capítulo 13: Manos manchadas.

Ya había transcurrido una semana del pequeño incidente con el pelirrojo y no lo había visto desde entonces, en esa misma semana Kanon había tocado el tema de mudarse del país y el rubio había evadido el tema o se negaba a irse lo que lo llevó a un viaje improvisado a Francia, sería un viaje de ida y vuelta puesto que no quería dejar tanto tiempo solo a Milo, su plan era mentirle al griego sobre su estado de salud y decirle que para poder curarse debían ir fuera del país, era algo absurdo pero las ideas simplemente no le llegaban, después de todo quien lo ayudaba en todo era Sorrento, una parte de él se lamentaba el haberlo matado pero lo hecho, hecho estaba. Con aquella idea en mente fue a París para pedirle el favor a cierto médico conocido desde hace ya un tiempo, si lograba convencerlo le crearía un papel en el que se estipulara su "grave" estado de salud y así poder irse lejos con Milo. Con lo que no contaba era que Saga tenía a alguien siguiéndolo en la ciudad, Pandora le había comunicado al mayor sobre el inesperado viaje de Kanon, a lo que Saga mando a alguien a seguirlo, después de todo debía actuar como que no sabia de su llegado pero ciertamente lo tenia inquieto.

Kanon estaba tranquilo con los codos apoyados en el escritorio de madera y su cabeza apoyada entre sus manos, sonreía de manera engreída, le resultaba divertido ver los gestos nerviosos de su viejo amigo, Ángelo no decía nada, tenía miedo a una posible confrontación allí mismo en su consultorio, jamás imaginó ver al diablo de nuevo frente a él.

–¿Y bien? ¿Lo harás?–los ojos oliva del peli azul se clavaron en los nervioso ojos escarlata del peli plateado.– necesito tu ayuda, por los viejos tiempos.

El italiano tragó saliva y armándose de valor se levantó de su asiento bastante incómodo ante las palabras del gemelo menor.

–Lo siento pero no lo haré.– hizo una pausa y Kanon por supuesto no le cayó en gracia aquello.– hace cinco años manche mi ética profesional por tu culpa y no pienso repetir la historia.

–¿Por qué tan confiado? Sabes que si yo quiero te vuelo los sesos ahora mismo.

–Hazlo.– le retó.– Camus ya sabe toda la verdad y tú, vas a pagar por todo Kanon.

Furioso, el griego se paró y sacó aquella arma con la que había matado al peli lila y apuntó a Ángelo sin embargo el italiano solo sonrió arrogante y abrió sus brazos para que Kanon disparara cuando él quisiese.

–Dispara, al fin y al cabo estamos en un hospital lleno de muchas personas que te verán matarme.

–Tks.– guardó el arma, tenía razón algo así lo mandaría a prisión sin más.–tú ganas, ya conseguiré que alguien me haga ese favor.

Salió de allí furioso, pero las cosas no se iban a quedar así, debía tomar venganza a como diera lugar. Sacó su teléfono móvil y marcó a su nuevo ecuas.

–Bian, tengo un trabajo para ti.

Entendido señor.

Colgó, las cosas no las iba a dejar así como si nada, debía cobrarse el mal rato que había pasado. Ahora solo le restaba regresar a Grecia e inventar otra cosa para poder llevarse al rubio lejos de Camus y ahora que el pelirrojo sabia todo debía apresurarse todavía más.

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Milo estaba inquieto, el viaje de Kanon no le gustaba para nada, habían estado discutiendo sobre una mudanza a la que él se negaba y aquello no era una buena señal, había movido su primer peón y ese no era otro que Pandora quien le informaba sobre los movimientos de su opresor, ella le había contado del inesperado viaje a París, Kanon le había mentido de nuevo pues había dicho que su viaje era a la capital y que estaría allí por lo menos un día. Ya con el primer movimiento se animó a dar el siguiente paso, la siguiente pieza del juego era Mystoria, si lograba contactar con él sabría los estados de cuenta de la familia y si cabría la posibilidad de levantar su imperio textil, pero para eso debía a hablar con Dégel y que éste lo buscara, después de todo su cuñado ya sabia que estaba vivo, debía calcular sus movimientos pues no quería que su pieza más importante fuera lastimada, en el ajedrez el Rey es dicha pieza, para Milo dicha pieza era Camus.

Salió de su casa para ir a la de Camus y pedir el número telefónico del francés mayor, a decir verdad estaba nervioso, ya había pasado una semana desde que lo vio y desde entonces no había sabido nada de él, tocó el timbre y esperó por varios minutos hasta que la puerta se abrió dejando ver a Camus con los ojos rojos y los cabellos enmarañados, cabe decir que tenía una apariencia nefasta y eso le rompió el corazón al griego.

–¿Qué quieres?–le preguntó frio y con la voz ronca.

–¿Estabas bebiendo?– la voz de Milo parecía furiosa, ¿y como no estarlo? Sabía perfectamente que el francés no toleraba tanto el alcohol.

–¿Qué quieres?–repitió, trató de mantenerse frívolo, no quería que Milo lo viera llorar, de por si ya era horrendo que lo viera de esa manera como para darse el lujo de que lo viera en el fondo.

–uiero el número de Dégel.– Dégel, por los efectos del alcohol sintió celos de su hermano otra vez, en el fondo siempre había estado celoso de él por ser mejor en todo. Quiso llorar, quiso abalanzarse sobre Milo y preguntarle a gritos si aún prefería a Dégel antes que a él. Camus estaba tan dolido y ebrio que jamás notó la cara de preocupación del otro, Dégel no le importaba, le importaba él, su hermoso pelirrojo.

–Pasa.– guardándose todo ese mundo de emociones se hizo a un lado para dejarlo pasar, la casa estaba hecha un asco, botellas de diferentes licores se hallaban en el piso, ropa por doquier, ropa que no parecía de Camus y basura en todas partes.– En mi teléfono está su número.

Milo tomó el móvil de las delicadas manos del francés y buscó el número para después apuntarlo en su móvil, lo vio acostarse en el sofá, llevaba puestos unos pantalones holgados al igual que una polera gris que al ser tan grande se le resbalaba de los hombros y dejaba ver su nívea piel. Le pasó el móvil de regreso a Camus y éste mejor se sentó, uno de los hombros de la camisa resbalo y dejó ver un clara marca rojiza en la piel blanca de su hombro, Milo se quedó sin habla.

–¿Eso es todo?– Camus quería que se fuera, no lo quería cerca pues su sola presencia lastimaba, Milo no respondió, se sirvió un vaso de whisky y de un solo sorbo se lo tragó.

–¿Has estado con alguien?–Camus se tensó, ¿ y qué si había estado con otro? Era su vida y podía hacer lo que él quisiera. Solo se limitó a encogerse de hombros e ignorar aquello.– Respóndeme.

–¿Cómo por qué he responderte? Después de todo no eres nada mío como para contarte.– eso molestó al rubio, se acercó al pelirrojo y lo empujó en el sofá quedando sobre él, acto que provocó en Camus ira, le importaba muy poco lesionarse más el brazo enyesado, él quería respuestas.

–Esta marca ¿Quién la hizo?– desnudó más el hombro del francés y vaya sorpresa, no era la única seña de que el pelirrojo hubiera estado con alguien.–¿Fue Shura?

–¡Qué te importa!– gritó colérico y usando su fuerza logró quitarse de encima al blondo. Sin embargo Milo lo sujeto por el brazo.

–¡Respóndeme!

–¡Suéltame!– se soltó también de su agarre y lo miró furioso con la mirada acuosa pues sus orbes empezaban a llenarse de lagrimas.

–Camus...

–¡Vete Milo! ¡vete de mi casa! ¡vete de mi vida!– comenzó a llorar, tambaleándose se acercó a Milo y lo golpeó en el pecho.– ¡Te odio! ¡Te odio!

Se dejó caer sobre sus rodillas, el blondo se agachó para verlo, se maldecía una y otra vez por que había provocado, lo tomó por el hombro y quiso levantarlo pero Camus no se dejó, con su mano levantó el mentón del pelirrojo y clavo sus zafiros en los hinchados y rojos ojos de su amado, Camus le escupió y apartó su mano.

–¡No me toques y lárgate!– fueron sus ultimas palabras y sin más decidió irse antes de seguir hiriendo al francés.

Llegó a su casa a romper todo lo que se le atravesaba, golpeó la pared hasta que los nudillos le sangraron, lo perdía, a cada momento lo perdía, por su culpa Camus estaba así, por su culpa había llorado, todo era su maldita culpa, llegó a pensar que tal si debía de haber muerto en el incendio, de ser así le ahorraría todo ese sufrimiento que le estaba causando al francés. Tomó su teléfono y buscó el número de Dégel, decidió no marcar ese día, lo haría en unas semanas cuando Aioria le quitara el yeso y pudiera hacer todo por si solo. Subió a su habitación y se encerró allí a pensar en como devolverle la felicidad a Camus sin que él estuviera incluido, prefería perderlo y verlo feliz con alguien que valiera la pena, a verlo triste y esperando por él cuando no sabía si iba a poder regresar a su lado.
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Después de arduo trabajo al fin llegaba su día de descanso y no sólo el suyo si no el de Shura también, Aioria estaba barriendo mientras Shura acomodaba las almohadas del sofá, quería dormir, habían tenido un turno pesado en el hospital pero Aioria insistía con limpiar la casa, rendido se dejó caer en el sofá molestando al castaño.

–Shura, si no te apuras jamás terminaremos.

–Tengo sueño.– fue su escueta respuesta, el castaño rodó los ojos, Shura sonrió, Aioria se había estado reusando a caer en sus encantos por lo que aun no comenzaban a tener una relación enserio.

–Shura, si vas a dormir ve a tu habitación. – le regañó, el peli negro se sentó y jaló a Aioria hasta que cayó en su regaso.

–Shura basta...– susurró.

–No.– besó su cuello lo que le provocó un escalofrío.– ¿Por qué no eres más cariñoso conmigo? Yo ya te dije que estamos saliendo.

–Yo...– guardó silencio y bajo la mirada, Shura soltó un suspiro y abrazó al menor.

–Aioria date ka vuelta. – ordenó una vez que dejó de abrazarlo.

–¿Eh?

–Que te des la vuelta, quiero verte a la cara.

A regañadientes se levantó para esta vez sentarse en el regazo del español y quedar frente a frente, nunca se imaginó estar así con aquel hombre que conoció hace apenas unas semanas atrás, recordó que la primera vez que lo vio casi se le caía la boca al piso pues desde aquel instante le había parecido guapo, recordó las pláticas sin sentido a la hora del almuerzo, así como también recordó la primera vez que se besaron y desde entonces no se había repetido aquello.
Shura sostuvo entre sus manos el rostro del castaño y le mostró una sonrisa amorosa que le provocó un leve sonrojo.

–Yo sé que tienes miedo a que pasé lo que pasó con ella.– señaló Shura con la cabeza la imponente foto de Marín que el castaño atesoraba.– Pero escucha, yo no permitiré que nada ni nadie te haga daño o que me haga daño a mi.

Aioria, al escuchar aquellas palabras sintió que el corazón se le quería salir del pecho, sus ojos se cristalizaron y soltando unas traviesas lágrimas abrazó al mayor.

–No quiero volver a perder lo que más amo, no quiero. – dijo entre pequeños sollozos. Shura lo apartó un poco para verle a los ojos.

–Y no lo harás. – le afirmó y acortando la distancia rozó los labios del menor, quien cerró los ojos en espera a que Shura se aventurara a besarlo, el peli negro sonrió y pegó sus labios a los de Aioria para comenzar un beso, un beso tan tierno y lleno de amor, un beso puro, un beso que hizo que ambos degustaran del sabor de los labios del otro, el cálido contacto se detuvo cuando el aliento les hizo falta.

Shura cargó al menor tomándolo por sorpresa y con él en brazos subió a la habitación, Aioria se aferraba al español sintiendo su suave olor a café, con delicadeza Shura lo colocó en la cama y volvió a juntar sus labios para sentir de nuevo el sabor de lo besos del griego.

–Si no estuviera tan cansado te haría mío ahora.– le susurró con la voz ronca, al castaño se le subieron los colores a la cara.

–Yo también estoy cansado, tal vez deberíamos dormir.

Shura asintió y se acomodó en la cama, seguido le indicó a Aioria se acostará a su lado y sin chistar obedeció, el español colocó sus brazos alrededor de su cintura y pegó sus labios a la nuca del griego para darle un beso en esa zona, es castaño sonrió y cerró sus ojos al igual que los de Shura para dormir a gusto junto a la persona que amaban.
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En París una terrible tormenta había caído de repente, Ángelo manejó con mucha precaución, después de todo el agua caía a torrenciales y ya había caído la noche, iba feliz, sintió que un peso de encima había desaparecido en cuanto Kanon había salido de su consultorio. El camino a casa se había prologando por la lluvia, siempre que salía del hospital iba con las ansias de ver a su esposo e hijo, su único retoño y por si fuera poco estaban esperando a otro integrante más.
Cuando llegó a su hogar se topó con que las luces estaban apagadas, estacionó su auto y con las llaves en mano se acercó a la puerta, había algo raro pero no sabía qué, introdujo la llave como todos los días y abrió el cerrojo, lentamente abrió la puerta de roble y se adentró a su hogar, encendió las luces y vio todo bastante tranquilo pero extraño a la vez.

–¡Amor ya estoy en casa!– se anunció pero no recibió respuesta. – ¿Dita? ¿Áxel?

Cerró la puerta tras de sí y dejó su maletín en una mesita que estaba cerca.

–Dita, amor ya llegue.– comenzó a adentrarse a la casa hasta llegar a la sala, todo parecía en orden. – Áxel, ¿hijo?

Algo estaba mal, algo estaba muy mal pues su pequeño de largos cabellos celestes siempre era el primero en recibirlo, se dirigió a las habitaciones pero de igual manera estaban vacías, por último se dirigió a la cocina.
Su respiración se aceleró y sintió que las piernas le temblaban, ahogó un gritó y cayó de rodillas, se llevó ambas manos a la cabeza y tiró de su cabello, colocó su frente en el frío mosaico y cuando se armó de valor para levantar la mirada se dio cuenta de que no era un sueño si no la cruel realidad quien le daba un fuerte golpe. Frente a él, en charcos de sangre se hallaban los cuerpos inertes de Afrodita y Áxel.

Gateó hasta donde estaban ellos aun su creer lo que sus ojos veían, su vista se tornaba borrosa por las lágrimas que reprimía, se negaba aceptarlo, aquello era un mal sueño una muy mala broma, con las yemas de los dedos rozó la piel de su amado, estaba fría, helada.

–Afrodita.– logró articular. – ¡Afrodita despierta!

Gritó con desesperación, movió el rígido cuerpo del sueco y se percató de la mancha roja que se extendía por su pecho, el peli celeste había muerto por un impacto de bala en el corazón. En su desesperación comenzó a practicarle R.C.P. lo cual era inútil, lágrimas cayeron sobre el hermoso pero carente de vida rostro de su esposo, lo tomó entré sus brazos y sin importar la sangre, lo abrazó, lo abrazó tan fuerte como pudo pues sería la última vez que lo haría.
Miró el cuerpo de su retoño, esté había muerto por una bala en la cien, si soltar el cuerpo de Afrodita se acercó a su hijo y al igual que con el sueco lo abrazó.

–¡Nooo!– gritó entre sollozos con el alma hecha pedazos.– ¡Ustedes no!

Lloró con mayor fuerza, había sido muy ingenuo al creer que se habría librado de las amenazas del diablo, se sentía culpable y a la vez miserable, pensó en que lo daría todo porque ellos estuvieses bien y fuese él quien pagara por su error. Porque si de algo estaba seguro era que aquello era obra de Kanon, no tenía ni el más mínimo ápice de duda.

–¡Te veré en el infierno maldito! – gritó refiriéndose al peli azúl. Se aferró más a ellos, no quería dejarlos ir, no así.

Esa noche lluviosa fue testigo de como aquel hombre había perdido lo que más amaba, aquel día había quedado marcado con la sangre derramada de aquellos inocentes que fueron víctimas de un engaño.
A las afueras, en un auto negro, Kanon y un chico rubio cenizo de ojos azules que respondía por el nombre de Bian, deleitaban sus oídos con los gritos llenos de dolor de Ángelo, nadie le decía que no a un Cástor, ya se había manchado las manos una vez y aunque  había mandado a Bian a hacer el trabajo sucio, de alguna manera, por ser el autor intelectual de aquel doble homicidio, tenía las manos manchadas con aquella sangre inocente.

–Creo que ya es suficiente, hay que regresar al Hotel antes de que los vecinos salgan.

–Si señor.

Bian, quien era el conductor encendió motores y puso en marcha el vehículo, no se sentía mal por lo que había hecho, no era la primera vez que lo hacía, además de que la paga que ofrecía Kanon era superior a otras. La primera vez que lo vio pensó que era un tonto al que podía mangonear, pero tan solo en aquella semana el peli azul le mostró lo contrario, tenía que irse con cuidado si no quería terminar como la familia de Ángelo.

La lluvia no cesaba y mientras Kanon dormía sin preocupaciones en una cómoda cama, Ángelo recibía la visita de oficiales en su hogar, estaba decidido, en cuanto Afrodita y su hijo tuvieran sepultura iría a la comandancia a revelar ese secreto que cayó desde hace cinco años, Kanon debía pagar con creces lo que había hecho.

¡Hola!
Perdonen mi demora u.u y perdonen si el capítulo es aburrido o muy corto, solo quería aclarar que a partir de aquí habrá una serie de muertes, así que preparence porque Kanon viene con todo (?

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