018.
Más tarde en la noche el frío se hacía más fuerte en esa parte del Castillo. No había antorchas que pudiera calentarme y la oscuridad me impedía ver.
Sollocé por lo bajo acurrucandome en una esquina. Si moría fue a causa de haber ayudado a las personas, no me arrepentía de nada.
Mi labio temblaba y mi cuerpo tiritaba. Podía escuchar mis propios dientes rechinar y aunque intente darme calor abrazando mis piernas pegandolas a mi pecho, no fue suficiente para apaciguar el frío.
—Pronto estaré junto a mis padres y mi hermano.—Murmuré cerrando poco a poco los ojos acostandome aún con mis piernas en mi pecho en el frío suelo.
Narrador omnisciente:
Muy temprano en la mañana, cuando los primeros rayos del sol tocaban tierra iniciando una nueva mañana, el Sultán del mundo convocó a una junta para determinar el destino de Sarah. Fue despierto por un guardia quien le informó todo lo que estaba ocurriendo. Los disturbios en el pueblo hizo que el sultán tomara esa decisión del juicio y también su curiosidad debía ser saciada.
Su pueblo estaba defendiendo a esa muchacha y él quería respuestas. ¿Que sabían ellos que él no?
Se colocó su traje el cual lo cubría para impedir que lo conociera y partió a la Corte de Ebusud junto con Mehmed, su hijo le había pedido asistir. El sultán miró a su hijo y vió en sus ojos tristeza por lo que no se pudo negar. Después de todo, era su favorita.
Las personas del Consejo se pusieron al rededor formando un círculo. El sultán se camufló entre ellos junto al príncipe.
—Estamos aquí para el juicio de una de las criadas del Palacio Topkapi. La acusada se encuentra encerrada en espera del veredicto de este juicio.—Exclamó el viejo juez leyendo un pergamino.—Se le acusa de robo con fines incógnitos. Su acusadora, Mahidevran Gülbahar, suscita a un posible atentado encontra del Imperio otomano y contra el príncipe Mehmed. Presenta como prueba un bolso con oro y medicina dentro—De su costado el bolso de Sarah en donde yacia el oro y la medicina.— No obstante. Prosigamos con las declaraciones.
Abren las puertas y dejan ingresar solamente a una persona voluntaria a declarar.
—Su declaración.—Pidió el juez al hombre.
—La Altyn Perisde es muy importante para nosotros en el pueblo.—Dice el hombre.— Salvó a mi niño. Sanó mi herida cuando resbalé y una cuchilla rozó mi pierna. Le agradezco a Alá y al sultán por enviarla.
Luego el hombre fue retirado de la Sala y una mujer entró. El rostro de Mehmed cambió a una de sorpresa al igual que él sultán ante el descubrimiento.
—En la noche que se llevaron a nuestra Altyn Perisde ella estaba atendiendo a mi pequeña. Unos guardias entraron y la tomaron cautiva, le quitaron su velo y vi a la muchacha. Una muchacha muy hermosa quien ha ayudado a muchas personas en el pueblo. Siempre agradecimos al sultán por enviarnos para que nos cuide.
Muchas personas más dejaron sus declaraciones y todas las eran iguales dando por confirmado que no se trataba de ningún atentado. Todos dejaron en claro que la conocían como Altyn Perisde.
Todo el pueblo se mostraba confundido por el juicio y solo querían que la muchacha sea libre. Realmente la necesitaban.
—Sarah es una de más mejores doctoras que hemos tenido en el Palacio en mucho tiempo. Es brillante y siempre está dispuesta a ayudar. Puedo asegurarle que no nos ha robado, no nos ha faltado ni una sola hierba curativa en nuestra bodega.—Jasha habló como testigo. Le acercaron la bolsa y le permitieron inspeccionar la medicina.— Esto es medicina de curación.—confirma y luego le piden que se retire.
Cuando la última persona se fue, llegó la hora del veredicto.
—Acusación, robo de oro y medicina. Veredicto, inocente. El oro en esta bolsa es el sueldo de una criada con el cargo que lleva. Acusacion, uso de medicina con fines ilicitos. Veredicto, inocente. Medicina legal y de uso curativo. Con esto comprobado...—Lee y se aclara la garganta el juez Efendi.—La joven Sarah o conocida en el pueblo como Altyn Perisde, es declarada inocente de crimen.—Voltea su mirada al hombre que escribía todo sobre el juicio.—Escribe. No hay delito cuando uno ayuda a quienes más lo necesita, sin embargo, reconocer los límites y cumplir las normas del Palacio son la forma de coexistencia pacífica. Se le prohibirá salir del Palacio sin que el mismo sultán lo ordene. Con esto aclaro, ahora quedará en manos de el sultán sobre la decisión que empleará a favor o en contra de Sarah. Caso cerrado.
Y eso termina el juicio.
Fin de narración.
Mi cuerpo estaba tembloroso, mi estómago rugia por el hambre, mis labios estaban secos y rogaban por una gota de agua.
Quizás pronto lo sufrimiento terminaría, me iría de este mundo en paz. No me arrepentía de haber ayudado a esos niños y a esas personas.
No miré hacia arriba cuando unos guardias entraron en mi celda y solo dejé que me tomaran de mis brazos.
Me arrastraron por todo el castillo, mis ojos estaban cerrados aceptado el fin de todo.
Escucho unas puertas abrirse pero no me importó nada más a mi al rededor.
Poco a poco abri mis ojos cuando los guardias se detuvieron. Al levantar la mirada vi a Hürrem, a Mehmed, a Mihrimah y al sultán frente a mi.
Pero mis ojos solo estaban en Mehmed y en sus ojos vi un amor que derritió mi corazón.
—¿Por qué la traen así? Rápido. Traigan a una doctora y que la revise.—El sultán fue duro.
Cuando los guardias me soltaron no pude mantenerme de pie y caí pero antes de que mi cuerpo tocase el piso Mehmed me tenía en sus brazos.
—Majestad. No me arrepiento de nada. Si ayudar es un delito matenme ahora mismo, acepto mi destino. Pero me iré con el corazón lleno de paz. He cambiado mi vida por los niños y personas que ayudé, nada me hace más feliz que eso—Exclamé con una voz rasposa por la sequedad de mi garganta.— Como último deseo quiero convertirme en su religión, que Alá me reciba y pueda juzgarme él mismo. Solo él sabe la verdad en mis palabras e intenciones.
Sollocé intentando aferrarme a los brazos de él. Su aroma me envolvía y sentí la calidez que necesitaba en mi alma.
El único sonido en la habitación eran por mis sollozos.
—Señorita.—Habla Hürrem calmada pero el Sultán levanta su mano y ella asiente de inmediato para no continuar hablando.
Mi vista comenzó a nublarse,mi cabeza dolía y mi cuerpo aún experimentaba el frío de la noche. Vi los labios del sultán moverse, hablándome, pero en un instante todo se volvió borroso y perdí el conocimiento.
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