011.
Me desperté sintiéndome completamente renovada y con mucha energía. Por alguna extraña razón me sentía feliz.
—¡Buenos días Sarah!—Exclaman las muchachas que pasan cerca de donde dormía y yo les sonreí a todas.
Era extraño pero en este espacio no sentía desprecio. Había escuchado hablar muy bien de mi entre las muchachas y siempre me agradecían por la ayuda que les brinda a la hora de hacer las tareas.
—Alguien se despertó muy bien, aparentemente. —Exclama Camila arrojándose a mi lado haciéndome reír.
Me ayuda a levantarme y ambas comenzamos a cambiarnos a nuestros atuendos asignados para luego volver a sentarnos y esperar.
Y ahora que había utilizado otra vestidos podía admitir los feos e incómodos que eran estos del harén.
—¿ Y Como no? Yo también lo estaría. En el Harén se rumorea muchas cosas de ti, Sarah. —Me mira divertida Victoria llegando a nuestro lado, sentándose.
—Mientras nosotras nos pudrimos en este lugar trabajando como unas malditas esclavas tú gozas de privilegios.
Las palabras de Cecilia me impactaron como búhos las tres giramos Nuestras Cabezas. Nuestras miradas se dirigen a ella y mi tensión era clara.
—¿Como puedes decir eso, Cecilia?—Me levanto con el ceño fruncido y ella igual se pone a mi altura.—Te recuerdo que soy una esclava más aquí. Si recibo algo es porque alguien da la orden para que así sea.
La discusión iba a prolongarse pero fuimos interrumpidas porque las puertas del harén se abrieron.
En ese momento me percaté que volvi a ser el centro de atención. Muchas miradas eran con recelo y en verdad no entendía el por qué.
Sumbul y la señorita afife entraron al Harén para dar las órdenes del día. Nos colocamos en fila y nombraron una por una. Yo sonreí al recordar mi día libre decretado por la Sultana Hürrem.
—Sarah.—Menciona mi nombre Afife y yo fruncí de inmediato el ceño. No respondí ante la confusión y vuelve a repetir mi nombre un poco más firme.—¡Sarah!
Rápidamente me acerco y miro a Sumbul con el ceño fruncido pero el no muestra ninguna expresión.
—Disculpe pero la Sultana Hürrem me permitió de un día libre de tareas y...
—Sigueme.—Exclama sin más ignorando completamente mis palabras lo que me hace rodar los ojos.
Intentando no mostrar me malestar caminé erguida por los pasillos. En el camino vi a la favorita de Mehmed caminando al lado de la Favorita de Mustafá.
Ambas me miraron de pies a cabeza con unas sonrisas arrogantes, burlándose de mi.
Aparté mi mirada de ellas y continúe mi camino. Pese a la edad, la señorita afife era muy rápida.
—Sultana Mihrimah.—Exclama Afife.
Ambas nos nos reverenciamos.
—Señorita Afife déjeme a solas con la muchacha.
Afife se reverencia y se va sin más.
Tragué saliva y miré a la Sultana quien me miraba de pies a cabeza con una ceja arqueada.
Su belleza era evidente y cuando me sonrió supe que mi presencia en sus aposentos era para algo bueno.
—¿Cual es su nombre?—Pregunta con interés mientras voltea para así mirarse al espejo y comodar sus aretes.
—Sarah, Sultana.—Respondí entrelazando mis manos delante de mí cuerpo.
Discretamente observe los aposentos y evité abrir la boca en sorpresa.
¡Esto era enorme y muy lujoso!
—Seré franca. Si no fuera porque mi madre por alguna razón confía en ti no me interesaría tu presencia.—Me dirige una mirada para comenzar a avanzar hacia mi.—Mi madre no confía en cualquier esclava, menos en una recién llegada.—Me analiza de arriba a abajo.— Quiero tenerte como mi aliada también.
—Sultana...—Mi expresión demostraba mi sorpresa y tampoco pude evitar sonreír.
—Mi madre también comentó que eres ingenua y cómo no. Seguramente nunca te has enfrentado a cosas como las que ocurren en este Palacio, yo tuve que aprender por las malas.—Ladea la cabeza.
Me agradaba la forma en la que hablaba Mihrimah conmigo, al parecer pude brindarle la confianza para expresarse de ese modo.
—La Sultana Hürrem me ha comentado vagamente lo que ocurre dentro de estos muros.—Ladeo la cabeza.—Pero sin duda requiero de un aprendizaje mayor.
—Claramente si.—Suelta una risa que me contagia. Rápidamente cubri mis labios y me reverencio.
—Disculpe, Sultana.
—Nada de eso.—Niega y llama a una de sus criadas que se encontraba fuera del cuarto.—Iremos a pasear. Traigan un vestido decente para la vestir a la señorita Sarah. Luego vistanme para salir.
Rápidamente las órdenes se llevaron a cabo. Primero ayudé a vestir a Mihrimah con un hermoso vestido y un abrigo con capa.
Luego de ello me entregaron un vestido para colocarme y así lo hago.
Ahora que lo pensaba. Desde mi llegada no había tomado aire fresco ni visto el sol directamente.
Me emocioné y Mihrimah pareció notarlo. Arqueó su ceja esperando a que hablara.
—Sultana mi emoción se debe a que no tuve la oportunidad de salir del Palacio desde mi llegada.—Murmuré tímida.
Ella asiente con la cabeza y coloca su capa. Me hace un ademan para repetir su acción y hago lo mismo.
Las puertas se abren y Mihrimah es la primera en abandonar sus aposentos.
Camino detrás de ella hasta salir a los jardines.
La Sultana del Sol y la luna camina con elegancia por el jardín repleto de flores.
Mi mirada va de un lado al otro sin poder creer la belleza del lugar.
Había muchos soldados quienes noté que me observaban discretamente.
—Y dime, de donde provienes.—Exclama sin mirarme la Sultana mientras acaricia suavemente una de las flores sin dejar de andar.
—Rusia.—Exclamo caminando sin dejar de observar todo—allí crecí en realidad.—Murmuré levemente y ella frena para voltear a observarme.
—¿Como dices?—Frunce el ceño.
—Es una larga y aburrida historia, Sultana. Nada de mi pasado realmente importa ahora. —Exclame frenando de golpe cuando noté que había dejado de caminar.
—Si he preguntado es porque quiero respuestas.—Levanta la barbilla mostrando su autoridad ante mi y yo me reverencio ladeando la cabeza.
Caminamos por un sendero hasta una carpa el cual poseía un montón de cojines con una vista panorámica a todo el bello jardín.
Me permitió sentarme a una distancia prudente de ella en unos cojines de menor altura y ella se sentó sobre un sillón.
Le alcancé la bandeja de fresas y ella tomo una para luego mirarme.
—Prosigue con la historia.—Me hizo un ademan y dejó una suave mordida a la fruta.
—En realidad no sé en donde nací ni quienes son mis verdaderos padres.—Exclame dubitativa. Temia que mi historia pudiera perjudicarme.
Pero también sabia que no podía mentirle a la hija del sultán más poderoso.
Deje la bandeja en la pequeña mesa y miré el jardín con nostalgia.
—Cuando crecí noté que mi aspecto era muy distinto a la de mi familia. Mi madre tenía el cabello con el color de la noche más oscura y sus ojos como la miel. Mi padre poseía un cabello igual de oscuros pero sus ojos eran grises cual nubes del cielo. Por último mi hermano, era una mezcla de ambos.—Evité soltar una lágrima pero mi voz estaba débil.—Mi cabello es dorado, mis ojos son verdes. Era muy obvia la situación y ellos nunca me lo negaron.—Observé ahora a la Sultana quien parecía sumamente interesada por mis palabras.—No intenté buscar mis orígenes luego de saber la verdad, de todas formas no sabría por donde empezar. No compartía sangre con quienes me habían criado sin embargo los amaba y ellos a a mi, jamás abandonaría a alguien que amo.
Finalice mi historia.
—Interesante historia.—Una voz masculina se hace presente lo que provoca que me sobresaltara del susto.
Mihrimah se levanta y yo la imito pero soy la única que se reverencia.
Mehmed estaba con nosotras.
—¡Hermano! ¿Mamá no te enseñó los suficientes modales para no escuchar conversaciones de los cuales no estás involucrado? —Lo regaña con una sonrisa.
Bajo la mirada para ocultar mi sonrisa.
—¿A que se debe tu presencia?—Le pregunta finalmente la Sultana.
Sin embargo podía sentir la intensa mirada de Mehmed sobre mi.
—Si me disculpan.—Murmuré mientras mi corazón latia frenéticamente.—Sultana Mihrimah, Príncipe Mehmed. La Sultana Hürrem me permitió tener un día libre. Con su permiso podré retirarme.
Mihrimah de inmediato asiente con la cabeza pero no me atrevo a mirar directamente a Mehmed.
Solo bastó ese asentimiento para comenzar a caminar lo más rápido que ponía lejos de ese lugar.
Mi cuerpo estaba acalorado con la sola presencia de aquel joven.
Llegué a una parte de los jardines que se encontraba desolado, solo había algunos guardias que aseguraban los alrededores del Castillo.
Había perdido la orientación a las puertas del Palacio.
—¿Perdida?—Preguntan detrás de mi sobresaltandome por completo.
Mehmed estaba detrás de mi.
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