Ese día amaneció con un aire un poco diferente, el sol despertó a Esmeralda incluso antes que los sirvientes, los cuales, ya habían preparado el equipaje de todas para que partieran esa misma mañana hacia el castillo de Nitris. Tomó su baño de siempre y comió el desayuno; miró los jardines por el balcón, eran tan hermosos, por alguna razón sentía como si debiese guardar la mayor cantidad de recuerdos posibles sobre aquel lugar, lo cual era absurdo, pues terminando los tres días de fiesta regresaría al palacio de Kánoa. El mayordomo interrumpió sus pensamientos informando que ya podían subir al carruaje, Esmeralda miró de nuevo los jardines, suspiró y caminó hacia el transporte.

El carruaje tenía sus cortinas cerradas, por lo cual no podía observar nada. Era una costumbre que las damas, de cualquier región, debían tener siempre cerradas las cortinas del carruaje, a menos de que fueran con un hombre que las escoltara.

El trotar de los caballos, que comenzaba a hartar a Esmeralda, cesó cuando el carruaje se detuvo ante un increíblemente grande castillo. El gran sueño de la muchacha, el que había guardado en su corazón por tantos y tantos años.

Había un puente levadizo enorme, por el cual pasó el carruaje real de Kánoa, sobre una enorme fosa que complementaba perfectamente aquel paisaje. La entrada se encontraba muy custodiada, había guardias del Ejército Rojo cabalgando de una esquina a otra, ni un soldado dorado, ya que la familia real de Imperia siempre había sido cuidada sólo por el Ejército Rojo.

El carruaje se detuvo en la entrada y un guardia se acercó, poseía una armadura que tenía en el pecho, grabado en rojo, el escudo de armas de la familia más prestigiosa del reino: dos espadas cruzadas, alrededor un dragón y en medio un castillo, con el nombre «Constela» que se admiraba en la parte de abajo; la armadura también poseía dos líneas rojas debajo de la altura de los hombros. La Lirastra Fidanchena le entregó la invitación al guardia, el cual se alejó para revisarla y después indicó que abrieran la puerta. El carruaje entró y el guardia le devolvió la invitación a la Lirastra.

Cuando atravesaron aquella enorme puerta, Esmeralda sintió cómo se le revolvía el estómago de la emoción. No podía evitar sonreír, se le hizo un nudo en la garganta. La muchacha se asomó discretamente por la ventana y sintió el viento frío, a pesar del sol. Respiró muy hondo y retomó su postura perfecta. El carruaje las condujo a una de las entradas al castillo, parecía increíblemente amplio, pero dentro del carruaje de la familia real de Kánoa no se podía observar nada.

Esperándolas estaba una mujer regordeta, con ojos color avellana, su cabello se veía ondulado y sedoso; poseía un color de piel ligeramente rosado, era muy bajita de estatura y tenía un aire de ternura muy especial. Ella caminó hacia el carruaje, junto con varios sirvientes que de inmediato tomaron las valijas y las llevaron a sus respectivas habitaciones de huéspedes. El cochero caminó rápidamente hacia la puerta del carruaje y ayudó primero a bajar a la Lirastra Fidanchena, seguida de la Lirastra Bisnia, después a Esmeralda, y al final a la pequeña Diesta junto con su nana.

Esmeralda admiró la grandeza del castillo, poseía un patio principal enorme, nada comparado con lo que había visto en los palacios, esto era muy diferente. Se admiraban a los nobles paseando por ahí, a mucha servidumbre caminando a toda velocidad con panes humeantes, agua del pozo, o cualquier otro tipo de cosa que se necesitase

—Sean ustedes bienvenidas al castillo real de Nitris. En nombre de la familia Constela, les quiero agradecer por venir. Mi nombre es Yoksa Fibi, soy el ama de llaves del castillo. Síganme que les mostraré sus habitaciones —dijo la mujer sonriendo sinceramente.

Siguieron a la mujer. Casi todas las puertas estaban cerradas, aunque una de las puertas llamó en especial su atención, parecía cerrada de una manera muy meticulosa. Caminaron por un pasillo extenso, la señora Fibi avanzaba por una enredadera de lugares indescifrables. Volvieron a salir por otro patio, éste parecía menos aglomerado que el primero. Pasaron por un enorme puente que dejaba admirar que el castillo contaba con diez jardines y cinco bosques; aunque el color verde predominaba en ese increíble paisaje, hacías más frío de lo común, así como se lo contó alguna vez su amiga Nereida, era como si te despertaras de pronto. Inhaló el puro aire, admiró las montañas lejanas, era increíble la vista.

Llegaron a una torre que contenía a los más distinguidos invitados, entre los cuales, ahora se encontraba Esmeralda. La señora Fibi les mostró las habitaciones, anunció que el primer baile se llevaría a cabo al caer la noche y que alguien vendría para conducirlas al salón.

La habitación de Esmeralda era muy pequeña comparada con la que tenía en Kánoa, pero se conformaba de cualquier manera. Acomodó sus cosas y se dispuso a relajarse un momento antes de que fuera llamada por Bisnia para que la arreglara para el primer baile.

El lugar era húmedo, las paredes de piedra parecían estar siempre mojadas y despedían un delicioso olor. Había una pequeña ventana, la abrió con dificultad y ante ella admiró un extenso bosque. Los sonidos y los olores llegaron a ella y la envolvieron en un ambiente mágico, de pronto, un sonido se escuchó en la puerta de Esmeralda, como si algo grande se hubiera estrellado contra ella.

—¿Lirastra, es usted? —preguntó sobresaltada.

Caminó hasta la puerta de madera y la abrió lentamente, de repente un peludo y enorme intruso se metió a su habitación.

—¡Hola, amigo! —rió la chica al notar que era un perro enorme con un peludo pelaje color miel y blanco, tenía un gran nariz abultada negra que olfateaba todo a su alrededor, parecía como si el tierno animal no se percatara de su propio tamaño pues jugueteaba por los rincones de la habitación tirando todo a su paso.

—¡Seo! ¡Seo, ven aquí inmediatamente! —gritó una voz mientras entraba a la habitación y jalaba con dificultad al gran perro del collar de cuero que tenía en el cuello—. Discúlpeme, señorita —dijo la señora mirando a Esmeralda.

—No hay problema... Señora ¿Fibi? —recordó la chica al notar que era la misma mujer que las recibió en el castillo—. Así que, ¿el nombre de este travieso es Seo?

—Sí, es el perro de la familia real, aunque el Rey jamás tiene tiempo para cuidarlo. La reina Mickó lo consiguió para alguien muy especial, y después pasó a manos de él —explicó la mujer aliviada por no haber causado tantos problemas.

—Esmeralda —llamó Nana que venía entrando a la desordenada habitación—, Diesta la solicita.

—Voy en seguida, con permiso, señora Fibi. Nos vemos luego, Seo. —se despidió acariciando al peludo e inquieto animalito.

—Tú ya has causado muchos problemas —le dijo la señora Fibi a Seo que trataba de escapar para seguir a Esmeralda—. A mí también me agradó, pero ahora tenemos que regresar, no podemos molestar a los invitados. —La señora Fibi cerró la puerta de la habitación de la muchacha, enviando después a unas criadas para que limpiaran todo, y se fue con Seo a uno de los jardines.

Esmeralda acompañó a Nana hasta la habitación de Diesta, en donde se encontraba la niña cepillando a su muñeca. El lugar era mucho más grande del que le habían dado a ella. Nana y la muchacha entraron y se sentaron en un amplio sillón que había junto a la cama de la niña.

—¿Qué pasa, Diesta? —preguntó sonriente Esmeralda.

—Quería que estuviéramos juntas antes del primer baile, Nana me dijo que tengo que comportarme muy bien —contestó la niña sonriendo y mirando a su nana.

—La Lirastra me dijo que tenía que cuidarte, lo siento, pero no podrás escapar esta vez —explicó y la niña se dejó caer sobre su cama.

—No te preocupes, yo también estaré muriendo —rió Esmeralda.

—Solamente serán tres días —dijo Nana tratando de tranquilizarlas. De repente la puerta se abrió de golpe, la Lirastra Fidanchena entró furiosa.

—¿En dónde está mi collar? —preguntaba con voz fuerte—. ¡Salí un segundo para darle instrucciones a la criada y solo necesitaron unos minutos de dejar mi puerta abierta para robarlo!

—¿Insinúa que nosotras lo robamos? —contestó Esmeralda ofendida.

—¡Quiero mi collar! —exigió la mujer abriendo los ojos.

Esmeralda defendió a capa y espada la honradez de Nana y de ella, la Lirastra no afirmaba ni negaba su culpabilidad, pero lo que sí hizo fue buscar por horas y horas el collar junto con el ejército de mucamas que mandó traer para encontrarlo. Se esforzó tanto que perdió demasiado tiempo y cuando se dio cuenta ya solamente faltaban dos horas para el primer baile. Mandó a Esmeralda a preparar a Bisnia y también comenzó a arreglarse.

A pesar de que la Lirastra no pudo encontrar el collar lucía absolutamente perfecta antes de partir, al igual que su hija, la cual ya se había acostumbrado a la elaborada manera en la que tenía que permanecer todos los días. Diesta, a diferencia de ellas, iba de mala gana, arreglada de manera sencilla por su nana. Quería que todo terminara pronto, pero, por desgracia, duraría tres largos días.

¡Recuerda acompañar tu lectura con la playlist oficial y seguir las últimas noticias en las redes sociales! ¡Gracias por todos sus comentarios!

-Sweethazelnut.