13. Al fin en Cristaló
Al despertar miraron la ventana y efectivamente, habían llegado a Cristaló. Se les hizo eterno el camino hasta el centro de éste, pero cuando por fin se detuvo el cileo, las muchachas salieron disparadas, y ahí estaba: un hermoso lugar en donde el claro cielo azul era la corona de diamantes; en el centro había una preciosa fuente de mármol. Decorando las calles colgaban pequeños cristales de las casas y faroles con bellos acabados que daban la impresión de ser el lugar perfecto para vivir por siempre.
Kimiosea y Esmeralda comenzaron a caminar por la calle, miraron por todos lados hasta que vieron a alguien, le preguntaron en dónde se encontraba el Coralli y avanzaron en aquella dirección con su carta en una mano y su maleta en la otra.
Venían charlando, cuando alcanzaron a observar un enorme castillo con acabado en mármol y cristal. Maravilladas, corrieron hasta llegar a la entrada, por fin se encontraban frente al Coralli. Alrededor del castillo había cientos de chicos, un grupo se encontraba abrazándose y riendo, mientras que otros estaba formados frente a la puerta esperando a que una señora alta de nariz puntiaguda y lentes enormes revisara su carta y los dejara pasar por la gran puerta de cristal.
Kimiosea y Esmeralda se formaron, cuando su turno llegó la señora repasó con los ojos la carta, después miró el sello con sumo cuidado, tomó una hoja con nombres e hizo anotaciones.
—Pueden pasar, diríjanse al sexto salón a su derecha. —La señora no despegó los ojos de la lista y después repitió el mismo procedimiento con los demás.
La escuela era muy amplia, había una fuente de mármol, como la del centro de Cristaló, que permanecía imponente en el centro; rodeando la fuente había pasillos con puertas de mármol incrustadas de cristales que formaban diferentes figuras, dos escaleras y ventanas altísimas, por las cuales se observaba un bello paisaje verdoso, cerraban esa maravillosa vista.
Las amigas caminaron por el pasillo de la derecha y llegaron a la sexta puerta, ésta tenía sus cristales en forma de una familia real. Esmeralda empujó la pesada puerta y admiró, junto con su amiga, a un montón de chicas sentadas en mesas individuales hechas de madera y talladas con hermosas figuras a los costados. Cuatro ventanas enormes que dejaban entrar ríos de luz robaban el protagonismo, el techo era muy alto y hasta el frente se encontraba un pizarrón y un enorme escritorio hecho de caoba (éste estaba ubicado unos centímetros más alto que el resto de las mesas). Las muchachas eligieron sus asientos procurando quedar una junto a la otra. Cada vez iban llegando más y más jóvenes, hasta que se ocupó el último asiento. Había alrededor de cien muchachas en el salón, entonces fue cuando una señora de cabello castaño y porte elegante entró y se colocó frente al escritorio.
—¡Bienvenidas, jóvenes! —dijo la mujer extendiendo sus brazos—. Mi nombre es Derié Donur y soy la directora de esta escuela. —La mujer traía un vestido largo color café de seda junto con un velo cubriendo sus hombros—. Cada una de ustedes me envió una solicitud expresando su deseo de estudiar aquí, pero también el de especializarse en ser damas de compañía, por eso las he agrupado y dividido en cuatro grupos: Driada, Dragón, Sirena y Quimera. Cada grupo tendrá veinticinco alumnas, sólo podrán tomar clases con las alumnas de su grupo, pero podrán convivir con las demás en sus tiempos libres o puede que les toque alguna alumna ajena a su grupo como compañera de habitación. —La directora sacó papeles de un cajón del escritorio y después entraron cinco personas con una pila de paquetes cada una, los colocaron sobre el escritorio y después se retiraron—. Las llamaré, se levantarán, vendrán aquí y les diré en qué grupo se han quedado y su número de habitación, también les daré un paquete que contiene libros, cuadernos, útiles y su uniforme.
Las amigas se miraron nerviosas esperando sus nombres.
—¡Kimiosea Bénel! —Ésta se levantó y caminó hacia el escritorio—. Eres del grupo «Driada», cariño, y tu habitación es la trescientos uno —dijo la directora entregándole el paquete a Kimiosea. Después de unos minutos de nombres desconocidos, por fin llegó el turno de su amiga—. ¡Esmeralda Daar! —La muchacha repitió los mismos movimientos que Kimiosea—. Eres del grupo «Driada» y tu habitación es la trescientos cuarenta y dos.
Esmeralda regresó a su asiento y miró a su amiga con tristeza. La señorita Donur continuó pasando la lista. Cuando terminó, cada alumna tenía su paquete en el pupitre.
—Este salón, mis queridas alumnas, es el lugar que las recibirá hoy y el mismo que no volverán a ver hasta dentro de cuatro años cuando las despida. Las clases comenzarán mañana, les deseo la mejor de las suertes. —La señorita Donur les dirigió una sonrisa, la puerta se abrió lentamente y la señora de nariz puntiaguda que revisaba las cartas entró—. Ella es la señora Nerzo, es la coordinadora de la escuela y las guiará a los dormitorios. ¡Que tengan buen día!
Las alumnas se levantaron de sus asientos y siguieron a la señora Nerzo por los pasillos que formaban un perfecto cuadrado alrededor de la fuente; en el lado paralelo al de la entrada se encontraban dos escaleras, una en cada esquina, y una puerta de cristal en el centro parecida a la de la entrada principal. La señora Nerzo abrió la puerta, ésta conducía a un hermoso jardín que abarcaba un espacio inmenso. Aquel lugar tenía árboles, enredaderas, áreas totalmente verdes y algunas tapizadas de flores, bosques, colibríes que volaban por ahí y el cielo que se admiraba perfectamente desde aquel lugar; caminaron hasta llegar a una edificación que era enorme, el lugar estaba hecho de mármol, como la escuela, con ventanas grandes y un grabado en la puerta que decía: «Damas de compañía». La mujer abrió la puerta y todas admiraron la belleza del lugar, tenía candelabros de cristal y oro en el techo, una sala enorme de color rojo, una pequeña biblioteca con estantes de caoba y un par de escaleras que llevaban al resto de los pisos.
—Estos son los dormitorios, deberán encontrar la habitación que les corresponda por su cuenta, cada una tiene una compañera de cuarto. Recuerden que el uniforme es obligatorio, a partir de mañana deberán usarlo. Ahora me retiro, tengo asuntos que atender, pero si tienen algún problema la ubicación de mi oficina se encuentra en los paquetes que les acaban de entregar. —La señora Nerzo se dio media vuelta y cerró la puerta tras de ella.
—Esto está muy mal, nos asignaron habitaciones separadas —dijo Esmeralda comenzando a subir las escaleras junto a su amiga.
—Lo sé, pero lo bueno es que estamos en el mismo grupo.
Las amigas comenzaron a subir, cuando llegaron al quinto piso, Kimiosea encontró su habitación y, en el mismo piso, casi al final del pasillo, se encontraba la de Esmeralda. Las puertas eran de madera y tenían los números grabados en oro puro. Cada una se despidió y entró a su respectiva habitación.
La muchacha abrió la puerta y vio a una joven de cabello largo, lacio y negro; cuyos ojos eran del mismo color y su piel era totalmente pálida.
—¡Hola! —saludó amablemente Esmeralda.
—¿No te han enseñado a tocar acaso? —contestó la extraña.
—Lo siento, pero como esta es mi habitación pensé...
—¡Tú eres mi compañera! ¡Qué suerte la mía! Pensé que me iba a quedar con la habitación para mi sola —dijo la blanca muchacha cruzándose de brazos.
—Mi nombre es Esmeralda. —La rizada chica intentó ser amable de nuevo y estiró su mano, su compañera la miró un segundo y después la estrechó.
—Soy Nereida —dijo cortante—. Elegí ya esta cama, la tuya está ahí. —La chica se sentó y tomó un libro.
La habitación era exageradamente extensa, una ventana se observaba cubriendo toda la pared del fondo, a cada lado había una cama, cada una con su mesita de noche; la cama de la derecha tenía mochilas y maletas encima, había una pequeña cocina al fondo del lado derecho y del lado izquierdo un estante con libros y dos escritorios con lámparas en forma de flor, un pequeño cuarto de baño y un cuarto de lavado se encontraban junto a una puerta que conducía a los armarios con vestidor para cada una. Esmeralda no podía creerlo, al fin estaba ahí, en aquel hermoso lugar que ella siempre soñó.
Abrió sus maletas y comenzó a desempacar, traía consigo muy poco equipaje, unos cuantos vestidos y zapatos. Un pequeño frasco de cerezas y la carta de respuesta de la escuela; cuando terminó se sentó en su cama y abrió el paquete que les dio la señorita Donur.
Primero había un mapa. Esmeralda comenzó a recorrerlo con los ojos, al parecer el jardín que admiró abarcaba mucho más de lo que imaginaba, pues había dormitorios para cada especialidad, además de campos de práctica y espacios de ocio; la muchacha dobló el mapa y lo puso a un lado, después sacó un horario, le echó un vistazo y después lo colocó junto al mapa. Sacó una serie de cuadernos en blanco, unas plumas, unos libros y una caja con materiales. Esmeralda siguió hasta que, en el fondo, encontró lo que deseaba ver: el uniforme.
Se levantó y desdobló un hermoso vestido azul claro liso de mangas hasta el antebrazo y caída recta, traía bordado el escudo del Coralli: una pila de libros con una corona hasta arriba y una espada a un costado. Esmeralda lo miró feliz, en el paquete también venía una capa de lana a la cadera de un color azul más oscuro; la muchacha tomó la hoja del reglamento y leyó que la capa sólo la podían usar en tiempos de frío, habían cinco vestidos iguales para toda la semana, los desdobló y los colocó en su armario. Acomodó los papeles en su escritorio y se aproximó a Nereida.
—¿Qué lees? —preguntó sentándose junto a ella.
—¿Qué quieres de mí? —cuestionó Nereida.
—Sólo busco ser amable.
—No lo necesito. —La muchacha cerró su libro y lo metió en un cajón de la mesita de noche, después tomó su maleta y comenzó a acomodar ropa en el armario.
—Bueno, iré a conocer los alrededores, ¿quieres venir? —Nereida no contestó y Esmeralda se dirigió a la puerta.
—Tu llave —dijo Nereida.
—¿Disculpa?
—Olvidé darte tu llave, estaba aquí cuando llegué. —Nereida le entregó una llave grande y después regresó a su labor.
—Gracias. —Esmeralda miró a la muchacha—. Verás que seremos grandes amigas.
Nereida la ignoró y Esmeralda cerró la puerta. Caminó al otro lado del pasillo y cuando llegó a la habitación trescientos uno llamó a la puerta.
—¿Sí?
—¿Kimiosea? Soy yo, Esmeralda. —La puerta se abrió y la chica entró. Al ver a su amiga la abrazó de inmediato y apenas notó la presencia de otra persona.
—Oye, ¡qué modales los míos! —Kimiosea le hizo una seña a la chica para que se aproximara—. Ella es Shinzo.
—Mucho gusto —dijo amablemente estirando su brazo, Shinzo tenía los ojos rasgados y el cabello negro, hasta la barbilla.
—Y ella es Esmeralda.
—El gusto es mío.
—¿Les parece si vamos a dar una vuelta? —propuso Esmeralda.
—¡Genial! Yo conozco un lindo lugar al que podemos ir —dijo Shinzo emocionada.
Las chicas salieron de los dormitorios y caminaron un buen tramo por el jardín. Muy oculto estaba un kiosco blanco rodeado de árboles y flores. Las chicas entraron, y charlaron un largo rato en el tranquilo lugar hasta que la oscuridad inundó el cielo, entonces fue cuando regresaron al dormitorio. Esmeralda se despidió de Kimiosea y de Shinzo y se fue hacia su habitación.
—¡Qué hermosa es la escuela! —dijo entusiasmada a Nereida que estaba recostada en su cama—. Debiste venir con nosotras, ¿quieres que preparemos algo para cenar?
—No, yo ya lo he preparado, pero sólo para mi, tendrás que preparar lo tuyo. —Nereida se levantó y sacó el libro que leía en la tarde.
Esmeralda no podía entender por qué tanto odio contra ella, se preparó una rica sopa con los ingredientes de los cuales disponía la cocina y se fue a dormir.
¡Recuerda acompañar tu lectura con la playlist oficial y seguir las últimas noticias en las redes sociales! ¡Gracias por todos sus comentarios!
-Sweethazelnut.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top