45. Le rompió el corazón


Tres días pasaron rápidamente, las alumnas llegaron de lo que pareció ser una increíble excursión. Al parecer, la señora Nerzo ya las buscaba, las citó de inmediato en la oficina de la directora. Las amigas caminaron hacia allá nerviosas, no tenían la culpa, pero sabían que las educadoras deducirían que decidieron irse a otro lado y no asistir a la excursión.

—Siéntense, señoritas —indicó la directora Donur que estaba con la señora Nerzo—. Explíquenme la razón por la cual no estaban en los carruajes.

—Señorita, Jamié Bahra nos encerró en la bodega del Ejército Rojo —explicó Esmeralda.

—Eso no puede ser, señorita directora, todas las Avaié debieron estar en clases —dijo la señora Nerzo.

—Entonces será mejor que traiga a Jamié Bahra, para que nos explique qué es lo que sucede —expresó la directora y la coordinadora salió de la oficina, para después regresar con la muchacha.

—¿Me llamaba, directora? —dijo en tono suave la refinada chica.

—Si, Jamié, siéntate, por favor, tus compañeras dicen que tú las encerraste en la bodega del Ejército Rojo. ¿Qué tienes que decir a tu favor? —habló la mujer.

—Creo que mis compañeras se están confundiendo, yo me encontraba en mis clases normales, directora —comenzó diciendo tan tranquila y propiamente, que parecía verdad.

—¿Tienes algo que lo pruebe? —preguntó la mujer.

—Claro, tengo este ejercicio que me calificó la profesora Simbrant, era mi primera clase, si no me equivoco, creo que fue el momento en que los carruajes partieron, ¿no es así? —respaldó la chica entregando la hoja mientras la mujer la revisaba.

—Puedes irte, Jamié —concluyó la directora y las amigas se quedaron boquiabiertas al ver que la muchacha se iba tranquilamente—. Estoy decepcionada, no es correcto lo que hicieron, pero mucho menos el mentirme.

—Nos quedamos dormidas, nos dio mucha vergüenza —inventó Shinzo.

—Comprendo, pero no fue correcto involucrar a alguien inocente —expresó la señorita Donur.

—Lo sentimos, no nos llevamos muy bien con ella, por eso lo hicimos —continuó inventando Esmeralda.

—De acuerdo, su castigo será escribir un ensayo de sesenta páginas, sobre la importancia de decir la verdad y de atender los compromisos a tiempo —dijo la mujer—. Pueden retirarse, señoritas.

Las amigas caminaron hacia sus dormitorios, estaban furiosas. Jamié había planeado todo suficientemente bien, nada como cuando alguien así se sale con la suya. Prefirieron irse a las caballerizas para desahogarse un poco paseando en sus caballos. Camino a allá se encontraron con Dimitri e Iniesto que venían montando en sus hermosos corceles.

—¿Cómo siguen? —preguntó Dimitri deteniendo abruptamente a Ánimus.

—Nada bien, esa tonta tenía una nota falsa de una tal «Simbrant» —explicó Nereida enojada.

—No creo que haya sido falsa, esa señora sin sus anteojos está más ciega que un topo. Pudo haber ido cualquiera a calificarse y a lo mejor planearon esconder los lentes —explicó Dimitri desde su caballo.

—Este día fue el peor de todos —exclamó Esmeralda soltando un suspiro.

—Les propongo que vayamos de nuevo al Shésimu, para relajarnos, pronto viene «el día del terror» así que necesitamos un momento para divertirnos... Pero todos como amigos, ¿les agrada la idea? —propuso Dimitri sonriendo.

—¡A mí me encanta! —gritó emocionada Nereida—. ¿Irás Iniesto? —preguntó la chica y el muchacho asintió lentamente.

—A mí también me agrada —dijo Kimiosea sonriente.

—Yo no puedo, tengo que trabajar, pero pidan la mesa doce para que yo los atienda.

—Es un hecho nos veremos el próximo fin de semana —concluyó el chico y se fue junto con su amigo.

Llegaron a las caballerizas y subieron a Armania, Situani, Damina y Firos. Galopar por los hermosos bosques de la escuela no tenía comparación, se sentía el libre viento que se respiraba todos los días en aquella región, nada como sentirse totalmente libres; cabalgar les hacía olvidar absolutamente todos sus problemas. Avanzaron una distancia considerable, admiraron el precioso paisaje de la escuela, se quedaron un momento ahí, en silencio, en paz, y después regresaron a los dormitorios.

Avanzó la semana rápidamente y cuando menos se dieron cuenta llegó el fin de semana. Esmeralda partió muy temprano a trabajar y el resto de sus amigas se quedaron para arreglarse, como era de esperarse, Kimiosea invitó a Naudur, así que la chica se peinó y se vistió de manera muy especial. Nereida iba muy emocionada también, pero Shinzo estaba muy tranquila, creyó que ahora Dimitri había entendido que él y ella solamente iban cómo amigos, así que partió muy entusiasmada junto con sus amigas al encuentro de los muchachos. Dimitri había ido a hacer la reservación unos días antes, así que no tuvieron de qué preocuparse, cuando llegaron solamente pidieron la mesa número doce y se sentaron a disfrutar.

—Buenas noches, mi nombre es Esmeralda y tendré el placer de atenderlos hoy. ¿Desean ordenar ahora? —dijo sonriendo la muchacha y sus amigos se rieron.

—Es un placer, señorita —bromeó Dimitri y Shinzo comenzó a reírse también.

—Sólo pidan algo.

—Bien, tráenos platos de Yamis para todos. ¿Alguien tiene alguna objeción? —dijo Dimitri y todos negaron con la cabeza—. Muy bien, la esperamos señorita, sin eficacia no hay propina —rió el chico y la muchacha sólo le hizo un gesto y se fue.

No pasó mucho cuando Esmeralda ya estaba de regreso, trajo un plato que era delgado pero largo, lleno de Yamis. Colocó más platitos con salsa de uva y continuó con su trabajo.

—... Fue entonces cuando le dije, me comeré ese pastel si juras no volver a cocinar de nuevo —terminó de contar Naudur una divertida anécdota que hizo reír a todos.

—¡Estoy segura de que tú cocinas muy bien, Iniesto! —dijo Nereida acercándose al chico.

—No.

—Yo podría enseñarte a hacer cualquier platillo cuando quieras.

—No lo necesito —dijo el muchacho y todos se quedaron callados.

—Bueno y qué dices de una cena que yo prepare, será para los dos, prepararé...

—¡No! ¡No! —gritó el chico desesperado.

—Entonces podríamos...

—¡No! ¿No entiendes, Nereida? ¡No quiero nada contigo! ¡Eres rara! ¡Solamente salí hoy porque creí que todos éramos amigos! ¡Y salí contigo la otra vez sólo porque Dimitri me pagó doscientos niros por ello, porque sin algo a cambio nadie querría salir contigo! ¡Estoy harto! ¿Me escuchas? ¡Harto! —gritó frenético el chico levantándose de su silla y saliendo del lugar.

—Nereida, él no quiso... —intentó consolar Shinzo a su amiga, la cual se levantó y se fue—. Tengo que ir con ella.

—Yo igual —se excusó Kimiosea y se fue con su amiga, tras Nereida.

—Ve, creo que tú también necesitas hablar con tu amigo —le dijo Naudur a Dimitri y éste se levantó rápidamente y salió.

—¿Qué pasó aquí? ¿Por qué tan animada esta fiesta? —preguntó irónicamente Esmeralda al ver que ya sólo estaba Naudur.

—Creo que es mejor que te lo cuenten las chicas —dijo Naudur y sacó unos niros—. Nos vemos, Esmeralda.

—Adiós —se despidió extrañada la chica.

Dimitri corrió hasta los dormitorios en los que residían. Encontró a Iniesto recostado en su cama con un libro tapando su cara.

—¿Crees que fui muy duro? —preguntó sin quitarse el libro de la cara.

—Mejor la hubieras golpeado con un saco lleno de rocas —respondió Dimitri—. Así le hubiera dolido menos.

—Tú la viste, ella era tan... ¡desesperante! —expresó Iniesto—. Hasta tú dijiste que estaba obsesionada conmigo.

—Bueno, sí, tenías que ponerle un alto y sí, la chica estaba completamente desquiciada, pero yo creo que había otras maneras.

—Vamos, tú tampoco eres un "caballero", una escoba tiene más modales que tú.

—Pero estamos hablando de ti, además yo nunca le diría a una chica que me pagaron para salir con ella... ¡Y quítate esta cosa que te ves ridículo! —dijo Dimitri quitándole el libro de la cara.

—¿Bromeas? ¡Tú fuiste el que me pagaste! —reclamó el muchacho poniéndose de pie.

—No comencemos a buscar culpables —evadió el chico sentándose y pasando la mano por su cabeza—. A mí no me hacen caso y a ti te hacen demasiado caso, que ironía.

—Al menos ya me dejará en paz —comentó Iniesto recargándose en la pared.

—¿Te sientes culpable, no?

—No, claro que no... ¿No lo soy, cierto? —preguntó el muchacho con cara nerviosa.

—No, no, no, la chica estaba loca —contestó su amigo recostándose—. ¿Era lo correcto, no? Lo que... Cualquiera hubiera hecho.

—Si, cualquiera —concluyó Iniesto mirando cómo su amigo se empezaba a quedar dormido—. Cualquiera lo hubiera hecho.

Nereida se la pasó llorando toda la noche, cuando Esmeralda llegó del trabajo se unió a sus amigas que consolaban a la destruida chica. La pobre muchacha estaba tan ilusionada con Iniesto que aquella reacción hizo que todas sus expectativas quedaran atrás.

Cuando sus amigas se tuvieron que ir a dormir, la muchacha se quedó mirando al techo, pensando en todo lo que había pasado con el chico, preguntándose cómo no se pudo dar cuenta de que él la rechazaba cada segundo de cada día. La emoción la tenía completamente cegada, dio un gran suspiro y se acomodó en sus cobijas, acordando consigo misma jamás volver a tratar con Iniesto Ápoca.

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-Sweethazelnut.

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