capítulo 8: Revelaciones 1.

Kanon y Sorrento se preparaban para salir a dar un vuelta por la ciudad, el caso que Kanon llevaba bajo su custodia era demasiado tedioso y tener que lidiar con un castroso como Sorrento era aún peor, faltando poco para terminar con su trabajo y regresar a casa junto a Milo, aunque sabía que Camus estaba en Francia sabía que un retraso le daría la ventaja al francés. Solo dos semanas, dos semanas habían sido suficientes para que Milo cambiara y todos sus planes se vinieran abajo.

Se metió en el baño de su habitación para peianarse en el enorme espejo con el que contaba, Milo no respondía a sus llamadas ni mensajes, estaba preocupado, sin embargo ya tenía un plan. Colocó el seguro a la puerta y de debajo del lavabo sacó un pequeño cofre de madera, de él extrajo una pistola.

–Fuiste de mucha ayuda Sorrento, pero ahora eres un fastidio. – habló para si mismo y escondió el arma entre sus ropas.

Soltó un suspiro y poniendo su mejor sonrisa salió del baño, donde Sorrento lo esperaba con el ceño fruncido y una carpeta en la mano.

–¡¿Eres idota?!– gritó colérico el peli lila.– ¡¿Dejarás Grecia y no pensabas decirme?!

Kanon guardó silencio y miró al furioso de su amante, era verdad, sabia de ante mano que permanecer en Grecia equivalía a perder a Milo y ya que estaba en la capital había aprovechado en comenzar a ver trámites para salir del país permanentemente.

–¡Kanon di algo por un demonio!

–Claro que pienso irme de Grecia.– su voz era gélida. – y claro que iba a decirte, ¿qué haría yo sin ti?

–¿Enserio?– kanon asintió, aquellas palabras habían apaciguado su ira.

–Dejemos eso para después, ¿nos vamos?

Con esa sonrisa impecable en su rostro tomo de la mano a al oji rosa y salieron para dar su dichoso paseo. Lo que Sorrento desconocía era que ese sería el último que el disfrutaría.
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Camus había salido desde temprano de la mansión Scorpion y había estado dando vueltas por la ciudad para prepararse mentalmente a lo que se venía, había tomado prestado el auto de Kardia con la excusa de ir él solo hasta el lugar donde Milo “descansaba ” en paz.
Dobló en una de las esquinas y siguió el mismo trayecto para llegar hasta el hospital en donde hace cinco años le habían dado la fatídica noticia de la muerte de su amado.

Aparcó el auto y al salir tomó una bocanada de aire y dándose ánimos a si mismo entró en el hospital, un amargo sentimiento de ira le invadió pues recordó el haber corrido con desesperación por los pasillos con el corazón en las manos. Le preguntó a una enfermera en dónde estaba el consultorio de Angelo y ésta amablemente lo llevó hasta este.

–¿Camus?– iba a tocar cuando alguien lo llamó, volteó para toparse con unos ardientes ojos esmeraldas y una impactante cabellera azúl, por un momento sintió odio al verle pero tras mirar con más atención se dio cuenta que era su mejor amigo.

–Saga...– lo abrazó con fuerza, lo había confundido con su gemelo.– tiempo sin verte amigo.

–Lo mismo digo, ¿estas enfermo?

–¿Eh?– no había entendido la pregunta pero cayó en cuenta de que estaba en el hospital.– Ah no, vengo hablar con Angelo de un asunto ¿y tú?

–Tengo algunos problemas con mi columna, vengo a una cita.

–Bueno, ¿podemos hablar cuando salgas? O ¿cuándo yo salga? Es muy importante y más sabiendo que eres el jefe de policía.– Camus se mordió el labio apenado pues de lo que tenían que hablar era sobre Kanon.

–Claro, nos vemos entonces. – se despidió de su amigo y se fue a hacer sus cosas.

Camus tocó la puerta con dos ligeros golpes, escuchó una autorización y entró, en su escritorio se encontraba Angelo de brazos cruzados y con una expresión de sorpresa.

–Sientate Camus, hay mucho de que hablar. – se quito lo lentes que llevaba y se alborotó un poco sus cabellos plateados.

–¿Por qué lo hiciste Angelo? Él era tu amigo y mi prometido. – le encaró, fue directo al grano, sin titubear. Después de todo Camus tenía la reputación de ser el hombre más frío sobre la tierra.

–Esa tarde tuve miedo. – confesó.

–¿De qué?

–Más bien de quién: ese día Milo había ingresado con leves quemaduras e inconsciente debido a golpes que se llevó en la cabeza, afortunadamente no pasó nada grave y estaba “bien”, les hablamos a ti y a la señorita Calvera pero nos dijeron que andaban en nantes.

Esa tarde el único que llegó de inmediato fue Kanon, estuvo a su lado en todo momento, Milo dormido balbuceaba tu nombre, cuando Milo despertó lo primero que preguntó fue por ti.

–¿Camus? ¿Quién es Camus?– fueron sus preguntas según Kanon, pues él fue a buscarme.

Revisé los signos vitales de Milo y todo estaba en orden, sin embargo...

–¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? ¿Quién soy?– fueron algunas de sus tantas preguntas, miré asustado a Kanon quien no le quitaba la mirada de encima. Tras un chequeo rápido y un diagnóstico aun sin fundamentos, deducimos que había perdido la memoria. Le dimos un calmante y lo mandamos a dormir.

Cuando Kanon se enteró se puso feliz y me pidió que no le dijera a nadie que estaba vivo, que le dijera a todos que él había muerto.

Por favor Angelo, has esto por nuestra amistad.– me rogó. Me pareció absurdo y bastante egoísta.

Él también es mi amigo.– traté de hacerle entrar en razón pero al parecer ese no era el caso.

Por favor es lo único que te pido. – volvió a rogarme.

Está bien, pero esto queda en tu conciencia.– me alejé de él sin ninguna intención de hacer realidad su capricho, además de que ustedes no tardarían en llegar al hospital.

–¿En serio lo harás? – escuché su voz tras de mi.

Claro que no, va contra mi ética de médico.– en ese momento fui sujetado de mi brazo y acorralado entre la pared y la penetrante mirada de Kanon.

–Oyeme bien Angelo, lo pedí por las buenas, pero ya que no quieres cooperar no me dejas de otra.– sentí algo frío rozar mi sien, Kanon me apuntaba con un arma.– no te mataré pero si no haces lo que pido, Afrodita y tu bebé la van a pagar.

– ¿Cómo supiste que Afro está esperando un hijo mío?– allí comenzó mi angustia, nadie sabía sobre eso.

–Yo lo todo.– me susurró al oído y se marchó.

Lo pensé como loco, estaba entrando en pánico, Dita estaba solo en casa y ese imbécil se había marchado del hospital, cuando tu llegaste y preguntaste por Milo el miedo incrementó, no tuve más opción que mentir, lo demás fue sencillo, había un hombre, un empleado que había llegado con quemaduras graves pero aun con vida, más sin embargo murió en el quirófano. Ese hombre fue el que le entregamos a ustedes, tuvimos internado a Milo muy pocos días pues en cuanto estaba mejor Kanon se lo llevó haciéndose pasar por ti.

Camus sintió que algo se había roto dentro de él, Milo había preguntado por él, si tan sólo no hubise ido a Nantes nada se esto estuviera pasando, el relato de Angelo era pieza clave.

Angelo estaba tan arrepentido, que de sus orbes escarlata cayeron pequeñas lágrimas. Había cargado con esa culpa y tormento todos esos años sin poder decirle a alguien, Camus lo comprendió, sintió el dolor de su viejo amigo y todo el rencor se esfumó.

–Gracias, con esto que me acabas de contar estoy seguro que Milo regresara.

–Confio en que lo harás Camus, eres la única persona.
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Saga ya había terminado con su chequeo, ahora solo esperaba algunas indicaciones de su médico, médico al que no le quitaba la mirada de encima. No podía creer que ese bello ángel estuviese frente a él.

–Bien señor Cástor, solo deberá tomar esto y evitar cargar cosas pesadas. – le indicó el hombre.

–Por favor digame Saga, me hace sentir viejo. – bromeó en sus intentos de coqueteo.

–Mi nombre es Aioros.– el hermano mayor de Aioria mostró una impecable sonrisa, como éste jamás se había interesado en conocer a Kanon no se asombró al ver a su gemelo.

–Y dime Aioros, ¿te gustaría salir conmigo?

El joven castaño se ruborizó, nunca en su vida había conocido a alguien tan directo como el hombre que tenia justo enfrente, a decir verdad era bastante guapo a sus ojos, lo pensó por un momento para después sonreír y negar con la cabeza divertido.

–Estoy libre el sábado. – sacó su tarjeta de presentación y se la entregó al mayor.

–Hasta entonces. – tomó delicadamente la mano de Aioros y le depósito un cálido beso que le erizó la piel.

Salió del consultorio para envontrarse con Camus quien ya lo esperaba donde se habían encontrado.

Aioros soltó un suspiro, tenía años que no tenia una cita y ¿por qué no salir con Saga? Después de todo le pareció muy apuesto, había sido educado y muy bromista durante la consulta. Mantenía una sonrisa bobalicona como de un chico de secundaría. Aioros había tomado el lugar que Shura había dejado para ir a Grecia, fue un cambio drástico el haberse mudado así de repente pero ya se estaba adaptando, el único problema era que aun no manejaba apropiadamente el francés.

Tomó su celular para llamar a su hermano y saber como estaba pero justo en ese momento el rey de Roma llamaba.

–¿Qué sucede Aioria?

Solo quería saludar a mi hermano mayor.– soltó una risita.
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Había salido de una operación bastante complicada, estaba cansado pero aun así tenia cosas que hablar con su compañero Aioria, de solo pensar en él su corazón se aceleraba aunque se recriminaba mil veces por eso.

Tenía pareja, un francés del que se enamoró perdida mente hace un año, sacudió su cabeza para dejar de pensar en tonterías, él estaba con Camus y eso era indiscutible.
Sin embargo, el pequeño “mínimo ” como solía llamarle por su forma de ser, acaparaba toda su atención, era lindo, introvertido, bastante gracioso y todo un profesional en su trabajo. En soló dos semanas se habían acoplado perfectamente, se habían hecho amigos íntimos, desayunaban juntos, almorzaban juntos y ahora que Camus no estaba cenaban juntos, lo que más le gustaba era montar guardia con él pues Aioria más de una vez le había insistido en que el hospital estaba embrujado.

Shura no pudo evitar sonreír, caminó por los pasillos al encuentro de su amigo, encontró la puerta semi abierta y a Aioria hablando por teléfono.

–Solo quería saludar a mi hermano mayor.

Soltó una risira y puso el teléfono en alta voz pues estaba ocupado rellenando algunos papeles.

Bien, ¿cómo has estado sin mi?

–Bastante bien, aunque si extraño tu deliciosa comida.– hizo un puchero.

¿Que tal tu nuevo compañero?– Shura que aun seguía escuchando afino su oído.

– Es muy atractivo. – Shura se sonrojó. – Y muy aburrido.

El peli negro fruncio el ceño consternado.

Con que atractivo, ¿no piensas salir con él? – Aioria parpadeo varias veces.

–Lo pensé al principio pero tiene pareja.– se encogió de hombros y se fue a un estante cercano para tomar unas carpetas.– además el amor no es para mi.

Aioria... Ya han pasado tres años, creo, creo que ya deberías olvidarla por completo. – aconsejó. – Marín no va a volver.

Eso ya lo sé. – confesó triste.– aun así, ¿y si la persona que decido amar termina igual que ella?

Imposible, Lyfia está internada en el hoapital psiquiátrico, ella no volverá a meterse en tu camino.

Lyfia era una ex compañera de Aioria en la universidad y también su mejor amiga, sin embargo  ésta escondía su profundo amor por él, cuando se enteró del matrimonio entre Marín y Aioria enloqueció, acosó a la pareja por meses, sobre todo a Marín y un día en el que Aioria estaba fuera de casa Lyfia entro en esta y mató a sangre fría a la chica, cuando le informaron al castaño no creía que fuese verdad, la escena del crimen fue traumática para muchos, se demostró que Lyfia tenía trastornos psicológicos y fue encerrada el hospital psiquiátrico, Aioria se mudó con su hermano y junto a Milo sobre llevó ese dolor.

–No quiero hablar de eso, ¿que tal tu?– cambió de tema.

conocí a alguien hoy y saldremos este sábado.

– Que rápido y que envidia me da.– bromeó mientras ocupaba de nuevo su lugar.

Shura tocó tímidamente la puerta y entró, estaba apenado por haber escuchado aquella conversación pero tenía que corregir algo.

–Aioros te habló después, tengo trabajo.– se despidió de su hermano y miró a Shura quien lo miraba más serio de lo usual.

–¿Con qué soy aburrido? – el peli negro cerró la puerta y puso el seguro de ella.

–Yo...– no le dio tiempo de hablar pues Shura lo había acorralado contra su silla y el cuerpo del español. – Shu-Shura...

Sus mejillas se tiñeron de un hermoso rojo, la cercanía del otro lo estaba poniendo nervioso pues jamás había estado en una situación igual.

–Yo no soy aburrido. – lo tomó por las caderas y cargándolo lo apoyó contra la pared, las piernas de Aioria abrazaban las caderas de Shura, tímidamente coloco sus brazos alrededor del cuello del otro para no caerse y lo miró, los intensos ojos negros de Shura lo miraban con pasión, estaban en una situación muy comprometedora y extraña.

–Shura ¿Qué estas...?

–Demostrándote que no soy aburrido.– no lo dejó terminar la pregunta.

De un momento a otro los suaves labios del azabache capturaron los de Aioria, éste estaba perplejo, sin saber que hacer, sintió como los labios de Shura se movían sobre los suyos y dejándose llevar le correspondió, poco a poco la lengua del español fue abriendo camino hasta rozar la del castaño, un batalla se llevaba a cabo dentro de la cavidad vocal de Aioria, era exquisito, sublime, nada se comparaba a lo qué ambos sentían en ese momento, era mágico un momento que no querían que acabara, sin embargo la falta de aire se hizo presente. Se separaron dejando una fina hilera de saliva.

–¿Por qué? – preguntó en menor confundido.

–Me gustas.
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He vuelto! Bien esta e primera parte de muchas cosas que darán inició a que Milo recupere su memoria ggg.
Perdón por la tardanza u.u

Bueño, ¿algo de humor?

Próximamente la saga de Trump :v

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