17. La habitación de la reina
—¿Lo puedes repetir una vez más?
—Sé que suena descabellado —admitió la reina masajeándose las sienes—. Yo tampoco me esperabas visita de esta manera. Sabes que intentamos establecer vínculos con Yosai hace tiempo y no recibimos respuestas a las cartas. Pensé que se habían perdido entre las obligaciones de la monarquía.
—¿Las obligaciones de la monarquía? —preguntó Dimitri con el rostro recargado en sus puños—. ¿En serio?
—Oye, a mí me habría pasado si en vez de estar en este reino, hubiera tenido que moverme a otro completamente diferente. Lejos de todos. Completamente sola.
—Si yo fuera el rey de cualquier otro lado hubiera al menos respondido una de sus cartas. Si yo fuera el rey visitando este reino, claro que les dirigiría la palabra. Seguramente les hablaría de todo lo que he hecho en el extranjero y permitiría que ustedes me cuenten cómo ha ido su propia historia en las tierras en donde nos separamos. No dejaría que nadie, ni nada borrara eso.
Esmeralda se quedó unos segundos en silencio. Sonrió al sentir la verdadera intención de esas palabras cayendo como tiza sobre su mente. Dimitri entendió todo al mismo tiempo y se echó un poco para atrás en su asiento.
—Parece personal, pero no lo es —dijo, intentando negar lo ya revelado.
—Parece —respondió Esmeralda levantándose de su escritorio—. Pero lo cierto es que por más que me esconda en mi despacho o tú detrás de tus palabras, ambos tendremos que enfrentar su presencia hasta que llegue la hechicera del reino.
El ambiente se volvió un poco más serio y las mismas palabras que había pronunciado la chica, se unieron a su mente.
—Nos guste o no, Dimitri, hay que avanzar.
La noticia que indicaba la llegada de la hechicera no tardó demasiado en llegar. Sirella había partido de inmediato en cuanto solicitaron su presencia.
Desde el instante en que había tocado tierra imperiana, sabía que tiempos críticos iban recorriendo cada centímetro del territorio. La llegada de un reinado tan diferente, después del legado de los Constela, no era un augurio de paz total. Ella comprendía que cambios grandes traían complicaciones prontas.
⌎⊱⊶⊷⊶⊷⊶⊷⊶⊷⊰⌏
Celta empezó a contemplar sus posibilidades como una baraja de cartas que se iba reduciendo poco a poco. El castillo de Figgó era verdaderamente laberíntico, así que no estaba segura de que el plan inicial pudiera ejecutarse correctamente. Aunado al enredo de la misión, Celta podía escuchar los pasos de todos y cada uno de los trabajadores del castillo. Parecía como si supieran que se encontraba ahí y advirtieran el peligro de su presencia. Por primera vez, percibía su corazón acelerarse sin control. Sabía que no podía darse el lujo de distraerse, toda la mente y el corazón de un guerrero debían estar puestos sobre la misión correspondiente.
La mirada de la pelirroja se empezó a desviar del objetivo. Era momento de encontrar un sitio en el que pudiera volver a enfocarse. Siguió avanzando con dicha misión en mente, cuando se descubrió en el mismo pasillo que desembocaba en la habitación de la Reina.
Un ligero hilo de luz escapó por la esquina de una de las paredes en su lado izquierdo. La única manera de averiguar si había otro camino que tomar que hubiera ignorado, era subiendo como lo había hecho para ocultarse de la monarca; pero el silencio era grande en ese momento y sus movimientos pasados, ahora resultarían en revelar su presencia.
"No comienzas una estrategia brillante con necedad", escuchó la voz de su profesor del Coralli, "dejas de lado la razón cuando aquella es la que señala el camino más importante".
La única posibilidad, pensó ella, era entrar en las aposentos de la Reina. Ahí podía pensar con más calma sus planes y quizá tener acaso alguna ventana que permitiera escapar.
Escuchó con suma cautela para detectar aunque fuera el más mínimo indicio de que una persona se encontraba en la habitación, pero parecía que la monarca, y su dama de compañía, la habían dejado muy atrás. Por la ligera apertura de la puerta entreabierta, Celta empezó a observar el recinto. Una elegante cortina se mostraba en la punta superior de la ventana. Intentó deslizarse con el menor ruido posible y en cuanto pudo, se ocultó detrás del cambiador de la Reina.
Cualquiera podría pensar que aquella fue una decisión abiertamente tonta, pero las palabras de su profesor valían para recorrerlas en el corazón de la pelirroja al tiempo que intentaba controlar su recuerdo más vívido en el Coralli.
Una tarde calurosa en lo que parecían los últimos días del universo. Acababan de terminar una práctica muy complicada.
Los compañeros de Celta completaron aquella óptimamente. Todo más rápido, mejor ejecutado. La prueba era importante, así que Celta se empezó a agitar. Los movimientos comenzaban a mostrarse torpes y poco atinados, era esclavas del estrés que estaba experimentando por ser la última en terminar.
La noche ya empezaba a caer sobre el majestuoso Coralli y unas cuantas gotas de lluvia buscaban apagar el bochorno y de paso acompañar las lágrimas de la muchacha.
Su camino hacia los dormitorios, después de fracasar, era su único objetivo, cuando una mano la detuvo.
Celta abrió los ojos al ser sorprendida por lo realista de su recuerdo y percibió la habitación tan irreal que parecía desentonar con el mismo.
El corazón había tomado un ritmo mucho más tranquilo, iba acompañando su nueva respiración. Profunda y calma. Se levantó sin permitir que su recuerdo reviviera por completo.
Sabía que había tomado la decisión correcta en cuanto notó la habitación totalmente diferente. Era como si la hubieran cambiado de pies a cabeza. De un lugar terriblemente abrumador, a una pieza inundada de paz. Agradecía a su sosiego por la claridad que había traído. Ahora deambulaba con cautela por los recovecos de la habitación.
Honestamente, hacía mucho que nadie entraba tan libremente en las inmediaciones de Figgó Siendo una región tan restringida, era rarísimo que se dispusieran a recibir a la realeza. Mucho menos a la monarquía principal de Imperia y a la columna vertebral de ese sistema: Los Constela.
Mientras más observaba, más era clara era la idea de que aquella familia despreciaba al reino. Grandes escudos de la familia Vallestra se mostraban orgullosos sobre la pared, como si se trataran de los mismos escudos del reino. También notaba pequeños detalles con símbolos que Celta no podía interpretar.
Aquello podía parecer algo que pasar por alto, sin embargo, la pelirroja sabía que no era así. El hecho de que los Vallestra estuvieran tan en contra de los Constela, aunado a los comentarios que había escuchado de la reina Cindél, se convertía en una fuerte alarma para la corona de Imperia.
Celta intentó concentrarse para volver a intentar establecer una comunicación con Esmeralda, pero nuevamente parecía que no había manera de lograrlo. Tan solo quedaba silencio en su mente. Un silencio preocupante.
✧⋄⋆⋅⋆⋄✧⋄⋆⋅⋆⋄✧
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top