¿No te gusto?
—No lo tengo.
—Vamos, Craig. El último en saber algo del suero fuiste tú. Eso nos dijo Clyde.
—¿Pa-para qué lo quieres? ¡Ack!
—Kyle y Kenny se pelearon, y necesitamos que se digan la verdad entre ellos para aclarar el asunto.
—¿La verdad de qué?
—Mira, solo dame el suero y te dejo en paz con tu novio.—Cartman perdió la paciencia rápidamente, y es que Craig prestándole poca atención ahí sentado en el sofá de la sala junto con Tweek mirando Red Racer no era lo mejor para sus nervios.
—Ustedes no harían algo así para arreglar una amistad y ya.—se encogió de hombros Craig, sin quitar la vista del televisor.
—¡El viernes es el estreno de Chinpokomón, la película y...!
—¡Ack! ¿Sigu-siguen viendo e-eso? — preguntó sorprendido el rubio adicto al café, mirando al dúo de amigos con una obvia mueca de burla. Craig sonrió al escuchar a su novio preguntar aquello.
—¡Sí, marica de mierda! ¡Ahora denos el suero de la verdad para arreglar a los otros dos maricas de Kenny y Kyle!
—¡Que Kyle no es marica, culo gordo!—defendió a su amigo Stan, repitiendo como por doceava vez aquella frase.
—Mira, ¿yo le chupé el pene a Kyle y lo enojé? No. ¿Quién fue? Kenny. Y aquí me ves, tratando de ser amable con Craig y su gay novio Tweek por un asqueroso suero que, se suponía, tenía Clyde. Caminé diez cuadras. ¡Diez cuadras! Y me perdí varias series y la tarde entera en esta mierda. Así que cierra la boca, Kyle es gay hasta el último de sus jodidos rizos.
—...¿K-Kyle es gay?—preguntó Tweek, siendo el primero en reaccionar. Stan y Craig seguían con la boca abierta por lo dicho por Eric.
—Sí. ¿Tú también le quieres chupar el pito? – Craig reaccionó ante esa propuesta frunciendo el ceño y sacando el dedo medio, mientras Tweek se retraía nervioso murmurando un "¡no, no, sería mucha presión! "
—No te lo voy a dar, le prometí a Clyde que no se lo daría a nadie, sobre todo a ti.—dijo con aparente calma el chico del chulo azul. Stan bufó desesperado por tantas trabas en el camino, pero sobre todo al no poder refutar la "teoría" que Cartman se había encargado de explicarle en el trayecto de la casa de Clyde a la de Craig.
—¡Ack, además yo aun no sé hacerlo bien! ¡S-sigo mo-mordiendo a Craig cuando intento meterlo en mi b-boca, gah!
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—Bendita sea la boca floja de Tweek y su inutilidad a la hora de hacer orales. — habló divertido Eric encima de su cama, mientras Stan lo observaba incómodo al recordar lo sucedido. Luego de que Tweek soltara aquellas palabras, Craig se abochornó y enojó tanto, que de un rápido movimientos de pie, casi una carrera, subió a su cuarto y entregó el suero con la condición de que lo que había dicho Tweak se quedara en secreto.
Ojalá pudiera quitar la imagen mental que se había creado de Tweek mordiendo a Craig de una manera obscena. Carajo, eso no era bueno para su salud psicológica. De hecho, todo lo que estaba ocurriendo no era bueno para su salud. ¿Desde cuando todos se hacían maricas sin antes consultar? Quería culpar a las asiáticas, pero ellas ni siquiera se habían dignado en dibujar a Kyle y Kenny como pareja. Así que tenía que afrontar la confusa realidad. Quizás a Kyle le gustaba el chorizo y a Kenny... Bueno, Kenny siempre metió cualquier mierda a su cuerpo y boca, lo que más le sorprendía no es que él fuera gay, si no que decidiera enamorarse de Kyle, el chico más correcto y de madre más agresiva de South Park.
—Ahora solo debemos traerlos aquí, inyectarles a la fuerza el suero y encerrarlos.—comentó bastante satisfecho el dueño de casa, soltando una risa de satisfacción que le dio mala espina a Stan.—Lo haremos mañana.
—¿Y para qué es el extintor?—preguntó el del gorro de pompón rojo, enarcando una ceja.
—Es una parte importante del plan.
—¿Para qué?—insistió, haciendo que el castaño frunciera el ceño.
—Los extintores extinguen cosas calientes, no?—Stan asintió, aun sin comprender nada.—Pues supongo que servirán para extinguir cualquier cosa caliente.
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Kyle rodó encima del colchón como por quinta vez en menos de cinco minutos. La canción en sus auriculares sonaba a un volumen bastante alto, como una medida desesperada por borrar sus idiotas pensamientos que no dejaban de acosarlo aun durmiendo. Habían pasado ya unos días desde lo ocurrido en la biblioteca, y aun no podía quitarse de la cabeza todo lo referido con Kenny. Bufó con hastío a la vez que cambiaba de pista. La nueva canción, un tanto más animada, pareció calmar su cuerpo y desesperación interna. Sin embargo en menos de un minuto, su mirada viajó a aquella caja decorada con el gran moño rojo desparramado por el suelo. El papel colorido estaba rasgado, y obviamente el contenido ya había sido checado por sus ojos. Un sobre salto invadió su piel, erizándola y provocando que su pulso se acelerara sin motivo aparente. Gruñó e hizo rechinar sus dientes del enojo, dándose media vuelta sobre la cama para darle la espalda al presente.
Dentro de la caja, el libro que tanto había buscado por meses descansaba aun intacto. Él no había tenido la fuerza de leerlo una vez pudo con la sorpresa inicial de encontrarlo en el fondo de la caja de regalo. Era una adquisición que había deseado muchísimo, pero que por vivir en un pequeño pueblito montañés de Colorado nunca había podido conseguir, debido a que las editoriales no imprimían ni comercializaban tales obras en un sitio donde tan pocas personas se interesaban por leer. Varias veces pensó en hacer un pequeño viaje a Denver o incluso Canadá para comprarlo, sin embargo su madre no le había complacido con dinero por más que le había rogado y mostrado unas excelentes notas en todas las materias de la escuela.
¿Cómo demonios Kenny se había enterado de que quería ese libro? Nadie más que Stan conocía su gusto por ese autor. ¿Quizás Kenny si lo tenía en cuanta mucho más de lo que alguna vez pensó? El solo hecho de darse que en realidad el chico de la parka, ese callado y algo distante rubio amante de las porno y las play boy's tenía el ojo puesto en él le parecía un chiste de mal gusto. Para comenzar, ¿qué diablos? A Kenny le gustaban las chicas, específicamente tetonas y putas. No por nada era un casanova de primera que disfrutaba de practicar el kamasutra al derecho y al revés. ¿Entonces por qué se fijaría en él? No se parecía en nada a una chica: no tenía vagina, grandes pechos, cintura angosta o un cabello largo que estirar en medio del sexo. No, él era todo lo contrario: una espalda prácticamente ancha, músculos ligeramente trabajados debido a su pasatiempo en básquetbol, el cabello corto y rizado, brazos fuertes, un rostro obviamente varonil y un pecho plano como Wendy. Ah, y un pene nada pequeño. ¡Un pene, carajo, un pene! ¡No una vagina! ¡Un pene de unos buenos dieciocho centímetros! Viera por donde se viera, no entendía como Kenny podía fijarse en él.
La pista terminó y comenzó a resonar otra igualmente indiferente al lío que se trabajaba en su mente. Volvió a girar en la cama hasta quedar boca arriba, mirando un punto muerto del techo como idiota.
<<¡Dios, jamás debí enamorarme de ti!>>
—¿Yo te pedí que te enamoraras de mí?—susurró con un renovado mal humor, sin moverse de su sitio. La ushanka verde que siempre llevaba puesta voló a los pies de su cama ya que había decidido que dormiría temprano ese día, sin cenar. Suspiró, cerrando los ojos ante el cansancio mental de dar vueltas sobre el tema una y otra vez.
Sin embargo, y como todo afectado por la corriente homosexual, víctima de una mamada que nunca pidió y que, por mucho que le doliera el orgullo, había sido la experiencia más excitante de su vida, su cerebro se encargó de revivirle el momento.
—Creo que me siento extraño.—susurró el pelirrojo, sintiendo como cierto hormigueo involuntario comenzaba a tomar parte de su cadera, extendiéndose de manera alarmante hacia su miembro. Tragó en seco, alarmándose por dentro ante la urgencia que de repente sentía. La boca comenzó a secársele, y como un acto de reflejo posó su mirada en la lata de soda que Kenny le había traído hacía ya una hora atrás.
—¿Mmmpfh?—preguntó Kenny, aparentemente desinteresado, bajando ligeramente la revista porno para dejar paso a sus azules ojos mirándolo con curiosidad y atención.
—No sé. Creo que estoy por enfermarme.—trató de mantener la calma, ahí sentado en medio del silencio de una desolada biblioteca. Se aclaró la garganta e hizo como si nada pasara, sin embargo nada más al abrir el libro de cálculos pudo darse de lleno con la sensación de su piel volviéndose mucho más sensible. ¿Qué carajo? Enfocó su mirada en los números, pero esos parecieron bailar encima de su entendimiento, molestándolo más. Cuando cayó en cuenta de lo que ocurría, su ropa interior le hacía sentirse estrangulado a causa de la erección que había ganado de la nada. Sus ojos se agrandaron con sorpresa y bochorno, comenzando a estallar su mente con preguntas rápidas y alarmadas.
¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué diablos? ¿Una erección espontánea? No le sucedía desde hacía ya unos años. Ni siquiera había pensado en nada "sucio" o sexual. Volvió a tragar en seco, ahora notablemente más incómodo. Su hombría pujaba contra el cierre de su pantalón, y muy de seguro un bulto imposible de ocultar se alzaba en sus pantalones. Comenzó a sudar sutilmente, haciendo de la experiencia más molesta.
—¿Mmph?—escuchó su nombre estrangulado de los labios de su amigo. Dejó el libro de lado y lo miró. —¿Mmmph?
—No, no estoy bien. — respondió enseguida, posando una mano en su frente. Su calor corporal iba en alza, y podía sentir con obvio detalle como su entrepierna comenzaba a latir casi imperceptiblemente. Maldiciendo, pensó que faltaría poco para que el pre semen comenzara a mojar sus prendas y eso sí sería su perdición. — Creo que iré a casa.—y dicho esto pasó a deslizar su mano dentro de uno de los bolsillos de su abrigo naranja, encontrando su celular de manera rápida. Por el rabillo del ojo notó como Kenny se levantaba de su sitio para dar la vuelta a la mesa e ir a parar a su lado. Kyle, como reflejo, cerró las piernas y se encogió en la silla en un intento desesperado porque su amigo no notara su erección. Al fin cuando encontró el número de su madre para pedir que lo recogiera en el auto, un "beso" en su mejilla le hizo sobresaltarse. — ¿Qué mierda, Kenny?
El aludido se había agachado a su altura, abrazándolo por detrás, y aprovechando la cercanía para "besar" su mejilla por sobre la parka que ni siquiera se había dignado a quitar de su cabeza. Aquello no era raro. McCormick siempre le hacía bromas con doble sentido, le tiraba algunos besos y comentaba algún tema sexual con él sin vergüenza alguna. Los abrazos, por muy gays que parecieran, habían pasado a ser algo habitual entre ambos. Pero justo en ese momento, no estaba para abrazos.
—¡Quítate!— lo medio empujó con uno de sus hombros, tratando de concentrarse en llamar. Sin embargo cuando estaba a punto de apretar el ícono de llamada al lado del contacto de su madre, las manos recubiertas de marrones guantes de Kenny le quitaron el celular. Sin duda hubiera reaccionado rápidamente retomando el aparato entre sus manos en cualquier situación normal, pero su boca se abrió en un gesto de sorpresa e indignación al sentir una mano intrusa tomar el bulto entre sus piernas y masajearlo con algo de brusquedad.
Una corriente de placer que se negaba a aceptar como propio lo golpeó de lleno, provocando en él satisfacción y alarme. ¡Ah, él no era gay!
—Kyle...— su nombre sonó fuerte y claro en su oído izquierdo, haciendo que involuntariamente cosquillas viajaran a lo largo de su espalda baja.
Muy bien, era suficiente. Se paró de golpe de la silla, indignado ante tal atrevimiento, sin embargo cuando intentó hacer alguna acción en contra del rubio, las piernas le temblaron. No supo bien si fue a causa de su penoso estado, o por el simple, terrible y fugaz pensamiento que lo azotó sin poder prevenirlo.
"Las manos de Kenny se sienten muy bien..."
—¡Vete a la mierda, McCormick, no me toques!—dijo indignado, valiéndole una mierda el estado de su cuerpo y sus propios sentimientos. Avanzó hacía él con la clara intención de estamparle el puño en la cara, sin embargo Kenny fue más rápido y de un movimiento inesperado, simulando una especie de abrazo/llave, lo acorraló contra la pared. Kyle soltó un pequeño grito nada varonil por la sorpresa, haciendo a Kenny reír por lo bajo. — ¡No te rías, hijo de puta! ¡Déjame ir!—le gritó en el oído, puesto que ambos estaban apegados por el agarre del de parka naranja, en un abrazo forzado y firme que no daba posibilidad a Kyle de zafarse. Comenzó a golpear su espalda como podía para quitárselo de encima, pero Kenny no cedió ni un poco el agarre. Al contrario, se abrazó más en contra de él, haciendo muy complicado que el judío entre sus brazos pudiera contraatacar. Frustrado, Kyle intentó pisar con fuerza alguno de sus pies, pero no fue capaz si quiera de patearle las bolas por la idiota cercanía.
¿Realmente estaba buscando escapar? ¿O solo buscaba excusarse consigo mismo?
No pasó nada de tiempo antes de que Kenny comenzara a mover su cintura contra la pelvis de Kyle, haciendo que éste último se apegara aun más a la pared en un intento de alejarse. Intento, cabe aclarar, que no duró mucho, dado que luego de unos segundos se encontró a sí mismo correspondiendo el vaivén lenta e inconscientemente. Obviamente, no paró allí. Kyle posó sus manos en los brazos del rubio para intentar alejarlo, sin embargo las fuerzas poco a poco le fallaron al momento de realizar el movimiento. La fricción que Kenny realizaba sobre su miembro le nublaba el juicio, y el calor corporal ajeno, sumado a su propio estado de necesidad causaban un corto circuito que no hacía más que estresarlo.
—Kyle, Kyle...— podía escucharlo fuerte y cercano, crispándole los nervios a niveles insospechados. Se aferró a la parka, estrujándola entre sus manos. La respiración cercana del rubio chocaba contra su cuello, generándole un conflicto interno digno del peor loco: ¿sentía asco o gusto? ¿Rechazo o éxtasis? ¿Arcadas o mariposas?. Él volvió a empujarlo con más insistencia, frotándose contra él sin descaro, y suspirando con satisfacción.
—La broma está yendo muy lejos, pendejo. Ya déjame.—advirtió, retomando su orgullo y alejando a Kenny lo suficiente como para poder verlo a los ojos, pero no evitó que ambos siguieran apretándose entre sí en aquella zona tan delicada. Ambos ojos azules y profundos, tan alegres y activos chocaron con sus verdes ojos llenos de enojo.
—¿No te gusta?—preguntó algo ¿decepcionado? Era una suerte que estuvieran tan cerca, puesto que podía escuchar con claridad sus palabras a pesar de la parka que se interponía entre ambos. Tratando de ganarse su aprobación, el rubio volvió a mover sus caderas en contra de la erección de Kyle, de una manera lenta y provocativa, disfrutando de sentir aquella dureza contra su cuerpo. Kyle enrojeció hasta las orejas, temblando ligeramente y odiándose por las reacciones que no podía controlar.
—¡Claro que no, pervertido! ¡ No soy gay! Déjate de juegos y sal de encima, quiero irme. – respondió con un tono bajo, pesado y algo penoso. Ambas voces y respiraciones se mezclaba debido a la cercanía, haciendo que Kyle se sintiera en medio de esos susurros románticos que se dan los amantes minutos antes de comenzar a meterse mano.
—Solo una vez.—respondió Kenny, haciendo que Kyle enarcara una ceja mientras le clavaba la mirada.— Déjame ayudarte a terminar, una vez. Solo una, no pido más
—Estás loco. No soy alguien con quien puedas jugar, Kenny.
—Lo sé, lo sé. Solo...— Kenny lo embistió. ¡El muy hijo de puta lo embistió! O al menos eso pareció, ya que su cuerpo reaccionó al instante, erizando su piel y haciendo que un pequeño jadeo de sorpresa (bastante obsceno e irresistible a los oídos del pervertido) saliera de sus labios. — Te gusta esto, Kyle...
—¡No, hijo de puta! ¡Ya suéltame, Kenny!— Se desesperó en aquel instante. No solo porque no se esperaba que Kenny lo embistiera, si no que por el hecho de que solo por unos instantes, la mente se le desconectó del cuerpo, causando que su imaginación volara y dibujara entre vívidas imágenes su cuerpo enrollándose junto al del rubio.
¡Ah, él no era gay!
—Un oral.
—¿Qué?
—Un oral, déjame hacerte un oral.
—¿Qué diablos? ¡No!
—Lo haré bien, lo juro. Se sentirá delicioso, lo prometo.
—¿Qué mierda te pasa? ¡Ya quítate!—un forcejeó nació entre ambos. Kyle maldecía a toda la existencia, mundo y realidad por haber formado a Kenny de un modo tan fuerte. Desde pequeño, él se había encargado de ser Mysterion, un súper héroe fuerte, atlético y capaz. Quizás fue el ambiente donde se crió, o las muchas veces que tuvo que aprender a pelear y correr en medio de un barrio peligroso. No lo sabía, pero fuera cual fuera el motivo de la fuerza de quien lo acorralaba, lo odiaba puesto que justo en ese momento, ambos estaban igualados en cuanto a fuerza. En una ocasión normal podría haberle bajado los dientes a Kenny de un puñetazo, sin embargo allí, seguro de que había sido drogado, su cuerpo no cooperaba con su plan de escape. De hecho, había dejado de forcejear sin darse cuenta. Kenny volvió a empujarlo contra la pared, chocando su cadera de nueva cuenta contra su pelvis, y aprovechando el aturdimiento de Kyle para bajar una de sus manos, juguetonamente, hasta su entrepierna.
Kyle gruñó al sentir aquella mano intrusa sobre su dureza, subiendo y bajando a lo largo de la extensión apretada bajo la tela de su pantalón. Tembló de gusto unos instantes, tratando de mitigar el deseo de moverse en busca de más contacto. De un manotazo corrió a Kenny de su intimidad, y lo miró desafiante.
—No es gracioso, Kenny.—ambos pararon de forcejear. El aludido se perdió en aquellos ojos tan serios que lo juzgaban sin entender sus deseos.
—¿Te doy asco?—preguntó serio, sin alejarse ni un poco, pero respetando la pequeña pausa que ambos habían acordado mudamente. Kyle se sorprendió con aquella pregunta, pero no aflojó su semblante amenazante ni por un segundo.
—No es eso, mierda. No hagas como si no entendieras.—sus piernas temblaron. El olor a colonia masculina de Kenny penetraba sus fosas nasales, aturdiéndolo de un modo que no lograba descifrar. Olisqueó disimuladamente el ambiente. ¿Desde cuando Kenny olía a otra cosa que no fuera pobreza?—No soy una puta, Kenny. Si vas a jugar, ve a hacerlo con alguna pasita. No me interesa. — trató de mantenerse firme en lo racional, recordando la fama de McCormick. sí, obviamente él estaba jugando con él. Solo quería manosearlo un rato y desecharlo, como todos. ¡Pero no, él no era gay, ni puta, ni desechable!
—No sabía que fueras homofóbico.—se desentendió el rubio, como si de a poco perdiera la paciencia. Kyle volvió a fruncir el ceño.—No estoy jugando.
—No soy homofóbico. Solo que no soy gay. No tuerzas mis palabras.
—Solo quiero lo mismo que tú, que te corras.
—Eres un pervertido de cuarta. Si no te mueves, partiré tu culo en dos de una patada.
—Vamos, Ky...— en una escena que Kyle admitía, jamás podría borrar de su mente, Kenny llevó su mano derecha a su boca, abriendo de a poco el cierre de la parka lo suficiente como para liberar su rostro. Luego mordió la tela de uno de los dedos del guante marrón de su mano, deshaciéndose de él de la manera mas lenta y provocativa que una puta podría ofrecer. Hecho eso, dejó caer el guante al suelo, y tentativamente la mano del rubio se posó sobre la erección de Kyle de nuevo. Comenzó con un masaje suave, delineando cada detalle de la zona con total confianza. Kyle se quejó por instinto, sobre todo al percatarse de como, con maestría, Kenny desabrochaba el botón de pantalón con relativa facilidad, siguiendo con el cierre que comenzó a ceder centímetro a centímetro. Antes de siquiera atinar a golpearlo, Kenny se aproximó a su oído lentamente y sin parar con las caricias sobre su miembro.— ¿En serio no te gusta?... ¿No te gusto?
El pelirrojo se mordió los labios al sentir la descarada intromisión de los dedos de Kenny contra su piel, esta vez con más decisión. Él jugueteaba con el elástico de su calzoncillo como si fuera la cosa más interesante del mundo, mientras el resto de su cuerpo se afirmaba contra él en una especie de abrazo extraño. Masajeó su piel, como torturándole, hasta que se tomó la libertad y atrevimiento de comenzar con una firme exploración sobre su pene, dejando por debajo de la "acción" su pantalón desabrochado y el calzoncillo. Todo su cuerpo tembló al sentir el vaivén repentino. El hijo de puta de Kenny ni siquiera esperó a que asimilara la situación para comenzar a estimularlo con lo que a él le parecía, un desespero anormal en él. Echó la cabeza hacia atrás sin poder contenerse cuando Kenny encontró el ritmo adecuado y presión exacta. No lo admitiría ni en mil millones de años, pero el idiota sí que sabía usar las manos. ¿Cómo no? Debía tener mucha experiencia...Ese pensamiento le hizo abrir los ojos que, sin darse cuenta, había cerrado debido al placer. ¿Qué mierda? ¿Cuándo se había dejado llevar? ¿Por qué no le estaban dando arcadas por la situación tan horrenda? ¡Kenny lo estaba masturbando, por dios! ¡Era terrible! ¡Y lo peor es que ya le había visto y tocado el pene! Adiós orgullo heterosexual.
Apretó los puños y decidió que era hora de parar. Eso ya había llegado demasiado lejos, incluso para alguien como Kenny, y peor, para alguien como él. Además, temía el correrse si las cosas seguían en ese rumbo. Y obviamente, no podía dejar que eso pasara, por más necesitado que se sintiera, y por más jodidamente placenteras que fueran las manos de Kenny. Lo empujó con la fuerza que logró reunir, sorprendiéndolo en el acto. Kenny lo miró confundido, quizás hasta algo... ¿Triste? ¿Pero qué? En fin, no le importó mucho. Se preparó para romperle la mandíbula de un solo golpe, pero cuando lo lanzó, no llegó a golpear nada, puesto que simplemente no pudo lastimar a quien tenía delante. El rubio lo miró algo curioso unos segundos, para luego sonreír y agacharse lentamente, quedando de rodillas.
Podría haberle pateado el rostro.
Podría haber salido corriendo.
Podría simplemente haberse mantenido firme.
Pero en su lugar solo sintió la sangre agolpándose, caliente y furiosa, en su entrepierna, erguida y necesitada.
—Se sentirá bien, Ky...— fue lo único que logró escuchar segundo antes de aspirar con fuerza al sentir la húmeda sensación envolviendo su miembro. El resto fue historia. Su cuerpo se arqueó hacia delante, mientras una de sus manos tapaban su boca para mitigar los gemidos, y la otra buscaba apoyo para no caer al suelo.
Abrió los ojos de repente. La oscuridad del cuarto fue un alivio, puesto que ni él quería ver lo que tenía entre las piernas, a pesar de sentir y saber de ante mano que cierto "amiguito" había despertado. Maldijo entre dientes a Kenny y su estúpida mierda de ser un jodido pervertido. ¿Por qué tenía que meterlo en todo eso? ¿Por qué tenía que haberle confesado aquello? ¿Por qué se fue sin decir nada más? ¿En serio estaba enamorado de él? ¿¡Quién en su sano juicio pone viagra en la soda de quien, se supone, está enamorado!?
Su celular sonó, cortando la música que ni siquiera se había dignado en escuchar. Por un momento el pulso se le aceleró al pensar en que se trataría de Kenny, pero al ver el nombre de Stan escrito en la pantalla, se tranquilizó. Leyó el mensaje con aburrimiento, incómodo por la molestia entre sus piernas, y respondió sin ganas.
¿Para qué querría Stan hablar con él en la casa del gordo?
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