53. La visita de Iniesto
Comenzaron a pasar las semanas, al inicio de cada una de ellas llegaba la carreta a otorgar los cuatro barriles de agua. Siguieron leyendo el cuaderno por varios días, era muy difícil entenderlo, no sólo eran páginas del diario, también había hojas de agenda, entre otros papeles indescifrables. Esmeralda se la pasaba horas leyendo los papeles para tratar de descifrar las cosas que decían, pero jamás lo logró.
Era una hermosa mañana cuando llegó la correspondencia. Todas las chicas estaban muy emocionadas, Nereida estaba más que feliz con que Iniesto le hubiese contestado. Notaron que había una carta de más, pero la dejaron a un lado para leer las respuestas de sus familiares, Kimiosea y Shinzo se fueron a la sala a abrir sus cartas, mientras que Esmeralda y Nereida lo hicieron en la cocina.
Mi Esmeralda:
Yo también te extraño mucho, preciosa, pero estoy muy contenta de que pases tus primeras vacaciones con amigas. Me alegro mucho por Nereida, verás que será totalmente fascinante la experiencia de tener su propio espacio.
Te tengo otra noticia, está en venta la casa del pobre anciano de Alúan, todavía no tienen comprador, por si alguna otra de tus amigas está en busca de una casa esa está más que disponible.
Te deseo lo mejor, mi vida, que te diviertas estas vacaciones, aquí a la casa llegó un aviso confirmando que la escuela te enviará tus cosas del nuevo curso al hogar de tu amiga muy pronto. Mándale muchos abrazos a Kimiosea y saludos a tus amigas.
Te quiere con todo su corazón, mamá.
Esmeralda se sintió muy contenta de saber que su madre estaba bien, no le emocionaba mucho la idea de tener una casa en la cual pasar las vacaciones; en cuanto anduviera cerca de Lizonia ella sabía que indudablemente querría quedarse con su madre y no completamente sola. Las demás también terminaron de leer y miraron la carta sobrante.
Nereida la abrió, parecía muy emocionada, sólo sonrió al leerla y comenzó a contar los pocos niros que tenía.
—¿De quién es? —preguntó Esmeralda curiosa.
—Son los impuestos... Veinte niros del agua, ochenta del seguro médico, treinta para el mantenimiento de transportes, y otros treinta del mantenimiento de la calle, tengo que juntar los ciento sesenta para mañana —dijo Nereida mientras continuaba contando.
—Increíble, en esta región todo es muy barato, así no se cobran impuestos en Lizonia y ni hablar de Alúan —comenzó a decir Esmeralda—. ¿Cómo mantiene su palacio el rey Hibresto?
—La familia real les manda bastantes niros para el mantenimiento de su palacio, entre otras cosas, cada líder decide entonces cómo cubrirá los gastos de su región. El rey Hibresto mantiene todo hermoso, pero no abusa de nadie, el palacio está abierto para todos y él cubre muchos otros gastos que en otras regiones son cobradas a los habitantes —explicó Shinzo que sabía mucho sobre distintas cuestiones del reino.
—Bueno, olvidemos un poco esto, ¿adivinen qué me dijo Iniesto? —dijo emocionada Nereida—. ¡Vendrá a visitarnos!
—¿Vendrá a visitarnos? —preguntó extrañada Esmeralda.
—¡Sí! Dice que logró escaparse unos instantes de su familia, vendrá dentro de dos semanas al amanecer y se irá al atardecer —les contó la muchacha feliz.
—Entonces tendremos que preparar mucha comida —rió Kimiosea.
—Mi madre me avisó que muy pronto nos enviarán nuestros paquetes del Coralli —comentó Esmeralda.
—¡Horrible! Ya casi acaban las vacaciones —expresó Shinzo atormentada.
Las muchachas continuaron su día, Nereida estaba muy emocionada porque su novio vendría a visitarlas en un par de días. No querían que esas hermosas vacaciones terminaran, pero la realidad era que estaban justo a la mitad de tiempo para regresar a la escuela.
Era una fresca mañana cuando llamaron a la puerta, las muchachas abrieron rápidamente y se encontraron con cuatro paquetes para ellas, junto con las cartas selladas. Era el anuncio de que sus vacaciones estaban a punto de terminar. Abrieron lentamente los sobres y comenzaron a leer.
Estimada estudiante Esmeralda Daar:
Le informo que recibí su confirmación de estadía para el siguiente curso, le recuerdo que este año deberá acreditar todas sus materias para poder pasar al último nivel.
Adjunto un paquete con elementos que necesitará para este tercer curso. Me complace saber que concluyó satisfactoriamente su segundo año en esta institución, esperando que haya sido reconfortante, lleno de experiencias que contar y de las cuales aprender.
Al igual que el año pasado deberá arribar a la escuela portando su uniforme, además de mostrar su carta a la señora Nerzo que se encontrará en la entrada.
Mis felicitaciones y mejores deseos para el próximo curso.
Atte. Derié Donur, directora del Coralli.
Guardaron las cartas y miraron los paquetes, comenzaron a abrirlos, esperando lo mejor para ese año. Se sintieron muy aliviadas al ver que de las once materias que tenían el segundo, ahora sólo tenían seis: Historia, Estrategia Económica, Contabilidad, Redacción, Equitación y Ciencias Sociales, soltaron un suspiro de tranquilidad al ver que con esto su horario se recortaba bastante para poder tomar las asesorías y tutorías que se iban juntando; aunque, por otro lado, se sintieron un poco tristes, ya no tendrían clases con el profesor Tausum, ni Dahen, ni mucho menos con la profesora O'Kris, pero era parte de avanzar y estaban muy emocionadas de estar a punto de graduarse.
Llegó la siguiente semana, se levantaron muy temprano a prepararse bien para recibir a su amigo. El viento corría dando una sensación de libertad inundando esa pequeña casita de Noif. Prepararon un delicioso desayuno, cuyo principal ingrediente era la fruta, como siempre.
La más ansiosa de todas era indudablemente Nereida, estaba casi pegada a la puerta cuando se escuchó llegar un elegante carruaje, en cuanto se detuvo, bajó Iniesto apresuradamente. Lucía muy aliñado, extendió su mano para ayudar a bajar a una mujer de aspecto prepotente. Tenía un moño, hecho con su ligeramente canoso, pero perfecto, cabello; mantenía la frente en alto y tenía los mismos ojos que Iniesto, caminaba con aires de grandeza y poseía un vestido que parecía muy fino, color vino, y joyas caras. El muchacho parecía preocupado, llamó a la puerta y Nereida no tardó ni cinco segundos en abrir y darse una sorpresa.
—Hola, preciosa —dijo Iniesto nervioso—. Te presento a mi madre, la condesa Anibél de Figgó.
—Es un gusto, señora Anibél —respondió confundida la muchacha mientras le extendía la mano a la madre de Iniesto.
—Condesa Anibél, por favor —corrigió la estricta mujer, estrechando rápida y suavemente la mano de la muchacha, para después entrar prepotentemente a la casa, sin saludar a las demás chicas.
—Lo siento, ya iba saliendo y me hizo traerla —le susurró Iniesto a Nereida y ella sólo subió los hombros y cerró la puerta.
—¿Le ofrezco algo, señora? —preguntó Nereida amable.
—Condesa —volvió a corregir la mujer, al tiempo que tomaba asiento en el comedor.
—¿Le ofrezco algo, Condesa? —repitió la muchacha.
—Prepara bisuants de camarón y queso —casi ordenó la madre del muchacho.
—Lo siento, seño... Condesa, pero los ingredientes para preparar bisuants son muy caros —explicó la chica—. ¿Le ofrezco algo más?
—¿Muy caros? —interrogó la Condesa—. Tenía entendido que eras la hija del barón de Ífniga, vaya fortuna que tiene el hombre, no es posible que no tengas ni medio niro para prepararlos.
—Agua —interrumpió Iniesto—. Agua está bien, Nereida, te acompaño a la cocina.
—El agua no se prepara, hijo, no veo la necesidad de acompañarla, a menos que no tengan para comprar agua y se vean en la necesidad de ir a un río por ella —se mofó la mujer soltando una suave risa al final.
—Tenemos agua, Condesa —aclaró Nereida haciendo énfasis en el título de la mujer—. Su hijo sería se utilidad, pues necesito que cargue el barril lleno de agua.
—Yo veo ahí un barril —insistió la Condesa señalando uno de los barriles de la cocina—, y no necesita ser cargado.
—Señora, ¿ya nos presentamos? —dijo Shinzo haciéndole una ligera seña a Nereida para que pudiera irse en lo que el resto de sus amigas distraían a la madre del muchacho.
—«Condesa», por favor, no es tan difícil y no, no se han presentado. No sé cómo las han educado en sus casas —expresó indignada la mujer y las chicas se miraron entre ellas.
Nereida se escabulló, junto con el chico, al pequeño jardín de atrás. El muchacho miró maravillado el paisaje tan increíble que lucía desde ese lugar.
—¿Qué pasó? —preguntó Nereida mirando a su novio.
—Como te dije en la carta, logré escaparme un rato. Planeaba venir para acá. Ya estaba arriba del carruaje, cuando de pronto, llegó mi madre y me dijo que quería conocer a mi novia —explicó el chico—. No pude negarme, ella es... Difícil.
—Lo veo, no te preocupes, todo estará bien —tranquilizó la chica y le dio un abrazo—. Verás que tu madre y yo nos llevaremos muy bien.
—Si tú lo dices... Sólo no te tomes demasiado en serio lo que dice, tiene una lengua muy suelta.
—Entendido —dijo la chica y ambos volvieron a entrar a la casita.
—... ¿Esmeralda? Me suena tu nombre, ¿de qué familia eres? —decía la Condesa cuando entraron, mientras Esmeralda se tornaba roja de la vergüenza.
—Mi familia no es noble, Condesa —explicó la chica.
—Vaya amigos que tienes, al menos Dimitri es de categoría —exclamó la mujer a su hijo—. ¿Qué pasó con mi agua, muchacha?
—Aquí tiene —dijo Nereida extendiéndole un vaso que acababa de llenar.
—¿Así que tú eres la nueva novia de mi Iniesto? —preguntó la señora bebiendo suavemente y dejando a un lado el vaso.
—¿Nueva? —repitió ofendida la muchacha.
—Sí, claro. ¿Creías ser la primera novia de un muchacho tan rico y apuesto como mi hijo? —le dijo la mujer a Nereida quién se quedó más que enojada—. Aunque debo decir, que no ha hecho muy buenas elecciones.
—Madre, por favor —rogó el muchacho para que la mujer no hablara de más.
—La única novia que ha tenido que alcanzaba su categoría era la hermosa señorita Jamié Bahra —dijo la Condesa causando que a Nereida le diera un escalofrío—. ¡Cuánta clase!, ¡cuántos modales! Hubiera sido una esposa perfecta.
—Tal vez, madre, pero no era alguien tan especial como Nereida —expresó Iniesto besando la mano de la chica que se sintió reconfortada.
—Yo sólo digo que una alianza entre los Ápoca y los Bahra hubiese sido absolutamente beneficiosa —siguió diciendo la mujer.
—Pero mi vida no es uno de sus negocios.
—Te arrepentirás, desearás estar casado con una muchacha de familia influyente; tener a tus hijos que hereden las tierras y la fortuna, pero estarás en una chocita como esta, con una mujer... Común, hijos comunes, o peor aún, compartiendo nuestra fortuna con... plebeyos —dijo la Condesa haciendo mueca de asco en la última palabra.
—¿Disculpe? —comentó indignada Nereida.
—Nunca mencioné tu nombre, querida —aclaró la mujer dándole otro sorbo al agua—. Pero ya hablaremos juntas a la hora del té.
—Aquí no tomamos el té, procuramos mantener los gastos al margen.
—No me extraña —dijo la Condesa levantándose.
—Bueno, entonces, ¿a dónde iremos hoy? Querida... ¿Cuál era tu nombre? —preguntó por fin la mujer.
—Nereida, Condesa, soy Nereida Ditón —contestó un poco harta la chica—. No sé del tipo de lugares que acostumbre.
—Obviamente los mejores, pero ya que estamos en este pueblito y en esta casita, sería ventajoso ir a buscar algún parque o espacio abierto. Quisiera tener un precioso día de campo —expresó la mujer levantándose, dispuesta a partir.
—Entonces, vamos —dijo entusiasta Shinzo quién fue frenada por la Condesa.
—Lo siento, querida, pero no cabemos todos en el carruaje, tuve que traer el pequeño. Mi muchacho casi se olvidaba de mí y trajo éste —explicó la mujer soltando otra suave risa al final.
—Entonces, nos quedaremos —concluyó Esmeralda sonriendo por el alivio de no tener que estar otro minuto con esa mujer.
—Entiendo, creo que entonces sólo iremos mi hijo, yo, claro, y, por supuesto, la... Hermosa... —comenzó a decir la mujer deteniéndose en la última parte.
—Nereida, Condesa —recalcó la chica tratando de ser paciente—. Pero, no podemos dejar aquí a mis amigas.
—Sí pueden —dijeron al unísono Shinzo, Kimiosea y Esmeralda, provocando que Nereida les hiciera una mueca indicando que no quería que la dejaran sola.
—Muy bien, entonces, de camino compraremos los bocadillos, desgraciadamente tendrán que ser pagados con mis niros, pero qué se le puede hacer. Cuando no hay abundancia, simplemente no hay —rió la mujer saliendo del lugar y entrando al carruaje que el nervioso cochero abrió de inmediato.
El elegante transporte era magnífico, con adornos en oro y bronce. Nereida se sentó junto a Iniesto, pero frente a la desaprobatoria y frívola mirada de la condesa Anibél. Anduvieron un rato hasta que llegaron a una pastelería Uvruam muy hermosa. Nereida e Iniesto tuvieron que bajar para pedirlos, en un principio la Condesa quería que sólo bajara Nereida, pero Iniesto insistió en acompañarla; pidieron montones de bocadillos, también compraron una pequeña canasta y una manta sobre la cual estar durante el día de campo.
La muchacha estaba hartándose rápidamente de la horrible y desesperante madre que tenía Iniesto, pero lo quería tanto que se contuvo de decirle algo.
Avanzaron en el carruaje hasta llegar a un amplio campo, los árboles eran enormes y el pasto era extremadamente suave y, de alguna manera, daba la sensación de estar sentado en nubes. Sacaron los deliciosos bocadillos, comenzaron a comer algo sencillo, cuando terminaron la Condesa empezó a caminar aburrida por el pasto, miraba el cielo, los árboles, pero al parecer a ella no le satisfacían tales cosas.
Los muchachos, por otro lado, se quedaron recostados en el pasto platicando, disfrutaban mucho estar juntos. El día no era muy soleado ni muy oscuro, la temperatura estaba perfecta para pasar un momento al aire libre, la ligera brisa era tan suave que sólo servía para mover los cabellos y las sonrisas de la gente, la Condesa los miraba desde lejos; lucían tan contentos juntos, pero ella no podía aceptar que su hijo fuera novio de una muchacha sin un apellido sobre el cuál sostenerse ante la sociedad tan elitista en la que vivían.
Así se pasó el día, hasta que comenzó a atardecer. Los muchachos hubieran seguido ahí por siempre pero la Condesa argumentaba que no quería viajar muy tarde, por lo tanto subieron al carruaje para dejar a Nereida en su casa, y después partir de regreso a Figgó. La anterior región estaba tan cerca de Noif que la muchacha no podía creer haber aceptado vivir en una casa, sin querer, casi junto a la del chico que quería tanto.
La despedida fue larga y la Condesa comenzaba a desesperarse, casi arrastró a su hijo de regreso al carruaje para poder irse a su inmensa mansión.
La muchacha, a pesar de que al principio no fue placentera, disfrutó esa visita como a ninguna. Platicó un rato con sus amigas y se fue de inmediato a dormir para descansar después de ese sorpresivo, pero irrepetible día.
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-Sweethazelnut.
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