22. Nada como el invierno


Pasó el mes más pesado de sus vidas y cuando por fin era hora de descansar, las amigas decidieron salir a explorar la escuela. Un lugar tan grande merecía ser conocido de principio a fin y las muchachas no se irían de ahí hasta saber de todos los recovecos del Coralli, además, el invierno estaba llegando a su fin; así que se vistieron, se arreglaron y tomaron sus hermosas capas de invierno.

Al salir, el frío viento golpeaba delicadamente sus rostros, sus capas se movían con la brisa invernal. Era uno de esos días en los que no te preocupa nada, sólo el ahora.

Caminaron lentamente por entre la nieve y el césped, sus cabellos se comenzaban a llenar de copos de nieve diminutos que caían poco a poco sobre todas las regiones que tenían el privilegio de ver nevar.

Esmeralda levantó lentamente la vista, el cielo era tan, pero tan hermoso, su amplitud la envolvía. Sentía los copos caer en su cara, tan frescos; sus amigas la llamaron y continuó caminando con ellas. Los árboles tenían sus hojas delicadamente cubiertas de hielo, la chica pasaba junto a ellos y tocaba su textura fresca y húmeda, era algo que jamás había experimentado. Apreciaba cada detalle, lo guardaba en su mente y alma para siempre, daba pequeños saltitos para observar sus pisadas sobre la nieve.

—Esmeralda, pareces una niña —le reclamó Nereida.

—Es la primera vez que veo nevar —dijo Esmeralda justificado su actitud.

—¿En serio? —preguntó Kimiosea y la rizada chica sólo se encogió de hombros y sonrió.

Shinzo tomó su mano e hizo que corriera lo más rápido posible a través de un hermoso camino, las demás las siguieron. Shinzo se detuvo junto a un árbol cuyas hojas tenían la singular forma de un corazón, saltó y jaló cuatro de las hojas congeladas que tenía el árbol. Se sentó en el suelo y las puso frente a ella, movió su mano un par de veces de manera circular y, en las hojas, comenzaron a aparecer letras doradas en una extraña lengua llamada Bitzú, después de un momento las hojas resplandecieron también y en un segundo aquellas luces desaparecieron, dejando en su lugar unas inscripciones muy hermosas. Las muchachas se quedaron boquiabiertas.

—Les ruego, no digan nada de esto —dijo Shinzo.

—No lo haremos, pero jamás nos imaginamos que tuvieras poderes —afirmó Esmeralda.

—Ya sé, pero quería que las cuatro tuviéramos estos dijes, son muy especiales, las protegerán, el hielo nunca se derretirá, así que esto nos mantendrá juntas por siempre —explicó Shinzo.

—¿Qué significan estos símbolos? —preguntó Esmeralda mirando extrañada las hojas.

—¿Cómo que no sabes? —dijo Nereida al tiempo que Shinzo les entregaba sus respectivos dijes—. ¿No sabes leer Bitzú?

—No —confesó Esmeralda y Kimiosea negó con la cabeza indicando que ella tampoco sabía.

—Dice: «El que sabe diferenciar entre un aliado y un amigo, jamás se sentirá traicionado». —aclaró Nereida.

—Nosotras somos amigas, les juro que mi lealtad siempre estará con ustedes. —Shinzo les dio un abrazo y las cuatro muchachas se sonrieron entre sí.

Hace muchos años, atrás en la historia de Imperia, la realeza hablaba y escribía en Bitzú, una lengua exclusiva de esta clase social. Cada vez que los gobernantes hablaban con el pueblo, era casi imposible darse a entender, los pobladores comenzaron a imitar los sonidos de la estructurada lengua de los ricos, pero como resultado sólo quedó la creación de un nuevo dialecto: el Talán. Con el paso de los años el idioma se fue unificando en uno llamado «Íminos», pero la manera de escribir se divide así: la clase baja escribe en Talán, la clase media en Talán y Bitzú y la clase alta sólo en Bitzú.

El día se fue muy rápido. Entre el fabuloso invierno y las risas de una amistad recién fortalecida se hizo un día memorable; al anochecer, Esmeralda y Nereida invitaron a sus amigas a cenar a su habitación. Sirvieron unos Drifeos con salsa de cereza y para tomar un poco de Vaiia; los Drifeos eran tiras de masa extremadamente fritas, espolvoreadas de sal y sazonadas con un pimiento triturado llamado «Itú» que tenía un sabor muy intenso y particular; y la Vaiia era una bebida dulce que se servía muy fría. Terminaron con unos Ífuos, que era un tipo de té caliente con frutillas flotantes, y platitos repletos de deliciosos Pomps, (bolitas de caramelo suave espolvoreados del polvo de una flor cuya textura asemejaba a la de la harina y cubiertos con una fina capa de caramelo crujiente, eran usualmente color rosa). 

Esmeralda decidió sacar su frasco de cerezas para compartirlas con sus amigas. Después de alargar la plática horas y horas, por fin se despidieron, Kimiosea y Shinzo se fueron a su habitación y Esmeralda, junto con Nereida, comenzaron a recoger los platos.

—¿Qué es lo que te pasa? —preguntó Nereida al ver que su amiga se detuvo y se sentó en una de las sillas.

—¿Por qué Shinzo no nos había dicho que tenía poderes?

—No es nuestro problema, pero no me sorprende, dice que su familia es de Yosai y Tausum nos contó que allá casi todo mundo usa la magia, era lógico, ¿no? — opinó Nereida sentándose junto a su amiga.

—Pues a mí sí me sorprendió, pero no tanto como el hecho de percatarme de que sí pones atención en clases —continuó Esmeralda tomando una de las cerezas de su frasco.

—No te alegres demasiado —le contestó sonriendo—. ¡Qué lástima, tendré que acabarme la última cereza!

—No te preocupes —dijo Esmeralda mirando el frasco vacío—. Me alegro mucho de que ya seamos amigas.

—Me salvaste de una grande.

—Todo por no hacer la tarea a tiempo —rió Esmeralda, pero la ligera sonrisa de Nereida se desvaneció para dejar paso a una amarga mirada.

—No fue por eso, yo... Perdí a mi madre en ese momento —contestó la chica con sus ojos vagamente cristalinos—. Yo vivía con ella. Mi padre, el barón de Ífniga, nos abandonó hace mucho tiempo. Éramos de clase media, vivíamos tranquilamente, hasta que un día mi padre se apareció.

»Me trataba fríamente, pero mostrando cierto interés. Me pagó los mejores instructores de Imperia y me regalaba finas ropas y joyas. Pasado un tiempo decidió que yo debía irme al castillo de Ífniga con él, pero había una condición: mi madre no podía venir conmigo y debía romper toda comunicación con ella. Por supuesto que me negué, pero él estaba furioso; misteriosamente mi madre desapareció, yo claramente sospechaba de mi padre. Le exigí cada día que me la devolviera, pero él insistía en que no había sido el culpable, hasta que un día, me dijo que la habían encontrado, ya era demasiado tarde.

»Me llevó a vivir con él, entablé una pequeña amistad con una empleada que me dijo que la corte le pedía una heredera para conservar su título de barón. Por eso él fue a buscarme. Estaba tan furiosa, lo amenacé con delatarlo ante la corte, pero sin más, al día siguiente ya me había inscrito en el Coralli para mantenerme alejada de él por cuatro años. —La muchacha se había puesto ligeramente colorada y sus ojos ahora demostraban una profunda tristeza.

—No tenía idea —dijo Esmeralda levantándose de la mesa para poder darle un abrazo a su amiga—. No sé qué decirte, sabes que todas haremos lo posible por ayudarte.

—Gracias.

Esmeralda tomó algunos platos y los colocó sobre el fregadero. Nereida se quedó un momento inmóvil, pero después se levantó y ayudó a su amiga con lo sobrante. 

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-Sweethazelnut.

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