capítulo 1: Fantasmas del ayer.
Cinco largos y amargos años habían pasado desde aquel incendio en donde el joven Scorpion había perdido la vida, su prometido había estado tratando de vivir solo de los recuerdos que quedaban, jamás lo dejó de amar... Camus se encontraba en un auto camino a su nuevo hogar, después del incidente decidió irse lejos, y así fue, se mudó a otra ciudad, perdió contacto con la tía de Milo, aunque con Kardia no del todo ya que éste se había enamorado de su hermano mayor a quien se llevó a viajar por el mundo, ambos jóvenes le invitaron más de una ocasión a ir con ellos pero él rechazó todas las invitaciones, ver a Kardia y a Degel juntos le recordaba mucho a él y a Milo. Sin su adorado rubio la industria textilera cayó en bancarrota, las llamas de aquel incendio habían acabado con todo y sin alguien al mando era imposible que volviera a su esplendor, Calvera se encargó de guardar y no malgastar el dinero que había dejado su difunto sobrino.
Ese día era diferente, ahora Camus se encontraba en una pequeña ciudad en Grecia, su nuevo hogar, sin embargo no iba solo, un año atrás había conocido a un joven de cabellos azabaches en una librería en Nantes, el cual se volvió su novio, no sentía lo mismo que por Milo pero estar con alguien lo hacía sentirse menos solo. El otoño estaba empezando a los árboles ya casi se le veían sin hojas verdes y la noche ya estaba por caer, en el camino Camus miraba la ciudad, le parecía muy pintoresca y un poco chapada a la antigua lo que le fascinaba, un camión de mudanzas iba detrás de ellos, su novio, quien manejaba colocó una de sus manos en su hombro.
-¿ansioso?- preguntó el de cabellos azabaches captando la atención del pelirrojo.
-Nervioso... Shura, es un lugar muy bonito.- respondió y volvió a mirar por la ventana.
-Sé que vas a extrañar Nantes, pero...
-Esto es una oportunidad que no dejarías ir.- terminó de decir por su novio.- No me molesta dejar Nantes. Serás el mejor médico de este lugar.
-Eso espero.
Ambos callaron y Camus siguió viendo por la ventana, justo cuando pasaban por una cafetería llamada "Las puertas del santuario", algo llamó su atención, el local era bastante bonito, con dos grandes ventanales a cada extremo y la puerta en medio, se apreciaban mesas en el interior y en el exterior de ésta, todos los muebles de madera, pintados de blanco y barnizados, en cada mesita había un servilletero y un pequeño florero, pero no por eso se la había quedado viendo, en ese momento en el que pasaban un rubio entrababa en la cafetería, Camus parpadeó varias veces y se talló los ojos, volvió a mirar pero ya no vio nada.
-No, tú estas muerto...- susurró, aquel rubio le había parecido mucho a Milo.
-¿Dijiste algo amor?
-¿Eh? No.
-Bueno, ya casi llegamos.
Camus continuó viendo las calles por la ventana, se entristeció al recordar a su amado rubio, lo extrañaba aun y podía jurar que ese amor se hacia más fuerte cada día, unas cuadras después pasaron por un parque el cual se encontraba rodeado de muchas casas, la mayoría de dos plantas y pintadas con colores pastel, le llamó la atención que habían algunas casas con adornos barrocos. Lo único que Camus sabia era que su nuevo hogar era una de esas casa que rodeaban el parque.
-Creo que todas las mañanas vendré a correr a este parque.- comentó el pelirrojo.
-Está bien, sólo quiero que no te sientas raro o incómodo.
-Tranquilo, estaré bien mientras tu trabajas.
Se estacionaron en una casa azúl pastel, de dos plantas, con grandes ventanales y un balcón, la casa les pareció bonita a ambos, ni muy lentos ni perezosos bajaron del auto y con ayuda de los de la mudanza bajaron todas y cada una de sus pertenecías, indicando en donde deberían ir cada mueble, para cuando los de la mudanza se fueron ya eran más de la nueve de la noche, lo único que quedaba por acomodar eran algunas cajas en las cuales iban cosas pequeñas o frágiles. Camus soltó un suspiro aun quedaban cosas por acomodar y ya se sentía cansado, comenzó abriendo una de las cajas pero una mano se posó en su hombro.
-Vamos a dormir, mañana acomodamos lo que falta.- Camus miro a su novio.
-Pero...
-Pero nada.- le calló.- vamos, mañana que regrese del trabajo acomodamos todo lo demás.
- Cierto, mañana es tu primer día.- le sonrió.
Ambos jóvenes subieron las escaleras hasta llegar a su habitación, un beso y un "buenas noches" fue todo y ambos cayeron en los brazos de morfeo.
El despertador sonó. Cinco y media de la mañana, los dos se levantaron de prisa, mientras Shura se bañaba su novio preparaba un café para ambos, al cabo de unos minutos el peli negro bajó con su bata de doctor en mano, se tomó la taza de café, besó al pelirrojo y salió de inmediato con dirección al hospital. Por su parte Camus subió para colocarse un pants negro y una sudadera gris, sus zapatillas deportivas y se amarró el cabello en una coleta alta. Caminó hasta llegar al parque, el cual quedaba frente a su casa, comenzó a estirarse y a calentar, la mayoría de las personas que lo miraban se fascinaban de su belleza.
-Es tan guapo como el chico Antares.- le murmuró una mujer a otra justo cuando pasaban al lado de Camus, éste solo chasqueo la lengua.
Mientras calentaba sus ojos se toparon con una figura masculina de hermosos cabellos rubios que corría al otro lado, cerró los ojos y negó con la cabeza, en ese momento el rubio dobló hacia un lado y cuando Camus volvió a mirar el chico ya no estaba. ¿Por qué? ¿Por qué ahora recordaba a Milo? ¿Qué pasaba? Un fuerte dolor en el pecho lo invadió, se llevó la mano derecha a ese sitio en su cuerpo. Con su mano derecha tomó aquel dije que el rubio le había regalado cuando eran novios, un pequeño escorpión de oro, ese día cumplían meses de salir y Milo lo sorprendió con dos cadenas de oro con dijes, uno de ellos era un copo de nieve de oro blanco con un pequeño zafiro en el centro, se supone simbolizaba a Camus, ese dije se lo quedó el rubio, la otra cadena tenia el dije de un escorpión con dos pequeños rubíes como ojos, aquel simbolizaba a Milo. Camus jamás se quitó aquella cadena ya que era lo único que le había quedado del rubio. Buscó el otro dije pero jamás lo encontró.
Sacudió su cabeza para apartar aquellos bellos recuerdos y comenzó a correr, nuevamente esa melena rubia, ese chico, aquel joven llevaba su cabello perfectamente recogido en una cola alta, corrió para tratar de alcanzarlo pero nuevamente lo perdió de vista, ¿qué estaba haciendo? Siguió corriendo, su corazón latía a mil y no precisamente por estar corriendo, no, se debía a aquel rubio parecido a Milo, pero imposible ya que estaba muerto. Unas vueltas y volvió a toparse con aquel joven que ahora corría en dirección contraria y del otro lado, se paró en seco y lo miró, ¿Era Milo? ¿Podría ser? No lo podía ver del todo bien ya que por donde pasaba habían unos arbustos un tanto altos, cerró los ojos y para cuando los abrió el rubio ya no estaba de nuevo. Camus chasqueo la lengua, su subconsciente le estaba jugando una broma de mal gusto, Milo estaba muerto.
Al cabo de unos minutos se sentó a descansar, ya era hora de regresar a casa, sentado mantenía la cabeza agachada, Milo invadía sus pensamientos, siempre era así pero ahora era demasiado seguido, juraba ver su fantasma en ese parque, cuando alzó la mirada justo en ese instante, pasaba junto a él aquel rubio, como si fuera un reflejo lo tomó del brazo a lo que el chico detuvo su andar, aquellos rubíes chocaron con los hermosos zafiros de aquel chico. Parpadeó varias veces, ¿estaba soñando?
-Milo...- soltó al ver que no era un sueño, que realmente su amado rubio estaba allí. Se levantó y se colocó frente a él.
-Disculpe, ¿Lo conozco? ¿cómo sabe mi nombre?- preguntó aquel hombre al ver que el pelirrojo aún lo sujetaba.
-Milo estas vivo.- sonrió y lágrimas comenzaron a caer de sus orbes.- Milo soy yo...
-Debe de estar confudiendome.- se soltó del agarre de Camus, no se confundía, era él, era Milo, era la persona quien todo el mundo creyó muerta. Sin más que decir el rubio salió corriendo dejando a Camus allí solo.
En ese instante comenzó a llover, el rubio corría, estaba alterado, ¿cómo es que aquel hombre sabía su nombre? Por alguna extraña razón su voz se le hacia conocida, pero lo que mas le llamaba la atención eran aquellos ojos escarlata, esos ojos con los que había soñado durante esos cinco años, su corazón latía a toda velocidad, amenazaba con salirse de su pecho, ¿por qué? ¿por qué sentía eso? ¿por qué se encontró con esos hermosos ojos? ¿quién era él?
Camus también corrió hasta su casa, era él, era su Milo, no había dudas, no era ningún fantasma, estaba vivo, pero... ¿por qué no lo reconoció? ¿por qué lo trató como un desconocido?
Cuando llegó a la puerta de su casa estaba completamente empapado, suspiró ¿por qué su amado no se alegró al verlo? Inconscientemente miro a su izquierda, a dos casas de la suya Milo entraba a su hogar, abrió los ojos como platos, su amado rubio era su vecino...
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