que estás bien y feliz. Pero ahora tengo que ir a hablar con Blake. Además, ¿quién soy yo para juzgar con quién sales?
—¿Por qué? Si se puede saber, claro está. Sabes que me gusta saberlo todo.
—Porque se supone que tenía que estar con mi familia... Y ha vuelto sin ellas. Necesito una explicación.
—¿Y si esperas a que vuelva Gael para ir a hablar con él? Podrías venir conmigo a mi casa, ahí Mia puede llamarlo y venir a por ti.
—Hablaré con Mia después, tiene que devolverme mis recuerdos. Pero necesito saber qué está pasando con mi familia.
—Lo entiendo, te llevo, no te preocupes por eso. Sigue viviendo en la misma zona de West Salem, y eso está lejos de aquí.
—No hace falta...
—¡Quiero ayudar! —sonríe con tanta efusividad que no sé qué he hecho tanto tiempo sin tenerla a mi lado, con su entusiasmo contagioso y sus sonrisas constantes— Como ya he dicho tengo el juego de dagas, no me preocupa que vengan a por nosotras por tu olor, sí, eso también lo sé.
—No soy tan indefensa, Lydia.
—Lo sé, pero se me hace raro que sigas siendo tan joven, me sale protegerte de todo lo malo. Ven, sígueme. Mi coche está en la entrada del cementerio.
El viaje lo hacemos en silencio. Yo voy mirando por la ventana para ver que está todo igual. Diez años y sigue todo igual. Hay nuevo edificios, o tiendas que no estaban, pero todo está igual. El tiempo ha pasado de igual modo conmigo o sin mí.
—Gracias —murmuro cuando el coche se ha detenido—. Ha sido un placer volver a verte.
—Si piensas que me voy a ir, lo llevas claro —dice ella y saca la llave del contacto—. Te acompaño. Ya le he mandado un mensaje a Mia de que estás aquí. Gael no tardará mucho en venir, si no Mia lo traerá con su magia.
—¿Y si no quiero verlo?
—Quieres verlo —asume ella—. No mientas, odiabas las mentiras, ¿recuerdas?
—Lydia...
—Sé que quieres verlo.
Esta zona del bosque sí ha cambiado bastante, ya no está tan tranquila, hay muchas más casas de las que recordaba y, sobre todo, más gente. ¿Por qué hay tanta gente? Y todos son hombres lobos. Lo noto.
—¿De nuevo aquí, Lydia? —pregunta uno— ¿Se trata de una vampiresa? Parece muy joven para serlo, podría ser mi hija.
—Quiero ver a Blake —exijo aunque ni me han preguntado.
—¿Ver a Blake? —el hombre se ríe y mira a otros compañeros suyos, que también estallan en carcajadas— ¿Por qué una niña como tú querría ver a nuestro alfa?
Me canso de sus tonterías, alzo la mano y los empujo lejos de mí con aire, ni me preocupo de saber cómo caen o si se hacen daño, tampoco me importa, necesito respuestas.
—¡Nos atacan! —chilla una mujer.
Suspiro, qué exagerada. Si los estuviera atacando estarían casi todos en el suelo, pero cuando quiero darme cuenta, delante de nosotras dos hay una gran cantidad de hombres lobos. ¿Desde cuándo eran tantos? La manada no era tan grande.
—¿Era necesario que los atacases? —murmura Lydia— Suelen ser hostiles conmigo, ahora serán peores. La diplomacia va muy bien para estos casos, ¿lo sabías?
—Me han llamado niña. No lo soy, no me gusta que me subestimen o me infravaloren —con la misma mano que tengo alzada creo fuego—. No quiero haceros daño. Dejadme ver a Blake.
—Nuestro alfa no va a ver a ninguna bruja o derivados.
Lo que me faltaba, ahora me llamaban bruja. Estoy a punto de transformarme en hada y atacarles, porque he perdido la paciencia, y tampoco es que la tenga después de saber que han pasado diez años de mi vida sin que me diese cuenta. No estoy para que me hagan enfadar más de lo que estoy.
—No la ataquéis, la conozco —esa voz me suena, así que no me sorprende ver a Zara aparecer. Y está más adulta, aunque sigue con su presencia intimidante. Eso con los años no ha ido a menos, todo lo contrario, impone más que antes. Sus ojos se centran en mí, pero no hay rabia, hay compasión, o eso es lo que entiendo—. Es Aerith.
—¿Aerith Ignis? —repite alguien.
—Dejadme pasar de una vez —ruedo los ojos—. Quiero ver a Blake.
—Seguidme —pide Zara ignorando a los otros miembros de la manada—. Yo os llevaré hasta él. Ha pasado mucho tiempo, Aerith.
—Lo sé —me limito a decir.
Lydia y yo hacemos lo que nos ha dicho y la seguimos hasta la única casa que recordaba que estaba aquí. Como Zara entra, hacemos lo mismo sin esperar que nos inviten.
Y es cuando veo a Blake.
Pero no está solo.
Está besando a una mujer.
Para que queden clara las fechas:
Diez años desde que se fueron de West Salem Aerith y Matthew.
De estos diez años: Uno en el reino Lignum, menos de uno estando capturada por Kier, el resto con los Tark.
Y por cierto, releí todos los capítulos y donde acaba pff, no sé qué quería hacer hace unos años y la motivación no me vuelve TT. Aún quedan por eso
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top