017.

—Sultana por favor, suelteme.—Murmuré con los ojos cristalizados.

La Sultana Mahidevran estaba frente a mi con una sonrisa en el rostro. Sus dos criadas me sostenían cada una de un brazo inmobilizandome contra la pared.

Cuatro días pasaron desde la última vez que vi al príncipe y cuatro días desde que hablé con la Sultana Mihrimah sobre su matrimonio forzado.

Como cada noche salía del palacio con Sheker hacia el pueblo en donde yo llevaba apoyo, medicina que había creado con mis propias manos y todo mi oro para ayudar a quienes más lo necesitaban; niños sobre todos.

Pero esta noche fue diferente, tuve que salir sola pero me vi interrumpida por unos guardias cuando estaba curando la herida de una niña en la cabaña donde solía reunirse la población para esperarme.

Los Guardias me tomaron del brazo y me quitaron el velo de mi rostro, revelando así toda mi identidad frente a la multitud. Todo fue tan rápido y tan violento.

Veía todo borroso, las voces y sonidos a mi alrededor se escuchaban como ecos en las lejanias, llantos de niños y pide ver cómo algunas personas intentaban defenderme completamente en vano.
Me arrastraron hasta al castillo lastimando mis brazos y, cuando creí que me llevarían con el sultan, me arrojaron a una celda totalmente fría frente a los pies de Mahidevran donde estaba ahora.

—Mis criadas te han seguido estos últimos días.—Habla con una estúpida sonrisa Mahidevran caminado con la cabeza en alto y casi pude ver salir veneno de su boca.

—No es lo que parece yo...—Una cachetada en mi rostro me calla haciéndome gemir.

—¡Callate!—Grito ella.—¿¡Quien crees que eres para contestarme!? Maldita rata asquerosa.

Mis ojos ardían por unas lágrimas que amenazaban por salir, sin embargo no lo haría.

Acomoda levemente su vestido y luego vuelve a sonreír con cinismo.

—Nurbahar.—Exclamá exigentemente y la nombrada aparece en el lugar con mi pequeño bolso en donde llevaba todos mis artefactos médicos.

Hace reverencia y se lo entrega.
La sonrisa de satisfacción de Nurbahar hizo que mi interior hirviera en ira.

—Sultana. Ha robado medicina y oro. Aquí está la prueba.—Exclama ésta.

Robado.

Esa palabra resonó por mi cabeza. Yo no había robado absolutamente nada.

Mahidevran pareció pensar y nunca borró su sonrisa.

—Yo no he robado nada.—Gruñí y recibí otro golpe pero ahora por parte de una criada. Esta vez sentí un sabor amargo en mis labios; sangre.

—No importa lo que digas, no le creerán a una simple bastarda insignificante como tú.—Exclama sin importancia Mahidevran.

—¿Que tiene planeado, Sultana?—Murmura Nurbahar mirándome con superioridad.

—La llevaremos con el sultán, ahora.—Dijo sin más.— ¡Guardias! Sujetenla.

Las criadas me sueltan pero antes de que siquiera pudiera moverme los guardias me tomaron aún más fuerte que las muchachas.

Mi piel era tan sensible que sabía que grandes moretones aparecerían en mis brazos.

Me arrastraron por el gran Palacio. Las antorchas iluminaban mi pálida piel dejando a la vista mi rostro completamente golpeado.

Las personas que estaban en el lugar me miraban con sorpresa. Sabía que yo sería un nuevo chisme en el harem.

Sumbul me miró con asombro cuando pasó por allí. Se detuvo en seco y llevósu mano a su mano para cubrir su boca.

—Necesito hablar con el Sultán. Es urgente.—Exclama demandante a los guardias que custodiaban la entrada de los aposentos del sultán.

Se miraron entre ellos y en una reverencia abrieron las grandes puertas.

El sultán estaba sentado en su escritorio y tan pronto como cruzamos las puertas su mirada se elevó hacia nosotros y se levantó con una expresión muy dura en su rostro.

—Su Majestad.—Exclama con fingida inocencia y preocupación en su voz mientras se reverenciaba junto con las criadas.

—¿De que se trata todo eso, Mahidevran? ¿Por qué traen a esta muchacha y de esta forma?

—Majestad ha ocurrido algo terrible en el Palacio. Un crimen.— Su fingida preocupación me enfureció.

El verdadero crimen es tenerla a esta mujer en el Palacio. Es lo peor que le pudo pasar a toda la dinastía.

—¿De que crimen hablas?—El sultán me miró con dureza.

—Esta muchacha amenaza al Imperio. Ha cometido el crimen de robar oro y medicina.

—¿Como? ¿Por qué haría eso? ¿Tienes pruebas de lo que dices, Mahidevran?—El sultán Frunce el ceño mirando a la Sultana.

—Majestad, estaba en mis aposentos cuando una de mis criadas apareció y me advirtió que una joven se había escapado del Palacio. Pedí a los guardias que de inmediato fueran a investigar y cuando volvieron trajeron a esta muchacha. —Me señala acusatoriamente.— Revisaron su bolso y ella llevaba medicina y oro. No sabemos por qué, pero sospechamos que no es la primera vez que lo hace.

Mahidevran exageraba completamente la situación y me sentí vulnerable. No podía siquiera defenderme.

La mujer hace una seña para que Nurbahar acercara el bolso al sultán y le mostraron lo que había allí dentro. Suleimán la detiene mostrando la palma de su mano y le dió una mirada rápida a distancia al bolso.

—¿Como esta muchacha tendría acceso a estas cosas?

El sultán mira el interior de la bolsa y luego su mirada se posó en mi, su expresión si me asustó.

—Es doctora en el Palacio. La Sultana Hürrem la ha nombrado así. — Y No perdió oportunidad de ensuciar a la Sultana.

—Traigan a Hürrem ahora mismo.—Exclama duramente a uno de los guardias.

Solo bastaron algunos minutos para que las puertas se abrieran y Hürrem se adentra a los aposentos. Hace una referencia al sultán y se pone a su lado.

—Majestad..¿Que está pasando?

Hürrem me lanzó una mirada y luego a Mahidevran. De inmediato tragué saliva.

—No sabemos qué son estas medicinas.—Continúa hablando Mahidevran.— No sabemos qué planea esta mujer, Majestad.

—Hürrem. Esta muchacha dicen que está a tu cargo. —El sultán la mira y Hürrem asiente levemente.—Ha robado medicina y oro.

—Esta muchacha tiene mi confianza plena, ¿Hay pruebas de la acusaciones? —Hürrem parece querer lanzarse sobre Mahidevran en este momento.

—Las hay, Sultana.—Pude notar la burla en su voz. Nurbahar le acerca la Bolsa pero de inmediato Hürrem con un movimiento en sus manos y con su mandíbula tensa la aparta.

—Eso no prueba nada.—Exclama La Sultana Hürrem. Estaba muy tensa y sus ojos estaban casi oscuros por la ira.— ¿Como sabemos que tú no planeaste todo esto?

—Majestad.—Mahidevran mira al sultán buscando poner su rostro los más tierno posible.—¿Cree que yo inventaria algo así? Le digo la verdad, crea en mi.

El sultán se mantenia callado sin expresión en su rostro.

—No podemos poner en peligro para el príncipe Mehmed. Esta muchacha es su favorita. —Y la víbora suelta todo su veneno por fin.

Los ojos del sultán pasa a ser negro y cuando me miró vi mi muerte en su reflejo.

Vi a Hürrem apretar los puños y juré ver fuego en sus ojos.

—¿Ahora te interesa el príncipe Mehmed? Usted sería la primera sospechosa si algo le llegase a pasar. No sea hipócrita Mahidevran..

—¡Basta! Respeten mi presencia.—Grita el sultán de una forma tan ruda que pude sentir el piso temblar.— ¿Hurrem tu sabías que esta muchacha forma parte del harem del príncipe Mehmed? ¿¡Como puedes ser tan imprudente para poner en riesgo la vida del príncipe!?

Hürrem parece estremecerse y se arrodilla para besar su túnica. Levanta la mirada y poco a poco, con la ayuda de Suleimán posando su mano en su mentón, se levanta.

—No dejaría que ninguno de mis príncipes estuviera con una concubina que no tuviera mi confianza, Suleimán....

Hürrem intenta defenderme pero el sultán levantando su mano la calla.
Luego le hace un ademan a los guardias para que por fin me soltasen y cuando mis brazos dejaron de sentir la presión caí de rodillas.

El sultán camina hacia mi. No lo veo pero escucho sus pasos y cuando vi su túnica frente a mis ojos quise llorar. Un nudo se hizo en mi garganta, pero era fuerte.

Sabía que no había hecho nada malo ni fuera de las reglas del Palacio, solamente claro, salir de él. Pero no había robado nada.

Tenía el apoyo de Hürrem, la Sultana confiaba en mi y merecía escuchar toda la verdad sin involucrar a otras personas.

—Habla.—La voz del sultán me sobresalta y tomé su túnica.

—Majestad realmente va a escuchar a esta escla...—Mahidevran se vió interrumpida por la dura mirada del Sultán y también la cayó con una mano levantada.

—Sultán. Le juro que no he atentado contra su poderoso Imperio, todo lo contrario. Quise llevar mi sabiduría a su pueblo. Todo el oro que está dentro de la bolsa es mi salario, toda medicina la he creado con mis propias manos.—Elevé la vista y los ojos del sultán estaban sobre mi.—Use recursos del Palacio pero he pagado por ellas. Cada centavo lo juro. Jamás lastimaría al príncipe, todo lo contrario. Daría mo vida por él.

El sultán escuchó mis palabras y sus cejas se fruncen para luego alejarse dejándome arrodillada.

—Lleven a la muchacha al calabozo, encierrenla a la espera del juicio.—Expresa sin más y siento un cierto alivio en mi cuerpo.

—Pero Majestad esta muchacha es una amenaza para todo el imperio..

—Basta Mahidevran.—Gruñe cansado el sultán y hace un ademan a los gusedias.—Llevensela.

Gemí de dolor cuando los guardias una vez más me tomaron de mis brazos ya lastimados levantándome del piso y me llevaron hasta las mazmorras del Palacio, arrojandome y encerrandome en aquel lugar frío.

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