010.

Me extrañó el hecho de que la Sultana no se dirigió a sus aposentos si no a los baños y no cualquier baño.

Su cuarto baño.

—Sultana...

—No digas nada, Sarah.—Voltea y hace un ademan para que una criada se acercase.—Asegure que esta muchacha quedé radiante. Laven su cabello y bañenla en leche, aromaticen su cuerpo en rosas y vistan su cuerpo en un vestido que elegiré y más daré a que le coloquen. —Luego de decirle esto a la criada gira en mi dirección nuevamente—Al terminar ve directo a mis aposentos.

—Si Sultana.—Exclamamos la criada y yo al unísono y con una sonrisa entro al cuarto de baño.

Podía acostumbrarme a ser atendida.
Mi cuerpo estaba siendo suavemente lavado por dos muchachas, el agua tibia en mi cuerpo relajó mis musculos permitiendome cerrar los ojos para disfrutar del momento.

Masajearon mis hombros y me limpiaron tal a la orden de la Sultana.

Para finalizar limpiaron mi cuerpo con agua de rosar y me guiaron para secar mi cuerpo y vestirme.

Me sorprendi por los detalles del vestido que me podrían. ¿Que ocasión ameritaba vestir esto?

Seguía siendo un vestido de sirvienta, sin embargo cada vestido que me colocaba era hermoso y perfecto para mi. Jamás hubiera podido pagar si quiera un pedazo de la tela que usaba. [Multimedia]

Me peinaron y maquillaron para luego permitirme ir a los aposentos de la Sultana.

En el camino la Sultana del Sol y la Luna se hace frente a mi lo que me obliga a reverenciarme.

—Sultana.—Murmuré con una sonrisa.

Realmente antes no había tenido la oportunidad de verla pero ahora, frente a mi, puedo confirmar la belleza que la joven poseía.

—Señorita.—Me sonríe pasando a mi lado.

Esperaba en algún momento poder hablar con ella, se veía una persona súper agradable.

Seguí mi camino hasta los aposentos de la Sultana Hürrem y de inmediato me dejaron ingresar.

Me reverencio hasta que me permite acercarme a ella y tomar asiento según su indicación.

Frente a mi había un gran banquete y mi estómago no pudo evitar sonar.

—Por favor, sirvete.—Hace un ademan con su mano y me permito comer sin perder la elegancia.

Después de todo, estaba en frente de la Sultana más poderosa.
Su belleza resplandecia en toda la habitación y su vestido estaba a la altura de ese poder.

—Señorita Sarah.—Carraspea y yo levanto la mirada tragando el trozo de ave que había masticado recientemente.—¿Puede contarme como terminó haciendo todas esas tareas?

Me sonrió y aunque intentó disimular su disgusto yo pude notarlo.

—Sultana solo recibo órdenes de quienes venga a darmelas.—Murmuré.—Soy una simple esclava que ha llegado hace apenas hace unos días.

—Dejaras el harem. Es obvio que buscan perjudicarte.—Gruñe levemente y pone uno de sus dedos en sus labios, estaba nerviosa.—Tu unico lugar aquí será servirme, obedeceras solo lo que yo te diga. Tu única actividad fuera de eso será con la doctora. Nada más.

Sus palabras me asombraron pero a la vez generó una inquietud.

—¿Perjudicarme?—Pregunté con inocencia.— ¿Quien podría hacer tal cosa?

—La ingenuidad que cargas hasta parece adorable.—Me mira con un semblante neutro.—Pero debes aprender a que cuando haces alianzas también formas enemigos. —Se levanta y se dirige a la ventana.

Me llevo una fresa a mis labios y la saboreo. Mi estómago por fin estaba saciado.

—Lo entiendo Sultana.—Me levanto sin embargo no me muevo.—Lamento mi ingenuidad y agradezco que sea usted a quien serviré por el resto de mi vida. No dejaré que vuelvan a humillarme de esa forma. Acataré sus órdenes y serán las únicas.—Me reverencio ante ella y al levantar la vista noto una pequeña sonrisa aprobatoria.

—Bien, ahora me acompañaras a la cena. Luego de eso tendras el día libre mañana en recompensa.

No me atreví a preguntar a que cena se refería solo acate la orden si refutar alegrandome de mi descanso de mañana.

El camino fue largo. La oscuridad de la noche azotaba el exterior más el interior se encontraba completamente iluminado por las antorchas.
Las puertas se abren y los guardias se reverencian ante la Sultana.

—Suleimán, mi majestad.—Exclama Hürrem con una gran sonrisa y corre a los brazos de su Majestad.

Yo me reverencio en su presencia y al poder visualizar mejor noto muchas más personas en la habitación.

Me reverencio ante todos, sabía de quienes se trataban sin embargo al levantar una vez más la vista mis ojos se conectan con unos ojos marrones completamente intensos en mi dirección.

Hürrem me hace un ademan para que me coloque en una esquina junto a la criada de Mihrimah y así lo hago.

Mi trabajo era ese, acompañar a Hürrem y no podía estar más feliz. Aprendería mucho de ella.

Al llegar a una esquina pude ver mejor y hubiera preferido no hacerlo. Era una cena familiar con las favoritas de sus Majestades Mustafá y Mehmed. Los demás no tenían la suficiente edad como para poder tener su propio Harén.

Por supuesto Mehmed había llevado a Nurbahar.

Evité apartar o bajar la mirada, no demostraría lo afectada que me ponía ver la escena.

Me había colocado en un lugar donde mis ojos y los de Mehmed podían conectarse. Pero también algo o mejor alguien llamó mi atención.

El príncipe Mustafá también me observaba de una forma discreta.

Sultana Hürrem, ¿en que me está metiendo?

Una mirada fulminadora también apareció. Al mirar discretamente Mahidevran estaba observandome y luego a la Sultana Hürrem quien le sonrió arrogante.

Otras mujeres también acompañaban y aunque no supiera de quien se trataban eran parte de la familia real.

Ver a Mehmed con otra mujer por alguna razón me lastimaba pero ¿Que pretendía? ¿Que por una noche cambiaría todo en su vida? El tenía una favorita y yo era una criada recién llegada que apenas conocía.

Ni siquiera estaba segura de que Mehmed supiera lo nombre porque jamás me había preguntado.

Un dolor de cabeza me hizo tambalear y me acerqué lentamente a la Sultana.

—Disculpe, sus Majestades.—Murmuré apenas y el Salón quedó en completo silencio. Todos los pares de ojos se pusieron en mi. Algunos eran curiosos, otros molestos y otros como los de Mihrimah y Hürrem cálidos y comprensivos.—Sultana Hürrem, permítame dirigirme al harem. No me encuentro bien de salud.

Me apené demasiado pero en verdad mi cuerpo suplicaba por un descanso.

—Se ve muy pálida. —Exclama el Sultán y yo me reverencio un poco.-Tienes mi permiso para descansar.

—Ve.—Hürrem me ve ciertamente desconcertada. ¿De verdad estaba tan pálida?

Ignore el resto de miradas y solo me reverencie para así irme de una vez por todas.

Al llegar a mi ligar de descanso gruñi como animal salvaje a quienes se me acercaban y ninguna muchacha se atrevió a molestarme.

Cuando mi cabeza tocó la almohada todo se volvió negro, desmayandome por completo.

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