CAPÍTULO 8

LUCCA ANDREOTTI

Alexa salió huyendo de mí, pero antes de que pudiera ir tras ella, Chiara me detuvo y negó apartándome un poco para que no cometiera una locura.

-        No la presiones

-        Pero...

-        Chiara tiene razón, dale tiempo para pensar, prácticamente salió disparada en cuanto terminó la canción – dijo Pietro soltando una risa y le di una mala mirada

-        Bien, ¿entonces que...?

-        Señor Andreotti – me interrumpió una voz y me giré confundido

-        Lo siento... no...

-        No hemos tenido el gusto de presentarnos, soy el señor Morris – soltó estrechando mi mano con fuerza

-        Es un gusto – dije intentando mantener la cortesía

En cuanto respondí, el señor Morris comenzó a hablar de negocios y proyectos dejándonos a los tres bastante incómodos; esto era justo lo que más detestaba de eventos como este, todos me interceptaban e intentaban obtener algo de mí, francamente era agotador y sumamente estresante, pero no podía hacer nada más que asentir y mantener la compostura.

En el pasado no me interesaba lo que otros pudieran opinar de mí, hacia lo que quería sin importarme las consecuencias y estaba bien con eso, pero cuando regresé a Italia me di cuenta que las consecuencias si importaban y que el comportamiento era algo crucial por lo que uno siempre debe pensar antes de actuar o deberá lidiar con cosas sin precedentes. 

-        Señor Morris, disculpe, tenemos que atender unos asuntos – intervino Chiara librándonos de la situación y antes de que él pudiera replicar, nos arrastró lejos

-        Por fin, parecía que jamás se callaría – murmuró Pietro y reí - ¿Qué te parece si bailamos? – preguntó girándose hacia Chiara

-        Sería un placer

-        ¿Van a dejarme aquí?

-        No puedo tolerar otra charla como esa, lo siento – respondió Pietro antes de alejarse con Chiara

Estaba solo y era una presa fácil por lo que en menos de un segundo fui rodeado de varias personas que intentaban entablar una conversación conmigo y yo no tenía ni idea de como escapar; pero como si la suerte estuviera de mi lado, pronto divisé a una persona conocida y me disculpé un momento para prácticamente salir huyendo del lugar.

-        Noah – dije y se detuvo abruptamente

-        Señor Andreotti

-        ¿Puedes decirme solo Lucca? Estoy cansado de que todos me digan señor Andreotti

-        Lucca, es un gusto verte

-        Dudo de eso, pero está bien – admití restándole importancia

-        Yo... tengo que...

-        No, por favor, en cuanto te vayas volverán a rondarme

-        ¿Cómo aves de presa?

-        Exactamente – respondí y embozó una pequeña sonrisa

-        Te entiendo perfectamente

-        Debes odiarme ¿no?

-        No eres de mis personas favoritas, pero no te odio

-        ¿Y... Alexa?

-        Lo intenta – dijo y suspiré

-        No la culpo, me lo busqué

-        Sí que lo hiciste – expuso, pero antes de que pudiera responder, nos interrumpieron

-        ¿Puedo comer otra fresa? – preguntó una niña acercándose

-        No, ya comiste muchas, te enfermarás

-        Solo una... - insistió – por favor... ¿Sí? – dijo y reí - ¿Tú quien eres? – preguntó al notar mi presencia

-        Lucca Andreotti, es un gusto – respondí con una sonrisa

-        Daph deberías... - empezó a decir Noah y reaccioné

-        ¿Eres Daphne? – pregunté y la pequeña asintió - Me alegra que estés bien

-        Sí, solo me caí, dolió mucho, pero ya estoy mejor, aunque preocupé a todos – dijo sin dejar de sonreír

-        ¿Te gusta la gala?

-        Sí, es todo muy hermoso y ayudamos a quienes lo necesitan, eso es bueno

-        Tienes razón – admití causando que su sonrisa se hiciera más grande

-        Mi mamá dice que debemos esforzarnos por ayudar al mundo, que una sola persona puede cambiar las cosas

-        Tu madre parece ser muy sabia

-        Lo es, ¡ella es la mejor! – exclamó con alegría

Estaba a punto de hacerle otra pregunta cuando la voz de Chiara me distrajo y de inmediato Noah se disculpó alejándose junto a Daphne que se despedía con una sonrisa; esa pequeña era agradable, se expresaba muy bien y su actitud parecía bastante decidida, lo que por un segundo me recordó a Alexa.

-        Lucca, ¿Todo bien? – preguntó Chiara

-        Sí, solo... me escapaba de las personas

-        No te culpo – dijo Pietro mirando alrededor - ¿Nos quedaremos más tiempo?

-        No, bueno, quizá... - comencé a dudar

-        Quedémonos un poco más – intervino Chiara

-        Pero... - estaba a punto de quejarse Pietro y Chiara lo golpeo obligándolo a callar

-        ¿Por qué no vas a buscarla? Ya debe haberse calmado un poco, quizá puedan hablar

-        Gracias – murmuré antes de alejarme y seguir su sugerencia

Caminé por el salón buscándola entre las personas y evitando a toda costa que me detuvieran en otra larga conversación, pero por más que la buscaba, ella no parecía estar en ningún lado, como si solo se hubiera esfumado en un parpadeo, pero entonces una idea apareció en mi mente y sonreí pensando que era imposible que fuera verdad, aunque aun así iba a comprobarlo.

Busqué por el salón la salida del personal recordando el momento exacto en que hice lo mismo y una vez que la encontré, la crucé sin mirar atrás; seguí caminando guiándome por las flechas e indicaciones hasta que llegué a un ascensor que me llevaría hasta el último piso y de ahí subí las escaleras hasta el techo.

Abrí con cuidado la puerta y solo tuve que caminar un par de pasos para que la imagen ante mis ojos me hiciera sonreír; no tenía muchas esperanzas de encontrarla aquí, pero parte de mí sabía que lo haría, después de todo, puede que ella hubiera cambiado en el exterior, pero su esencia seguía intacta.

Se encontraba de espaldas, apoyada en el muro que rodeaba el techo y pese al frio que hacía, solo traía un fino abrigo para cubrirse; su cabello que antes estaba atado ahora se encontraba suelto y volando a causa del viento.

-        El color te sienta bien – dije llamando su atención

-        ¿Qué? ¿Qué haces aquí? – preguntó girándose y mirándome con confusión

-        Te buscaba

-        Deberías irte – respondió volviendo a girarse y dándome la espalda

-        No quiero irme

Seguí caminando hasta colocarme a su lado y ella se apartó ligeramente poniendo espacio entre los dos.

-        No pregunté si querías, dije que deberías irte

-        Ten – dije sacándome el saco y colocándolo sobre sus hombros

-        No lo necesito – respondió intentando quitárselo, pero la detuve

-        No discutas, estás helada

-        No me importa – dijo volviendo a intentar quitárselo, pero me mantuve firme

-        No seas irracional, sabes que tengo razón

Nos miramos fijamente, sosteniendo la mirada del otro con fuerza, sin dejarnos vencer; ambos éramos demasiado obstinados y a pesar de los años, eso no había cambiado, pero, por más que ella rechazara mi ayuda, no dejaría de cuidarla.

Al final, tras una guerra de miradas que parecía no tener fin, Alexa cedió y desvió la mirada para después colocarse bien el saco; no se veía muy contenta por perder, pero en el fondo sabía que yo tenía razón.

-        ¿Por qué lo teñiste? – pregunté rompiendo el silencio

-        Necesitaba un cambio

-        Te queda bien – admití y ella giró levemente para verme

-        No te creo

-        Todo siempre te queda de maravilla

-        Sigues siendo el mismo – respondió volviendo su vista al frente

-        Tú tampoco cambiaste mucho; ¿Sigues escapando y gritando al viento? – pregunté y una pequeña sonrisa se formó en sus labios

-        Ya no grito, pero es agradable escapar de vez en cuando

-        Sí... lo es – murmuré y ella suspiró

-        ¿Qué haces aquí Lucca?

Escuchar mi nombre viniendo de sus labios me erizaba la piel y me traía a la memoria recuerdos de un tiempo donde todo era perfecto.

-        Quería verte y hablar contigo

-        Creo que ya hablamos suficiente ¿No te parece?

-        No, ni un poco – respondí y bufó molesta – Este es el hotel donde nos conocimos, ¿Lo recuerdas?

-        Como olvidarlo... – murmuró

-        Aquí me enamoré de ti sin siquiera saber tu nombre – mencioné con una sonrisa – Recuerdo como entraste y atrajiste la atención de todos, eras una luz brillante, toda una princesa y no pude hacer más que caer a tus pies

-        Deberías irte y dejarme sola – dijo con pesar y solo me negué

-        No voy a irme

Mis palabras significaban más de lo que se apreciaba a simple vista y ella lo notó, porque giró por completo hacia mí y sus ojos se fijaron en los míos, como solía hacerlo hace años; su mirada era dura, pero en el fondo estaba esa luz que tanto atrajo mi atención y toda esa dulzura que se escondía detrás de los muros; ella siempre fue capaz de expresar con una sola mirada, lo que se dice con mil palabras y solo con verme a los ojos, conseguía acelerar mi corazón.

-        No voy a irme – repetí y ella suspiró

-        Quisiera poder creerte – murmuró desviando la mirada

No confiaba en mí y lo entendía, eso es lo que pasa cuando lastimas a alguien, es lo que pasa cuando rompes una promesa y yo hice ambas cosas.

-        Alexa...

-        ¿Sabes que es lo que más dolió? – dijo sin mirarme - Que sabía que tus sentimientos no habían cambiado, pero aun así te fuiste; ¿Dónde me dejaba eso? Por momentos estaba furiosa, te odiaba por marcharte, en especial por como lo hiciste, pero luego me sentía triste y no dejaba de pensar en porque tomaste esa decisión; quería tanto entender... quería saber porque no nos elegiste a nosotros, quería saber que estaba mal, ¿Yo era el problema? ¿Lo eras tú? – pese a cuanto me dolía escucharla, permanecí en silencio – Me preguntaba que es lo que diría cuando volviéramos a vernos y honestamente no tenía idea; no quería pensar en que tendría que volver a verte... - su voz tembló por un segundo y respiró un par de veces para tranquilizarse – Sabes... por un breve momento llegué a pensar que realmente me lo merecía, que no me querías lo suficiente como para arriesgarte

-        Eso no es cierto – la interrumpí – Yo te quiero con tanta fuerza que es sofocante; te quiero tanto que me consume.

-        ¡¿Entonces porqué te fuiste?! – gritó girándose bruscamente hasta quedar frente a frente

-        No tenía otra opción

-        ¡Claro que la tenías! ¡Tu opción era quedarte conmigo!

-        No entiendes, no podía quedarme, tenía que ayudar a mi familia, tenía que...

-        ¡¿Y no podías hacerlo estando a mi lado?! – cuestionó furiosa - ¡Claro que podías! ¡Pero era más difícil! ¡Deja de poner excusas, deja de decir que era tu única opción! ¡No lo era!

-        ¡Tienes razón! – exclamé perdiendo la compostura - ¡Tenía miedo! ¡Fui un cobarde! ¡Temía que un día te dieras cuenta que no era suficiente para ti, que merecías algo mejor! ¡Temía no poder ser el hombre que esperabas! ¡Temía que, si seguíamos juntos, todo se arruinaría! ¡Me convencí que la mejor opción era irme, que estarías bien, que podría cuidar de mi familia y tú cuidarías de la tuya! ¡Intenté convencerme de que era lo mejor! ¡Pero me equivoqué! – grité - ¡Lo sé, me equivoqué! – repetí acercándome - ¡Me equivoqué! ¡No sabes cuanto me arrepiento!

-        Ya es tarde – dijo intentando alejarse

-        ¿Aún me amas? – pregunté y ella apartó la mirada - ¿Aún me amas? – repetí

-        No

-        Dímelo mirándome a los ojos – la reté acortando el espacio entre nosotros y tomando sus manos para evitar que volviera a apartarse

Sus ojos estaban cubiertos por las lágrimas, pero también había un destello de esa furia que la caracterizaba.

-        ¡Te odio! – gritó en mi rostro

-        No, no me odias – dije acercándola más hacia mí

-        Debería odiarte – murmuró - atravesé un infierno... y fue tan difícil – dijo con la voz temblorosa - no puedo volverlo a hacerlo; ¡Solo déjame odiarte!

-        ¿Aún me amas? – volví a preguntar tan cerca de sus labios que podía sentir el calor de su respiración

Su presencia me atraía como si no hubiera pasado el tiempo; sus ojos brillaban con intensidad y mi piel quemaba como si un fuego me recorriera; ella y yo, siempre sería la decisión correcta, pese al tiempo y los errores, en esta o en mil vidas, ella era mi verdadero amor y yo era el suyo.

-        Lucca – murmuró y perdiendo la cordura uní nuestros labios en un beso

La amaba como solo se ama una vez en la vida; la amaba con locura, con una llamarada que me consumía desde adentro, la amaba con tanta fuerza que me costaba respirar cuando no estaba cerca; estos años sin ella fueron un infierno, pero ahora que volvía a tenerla entre mis brazos, no había razón en el mundo que me convenciera de dejarla ir.

Rompí su corazón, la herí y perdí su confianza, pero repararía cada error, porque nunca es tarde para comenzar de nuevo y en nuestro caso, nuestra historia aun no tenía un final.

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OTRO CAPÍTULO!!!!

Además por fin salí de vacaciones así que intentaré publicar más a menudo
Cuéntenme que les pareció el capítulo
Los leo
❤️❤️❤️

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