31. La compañía Encinel de las Estrellas de Fuego


Comenzaba la segunda semana de vacaciones, todos dormían aún cuando alguien llamó a la puerta. Esmeralda se levantó adormilada, al abrir encontró correspondencia y cuando al fin despertó por completo comprendió que era la respuesta de Shinzo. Emocionada levantó al resto de sus amigas para que la leyeran juntas en el cuarto de huéspedes.

Queridas, Esmeralda, Kimiosea y Nereida:

No saben cómo me han hecho reír con sus ocurrencias, mi tobillo está un poco mejor, se siente horrible estar así en las vacaciones. Dimitri al parecer anotó demasiado bien mis datos, pues incluso él me ha estado enviando cartas.

Me manda una diario, de cierta manera es agradable porque siempre tengo alguien con quien hablar, pero por otro es un poco incómodo que este chico me esté molestando tanto. No lo sé, lo dejo a su juicio.

En las calificaciones no me fue ni bien ni mal, no obtuve A5 en ninguna, pero tampoco saqué ni un A1. Aún así mis padres me felicitaron por estar haciendo lo posible para concretar mis estudios en el Coralli.

Las extraño mucho chicas, si estuvieran aquí estas vacaciones no serían tan aburridas. Por cierto, la directora le dijo a mis padres que a mediados de las vacaciones enviarán a las casas el nuevo horario, material nuevo, la carta de confirmación y otras cosas que necesitaremos para el próximo año.

Les mando muchos abrazos.

Atentamente su amiga, Shinzo.

Guardaron la carta en el sobre y se miraron esperando que alguien comenzara a hablar.

—Debí haberle avisado a Donur que estaría aquí en las vacaciones, ahora mi padre será el que reciba mis cosas —dijo Nereida.

—No te preocupes, de seguro lo enviará de vuelta al Coralli —tranquilizó Kimiosea a su amiga.

—Creo que Dimitri quiere algo con Shinzo —comentó Esmeralda.

—Eso es obvio —dijo Nereida—. Sería agradable, así podríamos tener una cita perfecta: Shinzo y Dimitri, Iniesto y yo, una velada romántica.

—Me asusta que te vuelvas tan sensible cuando hablas de Iniesto —comentó Esmeralda con una sonrisa.

—Algún día lo entenderás, cuando estés enamorada.

La madre de Esmeralda se despertó poco después. Cuando se disponían a comer se comenzó a escuchar la misma música de tambores y cascabeles que escucharon en Farblán. Las chicas se miraron entre sí y de inmediato corrieron hacia la puerta, y ahí estaban, las mismas caras sonrientes y el mismo hombre alegre y elegante que invitaba con su voz al espectáculo de «La compañía Encinel de las Estrellas de fuego».

—¡Señor! —gritó Esmeralda.

—Señoritas, ¿por qué no vienen a...?

—Sí, sí, a eso venimos, pero ¿cuánto cuesta la entrada? —preguntó Nereida con su intrépida manera de ser.

—Esta vez costará solamente cinco niros por persona —contestó amablemente el hombre y les entregó unos volantes.

Las muchachas agradecieron y regresaron a la casa en donde las aguardaba Mim, la cual fue abandonada repentinamente. Después de disculparse con la mujer le pidieron que fuera con ellas al espectáculo, le dijeron que la función era en la noche, así que podría salir de trabajar y relajarse mientras admiraba la compañía Encinel más famosa de Imperia. La mujer aceptó y unos momentos después partió a su trabajo, las muchachas se quedaron contestando la carta de Shinzo.

Querida Shinzo:

¡Nos alegra que pudiéramos sacarte una sonrisa! Estamos contentas también de que ya esté mejor tu tobillo. Gracias por avisarnos lo de la directora. Dentro de unas horas iremos a ver a una compañía Encinel. ¡Estamos muy emocionadas! Nos hubiese gustado que estuvieras aquí, pero para la próxima iremos las cuatro juntas.

Será una carta breve, porque debemos ayudar con los deberes aquí y queremos estar listas para salir al rato, pero no nos quedamos angustiadas, porque tu valiente caballero, Dimitri, está muy al pendiente de ti.

Un abrazo amiga.

Atentamente, Esmeralda, Kimiosea y Nereida.

Las chicas hicieron el aseo de la casa a toda velocidad, cuando terminaron, fueron al cuarto de Esmeralda a arreglarse; se pusieron sus collares, cepillaron su cabello y se pusieron un poco de perfume. 

Esmeralda y Kimiosea buscaron los vestidos menos andrajosos y esperaron a Mim, la cual llegó corriendo para cambiarse. Caminaron juntas por la vereda hacia "El bosque de las estrellas". Casi para llegar a él, se levantaba una carpa extraordinariamente grande, blanca y rectangular, después de comprar los boletos, entraron. 

Parecía otro mundo, iluminado por lucecillas moradas tenues. Los asientos elevados daban a un escenario enorme, todos contemplaban maravillados sus alrededores. Se comenzó a llenar el lugar, pasaban entre los asientos algunas de las mujeres sonrientes que bailaban regalando dulces y golosinas.

Las tenues luces se apagaron, todo quedó en penumbras, de repente apareció el hombre que anunciaba las funciones en medio del escenario, iluminado con una brillante luz que desprendía destellos.

—Muchos no creen en los sueños —comenzó diciendo el hombre con voz potente —. Muchos creen que es mejor aterrizar en la "realidad". En una gris, triste y monótona realidad. Pero yo les digo: ¿qué mejor que crear nuestra propia realidad?

—¡Eso es basura! —gritó una mujer haraposa que tenía la cara llena de tierra, al igual que su pequeña hija de aproximadamente diez años.

—¿De verdad lo cree? —contestó el hombre que después miró a la niña—. Acércate pequeña —dijo y la niña comenzó a caminar al centro del escenario, tenía cabello rizado, rubio y sucio. Estaba un poco regordeta, su cara y su ropa delataban inmediatamente su baja posición social—. ¿Cuál es tu nombre, pequeña?

—Irián —contestó con voz temblorosa la niña.

—¿Y quién eres?

—Una niña.

—¿Qué eres capaz de hacer?

—Lo posible para poder tener una pieza de pan —respondió Irian con unas cuantas lágrimas en los ojos.

—¿Crees en la magia?

—No.

—Irián, eres mucho más que eso. —Las luces se apagaron de nuevo, se observaron dos aros que brillaban de color rosado, los aros se unieron y al separarse entre una nube de humo apareció una mujer que asemejaba a las damas de Kánoa, pero con un vestido más corto, mallas y unas zapatillas que le permitían pararse de puntas. La mujer bailó grácilmente dando volteretas y giros hasta llegar junto a Irián.

—Escuché que no crees en la magia —le dijo la mujer a la pequeña—. ¿Tienes algún sueño?

—Sí —contestó Irian—. Siempre he querido ser una princesa.

—Pero si ya lo eres. —Sonrió la mujer mientras tomaba uno de los aros y lo pasaba a través de la niña, cuando terminó, Irian traía puesto un vestido muy fino color azul. La bailarina le lanzó unos polvos brillantes y ahora la niña tenía el cabello limpio, al igual que su cara, sus rizos se convirtieron en hermosos caireles—. Te ves muy hermosa —le dijo haciendo aparecer un espejo frente a ella y colocándole una fina tiara. La niña sonrió de inmediato.

—¿Quién eres? —preguntó el hombre de nuevo.

—¡Una princesa! —contestó sonriente la niña.

—¿Qué eres capaz de hacer?

—¡Lo que sea!

—¿Crees en la magia?

—En el fondo, siempre lo hice.

Todos aplaudieron y la niña regresó a su lugar. El espectáculo fue tan mágico como el inicio, personajes pintorescos realizando actos de gran riesgo, todo el ambiente tenía un aroma dulce, los juegos de luces, humo y chispas hicieron de ese espectáculo algo que nunca nadie olvidaría.

 De alguna manera te hacían sentir igual que Irián, te regresaban la esperanza, la alegría, la capacidad de maravillarte, pero mucho más importante, poder volver a creer en la magia.

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-Sweethazelnut.

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