Veo, veo

Su familia le llama Kook. Bueno, al menos su hermana y su madre lo hacen; su padre le
llama Jungkook. Me paso casi todo el tiempo observándole a él. Su cuarto está en el segundo piso, enfrente del mío, y casi nunca cierra las contraventanas. Algunas mañanas no se levanta hasta las doce. Otras, ya no está en su habitación cuando me asomo a mirar. Pero la mayor parte de los días se despierta a las nueve, sale por la ventana de su cuarto y trepa hasta el tejado en plan hombre araña, aprovechando las rugosidades del enlucido. Se queda allí como una hora y luego se cuelga de las manos y se balancea para meterse de
nuevo por la ventana. Por más que lo intento, no logro averiguar qué hace allí arriba. Los
únicos muebles que hay en su habitación son una cama y una cómoda. Junto a la puerta
tiene unas cuantas cajas amontonadas sin abrir. No hay nada de decoración, salvo un
póster de una película titulada Jump London. La busqué y vi que es un documental sobre el
parkour, una especie de gimnasia callejera, lo cual explica todas esas locuras que es capaz
de hacer. Pero cuanto más observo a Kook, más me intriga.

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