Capítulo Dieciséis
Recuerdo que no está editado :)
El solo escuchar a Mia pronunciar el nombre de Gael me ha generado sensaciones contradictorias. Me sorprende que haya venido tan deprisa. No hacía tanto tiempo que había llegado, o eso creía, seguía algo descolocada con el tiempo y cómo pasaba aquí, me había acostumbrado a no tener que preocuparme de eso en la dimensión de los Tark.
Gael.
Suspiro y creo que Lydia se da cuenta de mi acción porque me sonríe de forma cómplice, intentando darme ánimos. No se me habían olvidado las últimas palabras que me había dicho cuando estaba en sus brazos desvaneciéndome, me dijo que me quería. Lo reconoció en voz alta.
Siendo sincera, no sé cómo hubiera reaccionado si me lo hubiese dicho en otra situación, en una que pudiese responder o no estuviera a punto de morirme. No había sido el mejor momento. Pero lo había hecho igualmente, quizá por miedo a no poder verme nunca más, porque ninguno sabía si ir con los Tark fuera a funcionar. Podía haber sido un buen final para ambos, él diciéndome esas palabras y yo... Yo desapareciendo para siempre de su vida.
Sin embargo, no había sido así.
Había vuelto, y él estaba dispuesto a verme.
¿Y si se esperaba que yo reaccionase de alguna forma concreta? Quizá esperaba algo de mí que ahora mismo... Ahora mismo solo necesitaba tiempo para procesar todo. No quería que nos encontrásemos en una situación incómoda para ambos. No podía afrontar algo así de nuevo, al menos no hoy.
—¡Mia! —su voz, pese a que está fuera, retumba por toda la estancia. Pocas veces lo he visto alzar tanto el noto y hay desesperación. ¿Tantas ganas tiene de verme?
Mia empieza a reír a carcajada limpia mientras le guiña un ojo a Lydia, que también está riendo. ¿Ahora soy la diversión de un elfo? Sin dejar de mofarse de mí, porque claramente lo está haciendo, abre la puerta y antes de que quiera darme cuenta, tengo a Gael delante de mí, a escasos centímetros.
No dice nada, solo me examina. Es como si estuviera buscando alguna herida visible o una cicatriz como prueba de lo que me había pasado. Las tenía, por mucho que me curase más rápido de lo que debía me habían quedado algunas marcas de la tortura sufrida por Kier. El recordatorio de uno de los peores momentos de mi vida.
Espero a que diga algo, que me salude o que me abrace, que es lo que habían hecho todas las personas que me habían visto después de tanto tiempo, pero no lo hace. Se queda quieto. Esperando que yo de el primer paso, pero no lo voy a hacer.
—Aerith.
Escuchar cómo se dirige a mí, sin peticiones extrañas en su voz, solo como saludo, me tranquiliza. Y hago algo que no me esperaba. Lo abrazo, y él no se queda inmóvil, ya que tarda unos segundos en rodearme con los brazos, aunque va con cuidado, sigo transformada en hada y mis alas impiden un poco esa acción.
—Casi me dejas ciego con tus alas, son muy bonitas. Majestuosas —sonríe—. Veo que por fin te han crecido.
—Sí...
¿Por qué sigo nerviosa? Me siento como una niña pequeña y no me gusta. Es Gael, debería estar ya acostumbrada a hablar con él. Es el mismo de siempre.
—¿Cómo estás?
No me lo pregunta como una exigencia, me sonríe como si no hiciera tanto tiempo, o eso para él, que no nos hubiésemos visto. Solo se está preocupando por saber cómo me encuentro.
Y es el primero que lo hace, el primero que se interesa de verdad por mi estado, porque sabe que todo este tiempo que ha pasado no ha sido fácil para mí.
Lydia no lo hizo. No la culpo, sé que se preocupa por mí, o es lo que creo, pero es su personalidad, su manera de hablar de forma constante para llenar los silencios incómodos o su incesante entusiasmo ha hecho que no lo haga.
Blake sí sabía la realidad, y solo supo exigirme cosas que estaban fuera de mi alcance, no se interesó por mí, y si lo hizo, fue más por su propio beneficio.
En cambio Gael, a él le parece más importante mi bienestar que otra cosa y yo...
Yo tengo clavadas sus palabras; sus últimas palabras antes de irme con los Tark: me quería.
No respondo a su pregunta, al estar en mi forma de hada no hay tanta diferencia de altura entre ambos, solo alzo un poco la vista para mirarlo directamente a los ojos. No hacía falta nada más, creo que con ese simple gesto nos estábamos entendiendo. Había tanto en sus ojos, que me estremezco. Aunque creo que es la primera vez, desde que nos conocemos, que sé diferenciar bien una de las emociones debajo de ellos.
Amor.
—¡Maldición, Gael, te pedí que me esperaras! Oh, ¿interrumpo?
No sé cuánto tiempo habíamos estado mirándonos, pero la voz de Niels, o más bien dicho, el grito del vampiro, había roto ese momento. Él estaba ahí, delante de la puerta, con expresión divertida, parecía que le gustaba la situación. Me recordaba a cuando hizo lo mismo cuando Gael me rescató.
—Tan oportuno como siempre, Niels —sonríe Gael.
—Vamos, no seas así. Te pedí que me esperarás y tú... Tú te fuiste sin mí.
—Lo normal —ríe Lydia—. Aerith estaba aquí, quería verla.
—Soy su mejor amigo, su linaje, su todo, debería haberme esperado.
—A ti te ve siempre, a ella hace demasiado que no —rebate Lydia.
—¿Cómo pretendes que me caigas bien si me dices estas cosas? —Niels se ríe— Sabes que es broma. Me encantas, Lydia —le sonríe y la elfa se hace notar—. No, no te pongas celosa, Mia. Sabes que es como la hija que no puede tener nunca... Eso suena raro, y me hace sentir viejo.
—Eres viejo —resopla Mia.
—Ya, bueno, gracias, yo también te aprecio, Mia. Lo que iba diciendo, Lydia es como mi hermana pequeña, quiero cuidarla. Es como mi pequeño bebé que no sabe hacer nada, que está aprendiendo. Quiero solo achucharla y cogerle de los cachetes que tiene...
—¡Niels! —protesta la rubia.
Mientras esos tres se ponen a discutir, que no me extraña, porque la personalidad de Lydia y Niels tiene varias similitudes, Gael me acaricia la mano con suavidad, con un roce simple. Cuando me doy cuenta miro lo que hace y luego lo miro a él, que me sonríe.
No sé cómo lo hace, pero me está transmitiendo la calma que necesito en este momento. Solo acariciándome la mano. No me aparto, dejo que siga haciendo ese sutil movimiento. Me gusta.
—¿Cómo habéis llegado tan rápido? —susurro para que solo él me escuche, no quiero molestar al trío que sigue discutiendo mientras se ríen.
—Mia nos ha ayudado. Tampoco es que estuviéramos muy lejos de aquí. Pero cuando me ha enviado el mensaje diciendo que estabas aquí también me ha dicho que usase una poción que me entregó que solo tenía que usar en caso de emergencia.
—¿Por qué? ¿Qué hace?
—Hace que vaya mucho más rápido de lo que suelo ir, mucho más. Me la hizo para que en el caso de que me capturasen o algo parecido, pudiera salvar mi vida. Como le he dado un poco a Niels no he ido tan rápido como creía.
—No deberías haberla usado para venir aquí, necesitabas esa poción. Era tu vía de escape si...
—Cuando me ha dado permiso, que no tenía que hacerlo porque la hubiera usado sin que me lo diese, me ha dicho que me haría otra.
—Es extraño...
—No sabes cuánto. ¿Cómo estás? No me has respondido a la pregunta de antes.
No, no lo he hecho. Pero ¿qué puedo decirle? Ni yo misma sé cómo me encuentro ahora mismo. Es todo tan... confuso. Necesito procesarlo y pensar con ello con calma. Hay demasiada gente a mi alrededor ahora mismo para que pueda hacerlo.
—¡Que no estáis solos! —nos chilla Niels, que está agarrando una de las mejillas de Lydia, con una gran sonrisa. Se ha salido con la suya— Me encanta.
—Deja a mi Lydia —espeta Mia—. ¿Queda claro, Niels?
—Tampoco es para tanto, Mia. No me molesta.
Ver esta situación, que son felices, que siguen con su vida, sin mí, aunque tampoco es que conociera mucho al vampiro y al elfo, me pone melancólica. Si ellos lo han hecho, ¿será el caso de mi hermana y mi madre? A decir verdad, era lo mejor, lo que deberían haber hecho, seguir con sus vidas.
—Quiero ir al reino Evighet —afirmo muy convencida. Al decirlo, todas las risas cesan y todas las miradas se clavan en mí—. ¿Qué?
—Que estás loca —responde Niels—. ¿Por qué quieres ir ahí?
—Porque están mi madre y mi hermana. Necesito verlas.
—No es tan fácil llegar ahí como crees —murmura Gael—. Te entiendo, sé que quieres verlas, pero el reino Evighet...
—Iré queráis o no.
—Tan tozuda como recordaba —Mia rueda los ojos—. ¿Acaso sabes dónde se encuentra?
—En el norte.
—Muy bien, en el norte, ¿y qué más? —pregunta y como no digo nada, resopla— No lo sabes y quieres ir, eso es absurdo.
—Mia, entiéndela —pide Gael—. Quiere comprobar que están bien.
—Están bien, yo me comunico con su hermana. Mi palabra debería servirle.
—Pero no lo hace —murmuro—-. Tengo que comprobarlo con mis propios ojos.
—Yo también te entiendo, Aerith —habla Lydia—. No obstante, hay muchas cosas que no sabes. Kier tiene secuaces por casi todos los sitios. Lo más probable es que aunque haya ido con cuidado, él ya sepa que has regresado y que estás en West Salem.
—Entonces que venga a por mí. Ya veremos si sigue vivo después de eso.
—La arrogancia no es buena, Aerith. No te hace ver las cosas tal y como están —habla Gael—. Hay muchas cosas que no sabes.
—Entonces, contádmelas. Las bienvenidas están muy bien pero no he vuelto para eso... No he perdido mi tiempo —y la mitad de mi vida— para eso...
Hay una guerra, eso me lo suponía, cuando me fui la situación ya era complicada. Lo que no me esperaba es que Kier hubiera captado a otras especies sobrenaturales para acabar con todos los reinos de las hadas. No quería exterminarnos, o eso es lo que decía, solo quería tenernos controlados. Y ya de paso tenía una fuente infinita para que todos los vampiros que quisiera pudieran ir bajo el sol. Solo necesitaba sangre de hada y un elfo dispuesto a realizar el hechizo para que una parte de esa sangre nunca se desvaneciera*.
Me molestaba mucho que algunas criaturas se hubieran puesto a su favor, ¿qué le habíamos hecho? Nada. Ese es el problema. Que el miedo es mucho más fuerte que eso. Kier los tenía aterrorizados, y habían optado para intentar seguir con su propia supervivencia.
Hombres lobo, brujas y magos, gnomos, cambiantes, elfos... Incluso también algunas hadas se habían puesto de parte de Kier.
Todo por seguir vivos.
Y lo peor de todo es que lo entendía. No tenían esperanza. La balanza estaba a favor de Kier.
—Es decir, todo está jodido —resumo—. Me alegra saber que en estos años al menos algo ha seguido igual. Me fui cuando estaba mal y sigue estándolo.
—No todas las manadas de hombres lobos se han unido a Kier —aclara Lydia. Sé que lo hace para anticiparse a mi pregunta—. Algunas se han mantenido al margen. Viviendo con sus normas y cuidando su territorio. Y mientras sigan así, no son un objetivo para él.
—Como la de Blake —asumo.
—Como la suya, sí —afirma Mia—. Ese alfa me cae muy mal, si sus ancestros le estuvieran viendo estarían muy molestos. Hubieran apoyado sus principios, hubiesen luchado contra todos los vampiros, no solo los que se saltan las normas.
—También pasa lo mismo con los aquelarres de brujas y magos, algunos se mantienen al margen. De hecho es así con casi todas las criaturas.
—¿Y los elfos? —le pregunto a Mia.
—Somos neutrales. Siempre lo hemos sido.
—Tú no lo eres, ya no —señalo—. Estás ayudando a Lydia. Y a Gael. Si fueras neutral, no te estarías arriesgando a que estuviera aquí ahora mismo.
—Hada de fuego... —espeta molesta pero no dice nada más. Tengo razón y lo sabe.
—¿Y las hadas? ¿No hacen nada? Los Tark sé que van a mantenerse al margen, son así de... ellos. Por cierto, Godrik, si me estás escuchando, eres un idiota.
—El reino Evighet es el único que está ofreciendo una resistencia real. El Lignum está bajo el poder de Salvatore, es decir de Kier —habla Gael. Lo de Salvatore ya lo sabía me lo había dicho Lydia—. Después los otros dos...
—¿Los otros dos qué?
—El reino Koraha se mantiene neutral hasta que aparezcas. Dicen que están cansado de los rumores de que estás viva, que quieren comprobarlo por sí mismos. Una vez que te vean tomarán parte de la batalla. O eso es lo que sé.
—¿Y el de los mares? —era el último que faltaba.
—No quieren intervenir. El reino Aintzira dice que hace mucho tiempo decidió que no iría tras las órdenes de otra hada de fuego, que ya le había costado mucho en el pasado. Se mantienen neutrales y como su localización es un tanto... peculiar, quieren seguir con su vida como si nada.
—Genial —murmuro—. Simplemente genial. Tengo que ir al Evighet lo más pronto posible.
—Eres una inconsciente —resopla Mia—. ¿No estás escuchando? ¡No es tan fácil! Aquí de momento puedes estar a salvo.
—¿Puedo?
—Sí, si estás bajo mi magia estarías a salvo.
Me sorprende que Mia quiera protegerme, pero al ver la sonrisa de Lydia después de que haya dicho eso sé que lo ha hace por ella. Que haría cualquier cosa por ella.
—Mañana quiero que vengáis a mi apartamento. ¿Sigue bajo tu protección? —pregunta Gael y Mia asiente—. Perfecto. Mañana pensaremos un buen plan para ir al reino Evighet sin levantar muchas sospechas. Ahora, vámonos.
—¿Vámonos? —repito. ¿Se está refiriendo a mí?
—Sí. Es un lugar seguro, y tú... Tú necesitas descansar.
—¿No puedo quedarme aquí?
No sé qué hora es, sigo sin tener consciencia del tiempo.
—Créeme —habla Niels—. No querrás hacerlo, son bastante escandalosas.
—Aerith, tienes que confiar en mí. Conmigo estarás a salvo. ¿Lo haces?
¿Lo hago? ¿Confío en él?
Maldición, sí lo hago. Confío en Gael. Confío en él más que en nadie.
Acabo por asentir con la cabeza y sin previo aviso me coge de los brazos, todo es borroso pero puedo diferenciar que es de noche, ¿cómo ha pasado el tiempo tan rápido? Segundos después estamos en su apartamento. Que sigue igual. Otra cosa que no había cambiado en tanto tiempo.
—Puedes dormir en mi habitación si quieres —habla él—. Yo me iré a otra. Y si no te sientes cómoda, hay muchas, no te preocupes por eso.
—¿Por qué quieres que vaya a dormir?
—Porque parece que hace mucho que no lo haces. Y porque es tarde. Llevas muchas horas con Mia, horas de hecho. —Sonríe pero no lo miro. ¿Han pasado horas desde que estaba con Mia? Quizá cuando me había devuelto los recuerdos no había sido tan rápido como creía—. Ven —le sigo hasta una habitación en la que no he entrado nunca, de decoración simple, impersonal—. Puedes volver a tu forma humana si quieres, a mí no me molesta. Como tú estés más cómoda. —No respondo, lo que él entiende como una invitación para irse—. Buenas noches, Aerith —me da un beso en la frente y se va.
Dejándome sola.
Dejándome con mis pensamientos.
Me meto en la cama por inercia y cierro los ojos en un intento de dormir, ¿cuánto tiempo llevaría sin hacerlo? Demasiado.
En mi soledad es cuando toda la información de hoy, empieza a encajar. Y me hundo.
Empiezo a llorar como pocas veces había hecho, dejando que la frustración se fuera de algún modo. Pero nada.
Y sé que solo hay una persona que puede calmarme ahora mismo. Y está aquí conmigo.
*: con respecto al asterisco que he puesto. Eso no sale en el primer libro porque no se editó en su momento. Esto no deja de ser un borrador.
Muchos besos xx
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top