capítulo 10: Comienza el juego.
El teléfono de Kanon había estado vibrando insistentemente esa tarde, sin embargo decidió apagarlo, tenía que tener la cabeza fría para la hazaña que iba a hacer, Sorrento iba a su lado sin creer lo maravilloso que había sido el día junto a su amante. Habían ido al cine, a almorzar, a apasear y sobre todo aparentar ser una pareja normal. No cabía duda lo amaba.
La tarde estaba terminado y era hora de regresar al hotel para tal vez entregarse al hombre que lo volvía loco, sin embargo Kanon había tomado otra ruta e iban saliendo de la ciudad.
–Kanon, el hotel quedá para el otro lado.– el mencionado sonrió y sin despegar la mirada del camino sujetó la mano izquierda del peli lila.
–Ya lo sé, esto es parte de una sorpresa. – las mejillas de Sorrento se tornaron rojas y su corazón palpitaba de emoción, ¿era real?
¿Dónde estaba el Kanon que conocía? Tal vez, sólo tal vez había olvidado por completo a Milo y pensaba al fin estar con él como una pareja real. Que iluso, pues lo que ignoraba era que Kanon lo quería fuera de su vida lo más pronto posible. Dejaron la ciudad atrás, pero Sorrento tan emocionado iba que ni lo notó. Llegaron a las cercanías de un acantilado, aparcó el auto y soltó un suspiro.
–Baja del auto.– ordenó con voz ronca, toda la dulzura se había esfumado.
–Kanon, ¿qué ocurre?
–¡Qué bajes del auto! – gritó. Sorrento obedeció y fue conducido hasta hasta las orillas del acantilado.
Cuando se asomó a ver la altura un mareo le invadió, miró a su amante quien no paraba de verlo con una sonrisa macabra en su rostro, era él, el hombre que alguna vez vio con sus propios ojos matar a otro hombre para su propio beneficio. Una ola de miedo le Invadió, sus piernas se volvieron gelatina y no pidieron sostener más su peso haciendo que la gravedad fuera más abrupta para con él, Kanon sonrió al verlo a sus pies, la única cosa que extrañaría de él sería su culo pues como él habían demasiados.
–Kanon... Por favor, si hice algo mal perdoname.– rogó el menor con las lágrimas al borde de sus ojos. El mayor sacó el arma que escondía entre sus ropas y le colocó la boquilla dentro de la boca, Sorrento comenzó a temblar.
–Sólo los cobardes ruegan por su vida.– No vaciló ni un segundo y sin contemplaciones jaló del gatillo terminando así con la vida de aquel chico.
Se limpió la mano con un pañuelo pues la sangre de Sorrento le había salpicado, con el mismo pañuelo tomó una de las manos del chico y lo jaló hasta la orilla para darle un punta pie que hizo que el cuerpo cayera por aquel precipicio. Suspiró pesado y entró en su auto, revisó su teléfono llevándose la sorpresa de que las llamadas eran de Milo, volvió a apagarlo, ¿ya lo extrañaba? Que se aguantara, después de todo se había comportado una mierda con él, ya era momento de que sintiera lo mismo, o al menos con esa idea se fue Kanon de regreso al hotel en Atenas.
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A la mañana siguiente Camus espereraba su vuelo de regreso a Grecia y a una persona importante. La tarde anterior había tenido un mal presentimiento y desde entonces no soltaba el dije del escorpión que siempre llevaba y para poner sus nervios aun peor esa mañana había recibido un mensaje de Aioria diciendo “Ven a verme al hospital ”.
Algo no andaba bien, de eso estaba seguro, también cabía la posibilidad de que Kanon ya estuviese con Milo y eso sería terrible.
–¿Usted es Camus Aquarium?– una voz femenina había sacado de sus pensamientos al francés.
–Si, supongo tú eres la enviada de Saga.– encaró a la mujer que le hablaba, era una chica de tez muy pálida, hermosos ojos violeta y una larga cabellera negra.
–Así es, yo seré la sombra de Kanon Cástor a partir de ahora, soy Pandora, un placer. – extendió su pálida mano y Camus como todo un caballero la aceptó con gusto, después de todo tener a una aliada no era malo.
Ese día, el juego más interesante de sus vidas daba inició.
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Fuego. Telas. Ruido. Gritos. Sangre. Calor. Infierno. Poder. Riqueza. Familia. Amor. Odio.
Miles de imágenes pasaban frente a sus ojos, cada una de ellas con alguna palabra en específico, era una cinta cinematográfica la que pasaba ante él. Un niño sin padres, un hermano protector, una tía amorosa, un mejor amigo y un amor inolvidable. Todo eso lo reconoció sin problemas y sin duda alguna era él quien aparecía en todas y cada una de ellas...
Abrió poco a poco sus ojos, parpadeó un par de veces para acostumbrarse a lus incandescente que resplandecía sobre él, trató de moverse pero todo le dolía, ladeó la cebeza para tratar de averiguar donde estaba y se topo con una mesita de acero que contenía medicamentos, se tocó la cabeza con algo de esfuerzo sintiendo una venda pasar por ella, miró su brazo derecho donde tenía una fino tubo pasándole suero a través de sus venas, mientras que el izquierdo se hayaba completamente enyesado. Ahora lo recordaba, había tenido un fuerte accidente el día anterior, pero no solo eso recordaba.
–¡Si serás idiota!– la voz juguetona de cierto castaño le sacó una sonrisa de lado.–
–¿A quién le dices idiota?, idiota.– Milo le encaró, mostrando esa fría mirada azúl que tenía cuando dirigía el negocio familiar de los Scorpion.
–A ti idiota, como se te ocurre manejar a alta velocidad en la lluvia, es una suerte que no estés muerto. – le regañó más como médico que como amigo, aunque aquella mirada le había descolocado todo.
Aioria comenzó a revisarlo detalladamente, Milo solo esperaba a que éste terminara para poder decirle que había recuperado la memoria.
–Parece que todo está bien, tienes suerte amigo.– tomó asiento junto a él en una silla que había cerca.
–¿y Camus?– preguntó al fin, saboreando cada letra de su nombre de sus labios pues esta vez se refería al pelirrojo.
–Aun sigue en Atenas, le llamé toda la noche de ayer y esta mañana pero no respondió. – se encogió de hombros bastante despreocupado.
–No, me refiero al verdadero. – su voz se torno ronca.
–Al verdadero... – repitió sin entender.
–Aioria.–hizo una pausa para analizar un poco las cosas. – yo... Tengo mis recuerdos otra vez.
Un silencio fúnebre se plantó en la habitación, Aioria estaba sorprendido, por un lado estaba contento por su amigo pero por otro estaba angustiado, ¿quién era el hombre que había estado con Milo esos cinco años? Era como como una película de ciencia ficción donde el que perdía la memoria la recuperaba con un golpe, era absurdo y patético. Pero allí estaba la prueba viviente de que esa didea no era tan descabellada, sus pensamientos fueron interrumpidos por la intromisión de Shura quien al igual que Aioria quería ver al paciente, el castaño se tensó mucho al tenerlo cerca y no sólo era él, Milo también lo vio con desprecio pero fue ignorado por el azabache.
–¿cómo sigue señor Antares?– preguntó acercándose a Milo quien lo tomó de la camisa y lo jaló con rudeza para tenerlo cerca de su rostro.
–Soy Scorpion idiota.– le corrigió. – con qué tú eres el que se revuelca con mi prometido.
–¿He?
–Milo basta.– le habló la gentil voz del castaño.
–Escuchame, alejate de Camus, de lo contrario te voy a destruir.– le amenazó, no era ninguna advertencia, era una amenaza directa.– Milo Scorpion a vuelto.
Shura se quedó helado ante eso, por otro lado Aioria trataba de no reírse, ¿dónde había quedado el frío Shura? Lo que veía era solo un fantasma, Milo lo soltó al fin y le sonrió a mejor amigo para después pedirle algo de comida.
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Camus llegó horas después al hospital siguiendo las ordenes de Aioria, quien le había mandado aquel mensaje solo porque quería aclarar las cosas sobre Shura y decirle que Milo estaba allí, ahora todo había tomado otro curzo y ahora iba hasta la habitación del Rubio, por la poca información que Aioria le dijo, no sabia que el griego ya había recuperado la memoria. Se paró frente a la puerta vacilante, quería saber como estaba, quería verlo, pero también corría el riesgo de que Shura lo viese y le hiciera muchas preguntas. Soltó un suspiro y abrió la puerta, Milo estaba allí con la cebeza vendada, un brazo enyesado y algunos raspones en su rostro.
–Milo.– fue hasta donde estaba él, estiró su mano para acariciarle la cara pero aquella caricia fue rechazada por el rubio, descolocando al francés. – ¿Milo?
–Camus Aquarium, ¿por qué me negaste mis recuerdos?– el pelirrojo quedó petrificado, lo había llamado por su nombre, por su verdadero nombre.
–Milo yo...
–Guardate tus excusas y dime lo que sabes.
Allí estaba otra vez, ese hombre frío, calculador y sin sentimientos que conoció antes de ser novios, aquel que una vez le pareció inalcanzable. Con temor comenzó a relatar todo lo que había pasado, desde las amenazas de Kanon, su viaje a Francia, el encuentro con Kardia, de quien habló mucho y contó que seria padre, le contó su encuentro con Angelo y finalmente la ayuda de Saga. Camus se sentía terrible, no quería que su amado supiera todos de esa manera, quería ir lento revelándole las cosas con calma, pero la vida da muchas cambios y todo puede pasar en un abrir y cerrar de ojos.
–Ya veo.– dijo pensativo. Ni siquiera miraba a los ojos al francés y eso, eso le dolía. – regresa en una hora, necesito pensar con calma.
–Mon amour.– susurró con la mano sobre su pecho acariciando el dije de escorpión.
–No me llames así.– lo miró frío. – ¡Largo!– gritó furioso.
Camus salio rápido de allí, no lo soportaba, se suponía Milo lo envolvería en sus brazos y lo amaría como nunca, pero al parecer lo odiaba por ocultarle las cosas. Se apoyo en el puerta y se tapó la boca para callar un grito de dolor.
–¿No pensabas decirme? – el pelirrojo miró a su novio quien tenía una mirada triste.
–Shura yo...
–Te lo hubiera perdonado Camus.– agachó la cabeza.– Ahora yo...
No pudo terminar la frase, estaba tan confundido, por lo sentimientos nacientes que tenía por Aioria y por la decepción que se llevó al saber que su novio lo engañaba indirectamente con su vecino. Se fue dejándolo sólo y con muchos problemas.
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En Francia, Dégel yacía en su suave cama descansando, desde que Kardia se enteró del embarazo no permitía que su amado esposo moviera un músculo, era tan sobre protector, que a los ojos del peli verde resultaba tierno.
Kardia entró en la habitación sigilosamente y se acercó a s bello durmiente, retiró delicadamente la manta que lo cubría y de igual manera levantó la playera que el francés llevaba.
–¿Kardia que haces?– preguntó adormilado.
–Perdón por levantarte. – se subió a la cama para recostarse al lado del peli verde.
–Tus manos están frías. – poco a poco se acurrucó entre los brazos del mayor para escuchar el suave palpiteo de su corazón.
–Lo siento, quería hablar con el bebé. –Dégel sonrió feliz, levantó la cabeza y besó tiernamente al peli azúl.
–Entonces hazlo.– de acomodó de manera que su espalda quedó apoyada en las suaves almohadas.
Kardia levantó lentamente la tela que cubría el vientre de Dégel y acariciando la nívea piel de éste con sus frías manos le provocó un escalofrío. Acercó su rostro y le dio un cálido beso que hizo sonreír a Dégel.
–Hola.– habló casi susurrando. –¿cómo estas?– Kardia sonrió. – ¿Sabes? Estuve pensado en algún nombre para ti, si eres niño te llamarás Milo, como mi hermano pequeño, sin duda él iba a hacer el mejor tío del mundo. – guardo silencio.
–¿Y si es niña? – preguntó Dégel acariciando las suaves hebras azules del griego.
–Si eres niña, te llamarás Scarlet, como mi madre.– hizo una pausa.– realmente no importa lo que seas, yo ya te amo desde ahora. Si eres niño, prometo ir a tus entrenamientos de fútbol, basquetbol, béisbol, lo que sea. – dijo soltando una risita.– también iré a tus partidos, pero si te gusta leer como a tu madre, te compraré una biblioteca completa. Ahora que si eres niña, pienso meterte a clases de ballet e ir a tus recitales, claro que si así lo deseas y cuando tengas dieciséis ahuyentaré a tu primer novio.
–Kardia no puedes hacer eso.– le regaño.
–No escuches a mamá, no conoce las escopetas. – bromeó. – sé que serás hermosa, tal vez tengas lo ojos de Degui y sé que muchos chicos estarán detrás de ti, y cuando uno de ellos te rompa el corazón yo le romperé la cara mientras mami te abraza.
–Kardia eso fue increíble. – susurró.
–Te amo Dégel. – lo besó con ese amor que siempre le profesaba.
–No, yo te amo Kardia.
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Los cuatro se habían reunido en el cuarto de Milo, aunque Milo trató de correr a Shura de todo eso de alguna manera ya estaba envuelto en toda esa confusión. El rubio le había pedido, no ordenado a Camus que contará todo otro vez delante de Aioria y Shura, principalmente la parte del encuentro con Angelo, pues como Camus sabía, ese era punto clave pues desde allí empezaba todo. Los presentes estaban confundidos, asombrados y heridos, o ese era el caso de Shura y Camus. Milo y a decir algo cuando un móvil comenzó a sonar dentro de la bata de Aioria, era el teléfono de Milo.
–Es Camus, perdón Kanon.– se corrigió así mismo, aun no procesaba todo.
–Pasamelo.– soltó un suspiro y con una sonrisa contestó la llamada.– ¿Cariño?
Camus lo miró indignado pero fue ignorado, después de todo, ¿le decía cariño? Y a él le había tratado de la mierda, ¿por qué? Y para prender más la cosa Milo colocó el alta voz.
–¿Qué sucedió amor? Vi tus llamadas pero estaba ocupado. – la sangre le hirvió de coraje al escuchar su voz, pero no debia demostrarlo.
–Era Aioria, tuve un pequeño accidente en casa.– mintió, los demás solo observaban en silencio.
–¿estas bien? ¿qué ocurrió?
–Solo me fracture un brazo y me lastime la cabeza pero estoy bien, tropecé y caí por las escaleras, agradecele a Aioria, el me encontró. – soltó una risita de vergüenza, era bueno fingiendo.
– Siento no poder estar allí, ya le agradeceré a ese.– lo dijo con bastante odio, Aioria chasqueo la lengua molesto.
–¿Cuándo regresas? – cambio el tema, todos prestaron más atención.
–Mañana por la noche estaré en casa, extraño tu deliciosa ensalada griega.
–Te la tendré lista.– rodó los ojos.
–debo ir al jurado ahora amor.– sonaba tan dulce y gentil.
–De acuerdo, Te amo.–eso último lo había dicho mirando a Camus y con una fastidiosa sonrisa en su rostro, algo se había roto en Camus, ese te amo había sonado real, ¿celos? Por supuesto que si, estaba furioso.
–Te amo.
Fin de la llamada, Camus tenia ganas de arrojarse contra Milo y golpearla pero no lo hizo, sólo se dirigió a la puerta pero Aioria le bloqueba el paso, miró al rubio pero este sonreía en forma de burla mientras le negaba con el dedo.
–Mis piezas del juego no van a ninguna parte. – habló frío, Camus no lo reconocía.
–Ya es suficiente. – dijo Shura exasperado. – ¿por qué haz dicho eso?
–¿Qué esperabas? ¿qué le dijera la verdad?– soltó una carcajada, Aioria no reconocía a su amigo. – ¿eres idiota?
–¿Ahora que Milo? – por fin hablaba Aioria.
Milo lo meditó un poco y los vio a todos, tenía a un médico que no tenía nada que ver en el asunto, un hiperactivo amigo y un molesto francés, no tenía piezas buenas pero algo es algo, toda la ayuda era recibida. Sabía que lastimaba a Camus, pero también él es estaba furiosos, uno; no le había dicho la verdad, dos; le seguía el jueguito a Kanon y tres; mantenía una relación con Shura mientras se acercaba a él. Además no tenía tiempo para cosas amorosas, solo para comenzar un juego nuevo.
–Lo pensaré bien, debo saber como seguir el juego apropiadamente.– colocó su mano sana en su barbilla.– y tú. – Miró a Camus.– será mejor que no provoques a Kanon, podría hacerte daño.
Bien, para las que querían que Milo recuperara la memoria tras el golpe, pues aquí esta xd jajaja espero les guste.
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