INTRODUCCIÓN

     REGIDO POR LA MUERTE y la opresión, el Imperio de Fuego se posicionó entre las naciones más poderosas. Las Aldeas Ocultas no eran más que lúgubres cenizas, lágrimas desesperadas y recuerdos vacíos. La paz, dejó de ser una opción y la guerra, pintó de sangre y oscuridad todo a su paso, incluyendo el corazón y el alma de cada ser humano. 

No obstante, entre cientos de corazones sin esperanza, en unos pocos continuó ardiendo la voluntad de fuego. 

Esos que se proclamaban en contra del sistema, eran condenados a morir. Esos corazones que no habían sido corrompidos por el temor y odio, debían dejar de latir.

Ella era una traidora; la voluntad de fuego continuó corriendo por sus venas.

Ella debía morir y el hombre que una vez amó, ese hombre que ahora era la mano derecha del líder, debía acabar con sus existencia. 

Su vida estaba en manos de Madara. 

Él tenía dos opciones: asesinarla a sangre fría o borrarle los recuerdos. 

Sin embargo, algo le detenía de cumplir su misión. 

Madara amaba a esa mujer.  

¿Se convertiría en un traidor, arriesgando su propia vida o cargaría por siempre con la muerte de su amada?

Las opciones eran pocas.

El tiempo escaseaba.

Pero, debía tomar una decisión.

Pronto.