13. La reina congelada

El piso del castillo empezaba a retumbar de manera extraña. Parecía que una enorme avalancha se acercaba por la montaña para hacer acto de presencia en las inmediaciones del castillo real de Imperia.

Los elementos que antes pintaban la nieve en la frontera, ahora estaban tan cercanos a tener su audiencia con Esmeralda, que parecía casi irreal. Los soldados se encontraban cansados, sus piernas temblaban a cada rato. Los hacían percibir la tierra imperiana como aquella que les exigió desde el primer momento y que no permitió más que algunos contados descansos en los que atendían a la que dirigía su viaje.

Esmeralda se había puesto su mejor vestido, sabía que la conexión con los habitantes de tierras lejanas y cercanas tenía que tomarse demasiado en serio y era por ello que la mujer pidió que trajeran muy temprano a los mejores Uvruam bajo sus ojos: Kuri y Wolt.

No era la primera vez que los llamaba, siempre que había algo realmente importante, gustaba apoyarse de sus amigos en los que confiaba profundamente.

—¿Cómo está Cindél? —preguntó Esmeralda que había bajado unos minutos antes a la cocina.

Wolt esbozó una sonrisa que indicaba bienestar, así que la chica se dedicó únicamente a dejar que sus pulmones se llenaran con el delicioso aroma de la crema de queso con zarzamora que preparaban.

—Te queda bien esto de ser reina —dijo Kuri echando un poco más de especias en su propio platillo—. Además que amo presumir mi nuevo estatus.

Esmeralda rió apreciando ese precioso ambiente que siempre se generaba cuando sus amigos Uvruam estaban alrededor. A pesar de que Kuri había bromeado con lo anterior, era muy cierto que la coronación de Esmeralda y sus constantes servicios a la familia real, le habían ganado una excelente reputación y provocaron que tanto él como Wolt, se volvieran jóvenes promesas entre los Uvruam. Todos querían organizar banquetes preparados por los mismos que requerían siempre en Nitris.

—¿Cerezas? —preguntó Kuri estirando un pequeño frasco que mantenía cerca para poder comer mientras cocinaba.

El chico no pudo más que dar un pequeño brinco por la sorpresa de que su vieja amiga lo rechazara con un discreto gesto de asco.

—¿Me perdí de algo? —cuestionó mirando con profundidad a Esmeralda.

La mujer sonrió y miró alrededor para comprobar que no hubiera nadie alrededor. Tan sólo bastó un pequeño rubor en sus mejillas para que Wolt permitiera que una ligera sonrisa se formara en su rostro.

—Imperia tiene cuidada su corona —exclamó el chico provocando que Esmeralda sonriera en confirmación.

Kuri miró a ambos confundido y dio un par de vueltas más a la salsa de nuez antes de cruzar los brazos.

—¿Qué?

—Está embarazada —explicó Wolt dejando un momento lo que hacía para acercarse a Esmeralda.

La chica apreció profundamente su abrazo, porque sabía que, a pesar de todo, Wolt era muy reservado con sus emociones. En cuanto ambos se separaron, Esmeralda alcanzó a contemplar el gesto de absoluta sorpresa en Kuri.

—¿Embara...? ¡¿Qué?! —dijo el chico moviendo sus brazos con dramatismo—. No puedo creerlo, es tan extraño... Bueno, ¡felicidades!

Esmeralda recibió otro abrazo menos ceremonioso y permitió ante los ojos de Kuri, una pequeña mueca de preocupación.

—¿Qué pasa?

—Es sólo que... No ha sido fácil, realmente no lo ha sido. Últimamente Ezra y yo hemos estado preocupados. Me angustia la situación del reino en demasía, espero arreglar todo este embrollo pronto, pero por el momento siento que tengo que arreglar toda mi vida para permitirme pensar en un hijo.

Kuri estaba a punto de dejar que su lengua diera algún sabio consejo, pero un guardia volvió a interrumpir para anunciar que los visitantes estaban ahí. Los tres intercambiaron una mirada y la chica alisó su vestido antes de despedirse de los Uvruam.

Mientras avanzaba por los pasillos, volvía a sentir un peso enorme sobre el pecho, tenía ganas de salir corriendo, y es que las interrupciones en sus deseos no paraban. Ahora tendría que atender a la visita cuando lo que verdaderamente quería hacer era quedarse a escuchar los consejos de sus queridos amigos.

El frío del castillo iba llenando los recovecos en el alma de Esmeralda y le permitían armarse de suerte para la reunión que tendría. Los visitantes eran extranjeros, de un reino cercano, así que los recibiría en la entrada y después les ofrecería estancia como indicaba el protocolo.

Ezra la encontró a medio camino, portaba ya su traje real y la bella corona que adornaba su cabeza. Él asistía a todos los eventos importantes como parte, igualmente, del protocolo, aunque pocas veces podía ser considerado como igual de Esmeralda.

El joven le sonrió a la reina y ambos se tomaron de la mano. Parecían estarse apoyando a la distancia y fortalecían con su corazón el lazo tan especial que formaron desde niños hasta ese momento en el que se encontraban a pocos minutos de recibir a otro dirigente.

—No estés nerviosa, lo harás genial —dijo Ezra mirándola de reojo.

Era, ciertamente, la primera audiencia que parecía así de importante en el reinado de Esmeralda. Claramente había tenido contacto con otros miembros de la realeza en distintos reinos, pero  cada uno era muy hermético y procuraba cerrar la comunicación cara a cara, a menos que realmente se requiriera.

Las puertas del castillo se abrieron de par en par. El escenario de una enorme cama sostenida por un ejército de soldados a punto de desfallecer se levantó. Le sorprendió demasiado la finura de las telas que cubrían aquella litera, parecía no haber sido tocada por nadie, ni siquiera por el impetuoso viento que soplaba para esos momentos en Nitris.

El borde de la tela estaba manchado ligeramente con sangre, probablemente de las manos de los soldados que sostenían a la mujer que los gobernaba. Apenas lograron cruzar el umbral, todos se arrodillaron frente a Esmeralda.

Aquella se quedó unos pocos minutos sin palabras. Los hombres tenían la cara empapada de cansancio, las manos destruidas y su cuerpo temblando por el esfuerzo sobrehumano. Algunos parecían no poder enfocar bien, pero eso sí... La litera que sostenían no tambaleaba ni daba señales de tener peligro alguno.

—Pero, ¿qué es esto? —preguntó Esmeralda despertando del impacto—. ¡Rápido, traigan agua para los soldados!

Los guardias de Nitris corrieron para acatar la orden de su reina. La mujer se quedó contemplando cómo aquellos hombre permanecían rectos y silenciosos.

Parecía que alguien se movía dentro de la litera. Lo hacía con tanta tranquilidad y lentitud que Esmeralda sintió ganas de ir a sacar a esa persona de su ridículo transporte, para que pudiera dejar ir a sus guardias; sin embargo, el rostro de la monarca se afectó en cuanto notó quién abría las bellas y finas cortinas.

Del interior salió una mujer ataviada hasta los huesos. Nadie la hubiera podido reconocer a primera vista, pero después de haber compartido tantas aventuras juntas por varios años, no pudo más que abrir la boca con asombro.

—¿Shinzo?

En el instante en que aquella majestuosa mujer descendió de la litera, los guardias se permitieron bajar de sus hombros la estructura y prosiguieron a reverenciar con más ahínco a Esmeralda y a la joven mujer que estaba parada frente a ella, inmóvil.

Parecía que aquel extraño espectáculo había acabado, pero del fondo de la litera empezó a moverse una segunda figura. Salió finalmente una mujer un poco más joven que ellas, con los ojos brillantes y el traje mucho más sencillo que el de su reina.

—Majestad —saludó la muchacha haciendo una reverencia profunda.

La mujer no había respondido el cuestionamiento de Esmeralda, pero aquella tampoco lo negaba. Simplemente estaba ahí, de pie observando a la monarca hasta que ésta recordó qué era lo que tendría que estar haciendo.

—Oh, claro —expresó confundida. Realizó una pequeña reverencia hacia su interlocutora y después recibió un gesto similar como respuesta.

Esmeralda tragó saliva con cuidado. En ese instante, toda autoridad se le había escapado de las manos y tan sólo estaba a merced de lo que buscaran los visitantes.

—En el nombre de todo Yosai, agradecemos profundamente que nos haya recibido —dijo solemnemente la joven mujer que acompañaba a la monarca. Tenía un semblante nervioso, pero parecía haber memorizado con cuidado lo que se debía hacer en una reunión de tal calibre.

La reina de Imperia le correspondió con un movimiento de cabeza y después volvió su atención a la dirigente que estaba frente a sí. El maquillaje tradicional de Yosai no le permitía diferenciar bien su rostro. Estaba tan ataviada, como en algún momento estuvo Tsukii, lo cual provocó escalofríos en Esmeralda.

—¿Será la voluntad de la reina que iniciemos la reunión? —dijo la mujer procurando el tono más amable que pudo haber encontrado.

Los ojos de Esmeralda rozaron a los de Ezra solicitando un poco de ayuda, pero el hecho era que realmente nadie sabía lo que estaba pasando. Nadie comprendía la complejidad de lo que estaban experimentando en ese momento.

—Les hemos preparado comida y hospedaje para todos ustedes —intentó explicar Esmeralda comenzando a inquietarse.

—¿Podría ser posible que su majestad tuviera una breve reunión con la reina antes de comenzar? —solicitó nuevamente la dama de compañía y Esmeralda asintió.

Los guardias, al menos, pudieron ser llevados a las cocinas del castillo. La señora Fibi los atendería y repondría todas las fuerzas que se les había escapado. Esmeralda ordenó que se acondicionaran cuartos especiales para ellos, lejos de cualquier ruido del castillo, para que pudieran dormir tranquilamente.

De igual forma, salió la orden de avisar a Kuri y Wolt que mantuvieran la comida caliente y lista para cuando terminara la reunión. Era realmente la primera vez que uno de sus invitados rechazaba la comida y deseaba iniciar con los temas más pesados. Aquello tan sólo perturbaba más a Esmeralda y le hacía preguntarse qué tipo de asunto traería ahí a todas esas personas.

La oficina se sentía mucho más lúgubre. Esmeralda tomó asiento y Ezra se colocó detrás de ella como siempre. La joven dama tomó una posición similar, detrás del asiento de su reina, y después reverenció una vez más para poder retirarse.

—Majestad —dijo aquella voz que terminó de confirmar todas las sospechas de la chica.

—¡Shinzo! Sí eres tú —afirmó Esmeralda sonriendo, pero aquel gesto desapareció pronto de su rostro al percatarse de que su visitante no devolvía la alegría.

—Sí, soy yo.

Tales palabras tan sólo confundieron más a la reina de Imperia. Si era Shinzo realmente, ¿por qué le hablaba como si no la conociera?

—He venido aquí para tener una audiencia con usted sobre eventos importantes detectados por nuestros astrólogos.

El gesto se mantenía neutro por completo, aquello le recordó mucho más a su antecesora y provocó que Esmeralda aclarara su voz para enfrentar la situación antes de que se alargara.

—Shinzo, soy Esmeralda —repitió la obviedad para ver si a su amiga se le salía una pequeña sonrisa que revelara su juego, pero en cambio sólo recibió una afirmación—. No tienes por qué guardar formalidades conmigo.

La chica parecía no querer tocar el tema ya que tardó un momento en responder, pero finalmente abrió la boca.

—Majestad, ya no soy la joven que era estudiante en el Coralli. Ahora soy la suprema monarca de Yosai y requiero acatar todas las normas que tal título requiere —dijo procurando no mostrar ninguna emoción—. Agradecería se me trate de la misma manera, porque tengo información importante que me ha hecho venir hasta aquí en vez de mandar un mensajero.

—¿Qué es lo que sucede?

La seriedad en el recinto empezó a subir como espuma en chocolate. La seria monarca movió la mano para mostrar un montón de estrellas que estaban dibujadas en la palma.

—Lamento informarte que mis astrólogos han determinado que Yosai podría entrar en guerra con tu reino —dijo Shinzo con calma.

—Nosotros no tenemos intención de hacer guerra con ustedes. Hemos sido aliados por muchos años y no puedo pensar en una sola cosa que provoque tal hecho.

—La hay. La habrá, para hablar de mejor manera —reiteró la mujer volviendo a señalar su mano—. Los astrólogos de Yosai han notado un evento importante que sucederá en unos años. Una guerra espiritual que desencadenará conquistas y destrucción si es que no se detiene a tiempo.

—¿Y eso cómo es que provocaría nuestra enemistad? Ahora que sabemos que se avecina, debemos unirnos para tener los reinos protegidos —expresó Esmeralda con el gesto preocupado.

—No es tan sencillo, majestad. El hecho de detenerse o no a tiempo depende de una sola persona, la misma que propiciará el inicio de la guerra —explicó Shinzo provocando que su antigua amiga se llevara las manos a la cabeza por el dolor que le había causado.

—Una guerra iniciada por la misma persona que puede detenerla. Entonces, ¿cómo es que podemos darte protección? ¿La persona de la que hablas se encuentra en este lugar? —Esmeralda miró a Ezra con preocupación, él también estaba muy atento.

—Sí —sentenció Shinzo inhalando con fuerza—. Es tu heredero. Tu heredero dará pie a una guerra en la que mi reino podrá ser afectado por su gran cantidad de energía mágica. Necesitamos hacer una alianza contigo y tus hechiceros, para que nos garantices que Yosai estará a salvo de ataques espirituales.

Aquella había sido demasiada información para Esmeralda. Hasta hacía poco se había enterado de que esperaba a su primer hijo y ahora la líder (para dejar de lado todo el problema con la amistad) de uno de sus principales aliados estaba solicitando protección para un conflicto provocado por el mismo.

Esmeralda se llevó una de sus manos a la boca y soltó una pequeña risa nerviosa.

—Me imagino que los astrólogos están equivocados —dijo la mujer intentando desmentir aquello.

—Jamás se equivocan, aunque claro... siempre hay una posibilidad de modificar el futuro. Sin embargo, tal cosa no depende de nadie más que de tu hijo y necesito que la alianza quede firme entre Yosai e Imperia.

—Firmaremos un acuerdo —dijo Esmeralda abriendo su cajón para sacar un poco de papel.

—No. No sólo un acuerdo, majestad. Yosai necesita un acuerdo pactado con magia. Requerimos a su hechicera real para esto.

Esmeralda soltó un suspiro y sintió nuevamente que todo recaía sobre sus hombros. Si hubiera podido en ese instante soltar la corona y salir corriendo de inmediato, sin duda lo habría hecho.

—Nuestra hechicera no está en el castillo. Habrá que mandarla buscar y pedirle que venga —explicó Esmeralda recibiendo un gesto de desaprobación por parte de Shinzo.

—En cuanto pactemos, me iré —dijo Shinzo levantándose de la silla.

—Bueno. —Esmeralda se levantó detrás de ella y extendió su mano para señalarle la salida—. Ahora que sé que amas los protocolos, sé que no podrás evadir la cena de bienvenida. Incluso hemos preparado un pequeño espectáculo.

Shinzo no le respondió nada, pero le miró de tal forma que Esmeralda supo que el castillo de Nitris era el último lugar en el que Shinzo deseaba estar.

—¿Qué piensas de lo que dijo? —preguntó Ezra discretamente, cuando Shinzo y su dama (que había esperado afuera del estudio) estaban lo suficientemente lejos.

—No lo sé. Esperemos que se equivoque.

Esmeralda y él se dieron un rápido abrazo que sirvió de consuelo momentáneo. ¿Qué tipo de guerra podría provocar su futuro hijo?

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