001.
Rohatyn, Ucrania. 1541.
Poco a poco el cielo se tornaba más y más oscuro dando lugar a las resplandecientes estrellas que indicaban que la noche estaba llegando.
Sabía que se hacía tarde y debía volver lo antes posible para esconderme. La vida en las calles se había vuelto un infierno. Los bárbaros mostraron su presencia hace unos días atrás cuando jóvenes mujeres y niñas comenzaron a desaparecer.
No tenía ninguna otra protección que no fuese mi hogar, un hogar donde no estaba mis padres y mis hermanos, por lo que el llegar tarde sin duda amenazaba mi vida.
En pocos días se cumplirán dos años del fallecimiento de mi familia y aún era una constante agonía.
Sin embargo no podía perderme esta oportunidad de aprender y ayudar.
Un hombre bastante mayor fue sorprendido por un fuerte golpe en plena pesca por lo que, sí bien estaba fuera de peligro, se debía suturar las heridas.
—Si, Sarah. Muy bien. —Me alentó la doctora a cargo. Sonreí orgullosa—Puedes lavar tus manos e irte, ya es demasiado tarde.
Asiento con la cabeza y luego de lavar mis manos agradezco por permitirme la participación del caso y le deseo una pronta recuperación al paciente para posteriormente salir de la cabaña.
Un viento helado azota mi rostro y me apresuro en llegar a casa solo faltaba pocos metros para estar segura pero la vida tenía otros planes para mi.
A mitad de camino unas manos taparon mi boca y sujetaron mis caderas con mucha fuerza. No pude reaccionar a tiempo para escapar,la bestia me tenía entre sus asquerosas garras.
—Ésta es buena. —Chiflaron en alegría mientras intentaba zafarme del agarre sin lograrlo y segundos más tarde todo se volvió negro para mi.
—Oye, despierta.
Siento como empujan incesantemente mi cuerpo y de inmediato llevo una mano a mi cabeza. El dolor punzante hizo que abriera poco a poco mis ojos y me puse en alerta cuando.
—¿Donde estoy? ¿Que es este lugar? —Grité y de inmediato la chica frente a mi cubre mi boca.
—Shhh, Cállate. —Gruñe.—¿Quieres que te maten antes de que tengas al menos una oportunidad para escapar?
Tome de su muñeca y retiré su mano de mi boca. Mi semblante era serio, no quería demostrar el verdadero miedo que estaba sintiendo en ese momento.
—Estas en un barco. Fuiste secuestrada como todas aquí. —Señala el lugar.
Miré a mi al rededor y efectivamente había muchas en la "habitación"
—Soy Cecilia. —Me extiende la mano.
La miro con el ceño fruncido dudando si realmente podía confiar en ella. La veo ladear la cabeza impaciente por mi duda pero terminé aceptando su mano y la estrechamos.
—Sarah.—Me presenté.
—Bien Sarah, tu y yo escaparemos de aquí.
La miré con sorpresa ante sus palabras. Si bien tenía miedo de lo que pudiese pasar la idea era demasiado tentadora.
—¡Levantensé, hora de comer! ¡HAGAN FILA! —Un hombre entra con una gran olla y todas, excepto yo, obedecen a la orden.
Sus ojos se pasean asquerosamente por todas las muchachas presentes hasta que se percata de mi rebeldía.
—¡Levantate!
No me moví ni un centímetro. Aunque su voz era tan perturbadora que erizaba mi piel bajo mi ropa no le mostraría mi miedo. Si había algo que aprendí de mi padre es que jamás debías mostrar debilidad, porque si las descubren estarías a su merced.
La paciencia del hombre llegó al límite y sirvió a las muchachas una sopa poco apetitosa para que al final volteara a mi con una sonrisa escalofriante.
—Como quieras. El viaje es largo y no recibirás ni una migajas de pan.
Levanté la cabeza con todo orgullo que mi cuerpo poseía y lo miré de arriba a abajo sin decir palabra alguna hasta que se retiró del lugar.
Miro a mi al rededor. Las muchachas parecían animales y quizás lo eramos. Estábamos prisioneras a merced de maleantes quienes tenían nuestras vidas y futuros en sus manos.
—¿Quieres? —Cecilia me nuestra de su plato y yo niego con la cabeza. —No te pierdes de mucho, de igual forma es un asco.
Sus palabras hacen que suelte una pequeña risa. Vi entonces que seríamos buenas amigas.
—Al menos come esto. Escuché que iríamos a Estambul y no quiero dormir al lado de un cadáver. —Me mira divertida dándome un buen pedazo de pan el cual agarré.
—Gracias.—Suspiré y le di un mordisco al pan, seguido de otro y otro.
En verdad tenía hambre.
Minutos se convirtieron en horas y horas se convirtieron en días y días en semanas a bordo del barco de los bárbaros. Cecilia había querido escapar y pagó el precio de ser golpeada. Curé como pude sus heridas y por ello recibí un par de golpes también puesto que la orden fue que nadie podía ayudarla.
Ahora en su recuperación estaba en un mejor Estado aunque aún se podía apreciar su labio hinchado.
—Estas mejor.—Le susurro con una pequeña sonrisa revisandola. Ella hace una mueca.
—Estaría mejor muerta.—Exclama Cecilia enfurecida.
—Ya pronto llegaremos. —Intenté animar un poco la situación pero ella se mantuvo a la defensiva.
—¿Y eso qué? Seremos esclavas de viejos asquerosos ¿Eso es vida? Prefiero morir.
Su punto era claro y estaba de acuerdo. Nuestro destino solo se dividía en dos opciones, si continuar en este inmundo barco o ser vendidas. Nada más.
—Si tienes la fuerza para superar las adversidades tu fortaleza te dará la recompensa que mereces tener.—Exclamé con seriedad y mis palabras parecieron dejar una marca en ella.
Precisamente dos noches estábamos más cerca del próximo embarque. El reflejo de la Luna y el sol ingresaban por una pequeña ventana que poseía la habitación lo que me permitió tener cierta noción del tiempo.
En el camino a Estambul hicieron dos paradas en los puertos más cercanos y en ello no sólo cargaron provisiones si no que también nuevas victimas. Niñas que apenas comenzaban a vivir y mujeres de distintas edades.
Mi cuerpo estaba débil, si no fuera por Cecilia y sus raciones de comida probablemente sería huesos. Sabía que si no tenía una buena alimentación en los próximos días tanto yo como las demás jóvenes moririamos.
El barco se detuvo en la mañana siguiente. Nos bajaron a todas las muchachas a la fuerza aunque por mi parte no puse resistencia alguna vi de reojo como Cecilia peleaba por escapar.
La caminata hasta el Palacio fue cansadora las secuelas de estar mucho tiempo en el barco sin caminar durante largos períodos fue notoria en las articulaciones.
Perdida en mi pensamientos no noté el gran Palacio frente a mi. Lo observe hasta que lo rodeamos para encontrarnos con una entrada un poco más secreta cubierta de árboles y plantas.
—Es enorme. —Susurré curiosa.
Si esta era mi mejor oportunidad para tener una vida digna haré el esfuerzo por lucir lo más bonita posible aunque sabía que era imposible puesto que había pasado semanas dentro de un barco sucio sin ducharme ni una sola vez y con sangre seca por los golpes que recibí por ayudar a Cecilia.
—En fila. —Gruñe uno y todas de inmediato obedecemos.
Era la última en la fila.
Un hombre sale del Palacio a toda prisa pero no puedo ver su rostro, solo escuché su conversación.
—¡Por Alá! ¿Por qué no me dijiste antes? ¿Que se supone que haré con ellas?
Por su tono de voz deducía que estaba molesto.
—El capitán me ordenó traerlas aquí.
El otro gruñe molesto.
—¡Alah dame paciencia! Vamos—Repite y yo aguanto una risa.
Su enojo me causaba gracia.
—¿Esta bien señora? —Escucho a la joven delante de mí.
Cecilia y ella habían interactuado en el barco mientras me mantenía al margen, Valeria solia servirle a Cecilia.
—¿Tu crees que estoy bien Valeria? Mira donde nos trajeron estos bárbaros. —Exclamó entre dientes totalmente indignada.
—Si esta es nuestra mejor opción, no hay que desaprovecharla Cecilia. —Me animo a susurrarle y ella chaquea su lengua en desacuerdo.
—Señora es el Palacio del sultán—Exclama Valeria y Cecilia aprieta los puños.
—¡Pues que se derrumbe sobre el sultán!
Ahora si no puedo aguantar una ligera carcajada y me gano una mirada fulminante de mi amiga.
—Cállate, te escucharán y está a vez no podré curar tus heridas—La regañé firmemente evitando sonreír y ella se cruza de brazos infantilmente.
Sabia que Cecilia actuaba sin pensar en las consecuencias mientras que yo me mantenía al margen, observando como un águila a mi al rededor. La prudencia puede ser un arma muy filosa.
Entre empujones y gritos nos ingresaron al Palacio para formarnos nuevamente en una fila.
—Bajen las cabezas, no quiero que ninguna miré a la Sultana.
Mi ceño se frunce al ver a todos totalmente eufóricos y nerviosos.
Bajo la mirada aún confundida por la situación.
—¡Atención! ¡Haseki Hürrem Sultán en presencia!
Informan en voz alta. Mi mirada estaba en el suelo pero mis ojos recorren el largo corte del vestido de la mujer que estaba pasando. La Sultana Hürrem.
Sin sorpresa alguna escuchó como Cecilia se mueve de mi lado y pide desesperadamente su liberación a la Sultana. Me limito a negar, aceptar tu destino te permite avanzar y abrirte paso a nuevos horizontes. Mi madre me había enseñado a sacar lo más positivo en las situaciones más difíciles.
"Si no puedes cambiar el pasado haz algo en el presente para que tu futuro sea brillante" La voz de mi madre resonó en mi cabeza.
—¿Cual es tu nombre jovencita?
La majestuosa voz de la Sultana me hace levantar la vista. La mujer era hermosa, su mirada neutra y su compostura demostraba un aura fuerte.
—Cecilia. Por favor Sultana devuelvame a mi hogar tenga piedad de mi. Soy de una familia noble tenga piedad de mi.
—Escuchame bien Cecilia.—Hürrem da un paso hacia ella. Un solo paso que podía provocar un gran terremoto en toda la ciudad.
Sentí admiración por la mujer.
—No importa quien seas ni de donde provienes. Ahora eres propiedad de la dinastía otomana por lo tanto te recomiendo que olvides tu hogar.
Acomodó su vestido y siguió su camino.
Una sonrisa se escapa de mis labios, sin duda quiero quedarme aquí.
Al contrario de Cecilia, no dejé nada atrás, vivía sola y muchas veces moría de hambre pero ahora tenía la oportunidad de comenzar de nuevo así sea como una simple esclava.
«De todos modos siempre fui esclava de esta vida cruel» Pensé.
—¡Por Alah! ¡Caminen! —El mismo sujeto se mostraba arisco nos guió hasta otra habitación donde nos formaron nuevamente.
—Señorita Canfeda.—Una mujer mayor se hace presente y nos observa a todas.—Llevalas a la inspección.
La nombrada hace una referencia y nos guía a todas a los baños. Moría por una ducha.
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