メ√ノノ

Aquella cotidiana tarea de llevar el desayuno a los aposentos reales se convirtió en un verdadero tormento para Wei Li.

La joven criada se había asegurado de cubrir muy bien a Yang Liau, de manera que no pasara frío durante la madrugada, cuando ella decidió marcharse a su habitación, confundida ante lo que acababan de hacer.

No tenía idea de lo que pasaba por su mente cuando la emperatriz la tomó de aquella manera, pero quizás debió haberlo prevenido. La ahora esposa del emperador se había preparado durante semanas para liberar la pasión que tanto ansiaba, y hasta el momento, todos sus esfuerzos solo habían servido para avivar el ardor de la joven emperatriz, sin tener oportunidad alguna de un desahogo. Y ante aquellas circunstancias, Wei Li no podía ilusionarse con la idea de que Yang Liau sintiera amor, ni siquiera algo de afecto hacia ella.

No.

Era consciente de que, si quería continuar en el palacio, tenía que hacerse a la idea de que lo sucedido la noche anterior entre ellas solo había servido como válvula de escape para la volátil emperatriz.


No obstante, ella no era como Yang Liau. Su corazón era real y latía con intensidad, capaz de sentir, sufrir, amar y romperse en mil pedazos. Sus caricias la habían llevado a un éxtasis carnal, pero también habían excavado un agujero profundo en su corazón. Era pequeño, apenas un sepulcro en el que tendría que enterrar los sentimientos que habían nacido en su pecho, sepultarlos y olvidarlos para siempre. Pero ¿cómo podría conseguirlo?


Un suave carraspeo rompió sus pensamientos. Echó una breve mirada a sus espaldas y, con diligencia, se apresuró a caminar por los corredores imperiales, recorriendo el camino acostumbrado. Una comitiva real se encontraba a sus espaldas, siguiéndola muy de cerca. Se trataba de las sirvientas de la cocina, que llevaban todo lo necesario para que la emperatriz degustara de sus alimentos matutinos.


En cuanto se vio frente a las puertas corredizas de los aposentos privados de Yang Liau, su corazón se detuvo momentáneamente. No podía creer que iba a verla de nuevo. Aún no se sentía preparada para enfrentarla después de lo ocurrido, y cada recuerdo y sensación, desde el roce de sus caricias hasta los susurros compartidos, persistían vívidos en su mente.


Con una mezcla de ansiedad y timidez, Wei Li tocó la puerta y la abrió con suavidad, manteniendo los ojos en el suelo en todo momento. Yang Liau la recibió desde su asiento en un almohadón de plumas. Aparentaba serenidad, como si nada hubiera ocurrido.

—Buen día, su alteza. El desayuno está listo —dijo adoptando un tono ceremonioso, las manos entrelazadas con nerviosismo sobre su regazo y la cabeza inclinada.

Yang Liau se puso de pie y se acomodó frente a la mesa. No había emoción alguna en ninguno de sus movimientos.

—Gracias, Wei Li —respondió como de costumbre.

Aunque la criada había temido que algo en su comportamiento pudiese delatar lo que había acontecido entre ambas apenas la noche anterior, lo cierto es que aquella muestra de frialdad le dolía aún más y no estaba preparada para ella.


Con timidez, solicitó que los platillos fueran colocados sobre la mesita, como cada mañana. Y mientras observaba a las criadas disponiendo el desayuno entre reverencias y evidentes muestras de respeto, la joven no pudo evitar que una mirada traicionera se posara sobre la emperatriz.

Yang Liau tenía una diadema de cabellos negros con mechones románticos cayendo a cada lado de su hermoso rostro de alabastro. Los ojos habían sido decorados con un rosa pálido que contrastaba con el rubor de sus mejillas, al igual que los labios, que además tenían una leve capa de brillo.


Wei Li supuso enseguida que la emperatriz había solicitado que la maquillaran y peinaran más temprano de lo acostumbrado, y aunque era su deseo que aquel cambio en la rutina de su soberana se debiera a ella, sus débiles ambiciones se desvanecieron cuando la emperatriz reveló que aquella mañana saldría a los jardines junto a la emperatriz viuda.

—El emperador me pidió que me encargara de las especies de peces khon que se encuentran en los estanques del jardín imperial. Es una tarea muy importante, al parecer —decía al tiempo que engullía los platillos con la elegancia que la caracterizaba.

—Es una buena noticia, su alteza —respondió Wei Li. Permitió que las damas de la cocina se marcharan, dejándolas solas, para proseguir—: Eso quiere decir que le tiene confianza y que está esperando que realice deberes acordes a su posición. Sin duda, nuestro emperador no considera la consumación del matrimonio como un requerimiento para ofrecerle las garantías de su favor.

—Lo sé —confirmó Yang Liau—, y aun así no me gusta nada esta situación. Tengo que deshacerme de esa mujer, Wei Li. Tengo que acabar con ella a como dé lugar.

La joven criada apretó una de sus manos.

—Quizás no sea necesario, su alteza. Creo firmemente que el emperador la mantendrá aquí, con o sin su favor dentro de la alcoba.

Yang Liau depositó enérgica la taza de té sobre la mesa. Aquel golpe hizo que la joven se detuviera en seco.

—No me interesa eso. No habrá honor ni victoria alguna si no consigo seducir al emperador y hacerlo olvidar a esa mujer. Ni siquiera podré tener paz otra vez, hasta que no la vea fuera de este palacio.


Wei Li se sintió conmovida por aquellas palabras. La actitud de la emperatriz demostraba que no solo no había significado nada lo que habían compartido apenas unas horas atrás, sino que además le resultaba por completo ajeno.

—Permítame pensar qué podríamos hacer para deshacernos de ella, su alteza. Pero le recuerdo que es muy riesgoso atentar contra un chambelán, especialmente si es así de importante para nuestro emperador. Tampoco estamos seguras de que ella sea la mujer que lo mantiene alejado de su alcoba, quizás se trata de una de las antiguas mujeres del harén. Escuché que todas mantienen su estadía en el palacio imperial, aunque ninguna ha visitado a este emperador. Tengo entendido que su majestad tiene cierta reticencia hacia la esclavitud de mujeres, aunque la madre emperatriz hizo que cambiaran a algunas y ha recibido jóvenes provenientes de la Isla Hikarimori, conocida como la Isla de los Mil Cerezos debido a su gran comercio de jovencitas. Se dice que son las más bellas de toda la región, así que cualquiera de ellas podría ser la que...

—¡Basta! —interrumpió la emperatriz, con dureza—. ¿Es que quieres volverme loca? ¿Por qué me hablas de esas harpías del harén?

—Lo siento, su alteza, solo intento ayudarla.

—Será mejor que te mantengas al margen de este tema, ¿de acuerdo? Yo misma me aseguraré de que esa maldita reciba su merecido.

Wei Li se mordió el labio inferior. Sabía que cualquier paso en falso podría poner en riesgo la estadía de la emperatriz en el palacio e incluso aún peor, podría culminar en la ejecución.



***

Katsuki observó la figura de la emperatriz viuda mientras se alejaba, acompañada por la esposa del emperador. Cuando pasaron a su lado mientras ella volvía de las almenas del palacio, no pudo evitar que la vergüenza se apoderara de ella. Ni siquiera bajar la mirada la salvó de cruzar miradas con Yang Liau de forma fugaz, pero sumamente significativa.


Y aunque era imposible, la guardiana no podía evitar aquella incómoda sensación de que tanto la madre de Takeshi como su esposa, conocían de sobra los pormenores de su noche con el emperador apenas dos días atrás. Casi como si las imágenes de ambos compartiendo aquellos hermosos momentos bajo la luz de la luna, se reflejaran en su rostro con toda la nitidez de un estanque sereno.

Katsuki se apresuró a apartarse de su camino y se dirigió rápidamente al templo real; una maravillosa construcción de tejados carmesíes y arabescos dorados que era custodiada por imponentes y largas escaleras bañadas de pétalos rosados. La joven subió los escalones y se internó en la boca del templo, desde donde ya era capaz de percibir los vapores aromáticos que se desprendían de su interior.


Una vez adentro, atravesó la amplia estancia hasta el extremo en el que se encontraba el emperador, sentado sobre un cojín bordado en oro frente a un hermoso emblema dorado: el sello espiritual que mantenía el palacio resguardado de cualquier maleficio y símbolo de la conexión de su linaje con los Dioses que les habían otorgado el poder y la responsabilidad de reinar sobre todo el imperio.

La joven se aproximó a él con todo el respeto que pudo imprimir a cada paso, sacándose las sandalias en mitad de la estancia, tal y como dictaba la costumbre.

No se acomodó junto a él, ni siquiera habló. Se limitó a mantenerse de pie a su lado, aguardando a que Takeshi terminara con sus oraciones, sumergido en una calma contemplativa y silenciosa.


El emperador tomó los inciensos de una mesita de bambú cercana y los sostuvo con reverencia. Los devolvió a su lugar y, abriendo sus palmas al cielo para, acto seguido, tocar su frente con las yemas de los dedos, culminó con el ritual acostumbrado. Dirigió una de sus benevolentes miradas a la guardiana que se mantenía atenta a cada uno de sus movimientos, observándolo con un amor tan profundo que ni siquiera ella era capaz de comprender cómo es que podía amar de aquella manera.

Takeshi sonrió para ella, dejando que su ternura se derramara en cada gesto.

—Ven aquí, siéntate conmigo —solicitó con ternura, acercando otra de las almohadillas.

La joven así lo hizo, no sin antes dejar la katana a un lado, en el suelo.

El emperador elevó una mano y acarició su mejilla. Fue un gesto fugaz, consumido por lo prohibido, pero eso no impidió que la agradable sensación se esparciera por todo su cuerpo casi al instante.

—Te he extrañado estos días. Casi no hemos tenido oportunidad de conversar.

Katsuki bajó la mirada, sintiéndose nerviosa.

—He estado algo ocupada, su majestad, lamento si he sido descortés.

El emperador la interrumpió con gentileza.

—No me llames así. Soy solo Takeshi, ¿recuerdas? —Katsuki asintió, complaciente—. Sé que no has estado tan ocupada y entiendo que quieras evitarme. Respeto eso. Pero la distancia entre nosotros me está volviendo loco. Es por eso por lo que te pedí que vinieras. Aquí podemos conversar tranquilamente, sin la presión de encontrarnos a solas en mis aposentos o con el riesgo de que alguien pueda escuchar nuestra conversación. ¿Estás de acuerdo?

Katsuki lo miró, nerviosa, y asintió.

—Está bien —repuso con cariño—. Mis razones para alejarme no son malas, se lo aseguro —se apresuró a aclarar.

—Creo que ambos sabemos lo que está sucediendo, ¿no es así? —la guardiana asintió—. Sé que esta situación no es sencilla, pero pese a todo yo quiero seguir adelante. No puedo imaginarme la vida sin ti. Y creo que ya no puedes negar que sientes lo mismo.


La guardiana bajó la mirada, observando con melancolía sus manos pálidas sobre los muslos.

—Katsuki —interrumpió él—. Aquella vez, en mis habitaciones, tú dijiste que no me amabas, que todo lo había malinterpretado y que tu amabilidad solo era una expresión más de tu lealtad hacia el imperio y a la dinastía. Ahora te vuelvo a preguntar: ¿tú me amas? ¿Puedo aspirar a tu cariño?

—Takeshi —susurró—. Yo... Yo lo...

Una sombra se colocó en las puertas del templo, impidiendo que la joven pudiera culminar la frase.

Sorprendida, se obligó a ponerse de pie casi de un salto y, con las manos sobre el regazo, ofreció una cordial reverencia a la emperatriz Yang Liau.


La digna soberana no permitió que los celos se apoderasen de ella. Con un pie frente al otro de modo magnánimo y elegante, se aproximó al emperador sin siquiera observar a la guardiana que se alejó lentamente un par de pasos.

La emperatriz hizo una genuflexión y se acomodó en la almohadilla que segundos antes había sido el lugar de la joven.

—Querido emperador —sonrió. Takeshi asintió de modo breve, llevando el negro de sus ojos hacia el emblema que reposaba ante ellos.

—¿Ha sucedido algo malo?

—No, desde luego que no, su majestad, solo he venido para pedir por nuestro reino. Escuché que es muy probable que se avecine una guerra, mi padre prometió enviar a todo su ejército a la frontera, seguro de que todo estallará muy pronto. Quiero solicitar a los Dioses que nos brinden la victoria y que protejan a nuestro pueblo.

—Es muy bondadoso de tu parte, Yan Liau —afirmó Takeshi con cierta suavidad—. Estoy seguro de que los Dioses escucharán con mayor agrado tus oraciones antes que las mías.

La emperatriz asintió, aceptando sus halagos al tiempo que encendía uno de los inciensos dispuestos ante ellos. Sus manos delicadas se movían con tanta elegancia, que por un momento Takeshi se sintió absorto ante la delicadeza de la joven. Su educación era más que evidente, y él no podía hacer más que sorprenderse por la gracia casi inmaculada de su esposa, deseando poder corresponder a sus atenciones y evidentes intentos por conquistarlo.

De pronto, echó una mirada a Katsuki; la guardiana se mantenía firme en su sitio, con los ojos fijos al frente y actitud militar. Parecía una estatua adornando la entrada, casi no se podía percibir su aliento, como si se encontrase muy lejos de aquella estancia y, no obstante, el emperador sabía que estaba más presente que nunca, podía intuirlo.


Carraspeando, solicitó que se aproximara.

—Por favor, dile a Nakamura que quiero verlo en mi oficina esta tarde.

—De inmediato, su majestad.

La joven reverenció al matrimonio imperial y se alejó sin darles la espalda. No deseaba mirarlos, pero la curiosidad era mucho más fuerte que cualquier otro sentimiento, y esta, arreada por los celos, se volvió imparable. Elevó un poco la vista solo para encontrarse a Yang Liau con su cabeza reposando en el hombro del emperador. Este no parecía corresponder a aquella muestra de confianza, sin embargo, tampoco la despreciaba del todo.


Se obligó a desviar la mirada y salir precipitada de ahí. Deseando olvidar cualquier imagen que en esos momentos se apostaba frente a ella, taladrándola con la idea de que esa mujer era la esposa de su amado emperador, y de que, al haber estado sentada ahí mismo, minutos atrás, solo usurpaba un lugar que no le pertenecía. 

N/A: ¡Hola,  hola!

Este capítulo viene con una dedicatoria especial  para @anagonzalez2021, ya ves que no me olvidé, guapa. Muchísimas, muchísimas gracias por leerme <3 <3

 

Sé que he tenido detenida esta historia durante un tiempo debido al NaNoWrimo, y aunque las actualizaciones seguirán siendo algo lentas, sí continuará. 

Decidí que les traeré al menos un capítulo por semana, ¿qué les parecen los domingos? 


De antemano, mil gracias  por seguir con Imperio de Soledad, es un género que no me resulta tan sencillo, pero cuya historia me tiene atrapada y quería contarla sí o sí, espero que les esté gustando <3 


También quería avisarles que estoy subiendo contenido a mi Patreon, pueden suscribirse de forma gratuita, casi todo el contenido por allá se mantendrá sin costo, pero sí es importante seguir me por allá, ya que ahí es donde estaré compartiendo todo lo que haga con respecto a la escritura. Estaré compartiendo adelantos, noticias, proyectos nuevos, reseñas, fanfics, etc. ¡Los espero por allá! Pueden encontrarme como NinaBenedetta, encuentran el enlace directo en mi perfil. 


Ahora sí, sin más que decir, me despido. ¡Los quiero! 

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