006.

—Camila, no se si pueda hacer esto. —Murmuro tomando a mi nueva amiga del brazo.

Sentía mis latidos más rápidos de lo normal y mi cabeza daba vueltas; los nervios estaban jugandome en contra en estos momentos.

—Tranquila, solo baila y luego nos dejaran ir. Son unos minutos. —Me susurra y asiento con la cabeza.

Me coloco la fina tela que cubría mi rostro excepto ojos y suspiro recuperando el valor.

—Hemos preparado a las muchachas para el recibimiento de nuestros Príncipes y el entretenimiento para nuestro sultán y sultanas.

Me coloqué en posición y bajé la mirada como pose inicial. Agradecí a Dios por encontrarme casi oculta entre las muchachas y la fina capa en mi rostro me daba aún más seguridad.

La música comienzó a sonar y comencé a moverme al compás. Cerré mis ojos, disfrutando de la música sin importar lo que pasaba a mi al rededor.

Por un momento dejé de estar en ese Palacio; estaba con mi familia. La noche estaba estrellada y el olor a leña quemada llegó a mis fosas nasales, era la fogata que mi padre había encendido.
Mi hermano tocaba con sus manos un tronco haciendo el ritmo y mi madre cantaba mientras yo bailaba con mi padre de una forma descoordinada.

"Papá creo que lo estamos haciendo mal"

Recordé haber dicho.

Seguí bailando, ahora estaba enfrente de los gobernantes de este Imperio. Mis ojos de inmediato fueron a un joven que me miraba con mucha intensidad.
Mis nervios volvieron a florecer por la belleza del hombre y tuve miedo de caer en ese instante pero aún así no dejé de bailar.

Mis ojos aún estaban conectados con sus hermosos ojos marrones los cuales me miraban con intriga y con mucha atención.

Un movimiento de cadera y sus ojos bajaron a recorrer mi cuerpo. Otro movimiento que nos llevó a todas al suelo dando por finalizado la danza sin embargo yo aún no había terminado.

Chasqueo los pequeños platillos de mis dedos y me moví a mi ritmo. No pretendí ser seductora pero aquellos ojos marrones estaban tan interesados en mis movimientos que quise que ese momento durara unos segundos más.

Me moví frente a él sutilmente pero cuando hice un movimiento mis ojos dejaron de conectarse con aquel joven y es así donde me percaté de otros ojos.
Todos los jóvenes Príncipes estaban mirándome, incluso el mas pequeño de los niños.

Mi danza finalizó y los aplausos no tardaron en aparecer.

Poco después de terminar Sumbul me dio la orden de poder retirarme del Salón para cumplir mis labores médicas lo cual agradecí con alegría.

—Lo siento, estuve en el harem por órdenes de la Sultana.

Me apresure a llegar a la Sala médica junto a las demás señoras que realizaban esta profesión. Me Quito la fina tela que cubría mi rostro y suspiro fuertemente.

Mi corazón aún la tía con rapidez.

—Podemos notarlo, estas hermosa Sarah.

—Y muy sonrojada. —Me mira con Picardía una de las doctoras y yo cubro mis mejillas.

—Es el calor. —Me justifico. —Tuve que bailar mucho.

—Oh será que viste a los príncipes y te gustó alguno—Habla otra moviendo las cejas de arriba abajo lo que me provoca que me sonrojase aún  más

—Dejen de molestar a Sarah y tú. —Me señala la doctora superior con una sonrisa. —Ve a cambiarte, tenemos mucho por delante.

Me coloqué mi traje y sonreí, amaba como circulaba mi vida en este momento.

No supe muy bien el por qué me encontraba distraída. Intenté prestar atención a la mujer pero mis pensamientos estaban ocupados por un par de ojos marrones. No lo había analizado bien ya que sus ojos me habían cautivado pero noté lo firme de su mandíbula.

—Sarah.—Escuché como eco mi nombre hasta que volvi a la realidad cuando me tocaron el hombre.—Linda tienes que volver, esto es importante.

—Lo sé, lo siento.—Me disculpé y volví a la realidad.

Lo siguiente que prosiguió fueron exámenes físicos y simulaciones de pacientes con diferentes patologías en donde debíamos describir de que se trataba.

Más tarde hablamos de nuevas enfermedades.

—¿Como distinguir una enfermedad? Fácil, porque presentan síntomas y marcas en la piel. El cuerpo siempre manifiesta las anomalías en nuestro sistema y para muchas de ellas no existe la cura. Nosotras como equipo médico tenemos la obligación de prevenir el ingreso de esas enfermedades al Palacio por lo debemos evitar poner en riesgo al gran sultan, a las sultanas y sobretodo a los príncipes quienes están sexualmente más activos puesto que pueden llegar a estar con una, dos, tres y hasta más concubinas.

Con las últimas palabras se me revolvió el estómago. ¿Es decir que aquel chico con ojos bonitos recibía varias mujeres con quienes se acostaba? Tragué saliva incómoda.

—Ésta es la más peligrosas de todas. —La doctora mayor toma unos trapos y con sumo cuidado los corre para dejar a la vista un frasco de vidrio con un líquido espeso en su interior. —Comúnmente se transmite por medio de penetración pero con solo un contacto en un area lastimada basta para que infecte todo tu cuerpo y mueras en muy pocas horas.

La clase siguió siendo cada vez más interesante sin embargo había un gran dolor en mi; muchas enfermedades y pocas curas.

—Doctora.—Hablé alzando la mano y todas voltearon a mi dirección. — ¿Hay alguna forma de investigar y encontrar curas?

—Las curas las realizan médicas especialistas nuestros avances son gracias a ellas sin embargo es algo muy peligroso, te expones día a día a las enfermedades conocidas e incluso aparecen muchas que jamás habíamos visto.—Me explica acercándose poco a poco a mi. —Lo unico que podemos hacer por las personas es evitar que se contagien.

—¿Que tiene le príncipe más pequeño? He notado un pequeño bulto en su hombro—Pregunté nuevamente y la mujer me mira con una pequeña sonrisa.

—Valoro tus inquietudes pequeña Sarah pero la clase ya terminó, pueden retirarse todas.

Las mujeres se van del Palacio y yo simplemente me quedo estática en mi lugar con mil preguntas en mi cabeza sin ninguna respuesta.

—Sarah debes ir al harem. —La doctora mayor se acerca a mi. —¿Que ocurre?

—Jasha en verdad quiero ser una buena doctora, pero ¿Cómo puedo ser una buena doctora si no tengo las respuestas para nada? No quiero solo evitar cosas también quiero curarlas.

Ella me mira con dulzura y posa una mano en mi hombro.

—Niña, a mi edad he visto tantas cosas y se lo que se siente querer saberlo todo. En mis años solo he conocido a una persona quien ha tenido esta misma curiosidad que tu tienes y esa persona soy yo. —Me toma del mentón y me sonrie maternalmente. — La base de la medicina es la naturaleza.

Se aleja para ir a una de las repisas y de allí saca un libro que parecía más bien como una especie de diario algo polvoriento oculto detrás de todos los demás libros.

—Ten.—Me lo entrega. — Aquí se encuentran todo los descubrimientos que se han hecho alguna vez. Sobre las plantas y que se pueden obtener de ellas.  

Mi sonrisa se ensancha y no puedo evitar abrazarla. Su sorpresa es evidente pero con una pequeña risa me lo devuelve.

—Gracias, gracias.

—Se que llegaras muy lejos Sarah. Ahora vuelve con las demás.

Con el libro en mi pecho corro hasta el harén pero de inmediato soy interceptada por Fakria.

—Vamos Sarah, tengo que hablar contigo.

Hürrem.

La ceremonia fue mucho mejor de lo que pensaba. Mis hermosos hijos y mi amado esposo estaban de vuelta y la felicidad llenaba completamente mi alma.

Cuando las muchachas bailaron mi único objetivo era Sarah y al parecer mis planes estaban saliendo a la perfección. Mi valeroso Mehmed tenía posado sus ojos en la muchacha de cabellos dorados y al parecer era correspondido.

Sin embargo cuando miré a su lado noté como Mustafá también la observaba, de inmediato me alerté. No dudaba que él podría llegar a pedir por Sarah.

Debía mover rápido mis cartas, no dudaba que Mahidevran podría hacer algo también.

Sarah sacó los platillos que le había encargado a Fakria para que se los dé y sonreí al ver que los había utilizado.

Miré a mi Sultan y este me miró con una dulce sonrisa junto con una ceja levantada entendiendo que había sido parte de mi plan y besó los nudillos de mi mano derecha.

Cuando todo terminó noté como Mehmed estaba inquieto mirando a todos lados y noté su decepcion cuando su favorita se acercó a él pero intentó a toda costa disimular. Siempre tan noble mi pequeño.

Al final de la ceremonia encargué la limpieza del lugar y me dirigí a mis aposentos con Sumbul y Fakria detrás de mi.

—Sultana, ¿Que podemos hacer por usted?

—El plan funcionó. La muchacha cautivó al príncipe.—Exclamó Fakria.

—Querrás decir a los príncipes. —Murmuré nerviosa y camino de un lado a otro. —No dudo que mahidevran no se haya percatado de cómo Sarah cautivó también a su hijo. Querrá hacerle la vida imposible porque sabe cual es la lealtad de Sarah, debemos protegerla de cualquier cosa. Esta muchacha tiene algo especial y si Mehmed asciende al trono debe tener a una mujer fuerte a su lado.

—Y hermosa. —Agrega Sumbul con una risita. —Esa niña aunque es un dolor de cabeza es muy bonita.

Yo lo miro con una ceja alzada.

—Por supuesto que no más que usted mi Sultana. Su belleza es inigualable, la flor más hermosa del jardín.

Suelto una risa divertida y contagiosa por las palabras de mi fiel sirviente pero le doy la razón.

—Imagino la belleza de mis futuros nietos. Se que a Mehmed le va a encantar  por eso hay que prepararla lo antes posible, quiero que esta misma noche se presente a sus aposentos.

—Pero Sultana... El príncipe no ha recibido a ninguna concubina que le hemos enviado desde que su favorita es Cihan.—Exclama Fakria.

—No va rechazarla, no está vez. —Les sonrío y en ese momento las puertas se abren dejando a la vista a mi hermosa hija.

—Madre.—Su sonrisa ilumina también la mia y la recibo con los brazos abiertos.

—Ya pueden retirarse y hagan lo que les pedí.

Sarah.

Dios. ¿Es que nunca terminaba las tareas aquí en el Palacio?

Seguí a Fakria por los largos pasillos del Palacio, mis piernas parecían gelatinas y mi cuerpo dolía de lo cansada que estaba.

—Estoy demasiado cansada. —Murmuro pidiéndole piedad a la señorita frente a mi pero ella me ignora completamente haciéndome bufar.

Lo único que necesitaba en este momento era descansar.

Fakria se detiene frente a la puerta que daba a las duchas y me mira de pies a cabeza. Estaba segura de que me encontraba muy desarreglada.

—Irás a los aposentos del príncipe.

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