21. Mensajes secretos
Esmeralda y Ezra se tomaron de las manos. Quizá no sería algo tan sencillo de asimilar. Habían estado recibiendo tantas noticias preocupantes sobre su hijo, que les resultaba casi imposible no temer por lo que escucharían; sin embargo, esa nueva unión que habían pactado los hacía enfrentar aquello de una manera diferente.
—No creo que sea la mejor idea llegar al castillo así —señaló Ezra mostrando el estado en el que se hallaban.
—Eso se puede arreglar.
Y en un chasquido de dedos todos aprendieron en la habitación real. Había pastelillos sobre la mesita e ífuos calientes que Kimiosea empezó a repartir. Los Reyes también portaban su ropa limpia y los rostros como recién lavados.
—Maravilloso —dijo Esmeralda sonriente—. Has aprendido mucho en este tiempo.
Tólbik se sentó en un taburete enorme, al tiempo que los ánimos por aquella demostración de magia se iban calmando poco a poco para retomar la seriedad. La habitación se sentía verdaderamente cómoda, como una pequeña tetera que los resguardaba con mucha hospitalidad.
—La Reina nos ha mandado a una misión especial por la corona imperiana.
Las palabras de Kimiosea fueron aterrizadas con la melodía del ambiente, Tólbik parecía un poco más serio que la rubia. Como si supiera que sus palabras realmente podían llegar a impactar a sus oyentes.
—No me asustes, por favor. He estado escuchando noticias terribles. ¿Sabías que Shinzo está aquí? Quiere formar una alianza para proteger a Yosai de mi hijo. ¡Aquel que ni siquiera ha nacido!
—En honestidad, majestad, supongo que esta noticia tampoco le gustará —Tólbik se dirigió a ella con solemnidad, mirando al final a Kimiosea para empujarla a decir lo que continuaba.
—Es sobre el príncipe de Imperia. —empezó a decir la rubia. Esmeralda y Ezra tomaron con más fuerza sus manos—. La princesa Síndermun está en un gran peligro.
Nuevamente, las palabras estaban tan afiladas que asemejaban a las hojuelas de azúcar sobre la mesa. Kimiosea, sin embargo, no tenía la intención de afectarlos; desde el momento en que la Reina le había llamado para explicarle, sabía que no sería sencillo para su amiga, pero la responsabilidad y relevancia del asunto sobrepasaban por mucho los intereses individuales.
—Verás, Esmeralda. Tú sabes que en el reino espiritual sabemos ciertas cosas. —Una hermosa luz salió de los dedos de Kimiosea para producir una suave ilusión que ilustraba lo que decía—. Nos ha llegado el conocimiento de que la princesa podría estar en peligro a causa de tu hijo.
—¿Otra vez ese asunto? —cuestionó la monarca con furia, moviendo la mano para ahuyentar la ilusión que había formado Kimiosea—. Ni siquiera ha sido un anuncio oficial y ya condenan a nuestro hijo a ser un criminal.
—Ella no utilizó la palabra "criminal".
A pesar de que Tólbik no estaba con la mejor disposición, decidió calmar el tinte de la conversación. La diplomacia era indispensable para mantener la paz de todos los pueblos.
—¿Qué es lo que miran en nuestro pequeño? —cuestionó Ezra caminando con ímpetu hacia ellos.
El carácter de Kimiosea había florecido, así que mientras estaban empezando a alterarse los ánimos, ella simplemente hacía girar con tranquilidad el contenido de su ífuo.
—Desafortunadamente, el futuro no puede ser revelado de esa forma. El destino es algo complejo y enredado.
—Hay eventos que deben cumplirse. Algunas veces el reino espiritual tiene como misión ayudar a que esto sea así —complementó Tólbik sentándose en el suelo por primera vez.
—¿Ustedes pueden cambiarlo? —preguntó Esmeralda centrada.
—El destino no es para nuestro beneficio personal. Trabaja para algo mayor, y siempre recibimos los rayos de luz que emanan del resultado final.
—¿Entonces a qué han venido?
Ezra tensó la mandíbula después de pronunciar esas palabras, pero Kimiosea mantuvo la calma de nuevo. Miró con gracia a su manera, para después generar un pequeño pétalo de luz. Avanzó con lentitud hacia su amiga y colocó el mismo sobre su vientre hasta que desapareció.
—La reina Ildímoni quería darles su bendición.
Kimiosea sonrió complacida al tiempo que Esmeralda buscaba las fuerzas para tranquilizarse.
—¿Entonces era necesario que nos dijeras que Síndermun está en peligro por nuestro hijo? —cuestionó Ezra.
—Ciertamente lo era. Todo lo que pasa aquí tiene su lugar.
—Manejas la magia y ahora hasta lo certero.
Kimiosea sonrió de nuevo dejando de lado la hostilidad de su amiga, después levantó la manga para sacar un pergamino delicado.
—Los poemas, Esmeralda. Ellos me dicen lo certero.
El diminuto silencio se expandería hasta explotar como burbuja en el rostro de Esmeralda. Una breve sonrisa empezó a asomar en su rostro y sintió la vergüenza asomándose por las entrañas.
—Lamento haberte hablado así.
—Es normal. Ezra y tú son grandes padres para el querido príncipe.
Esmeralda colocó sus manos en el vientre y sintió que su vida cambiaba en breves segundos.
—Es que me aterra que algo le pase y aún no nace.
Kimiosea avanzó para tomar las manos de Esmeralda entre las suyas. Tólbik la miraba con confianza. Sabía que dejaría lo secreto en donde correspondía y abriría el alma para lo que los Reyes estaban destinados a ver.
—Confía, mi amiga, en la naturaleza de las cosas.
Las palabras se quedaron suspendidas por unos momentos hasta que chocaron con el nuevo mensaje de Kimiosea.
—¿Aún no tienes noticias de tu General, cierto?
Los ojos de Esmeralda se abrieron y negó con preocupación.
—Temo que sea prisionera. Logré librarme de las artimañas de Ífniga, pero no he establecido contacto con ella.
Kimiosea asintió comprensiva para después mostrar un hermoso mapa de Imperia en el pergamino, cuyos océanos y nubes pintados se movían como canción en verano.
—Está aquí —dijo ella señalando un punto en el mapa.
—¿En Figgó? ¿Qué hace ahí?
—No lo sé, pero parece que necesita una mano, Esmeralda.
La Reina soltó una pequeña risa, lo suficiente para no ser grosera, marcando, aun así, la imposibilidad de lo que proclamaba.
—Celta jamás aceptaría ayuda, además nunca la necesita.
—Todos necesitamos ayuda —dijo Kimiosea guardando de vuelta el pergamino—. No obstante, entiendo a lo que te refieres. Seré cuidadosa.
—¿Irás a ayudarla?
Esmeralda volvió a mostrar angustia descontrolada, pero su esposo actuó justo a tiempo para frenarla con un suave abrazo.
—Todo estará bien —susurró el Rey a su esposa con calma.
Kimiosea dedicó la más amplia y sincera de sus sonrisas, procurando infundirle una verdadera calma a su amiga.
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