15. Nostalgia


El sol se levantó lentamente sobre Cristaló y unos ligeros rayos de luz anunciaban la hora de partir a otro día de clases.

Esmeralda se levantó por primera vez sin sentirse una chica común de Lizonia. A pesar de que sólo habían pasado unas semanas vio nacer en ella algo extraño, como un nuevo latir. Apropiada, se apropió de este mundo tan fantástico que aquella beca le permitió conocer, pero ahora extrañaba un poco a su madre. Lentamente fue recordando aquellos momentos tan bellos y, a pesar del poco tiempo transcurrido, tan lejanos.

Ese día comenzó con la clase de Contabilidad. Esmeralda estuvo con Nereida otro día sin hablar, lo cual volvía aquella clase una de las más aburridas y monótonas. Cuando terminó la eterna hora se dirigió al salón cincuenta y cuatro junto con Kimiosea, su amiga tenía un ligero aire de tristeza en su mirada. Esmeralda prefirió no decir nada, al fin y al cabo, se suponía la razón del sentimiento de su amiga. Al llegar al salón notaron que no había llegado el profesor, así que Esmeralda no aguantó más la curiosidad y arrimó un poco su banca a la de su amiga, detrás de ellas se había sentado Nereida, quien lanzó una mirada de disgusto por el ruido que hizo Esmeralda.

—Esta noche hay que ir a tu habitación, para poder escribir a nuestras madres. — Al escuchar esto Nereida abrió un poco los ojos.

Se escucharon pasos firmes llegar al salón. A Esmeralda le gustaba esa clase; habían conocido al profesor Dorian Aristela unos días atrás cuando admiraron sorprendidas a un profesor pequeño de estatura y grande en volumen, sus pequeños ojos apenas resaltaban, pero su sonrisa sobresalía de entre toda su extraña complexión.

—¡Mi nombre es Dorian Aristela y seré su profesor de Ciencias Sociales! —dijo aquel día el profesor—. Esta materia les ayudará a comprender los problemas de la sociedad, así como a relacionarse con ella; primero que nada les quiero dar la bienvenida al Coralli, me atrevo a decirles que éste será su portal a una aventura interminable; en donde encontrarán amigas y adversarias, retos y simples complicaciones.  Aquí forjarán las bases del futuro, pero principalmente, escribirán el inicio de la que será su propia gran historia.

El profesor se movía de lado a lado al caminar, de manera un poco cómica. Sí, con el profesor Aristela las clases siempre se transformaban en suaves ríos que fluían rápidamente. Y justamente aquella clase de dos horas resultó irse más rápido que la de Contabilidad.

Después dio inicio la clase del profesor Tausum. Desde la primera clase con éste, Esmeralda no dejó de pensar en el tema de Shinzo, pero prefirió ya no entrometerse en eso, así que la hora se pasó en el repaso de los nombres de las once regiones de Imperia.

Esmeralda miró aburrida la ventana, su madre ya le había enseñado eso desde hacía mucho tiempo, así que aprovechó el momento para reflexionar acerca de la carta que supuestamente pertenecía a la familia real. Si ese fuera el caso, entonces concordaba con Kimiosea, tal vez debían regresarla al castillo pero el «llamado a la aventura» también era algo tentador.

Cuando la clase de Tausum se vio concluida, la chica caminó junto con Kimiosea hacia el kiosco en donde encontrarían a Shinzo para tomar sus alimentos. Mientras se acercaban a su destino, encontraron algo que llamó su atención; alrededor de la rama de un árbol había una mascada de tela muy fina, los detalles que ésta tenía eran absolutamente perfecto. Tejido en hilos dorados estaba el paisaje que se admiraba todas las mañanas en Cristaló, un bello amanecer.

Las muchachas se ayudaron para alcanzar la mascada y cuando la tuvieron en sus manos notaron la cantidad de belleza que albergaba aquella prenda. Esmeralda, que había trabajado varios años como costurera, conocía a la perfección ese tipo de tela llamada «Sarum», tan fina, delicada y selecta que era reservada para las personas que llegaban a solicitarla con al menos un año de anticipación. Estaban tan entretenidas mirando la mascada que no notaron cuando llegó una muchacha de cabello castaño claro con ligeros rayos rubios, cuyos rasgos eran, al parecer, igual de finos y delicados que la mascada.

—¡Parecen un par de estúpidas! ¿Qué nunca han visto prenda tan fina? —dijo la bella chica, mirándolas con sus ojos azules llenos de prepotencia. Su uniforme era completamente diferente al de Esmeralda y Kimiosea. Éste estaba compuesto por una falda tableada a la rodilla color perla, una blusa blanca de vestir y un saco, que traía bordado el escudo de la escuela, a juego con la falda—. Con que ustedes eran las ladronas de mi mascada.

—¡Nosotras no robamos nada! La encontramos en este árbol, deberías estar agradecida de que la recogiéramos por ti —repuso Esmeralda, conmocionada por la actitud de la chica.

—No necesito agradecer a nadie. ¡Regrésamela ya! —exigió la muchacha extendiendo su mano, sin perder la perfecta postura y el casi nulo rastro de sus gestos.

—Siendo justas, creo que merecemos al menos un "gracias", ¿no crees? —dijo Kimiosea con una sonrisa nerviosa.

—Por favor, déjate de niñerías y dámela inmediatamente. —La chica las miró como si fueran dos trozos de basura listos para desechar.

—Pues si la quieres, tómala. —Esmeralda dejó caer la mascada al suelo. La desconocida abrió la boca ofendida y volteó rápidamente al escuchar su nombre.

—¡Jamié! —Se escuchó a lo lejos y apareció otra muchacha con el mismo uniforme que el de la dueña de la fina mascada—. ¡Oh! Al fin la encontraste. —Y acto seguido recogió la prenda y se la dio a su amiga que seguía mirando a Kimiosea y Esmeralda como a un par de bichos que planeaba aplastar muy pronto—. La señorita Donur nos llama. ¡Vamos!

—Ni crean que esto se va a quedar así, par de bufonas —dijo Jamié y se fue junto con su compañera.

Kimiosea y Esmeralda siguieron su camino al kiosco, impresionadas por la manera en la que se había comportado aquella muchacha. Cuando llegaron, Shinzo estaba sentada comiendo una rica sopa humeante, al verlas llegar sonrió y dejó su plato a un lado para saludarlas.

—¡Hola! Lamento haber empezado a comer sin ustedes, pero me moría de hambre. Traje un par de pastelillos para compartir —dijo Shinzo, mientras las chicas entraban al lugar.

—Gracias, lamentamos la tardanza pero nos encontramos a una chica un tanto... Especial —se disculpó Kimiosea dándole una mordida a su pastelito.

—Se enfadó con nosotras sólo porque sacamos su tonta mascada de un árbol —afirmó Esmeralda—. La chica traía uniforme diferente, espero que no esté estudiando para ser una creída, porque entonces es la mejor estudiante.

—¿Hablas de una mascada de Sarum? —preguntó Shinzo.

—¡Exactamente! ¿Cómo lo sabías?

—Mi madre, bueno, digamos que yo conozco un poco a su familia, hablan seguro de Jamié Bahra, pertenece a una de las familias más poderosas de Imperia. Creo que está estudiando para ser «Avaié».

—¿Avaié? Esas chicas siempre se creen más importantes que la misma reina Mickó —dijo Esmeralda.

—Yo sólo sé que no quiero volver a toparme con ella —concluyó Kimiosea mirando a sus amigas que asintieron en señal de acuerdo.

Imperia era un lugar en donde abundaban los oficios, todos eran de suma importancia, pero algunos no eran reconocidos por todo el mundo, un claro ejemplo era ser Avaié. El trabajo consistía en servir como modelo a las costureras que iban a presentar los diseños encargados, pero también las mujeres de rangos más altos podían disponer de su propia Avaié, que se encargaría de vigilar el buen vestir de su jefa, así como de todos los aspectos relacionados con la belleza. Seleccionar cómo se vestirían para un baile, para una presentación, revisar que la doncella estuviera absolutamente perfecta todo el tiempo. También se podía contratar a una Avaié para una boda, ya sea de gente adinerada o de la realeza, para procurar por la belleza de la novia.

Después de almorzar, las chicas regresaron a los salones para tomar Cuidado personal con la profesora O'Kris. Esmeralda adoraba la nueva diadema que le había regalado la educadora, usándola se sentía muy hermosa, como digna de la realeza. 

La profesora O'Kris entró y admiró que todas sus alumnas habían estado siguiendo a la perfección sus indicaciones y ahora todas lucían elegantes y aliñadas, pero las lecciones apenas estaban comenzando.

—Buenos días, alumnas, veo que todas han cumplido con la tarea. —La profesora sonrió satisfecha—. Pero hoy les traigo un ejercicio basándose en lo que hemos visto en clases anteriores. Como ya sabrán, cada región es diferente, por lo cual, cada manera de arreglarse es muy distinta. La manera más elaborada de embellecerse es aquella que corresponde a la región llamada: Kánoa. Ahí, las damas son especialmente ataviadas y ahora mismo les enseñaré cómo se hace. —La profesora O'Kris sacó de la bodega un maniquí para cada alumna. Llevaban puestos unos vestidos exageradamente ampones que tenían detalles en encaje y bordados en hilos de oro—. Abran su libro en la página veinticinco —indicó la educadora y se dirigió de nuevo a la bodega.

Esmeralda abrió su libro y admiró la foto de una bella dama de Kánoa que se encontraba con el cabello recogido en un elaborado moño. Su cara se encontraba maquillada con un polvo ligeramente más blanco que su piel; sus ojos estaban delineados en color negro, rigurosamente en el párpado de arriba y sólo desde el lagrimal hasta la mitad de la línea de abajo; las pestañas estaban rizadas perfectamente dando la apariencia de una auténtica muñeca, a los costados de los ojos tenía dos puntos de color azul metálico y sus labios lucían un color carmín aplicado con sumo cuidado. La profesora O'Kris les dio unos pequeños baúles color café y después se fue a su escritorio.

—Bien, mis queridas alumnas, comencemos. Cuando una joven de Kánoa cumple los quince años es presentada ante la sociedad, como en casi todas las regiones, pero la diferencia radica en que las nuevas integrantes de la enorme aristocracia deberán peinarse, vestirse y maquillarse como dicta el protocolo de Kánoa a partir de esa edad.

»Las jóvenes al convertirse en damas se les denomina «Lirastra» que en la antigua lengua de Imperia significaba: «muñeca de porcelana».

»En los vestidos de Kánoa son esenciales tres elementos, el primero es el moño hecho de Sarum, que se lleva en la parte posterior del vestido; el segundo son los bordados en hilos de oro que van alrededor de la cintura y el tercero es la parte de la falda que debe estar hecha de «Amatol». ¿Alguien sabe qué es esto?... Sí, Esmeralda.

—El Amatol es una tela muy fina que no necesita de un fondo o base para mantenerse voluminoso. Es una tela muy difícil de trabajar y de cuidar, si no se lava como es debido va perdiendo su capacidad de esponjarse —respondió la rizada chica.

—Muy bien, Esmeralda. Y para diferenciar un vestido hecho de Amatol de uno normal, basta con notar que una mujer puede sentarse fácilmente con ellos, además de que no delata ningún tipo de fondo, como dijo su compañera, que sería fácil de detectar por el uso de varillas de fierro en estos.

»Si una Lirastra no lleva alguno de estos tres elementos da a entender que su posición económica no es la suficiente para cumplir con el protocolo y es rechazada por las demás. Bien, manos a la obra.

La mujer indicó paso a paso cómo hacer el moño enorme con las cintas de Sarum. Cómo acomodar el vestido correctamente a una Lirastra cuando ésta terminara de ponérselo, entre otros aspectos que una dama de compañía debía verificar que estuvieran en su lugar. Cuando terminaron, la profesora indicó que abrieran los baúles.

—El maquillaje de Kánoa es extremadamente perfecto y debe aplicarse con sumo cuidado. Abran la polvera que está dentro del baúl. Éste es un baúl especial para conservar las preparaciones frescas y saludables. Con cuidado llenen la borla, que se encuentra igualmente en el baúl, del polvo y con ligeros toques apliquen sólo una capa en toda la cara del maniquí. Este polvo es un talco hecho de una flor llamada «Madina», mantiene la piel de la Lirastra suave, hidratada, protegida del sol, además de absorber el sudor y la grasa.

»Ahora tomen el pincel más delgado de los tres que hay en su baúl y después el pequeño frasco que contiene una mezcla negra. Quiero que se tomen la tranquilidad y el tiempo necesario para hacer una línea ligeramente gruesaen el párpado del maniquí, y cuando terminen, también delineen por dentro de la parte posterior del ojo, sólo hasta la mitad desde el lagrimal.

Las alumnas siguieron sus indicaciones y terminaron para después tener que rizar las pestañas una por una y después aplicar otra mezcla para mantenerlas fijas; seguido, comenzaron a aplicar la mezcla carmín en los labios y finalizaron colocando los puntos azules a los costados de los ojos, casi por la sien.

El maniquí era tan real que Esmeralda sentía, en ocasiones, que le seguía la mirada. Su piel se sentía como la de una persona de carne y hueso, sus pestañas y cabello también eran muy apegados a la realidad. 

Cuando al fin concluyeron el maquillaje, la educadora mostró cómo se realizaba el complicado moño para el cabello con ayuda de la mezcla que había usado en clases anteriores.

Al terminar las dos horas de Cuidado personal, Esmeralda admiró lo bella que quedó su Lirastra falsa. Hacían honor a su nombre recordando tanto a una muñeca de porcelana, pero el proceso duró demasiado y todas las alumnas quedaron exhaustas. Lamentablemente, el día no terminaba hasta que el profesor Blodin diera su larga clase de dos horas.

Llegando a su salón, el profesor las miraba a todas inexpresivo, como de costumbre. Cerró la puerta tras la última estudiante y comenzó a revisar otra de las extensas tareas que había encargado, todas las muchachas cumplieron al pie de la letra sus indicaciones, exceptuando a Nereida, quien fue la única que no entregó la tarea del profesor.

—Señorita Ditón, quiero que me diga exactamente la razón por la cual no entregó el encargo —exigió el profesor Blodin quitándose sus lentes.

—No... Es que yo, lo intenté, pero... —Nereida, por primera vez, se notaba algo nerviosa.

—Será mejor que busque una excusa buena, porque la necesitará. —El profesor mantenía las manos en sus bolsillos y Nereida se ponía cada vez más roja.

—Profesor —dijo impulsivamente Esmeralda poniéndose de pie—, Nereida estaba con nosotras en la biblioteca haciendo el trabajo, pero sin querer tropezó con un estante y la señorita Mudra la castigó haciendo que reordenara todos los libros de la sección de Finanzas, terminó muy tarde y no pudo hacer el trabajo. Si quiere puede preguntarle —inventó Esmeralda confiando en que la señorita Mudra la ayudaría con su coartada.

El profesor miró a Esmeralda y después a Nereida, caminó, se sentó con los pies sobre el escritorio y miró el techo con la mirada perdida. Aquel hombre daba la impresión de estar mal de la cabeza.

—Entréguelo mañana —concluyó el profesor Blodin y comenzó la clase.

Nereida se quedó impresionada y cuando ambas se sentaron Esmeralda notó que la expresión en la cara de la chica era diferente. Al finalizar la clase, Kimiosea y Esmeralda caminaron hacia la habitación trescientos uno y se encontraron con Shinzo.

Como acordaron, era la hora de escribir a sus familias, así que Kimiosea buscó en su cajón y sacó la cajita que le mostró de camino al Coralli a su amiga. Le entregó a Esmeralda y a Shinzo un sobre, una hoja y una pluma. La rizada chica se sentó al filo de la cama de su amiga, mientras que Shinzo y Kimiosea tomaban su lugar en sus respectivos escritorios. Esmeralda admiró la hoja con los ojos cristalinos, estaba muy feliz pero a la vez un poco triste, así que comenzó:

Querida madre:

Ya han pasado muchos días desde la última vez que te vi, me gustaría describirte el Coralli, pero jamás acabaría. ¡Es un lugar enorme y muy hermoso

Tengo profesores increíbles y compañeros muy amables, acabamos de hacer una nueva amiga Kimiosea y yo, se llama Shinzo y sus padres son de Yosai. Es bastante agradable, era tímida al principio pero después se fue volviendo más abierta. Mi compañera de cuarto, bueno, ella es un poco extraña. Siempre es grosera conmigo, a pesar de que intento ser amable, ya no sé qué hacer.

Si supieras cuánto te extraño. A Kimiosea le regalaron estas hojas y sobres para hablar con su madre, así que trataré de escribirte lo más seguido posible.

Muchísimas gracias por volver esto realidad.

Te mando millones de abrazos, Esmeralda.

La muchacha dobló la hoja y la metió en el sobre, miró a sus compañeras y éstas también estaban terminando. Kimiosea tenía los ojos ligeramente llorosos, así que Shinzo y Esmeralda la abrazaron.

La nostalgia inundó aquella habitación, mientras lentamente pasaban los minutos y el sol se volvía a esconder. Cuando terminaron el abrazo, se limpiaron las lágrimas y salieron de la habitación para ir a la biblioteca, como habían prometido a la señorita Mudra.

—Hola chicas, hoy todavía hay una alumna, pero está en el segundo piso, así que podemos hablar, pero con cautela. —Las muchachas siguieron a la mujer a la mesa de siempre, la señorita Mudra sacó un libro y lo puso sobre la mesa—. Estuve hojeando esto y resulta que la reina Mickó lo donó a la escuela. Al principió escribió una dedicatoria a su «gran amiga» la señorita Donur, la directora, estuve pensando que tal vez sea una carta de ella.

—Pero no podemos estar seguras hasta que la abramos —expuso Shinzo.

—Lo he intentado, de verdad, con un abrecartas, unas tijeras, un cuchillo, pero parece que el papel fuera de hierro. —Todas voltearon cuando el silencio se interrumpió con el sonido de pasos.

—¡Señora! —gritó una voz conocida.

—Disculpen —dijo la bibliotecaria y caminó hacia la muchacha que bajó del segundo piso.

—¡Ya te dije que soy señorita! ¡Señorita Mudra! Señora es para la gente mayor —corrigió la mujer.

—Honestamente, señora. ¿Cuántos años tiene usted? —La señorita Mudra iba a responder cuando Esmeralda interrumpió.

—¿Nereida?

—¿Qué hacen todas ustedes aquí tan tarde? —preguntó Nereida mientras caminaba hacia la mesa en donde estaban las amigas.

—Pues... Podríamos preguntarte lo mismo —respondió con mirada nerviosa Esmeralda.

—Vine a hacer el trabajo de Blodin, como sea, oye... Gracias por lo de hoy, fue de mucha ayuda —dijo Nereida con una sonrisa amable.

—De nada, ¿eso significa que ya somos amigas? —preguntó la chica con una gran sonrisa.

—Más bien "conocidas" —expresó Nereida—. Bien, pero no quiero que estés atosigándome todo el tiempo —continuó la chica con una expresión mucho más relajada.

Nereida se fue casi de inmediato y cuando terminaron la «reunión secreta» partieron a sus cuartos despidiéndose.

Cuando Esmeralda llegó al suyo, por primera vez, fue bien recibida y se fue a dormir con un «buenas noches» de su compañera. Ya estando en su cama, se acurrucó entre las cobijas y sólo susurró: «te dije que tarde o temprano seríamos amigas». Se escuchó la risa de Nereida y ambas se quedaron profundamente dormidas.

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-Sweethazelnut.

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