21. El castigo
A la mañana siguiente todos regresaron al Coralli muy temprano, en silencio. Cuando estuvieron en la escuela se declaró que no habría clases hasta el siguiente día, pues se consideraba que los alumnos no estarían en condiciones para estudiar; así que las cuatro amigas se relajaron en sus habitaciones, o al menos eso querían hacer cuando la directora mando llamar a Esmeralda, Shinzo y Kimiosea.
Cuando llegaron a la oficina de la directora, ésta les pidió que tomaran asiento; temerosas lo hicieron y notaron que la señorita Donur se veía diferente, como si algo se hubiera apagado en ella.
—Bien, como ustedes pudieron concluir, al ocurrir la desgracia de la Reina tuve que suspender su castigo hasta hoy —explicó la directora—. He meditado mucho, y su deber será pulir todas las armaduras y uniformes de los alumnos del «Ejército Rojo».
El «Ejército Rojo» era una especialidad que estaba dirigida al entrenamiento para salir a combate durante una guerra, esa era la diferencia entre ser un soldado dorado y uno rojo; el dorado sólo cuidaba los palacios, los alrededores y a una caravana de nobles durante cualquier viaje.
La directora les indicó hacia dónde debían dirigirse. Y con un poco de ayuda sus mapas de la escuela lograron encontrar el paradero de la bodega con las armaduras del Ejército Rojo.
El lugar era inmenso, tenía estantes con enormes cascos que parecían muy pesados, la coraza de la armadura poseía líneas rojas verticales en los hombros.
Sin más, las muchachas tomaron los limpiadores de donde les indicó la señorita Donur y comenzaron su labor.
Las horas pasaban y ellas ya no podían más, a pesar de que la compañía era agradable y amenizaba el ambiente, las chicas no pudieron evitar cansarse rápidamente con tanto esfuerzo. De pronto, escucharon pasos en la bodega y levantaron la vista al mismo tiempo. Era un chico rubio con ojos azules y, junto a él, venía uno con cabello negro largo y rizado, con una tersa piel morena.
—Mira, Iniesto, tenemos nuevas sirvientas —dijo a su amigo el rubio joven.
—Pero ¡qué feas son! —rió el otro chico—. Al menos se hubieran encargado de mandarnos chicas decentes. —Ambos llevaban armaduras que tenían escamas metálicas con gruesas líneas rojas marcadas en el antebrazo, cuello y un poco más abajo que los hombros, en su pecho estaba enormemente situado el escudo de la escuela.
—¡No somos sirvientas! Pedazo de... —reclamó Shinzo, quien fue interrumpida por Kimiosea.
—Tranquila, Shinzo. Mi nombre es Kimiosea, somos damas de compañía —se presentó amablemente la muchacha.
—Yo soy Dimitri y él es Iniesto, ambos estudiantes del Ejército Rojo y ustedes no son damas de compañía, técnicamente aún no lo son. Sólo son estudiantes y de primero, para variar —corrigió Dimitri a Kimiosea quien se quedó callada.
—Somos Esmeralda y Shinzo —dijo cortante Esmeralda—. Si no les importa, estamos ocupadas.
—No te tomes todo tan en serio, sólo bromeábamos —justificó Iniesto.
—¿Cómo sabían que éramos de primero? —preguntó Kimiosea amigable.
—Pues es obvio, nosotros somos de segundo año y nunca vimos pasar alumnas de su especialidad tan mal encaradas —dijo Dimitri mirando a Shinzo.
—Bueno, al menos entendemos el verdadero castigo de la directora: conocerlos —desafió Shinzo a los chicos, quienes sólo soltaron una risita.
—Fue divertido, pero nos mandaron por un par de cascos, si no les molesta —aclaró Dimitri a las chicas y caminó junto a Iniesto en busca de lo requerido.
Cuando terminaron, se despidieron y salieron. A Esmeralda no le parecieron muy agradables, al igual que a Shinzo, pero Kimiosea estaba contenta de hacer nuevos amigos.
Comenzó a anochecer, así que las chicas regresaron a sus dormitorios. Un largo día terminado, pero, aún con todo el esfuerzo, no habían superado ni la mitad de armaduras y aún faltaban los uniformes. Esmeralda despidió a Shinzo y a Kimiosea y arrastró los pies hacia su habitación en donde la aguardaba Nereida.
—¿Qué castigo les puso la directora? —preguntó Nereida en cuanto cerró la puerta.
—Limpiar y pulir las porquerías del Ejército Rojo y conocimos a dos tontos: Dimitri e Iniesto —relató Esmeralda y Nereida dio un pequeño salto.
—¿Iniesto? ¡Es segurísimo Iniesto Ápoca!
—¿Lo conoces? —preguntó extrañada Esmeralda.
—Sí, bueno, él no me conoce a mí, pero mi padre y el suyo tienen negociaciones, así que usualmente lo veía; sólo que salía con una chica llamada Candy, pero escuché que ahora no sale con nadie. ¡Sabía que estudiaba aquí!
La muchacha irradiaba felicidad, nunca la había visto así, pero es seguro que le agradaba mucho más que la Nereida grosera que antes conocía.
Ahora tenía que dormir, pues desde que había llegado al Coralli, los días jamás fueron normales.
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-Sweethazelnut.
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