002.
Retiro las sucias telas de mi cuerpo y me en vuelvo en una toalla.
Me aparto de todas las muchachas buscando un lugar en donde tener un poco de privacidad y tranquilidad. No podia seguir escuchando las quejas de Cecilia ni un segundo más. Podía entender sus molestias. Pasar de una vida de lujos a una vida de esclava podía ser duro pero mi realidad era distinta.
Alejé todo pensamiento y me enfoco en una sola cosa. En mi. Lavo mi cuerpo disfrutando como el agua purifica mi cuerpo. Nos dejaron una pequeña barra aromatizantes para cada una por lo que no tarde en refregarlo por mi piel.
— AQUÍ NO HAY SERVIDUMBRE !ESAS SON LAS COSTUMBRES DEL HAREM! Bañate sola y no me mires así o haré que te corten la garganta.
Escuché el grito de la mujer que nos había guiado hasta el cuarto de baño de inmediato supe que se trataba de Cecilia.
Esta chica es un imán de problemas.
Cuando nos terminaron de revisar nos dieron unos vestidos que aparentemente llevariamos a partir de ahora.
Me lo coloqué sin quejarme, no era tan feo como parecía sin embargo Cecilia debía de quejarse de todo.
—Basta Cecilia se que es difícil. —La tomó de los hombros y hago que me mire. Esta situación realmente comenzaba a preocuparme.—Por favor, mirame.
Sus ojos estaban vacíos y presentía que algo muy malo pasaría.
—Ven, recuestate. —Le hice un espacio al lado de mi parte de la cama y ella se acurrucó a mi lado, sollozando.
Acaricié su cabello hasta que se durmió y posteriormente yo lo hice también.
A mitad de la noche los movimientos de Cecilia me despertaron sin embargo me encontraba de espalda a ella por lo que no le presté suficiente atención,estaba demasiado cansada.
Intenté volver a dormir cuando siento poco a poco una extraña humedad detrás de mi. De inmediato volteo y me encuentro con la horrible escena de Cecilia ensangrentada.
—¡Valeria! —Le grité a la muchacha que se encontraba a su lado.
Tomé rápidamente mi vestido y lo rompo de un Jalón. De inmediato los gritos inundaron la habitación.
Por mi parte intenté concentrarme en el sangrado, debía parar la hemorragia lo antes posible. Con las telas en vuelvo sus muñecas y mantengo presionado.
—¿Que sucede aquí? ¡Llamen a la doctora!
No me había percatado de la presencia de un joven a mi lado y la toma en brazos para así salir de inmediato.
Mi instinto me impulsó a levantarme y pese a que intentaron detenerme corrí detrás del chico pelirrojo sin importar que mi ropa estaba cubierta de sangre y rota.
El chico ingresa con Cecilia en una gran habitación y la deja sobre la cama.
—¿¡Donde esta la doctora!?—Voltea y baja su mirada hasta a mi con el ceño fruncido. —¿¡Quien eres? ¿¡Quien le permitió la entrada a mis aposentos!?
Las personas que nos recibieron en el harem llegaron segundo más tardes y unos guardias toman de inmediato mis brazos.
—La doctora esta ocupada, no puede hacer presencia en este momento pero vendrá lo más pronto que pueda—Exclama la anciana preocupada.
—Guardias ¡Lleven a esta jovencita al calabozo! Que osadía de entrar en los aposentos del príncipe Selim. —Exclama el Hombre de voz fina mirándome con el ceño fruncido.
—¡Ella tiene minutos! ¡Sueltenme! —Grité intentando safarme.
Ahora todas las miradas van hacia mi.
—Soy Doctora—Mentí. Aunque sí era aprendiz aún no era oficial el título. —¡Morira si no hago algo!
El joven con cabello rojizo frente a mi parece analizar un segundo la situación y me permite acercarme a mi amiga. Un ademan y los guardias me suelta.
No tenía herramientas por lo que tocaba improvisar. A mis costados había una cubeta de agua por lo que lave mis manos y atendi rápidamente la herida.
El sangrado fue detenido con éxito y para cuando llegó la doctora se ocupó del resto del vendaje ahora sí con el equipo necesario.
—Ha tenido suerte. —Exclama finalmente la doctora acercándose. Ahora me mira a mi y sonrie. Yo le devuelvo la sonrisa más relajada. —Salvaste milagrosamente a tu amiga, actuaste rápido. —Voltea hacia el príncipe y realiza una reverencia. —Tiene que descansar, ha perdido mucha sangre.
Suelto todo el aire que no sabía que retenía en mis pulmones.
—Sumbul aga, lleve a la muchacha nuevamente al Harem, llevaré a esta joven a la habitación de recuperación—Exclama el príncipe Selim mirándome con atención.
—A sus órdenes, príncipe. —Toma de mi brazo y me arrima a la salida—Camina jovencita.
Me sorprendo al escuchar las palabra del principe. NO IRÍA AL CALABOZO.
Por inercia hago una pequeña reverencia antes de retirarme.
El camino hasta el harem fue silencioso pero el sonido de mi corazón golpeaba mis tímpanos. La adrenalina aún corría por mi cuerpo.
Salvé a Cecilia. Mi mentora estaría muy orgullosa de mi.
Al llegar las muchachas me hicieron muchas preguntas sin embargo Sumbul aga las calló y nos ordenó dormir. No fue mucho tiempo en el que apoye la cabeza en la suave almohada cuando caí completamente dormida.
En la mañana me desperté aún con la sensación en el pecho, necesitaba ver a mi amiga. Rápidamente me levanto y busco a la señorita Canfeda.
—Señorita Canfeda permítame ver a mi amiga Cecilia, estoy muy preocupada—Exclamé angustiada y ella solamente hace un ademan para que la siguiera.
Las puertas se abren y deja ver un perfecto cuarto para pacientes. Los estantes poseían frascos con distintas medicinas para todo tipo de situaciones.
Me emocioné por lo equipado que estaba el lugar.
—Quieta, quieta.—Se apresura a decir la mujer y corre hasta Cecilia quien intentó levantarse.
—¿Que pasó anoche? —Pregunta confundida y yo niego.
—Y encima preguntas. Te cortaste las venas Cecilia. —Le gruño y ella dirige su mirada hacia a mi. Pude distinguir su enojo.
—¿¡Por qué me salvaste!? ¡No te lo he pedido Sarah! Ya no quiero vivir y lo sabes—Grita con lágrimas en los ojos.
—Cuida tu vocabulario.—Canfeda calla a Cecilia pero su miraba se notaba tranquila y empatizaba con la situación.—Me desvelé cuidandote. Fue muy grave lo que hiciste.
—Este lugar es un infierno.—Solloza mi amiga.
—Una persona hace que el lugar sea un infierno o un paraíso, Cecilia.
Canfeda voltea hacia mi cuando digo aquellas palabras y asiente con la cabeza con una pequeña sonrisa.
—Si. Mira a la Sultana Hürrem. Ella era como nosotras cuando llegó al Palacio, una simple esclava y ahora es la Sultana más poderosa del Imperio.—Exclama orgullosa Canfeda en ánimo a la situación.
—¿La Sultana Hürrem? —Preguntamos sorprendidas al Unísono Cecilia y yo.
—La persona a la que pediste volver a tu hogar. —Le recuerda. — Ella es la esposa legitima del Sultán Suleimán y le dio cinco hijos. Cuando ella llegó no quería estar aquí, así como tú, pero mira hasta donde llegó.
Canfeda nos cuenta un resumen de la vida de la Sultana Hürrem y yo me sorprendo por lo valiente y fuerte que era esa mujer. Sin duda no me equivoqué al admirarla el primer día.
—Bien Señoritas. Tú y yo—Me señala y luego a ella— Volveremos al Harem, hay mucho trabajo por hacer. Mientras que tú—Ahora señala a Cecilia. —Tendrás que descansar, ya veran que castigo te podrán.
Me despido de Cecilia para así seguir a la Señorita Canfeda nuevamente para cumplir mi trabajo.
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