20. La desgracia para Imperia
Aquel día amaneció gris en toda Imperia. Por alguna razón, al levantarse de la cama todos sintieron una enorme pesadez pero nadie se sintió tan mal como la señorita Donur que, como siempre, se había levantado más temprano que todas las alumnas para organizar unos papeles. Pensaba en el castigo de las muchachas cuando la señora Nerzo llamó a su puerta y sin más le entregó una carta que traía la peor de las noticias.
Esmeralda y Nereida se levantaron, se arreglaron y prepararon un delicioso desayuno; estaban disfrutando de las cerezas que trajo Esmeralda en su pequeño frasco, de repente la señora Nerzo repitió la misma acción que con la directora, sólo que ésta vez para informarles que debían reunirse frente a la escuela. Las amigas obedecieron sin saber por qué.
Al llegar a la entrada posterior de la escuela había una multitud de alumnos con diferentes uniformes, entre tantas personas alcanzaron a ver a Shinzo y Kimiosea desubicadas.
—Hola, chicas. ¿Alguna sabe qué sucede? —preguntó Esmeralda acercándose, junto con Nereida, a ellas.
—Ni idea, pero presiento que no es nada bueno —dijo Shinzo con voz seria.
De pronto llegaron los profesores. Una parte eran los que las chicas conocían, pero la mayoría jamás los habían visto. Los profesores Dahen, Tausum, Blodin y Aristela; y las profesoras Clovery, O'Kris, Acárada y Varush caminaron hacia el centro y dijeron: «Todas las alumnas damas de compañía, por favor agrúpense en el lugar que les indicaremos».
Caminaron y se colocaron en cierto lugar seguidos de sus alumnas, el mismo procedimiento fue repetido para las otras especialidades del Coralli. Todos los alumnos y profesores quedaron agrupados y alineados, formando en conjunto un semicírculo.
El silencio reinó cuando la directora Donur apareció seguida de la señora Nerzo, ambas con semblantes tristes y serios. Se colocaron frente a los presentes y la directora dio un paso al frente.
—Alumnos del Coralli. Hoy, es un día muy triste que recordaremos sin duda alguna. He sido informada de que nuestra reina, soberana de toda Imperia, Mickó Viré, ha fallecido sorpresivamente.
»En la carta que recibí se explica que mientras dormía sufrió un repentino ataque al corazón que terminó con su vida. Me atrevo a decir que la reina Mickó era, para mí, no sólo una gran gobernante, sino también una gran amiga desde mi juventud. Era una mujer humilde y considerada con su pueblo, mantuvo una postura admirable en la corte y su voz siempre fue escuchada.
»Jóvenes, la vida es como un pastelillo que comemos con los ojos vendados. Cada vez que despertamos, inhalamos, sonreímos y lloramos le damos una probadita, pero no podemos saber cuándo se terminará este postre, por eso deben saborear cada bocado y no comer apresuradamente. Me siento feliz porque sé que la reina Mickó saboreó cada uno de los momentos y terminó saciada.
»Quiero que todos regresen a sus habitaciones y se preparen para partir ahora mismo hacia Nitris para presentar nuestras más sentidas condolencias al rey Sáfano y a su hijo Ciro, que seguramente están sintiendo tanto esta pérdida como nosotros. —La directora bajó la cabeza y dejó caer una lágrima. Se retiró y los profesores comenzaron a mover a sus alumnos a las habitaciones.
La profesora Varush les enseñó que durante cualquier ceremonia fúnebre era necesario usar un medallón de oro puro (exclusivo para la clase alta), representando la carga que sienten las personas que acaban de sufrir la pérdida. La profesora les obsequió uno a cada una, deseándoles que jamás lo usaran, pero lamentablemente ese era el día para usarlo por primera vez.
Esmeralda, Kimiosea, Shinzo y Nereida se pusieron los medallones, se acomodaron a la perfección el uniforme y cabello, tomaron un par de cosas, se pusieron su capa de invierno y caminaron hacia la entrada de la escuela. Ahí había un tumulto de gente, afortunadamente encontraron al profesor Dahen que iba camino al carruaje número veintidós que todavía tenía espacio para más personas.
—Fue una desgracia lo que sucedió con su majestad, ¿no cree profesor? —dijo Esmeralda al profesor Dahen cuando todos se encontraban dentro del carruaje esperando a que avanzara.
—No me parece tanto una desgracia, sólo es una etapa de la vida, no es como si nos pusiéramos tristes cada que un bebé se convierte en infante —contestó el profesor.
—Por cierto, gracias por ayudarnos con lo de la señorita Donur —agradeció Kimiosea con una sonrisa amable.
—No hay por qué, yo sabía que no tenían mala intención y espero no haberme equivocado.
De pronto entró la señora Nerzo y le entregó a cada persona en el carruaje una vela. Así comenzó el viaje desde Cristaló hasta Nitris, pasando por Farblán, el cual estaba mucho más gris y frío que nunca. La noticia se había extendido rápidamente por toda Imperia, los rostros tristes de las personas se asomaban por cualquier rincón; Esmeralda nunca lo sintió así, pero al parecer la reina Mickó era más que una simple monarca. Recordó entonces aquel bellísimo vestido que diseñó para ella cuando era sólo una niña. Tenía esperanza de que en vida lo hubiera disfrutado mucho.
El camino se convirtió en una eternidad, comenzó a anochecer. Cuando vieron levantarse entre las casas, y el palacio de Nitris, al majestuoso castillo de los Reyes de Imperia. Todo se admiraba en penumbras, exceptuando un resplandor que provenía del castillo. Los carruajes del Coralli se acomodaron en fila frente al majestuoso lugar y los alumnos bajaron mientras los profesores encendían las velas que les habían sido otorgadas. Todos caminaron divididos en las seis especialidades del Coralli: Dama de compañía, Avaié, Ejército Rojo, Encinel, Sífniga y Uvruam, encabezados por la directora.
Fueron recibidos en uno de los jardines del castillo, estaba repleto de personas con velas en las manos, productoras del resplandor que se observaba. Los ancianos llevaban su pequeño frasco con agua colgado junto al medallón; la gente de clase alta estaba apartada del pueblo, cuyas velas se comenzaron a derretir en sus manos. Aquellos hombres y mujeres provenían de toda Imperia, cargaban la vela prendida desde que salían de su hogar hasta llegar al castillo; también usaban medallones improvisados con un trozo de madera, simulando los medallones de oro de la aristocracia, para rendir honor a la Reina.
En el centro del jardín había una plataforma en donde se encontraba el féretro de la Reina, frente a él estaba el rey Sáfano Constela, un hombre de cabello negro y barba abundante, cuya apariencia imponía a kilómetros de distancia; portaba una enorme corona sobre su cabeza ligeramente inclinada hacia abajo; también estaba, junto al hombre, el hijo de la reina Mickó y el rey Sáfano: Ciro Constela.
Cuando Esmeralda lo vio, sintió como si millones de mariposas revolotearan en su estómago, aquel muchacho de piel blanca, nariz abultada, cabello color miel claro y mirada profunda e inocente robó el corazón de la chica de inmediato. El muchacho miraba el reposo de su madre con la cabeza baja, tenía veinte años, dos más que Esmeralda, pero lucía un poco más joven debido a su tierna expresión. La directora subió a la plataforma y abrazó al Rey y al príncipe, se quedó un momento hablando con ellos y después regresó con los ojos llenos de lágrimas.
El Rey hizo una señal y llegaron unos guardias a cargar el ataúd, era hora de partir al entierro de la Reina; toda la gente siguió al Rey y a su hijo en caravana. Las chicas alcanzaron a distinguir al rey Hibresto y al pueblo de Noif que venían cabizbajos y con lágrimas en los ojos. Se unió mucha más gente paso a paso hasta el cementerio de Nitris. Al llegar, la ceremonia fue muy emotiva, mientras la Reina bajaba lentamente, las personas gritaban y soltaban lágrimas a su difunta monarca, la gente devastada mostraba su respeto por la Reina entregando ramos enormes de flores.
En Imperia, cuando alguien moría se dejaba una flor representando cada acción buena que hizo en vida, el lugar estaba totalmente tupido de floridos reconocimientos a la bondad de la mujer. Se respiraba un aire pesado y extraño, tanto era el amor del pueblo por su Reina que incluso Esmeralda y sus amigas lloraron contagiadas de la tristeza. Le preguntó a su madre años atrás si aquella mujer era agradable y, hasta ahora, había obtenido la respuesta.
Todo terminó más allá de la media noche. Unos carruajes reales llegaron a recoger a las personas de clase alta que dormirían en el castillo de Imperia esa noche, el resto se quedó hasta mucho más tarde para seguir honrando a su Reina.
Esmeralda no pudo admirar bien cómo era el castillo por dentro, su más grande ilusión era conocerlo, pero no pudo pues estaba todo muy oscuro y decidieron alumbrarse únicamente con pequeñas velas para no iluminar demasiado el castillo que se encontraba de luto; eso no le importó demasiado. La chica durmió en una cómoda cama, pensando en el apuesto príncipe Ciro, quería volverlo a ver, pero no sabía cómo, ni cuándo.
¡Recuerda acompañar tu lectura con la playlist oficial y seguir las últimas noticias en las redes sociales! ¡Gracias por todos sus comentarios!
-Sweethazelnut.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top