022.

Mehmed jugueteó con mi cabello estando ambos acostados en su cama en completo silencio mientras por mi parte pasa una de mis manos por su pecho.

Una manta blanca y suave cubría nuestros cuerpos a la vez que la habitación estaba a oscuras salvo por la luz de la Luna que ingresaba a los aposentos haciendo del ambiente mucho más romántico.

Disfrutamos de la compañia mutua y él deja un beso en lo frente para luego suspirar.

—¿Ocurre algo, príncipe?—Susurré íntimamente acercandome más a su cuerpo.

Mis pechos desnudos se pegan a su torso y escondo mi rostro en su cuello mientras sus manos se deslizan hasta mis caderas.

—Sólo pensaba en mi pelea con Mustafá. Jamás he visto a mi hermano de ese modo, como si..—Buscó las palabras correctas un momento—fuéramos rivales.

El silencio volvió a reinar en los aposentos.

—¿A que se refería el príncipe Mustafá con que yo no le pertenezco a nadie?—Levanté la mirada y el bajo su mentón para mirarme directo a los ojos—Estoy en su harén, soy su favorita, usted tiene mi pureza..

—Aun así, sin una provincia a mi cargo, ante nuestras reglas y costumbres usted puede ser casada con otra persona si el sultán así lo solicite.—Aprieta sus labios y cierra los ojos un momento.

Y por primera vez sentí miedo. Entendí de inmediato los planes de Mahidevran, ella buscaría la forma de que algún extranjero pidiera por mi y así el sultán acepte entregarme como regalo, de esa forma ya nunca podría volver aquí.

—¿Sarah?—Me susurra Mehmed y siento como volví a la realidad. —¿Esta Usted bien? Se puso pálida repentinamente y..

—Estoy bien solo, pensaba.—Murmuré y dejé un pequeño beso en sus labios.—Quisiera pedirle algo, si usted me lo permite.

Mehmed arquea sus cejas en sorpresa a mis palabras. Me mira por un instante y asiente.

—¿Que desea?—Pregunta con curiosidad y yo entrelazo una de nuestras manos.

—El islam es su religión.—Murmuré dibujando círculos en su pecho—Y quiero ser como ustedes, quiero vivir mi vida a su lado, quiero acercarme a su amor y que me enseñe de su religión ....—Me sonrojé de inmediato levantando la vista.—Quiero convertirme al islam.

Pude ver los ojos del príncipe brillar y una sonrisa radiante se formó en su rostro mostrando sus blancos dientes.

—¿Lo deseas sinceramente?

—Con todo mi corazón, príncipe. ¿Está permitido? ¿Puedo hacerlo?

—El islam no rechaza a nadie que lo busque y nada me hace más feliz que escucharle pedir por ello.—El me besa con suavidad.

Mi cuerpo reacciona ante sus toques y no puedo evitar sentir cosquilleos por todo mi cuerpo y quise que él me tocara más. Mehmed pareció sentir la misma necesidad ya que aferró sus fuertes manos a mi cadera y me dio vuelta para colocarse sobre mi.

Esa misma noche, Mehmed volvió a hacerme suya una vez más.

En la mañana, muy temprano a decir verdad. Mehmed tuvo que irse y yo fuí directo a los baños, debía asearme e ir al cuarto medico a tomar la medicina para prevenir cualquier embarazo, ya que por supuesto, estaba prohibido hasta que el príncipe tuviera una provincia.

Al terminar mi aseo y dirigirme ya vestida al cuarto, Jasha me recibió con una gran sonrisa y me abrazó.

—Pequeña Sarah.—Me dijo con una sonrisa brillante.— Me alegra saber de ti luego de todo el alboroto. Haz impresionado tanto al sultán que te ha convertido en Doctora superior—Me mira divertida.

—Lo sé, jamás lo hubiera imaginado.—Admití posando una mano en mi pecho.

—Yo si, sabía que lo harías algún día pero tal sorpresa fue ahora.—Ríe suave y yo con ella.

—¿puedes prepararme un té? Anoche estuve con el Príncipe Mehmed y...

—Claro.—Me responde ella y yo la miro sonrojada.

Al terminar de tomar por completo el horrible té decidí que quería recorrer el pueblo.

—Te dejo a cargo en el Palacio, iré al pueblo Jasha.—Le sonreí mientras tomaba mi atuendo específico de doctora, mi bolso equipado perfectamente y una vez vestida me dirijo a la salida del Palacio.

Al salir saludé a alguno de los guardias que me sonreían, aunque otros claro solo me ignoraron.

—Buenos días.—Saludé alegremente al ver a Balibey y esta hizo un asentimiento con la cabeza en forma de saludo.

—Señorita Sarah. Vaya con cuidado.—Me sonrie ligeramente y me despido de él.

Caminando por el bosque sonreír al sentirme libre por un instante. Escuchar el canto de los pájaros me transmitía paz. Pérdida en mi mundo me desvíe del camino y repentinamente me encontré pérdida.

—Ay no.—Murmuré mirando a los lados intentando hallar el camino de vuelta. Ni siquiera podía ver el inmenso Palacio.

¿Donde estaba? Lentamente giro en dirección para caminar por donde vine pero un ruido me hizo frenar en seco.

Se escuchaban quejidos a lo lejos. Corrí en esa dirección donde mi instinto me guió y vi a un jóven hombre tendido en el suelo. Vestía un atuendo que jamás había visto antes, con una mano sostenía su estómago y con la otra un pergamino.

A su lado habían una flecha ensangrentada.

No dudé ni un segundo en arrodillarme a su lado y tomar mi equipo médico.

—pergam...pergamino...sultan..—Intenta hablarme pero no presté atención.

Con esfuerzo logré quitarle el traje que llevaba puesto y tomé un frasco con hierbas para evitar que la infección se propague por todo su cuerpo.

Era joven, muy joven y no dejaría que muriera.

—No te duerma. No cierres los ojos. Escuchame, ¿como te llamas? ¿Que sucedió?

Hice preguntas para mantenerlo despierto mientras lograba limpiar con éxito las heridas.

El toció y de su boca salió sangre con espuma blanca.

Veneno.

Sin perder tiempo y teniendo en cuenta que estaba envenenado tome las hierbas necesarias que sabía que podría ayudarlo y se lo acerqué a la boca.

—Por favor. Toma esto.—Supliqué pero el joven poco a poco cerraba sus ojos.—No, no.—Abro su boca con mis dedos y meto las hierbas en su boca. Con rapidez obligo de forma manual a que el mastique aquello para luego seguir con la herida.

La cubri por completo con una tela que ayudaría como vendaje y pude ver su pecho subir y bajar con lentitud pero a un ritmo estable.

Me levanté rápidamente y segui corriendo por el bosque. Necesitaba encontrar ayuda, no podría levantarlo ni cargarlo yo sola.

Realmente no se cuanto corrí pero a lo lejos logré ver una especie de cabañas y carpas por lo que corrí en esa dirección. Habia hombres vestidos de la misma forma que el joven y me percate de inmediato de que se trataba del ejercito.

Rápidamente se levantan cuando notan que estoy corriendo en su dirección y desfundan sus espadas haciendo que mis pies se detuvieran de inmediato. Levanté mis manos en instinto demostrando que no tenía malas intenciones, sin embargo ellos acortan la distancia cada vez mal.
Un miedo repentino cruzó por mi cuerpo y poco a poco retrocedo pero alguien me toma de atrás y me coloca una daga en el cuello.

—¿De donde vienes, mujer? ¿Te haz escapado del Palacio? Pagarás con tu vida...

—¡No! Por favor escucheme.—Supliqué levantando las manos— No me he escapado, por favor. Hay un jóven herido en el bosque, él está vestido como ustedes, necesito que me ayuden.—Pedí.

De repente un hombre aparece, parecía ser el líder porque todos se abren a su paso.

—¿Y como saber que no es una trampa?

—Se lo prometo. El muchacho no tiene mucho tiempo, siganme.

—Señor..puede ser una trampa.

—Y si lo es, te mataremos.

Me sueltan y puedo guiarlos rápidamente hasta donde se encontraba el joven.

—¡Hijo!—Grita el líder arrodillandose ante él. Apoya su cabeza en su pecho y lo veo relajarse levemente.— ¡llevenlo a las carpas! Rápido.

La tensión en el aire era evidente pero logré explicarle levemente lo que había sucedido. Una vez dentro de las carpas pude trabajar mejor y en un ambiente más limpio.
Pude coser la herida del joven y cuando vi que estaba fuera de peligro salgo del lugar.

—¿Cómo está mi hijo? —Su preocupación era evidente.

—Estable. La flecha contenía un veneno que por suerte no fue letal, sin embargo llevará días para que logré despertar y mejorar. Y si me disculpa debo volver al Palacio. Me he perdido en el bosque pero Alá me ha guiado hasta su hijo y me dió la oportunidad de salva runa vida.

—¿Usted es Altyn Perisde, verdad?—Pregunta un niño a lo lejos y todos voltean a verlo para luego mirarme a mi con asombro.

—Así me dicen en el pueblo pero mi nombre es Sarah..—Dije tímida.

El hombre se reverencia y veo que los demás del campamento lo hacen también.

—Jamás olvidaré lo que ha hecho por mi y por nosotros, señorita. Será escoltada hasta el gran Palacio.—Hace un ademán y dos hombres se ponen a mi lado.— estaremos en eterna deuda con usted.

Y como dijo el hombre así fue, me guiaron hasta el Palacio quedando aunque asombrada por todo lo que pasó en cuestión de horas.

Veo que Balibey a lo lejos. Éste se acerca a gran velocidad cuando su mirada se posa en mi.

—¡Señorita Sarah! —El mira hacia atrás con dureza y confusión.

Los dos escoltas se reverencian ante mi y se retiran de forma inmediata.

Yo vuelvo a mirar a Balibey y este me mira con mucha intriga.

—¿Acaban de reverenciarse...? ¿Por qué tiene sangre en su ropa? —Este me mira preocupado.

—Balibey, responderé tus dudas pronto. Ahora tengo algo para el sultán y necesito verlo en este instante.—Exclame levantando la mirada.

Si habían intentado matar al joven por este pergamino que llevaba en mi bolso significaba que éste contenía información muy valiosa.

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