Capítulo Once
Recuerdo que no está editado :)
De lo que acaba de decir solo me he quedado con una cosa, no son las alas, que según él podré tenerlas, que me van a crecer. En otro momento es en lo primero que hubiese pensando, en que podría tenerlas al fin, que se me desarrollarían del todo, que serían plenamente funcionales, es más, Godrik ya lo había insinuado cuando estábamos en el reino Lignum, ese tema no le preocupaba. Lo que está repitiendo mi cabeza sin parar es que él ha dicho dones, en plural. Como si eso fuera posible.
Intento encontrar una explicación lógica, buscarle un sentido a sus palabras, quizá es su forma de hablar, o se refiere al uso de la magia feérica, en la que nunca he destacado mucho, no porque no quisiera, había sido por falta de tiempo, nunca tenía el suficiente para poder aprender a hacer cosas más allá de saber activar o no las protecciones del reino y de pocos hechizos defensivos, aunque creo que con el suficiente tampoco llegaría a dominarla tanto como lo hacía él o Alex, que era un experto. Mi único don, y así lo consideraba, al menos a veces porque me daba demasiados problemas, es poder controlar el fuego. Soy un hada de fuego. Es lo que sé hacer, o debería.
Intentando ganar tiempo porque no sé qué responder o qué decir en ese momento, examino mejor la sala y a Godrik. Está tan tranquilo como siempre, esa es una de las cosas que más me gustan de él, su aparente calma pese a que la situación no fuese buena o estuviera a punto de estallar el caos, también estuvo así antes de la batalla, impasible. Sigue desprendiendo esa arrogancia y seguridad que tenía cuando lo conocí, con esa mirada de soy mejor que tú y lo sé, tan típica de él, aunque parece mucho más confiado que antes, no sé si es porque hace tanto tiempo que no lo veía o porque está en su territorio, en el de los Tark, donde es él y puede demostrar su verdadero potencial sin vigilar si hay peligros cerca. Pese a que está sentado, sus alas, grandes y hermosas, destacan en la habitación, aportan al menos un poco de color. ¿Es por eso que la habitación es blanca? ¿Para hacer destacar a los Tark y lo poderosos que son todavía más?
Vuelvo mi vista hacia a él y veo que sus ojos azules me están examinado, esperando a que diga algo, aunque no insiste, esta es otra de las cosas que han hecho que Godrik tenga algo parecido a mi confianza, no me presiona, y cuando lo hace es porque sabe que soy capaz de hacerlo, respeta mis decisiones y no intercede por ellas, algo de lo que muchos no pueden decir lo mismo. Quiere que diga algo, no quiere perder más el tiempo, pero sigue callado, esperando que yo de el primer paso.
—Deja de hacer eso —pido al ver que empieza a crear fuego en las puntas de los dedos y a jugar con él. Es su manera de rellenar el silencio, o de no aburrirse, su manía.
—Entonces dame una respuesta o di algo, te recordaba mucho más impulsiva, estás pensando demasiado las cosas y me extraña.
—¿Eres consciente de lo que has dicho? —rebato intentando permanecer serena.
—Sorpréndeme, Aerith —una sonrisa se esboza en su cara, aunque no es una sincera, parece más que se está riendo de mí—. ¿Qué es tan impactante para que estés tanto tiempo callada?
—Has dicho dones, en plural —remarco—. ¿Ha sido queriendo? Porque si es así no entiendo nada, y odio no hacerlo.
Godrik suspira, esconde otra sonrisa, o es lo que creo aunque no he dicho nada divertido, ¿se está riendo de mí? Porque yo no lo recordaba de ese modo, antes me respetaba más y ahora parece que mi ignorancia o lo que digo es un motivo para mofarse de mí. Alzo una ceja mientras lo miro, ¿qué intenta? Eso parece hacerle reaccionar ya que deja de crear fuego para centrarse en mí.
—Cuando yo hablo o digo algo, no intento ir con dobles sentidos o mensajes ocultos, digo lo que hay, la realidad. He hablado de dones, sí, porque no solo tienes uno. O me vas a decir que solo has usado el fuego, solo ese elemento en tu vida...
Vuelve a sonreír, esta vez no lo oculta, y sé a lo que se refiere. En su momento no quise darle importancia, o creí que habían sido sensaciones mías por lo difíciles que eran esas situaciones, pero tiene razón. He llegado a usar otros elementos de los que no debería poder. Una de ellas fue cuando sucedió lo de Hebe, perdí el control... y pude usar el aire. Lo recuerdo a la perfección, seguía teniendo pesadillas casi a diario con ese momento, por mucho que pasase el tiempo no se me iban, y creo que nunca lo harían.
Pero pensaba que eso eran simples casualidades, por la situación, no por nada más. Y quizá ni lo había hecho yo, que estaba tan afectada que no vi cómo mi madre usaba su poder o cómo eran sucesos naturales.
—Godrik... —no sé qué más pensar o decir, no sé a qué se está refiriendo o por qué lo menciona ahora cuando pudo hacerlo cuando nos conocimos.
—Sé que sí, recuerda que los Tark lo sabemos todo porque os observamos. No eres un hada de fuego.
—¿Y qué soy? ¿Un vampiro híbrido de hada? ¿Una mujer lobo con capacidad de usar el fuego? ¿Un ser extraño e inútil?
Sus carcajadas inundan la habitación, lo que me pone más nerviosa.
—Sigues siendo divertida, eso es innegable. No, no eres ninguna de las cosas que has dicho, algunas ni siquiera sé si existen. Técnicamente, sí eres un hada de fuego, me he precipitado en decir que no, pero... eres mucho más.
—¿Más?
—Eres lo que hemos llamado, un hada elemental. Una que es capaz de usar otros elementos que no son el suyo. Cuando te observábamos teníamos nuestras dudas, también las tenía tu madre, ese fue uno de los motivos por los que decidimos ir al reino Lignum a conocerte, teníamos que asegurarnos de que lo eras o no.
—¿Mi madre sospechaba de que era... eso? —y no me dijo nada, para variar. Nada había cambiado, ella seguía ocultándome las cosas que consideraba que tenía que hacer.
—Sí, junto a Charles Ignis, ambos tenían sus sospechas y estaban bien fundadas, se habían informado, y mucho. Conocían todas las historias de todos los reinos —Godrik se queda mirándome en silencio—. Creía que lo sabías, que ese había sido uno de los motivos por los que se habían ido de viaje, no solo para buscar aliados.
—No, no lo sabía —gruño molesta—. Podría habérmelo dicho o insinuado...
—En parte entiendo a Camille, solo había escuchado rumores y no había ninguna prueba real hasta que hablaron con nosotros, las hadas elementales no es que estén muy documentadas.
—¿Son de esas que nacen cada quinientos años? —espeto molesta, que mi madre me haya ocultado algo de nuevo ha alterado mi humor de nuevo.
—Para nada —ríe él—. Son mucho más abundantes de lo que te crees, aunque hay un problema con ellas. Que la mayoría no saben que lo son, se creen que solo dominan su elemento, con el que han nacido y así viven su vida, estoy convencido de que si las buscásemos, encontraríamos más de las que los otros Tark se piensan.
—Es decir, que ya no soy tan importante, si como dices soy un hada elemental, no tengo que gobernar ni ese tipo de cosas que las leyes me obligan a hacer.
—Aerith, no te precipites. Que seas un hada elemental no hace que dejes de ser una de fuego, no estás dejando que me explique...
—Quizá es que no quiero escucharte.
—Para que un hada pueda despertar sus otros dones, siempre que sea elemental, tiene que pasar por situaciones... complicadas. Tiene que sufrir, y mucho. Llevarla al límite de sus poderes y capacidades para que cada esos dones latentes despierten. Con la muerte de Hebe se despertó tu don del aire, con la batalla en el reino Lignum y al pensar que estabas a punto de perder a tu madre lo hizo el del agua, y el último, el de tierra, cuando estabas encerrada a merced de los vampiros. Piensa en cada una de esas situaciones y lo que sentiste —pide—. ¿Entiendes por dónde quiero ir?
Suspiro, no quiero recordar la muerte de Hebe más de lo que ya hago, tampoco las otras. Solo había sufrimiento, en cada una de ellas había algo que me causaba dolor, ya fuera por la pérdida de mi hermana, el miedo a perder a mi madre o la rabia de estar encerrada y no poder hacer nada.
—Según lo que dices, podría usar esos elementos desde los momentos que has dicho, pero no es así, soy incapaz. Solo controlo el fuego.
—Porque no te has entrenado para dominarlos —rebate como si nada—. Además, como he dicho hace solo unos minutos, la mayoría de hadas elementales no se dan cuenta de lo que son a lo largo de su vida, la mayoría viven felices. Y las que lo descubrieron, que fueron pocas, nunca consiguieron despertar más de un elemento, y nunca fue el fuego.
—Por eso estoy aquí, ¿verdad? —ahora lo entiendo. Godrik no me ha salvado por lo que me ha dicho antes, quiere algo de mí, como todos— Para que pueda usar esos elementos que me van a recordar todo lo que he sufrido...
—Aerith, eso no va así. Estás aquí para no morir, te hemos salvado la vida.
—Tampoco te lo pedí...
—Deja tu hostilidad, no me hagas obligarte a que me escuches.
—Tú no harías eso.
—De hecho sí, lo haría. No me gusta que me interrumpan cuando hablo y tú eres una especialista en eso. Al contrario de lo que piensas, estás aquí porque quería salvarte la vida, tus dones me son igual, yo voy a seguir viviendo aquí, con los Tark, lo que pase fuera de mi alcance no me importa.
—Y por eso me salvaste, claro, porque no te importa. No me seas hipócrita.
—¿Querías morir? Permíteme que lo duda, cuando viste a Gael se te olvidaron todos esos pensamientos, ¿recuerdas que lo vemos todo? —sonríe— Y lo mismo te hubiera pasado si hubieses visto a tu familia. Estando aquí tienes otra oportunidad. Eres un hada de fuego, sí, pero también elemental. Desde el primer momento que te vi lo supe, tu aura es inconfundible, llena de colores y matices, también lo vieron los otros Tark. Por eso no tienes alas, porque no controlas todo tu potencial.
—Querrás decir que por eso nunca las voy a tener...
—No, no busques dobles sentidos, te he dicho que no los uso. Soy directo. No tienes alas porque aún te falta mucho por saber del fuego, si lo controlases en tu totalidad las tendrías bastante desarrolladas, no serían como las mías por eso.
—¿Por qué no?
—Yo también soy un hada elemental —se ríe—. Aunque no como tú. ¿Sabes por qué me uní a los Tark? —niego con la cabeza— Bien, no te lo diré, no por el momento. Solo debes saber que yo también sufrí, y mucho. Unirme a los Tark fue la última decisión que hubiese tomado a tu edad. Por eso mis alas son mucho más grandes que otros iguales a mí, porque yo puedo usar más de un elemento.
—¿Cuál?
—Tampoco tienes unas alas normales porque por mucho que lo niegues, hay una parte de ti que no acepta lo que eres —ignora por completo mi pregunta—. Tienes miedo de usar el fuego porque te sientes responsable de tantas cosas que no tienes la culpa. Por eso quería que lo supieras todo para que decidieras si querías quedarte un poco con nosotros o no, para que aprendas a usar todos tus dones. ¿Cuántas hadas elementales que han despertado sus poderes latentes han tenido a los Tark para enseñarles? Ninguna. Bueno, yo sí, pero no cuento.
—Me mentiste —afirmo sin dudar y lo miro a los ojos, llena de rabia—. Estoy harta ya de todo esto. Siempre es lo mismo. Primero mi madre mintiéndome, que lo sigue haciendo, después Blake, Gael y toda la gente que conocía y empezaba a importarme. Ahora tú, Godrik. ¿Por qué? ¿Qué ganabas con eso? ¿No podías decirme esto desde un principio? Quizá hubiera actuado de forma distinta.
Estoy muy enfadada, Godrik, que se suponía que nunca me había mentido, lo había hecho.
—La omisión de la verdad no es una mentira, Aerith. Sin contar que los Tark no interferimos, ¿hubieras actuado distinto? ¿En serio? Por lo que te conozco dudo que hubieses decidido venir conmigo y dejar al reino sin protección antes de una batalla.
—¡Eso son excusas! —me levanto a toda prisa y me mareo un poco, pero intento ocultarlo, no quiero mostrar debilidad delante de Godrik— Y lo sabes. Estoy cansada. Llévame de vuelta, a donde sea, no quiero estar más tiempo aquí.
—No dejes que tu impulsividad tome tu consciencia...
—No quiero luchar más, ¿de acuerdo? Quiero vivir tranquila. Hubiera preferido no haber despertado nada de lo que has dicho, ser un hada más, una normal. ¿Tanto pido?
—Tú nunca vas a poder vivir tranquila —lo dice tan serio que me sienta como un jarro de agua fría, porque tiene razón. No ha tratado de ocultar la verdad—. Naciste para ser un hada que sería importante, y el destino ha querido que tengas un papel en la historia. Nunca van a dejarte, van a perseguirte durante toda tu vida. Vivirás como Camille estos últimos años, ¿crees que era feliz? Porque yo la observé cuando tenía tu edad, vi cómo se relacionaba con la gente o cómo sonreía por todo —estoy dispuesta a contestarle pero no me deja, alza la mano—. No te estoy culpando de nada.
—Déjame tranquila, Godrik. Quiero irme de aquí.
Intento moverme por la habitación, pero no sé cómo salir de aquí, sigue sin haber una puerta, lo que él aprovecha para levantarse y se coloca delante de mí. Ya no tiene esa expresión divertida y tan seguro de sí misma, todo lo contrario, está molesto, mucho.
—Los actos tienen consecuencias —espeta tan serio que aparto la mirada de la suya—. La falta de ellos, también —quiero moverme, pero no me deja—. ¿Quieres que tu familia muera?
—¿He dicho yo eso?
—Kier no va a ser compasivo con ellas si las captura, las usará como cebo, todo con tal de atraparte. Y tú no quieres luchar, quieres mantenerte al margen, viviendo en una utopía. Estáis en guerra, esto no acaba porque tú quieres que lo haga, no si no haces algo al respecto. Vas a tener que luchar, quieras o no. Yo te estoy dando nuevas formas de que lo hagas.
—Tampoco tengo otras opciones, ¿no? —suspiro derrotada.
—Me estás cansando, Aerith. Tu actitud infantil, sobre todo. No, no tienes opciones. Sin mí u otro Tark no podrás salir de aquí.
—Es decir, paso de estar secuestrada por vampiros a estar retenida por hadas. Qué bien.
—Si lo quieres ver así... —Godrik se encoge de hombros, como si le fuera igual.
Ha sido claro y tan duro como nunca antes conmigo, ha dicho lo que piensa. Y lo peor es que sé que tiene razón. Kier es capaz de usar a mi familia en mi contra, y sé que lo hará si no están protegidas. Usará todas las formas que se le ocurran para que vuelva a estar bajo su poder. Y por ellas haría cualquier cosa, como siempre he hecho.
—Con tu indecisión solo estás perdiendo tiempo, que es lo que más valoras. Sabes la forma en la que el tiempo funciona aquí —sigue Godrik al ver que yo no me he pronunciado—. Madura, afronta tus emociones, deja de pensar en tonterías. ¡Sé un hada de fuego!
—Es que no me entiendes...
—¡Sí lo hago! —chilla lleno de rabia— Te estoy ofreciendo la posibilidad de que alcances tu máximo poder, que seas prácticamente invencible. Un hada capaz de dominar casi todos los tipos de dones. Si a mí me lo hubieran ofrecido hace siglos, hubiese aceptado y hubiera tenido mi venganza.
Venganza.
Yo también la quiero, quiero matar a Jake por todo lo que nos ha causado, por el dolor, por la muerte de Hebe, por el sufrimiento de mi madre...
La venganza es tentadora. Tanto que es lo que acaba por convencerme.
—Acepto. Enseñadme todo lo que queráis, pero quiero estar el mínimo tiempo posible aquí, aunque solo tenga las nociones básicas.
Godrik sonríe, y levanta una mano, pronuncia unas palabras y todo se vuelve negro.
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