19

Cam

—¿Es mi hermana?

Fue lo primero que pregunté cuando desperté y vi a mi padre junto a la cama de hospital en la que ahora vivía. No por decisión propia.

—Sí, hijo. Lo es.

—Ella va a venir a vivir con nosotros. Espero que estés de acuerdo en eso porque ya sé en qué habitación se va a quedar. Y me da igual si se niega. Pondré su pequeño cuerpo en el maletero de mi coche y la arrastraré hacia allí. Es mi hermana pequeña, tiene que obedecerme.

—Eso suena un poco demasiado planeado, hijo. Pero ella es adulta y es quien debe decidir. No podemos forzarla.

Una risita llamó mi atención y allí estaba. Mi pequeña Callie. Mi hermana.

Joder. Iba a llorar. 

Esos medicamentos que me estaban dando, seguro que ayudaban con el dolor, pero también me convirtieron en un idiota sentimental.

—Ven aquí, hermanita.

—Me alegra ver que estás bien, Cam, pero no vas a meterme en tu maletero. No quepo.

—Ambos sabemos que podría meterte en mi bolsillo si quisiera. Ahora bien, discutiremos pronto sobre tu mudanza. Tu nueva habitación está junto a la mía. Espero...

Entonces parpadeé y vi como mi mejor amigo se acercaba detrás de ella y le rodeaba la cintura con el brazo.

¿Cuándo demonios ocurrió esto y por qué nadie me lo dijo? Estaba profundamente dolido.

—¿Estáis juntos?

—Sí. —respondió mi amigo— Espero que estés bien con eso, cuñado.

—Oh, vete a la mierda, tío. He cambiado de opinión. Ella necesita la habitación más alejada de la mía. Lo último que necesito es oír a mi hermana y a mi mejor amigo teniendo relaciones.

Callie enrojeció tanto que casi me eché a reír. Ella era adorable.

—Cam, por Dios, el filtro.

—Me conoces de toda la vida. Es tarde para cambiar.

Bromeamos un rato más hasta que ambos se marcharon prometiendo volver y me quedé a solas con mi padre.

—La policía querrá hablar contigo. ¿Recuerdas lo que ocurrió?

Lo hacía. Todo estaba en mi cabeza. El dolor, el miedo, la traición.

—Sí. 

—De acuerdo. Vi tus mensajes. Devon cogió el teléfono del suelo cuando la ambulancia te trajo hasta aquí.

—Papá...

—Escucha, hijo. No estoy contento por la situación. Preferiría que te hubieses fijado en alguien de tu edad, pero eres un adulto. Y ahora tienes que actuar como uno.

—Lo sé.

Después de que mi padre saliese para llamar al policía que estaba investigando lo ocurrido, me quedé solo para pensar.

La conocí algunos meses atrás, en el segundo cumple mes de Ash. La madre de Devon organizó una fiesta con algunos niños de la guardería y sus padres. Algo tranquilo pero lindo.

Rachel era una de esas madres. 

Como ella llegó sola y sin pareja, pensé que estaba soltera. No llevaba anillo de casada, de modo que cuando empezó a hablar conmigo mientras yo tenía a Ash en brazos, tampoco vi nada malo en ello.

Devon estaba en la cocina preparando la tarta y la conversación cada vez fue más personal.

No mencionó al padre de su hijo y yo no pregunté.

Un par de semanas más tarde, nos encontramos en una tienda para bebés. Yo adoraba llevarle cosas a Ashley, por lo que solía ir bastante a menudo.

Rachel había empezado hacía poco a trabajar allí. Me dio algunas ideas y consejos y al final, su número.

Nos vimos en varias ocasiones, pero en los dos últimos meses, cada vez era más difícil coincidir, y cuando quedábamos, siempre terminaba cancelando.

Para entonces, yo ya estaba un poco colgado de ella, y pensaba que la cosa podría funcionar. 

Obviamente me equivoqué.

La puerta se abrió y pensando que era mi padre, seguí envuelto en mis recuerdos. Hasta que sentí una mano acariciar mi cabello.

Conocía ese toque. Soñaba con él a menudo.

—Lo siento, Cameron.

Oír las lágrimas en su voz no fue fácil. Todo lo que quería era mirarla y consolarla, pero no podía. 

—Por favor, vete.

—Cameron, yo...

—Señora, ¿puedo ayudarla?

Respiré aliviado al escuchar la voz de mi padre. Había estado tan cerca de ceder.

—¿Es usted el padre de Cameron?

—Sí. ¿Quién es usted?

—Me llamo Rachel Harris, y mi exmarido es el culpable de lo que le ha ocurrido a su hijo.

A partir de ese momento, y en cuanto llegó la policía, Rachel respondió a todas las preguntas que le hicieron, incluso contó dónde podían encontrar al cabrón que me había apuñalado.

Según lo que dijo, había ido a su casa para buscar al niño, como solía hacer cada dos semanas, y mientras ella iba a buscar las cosas para que se llevara, él accedió a su teléfono. 

Poco después, puso una excusa de que había surgido algo y se marchó. Ella se enteró más tarde de lo ocurrido cuando su hermano, que era técnico de ambulancia, se lo contó.

Por supuesto, no había mencionado su nombre, pero sí el coche del chico al que tuvieron que llevar al hospital y el lugar donde ocurrió.

Su ex no se había molestado en borrar los mensajes que intercambiamos, y en cuanto ella revisó su teléfono, encontró la conversación abierta. 

No nos despedimos cuando se marchó. 

Era un capítulo de mi vida que quería dejar atrás, y aunque ella no era culpable, sabía que no podríamos estar juntos después de lo ocurrido.

Callie

Siete semanas más tarde

Me había mudado a casa de Cameron, lo que no hizo exactamente gracia a Devon, pero tenía perfectamente sentido para todos los demás.

Lucifer se había negado a separarse de Ashley, y de todos modos, yo pasaba más tiempo allí que en cualquier otro lugar.

Entre Devon y yo las cosas iban bastante bien. 

Se estaba esforzando mucho en los estudios y empezó a verse una clara mejoría, lo que hizo que su entrenador se relajase también un poco.

Cameron había regresado a los entrenamientos, pero se lo estaba tomando con calma. Su futuro no estaba en el juego, como sí lo hacía el de Devon.

Con respecto a nuestra relación, tal y como dijo, nada iba a cambiar entre nosotros. Una vez a la semana, disfrutábamos de una sesión de cine a la que Devon se negaba a participar.

Acampábamos en el salón con mantas, refrescos y dulces y era nuestro momento.

Con Jake, mi padre, la cosa llevaría tiempo, pero siempre era amable conmigo y me había abierto las puertas de su casa. Sabía que nuestra relación de padre e hija no se construiría en días, pero llegaríamos a eso. No tenía dudas.

Una tarde, mientras me dirigía a la biblioteca para esperar allí a Devon, me crucé con una chica.

—Bueno, tú eres Callie, ¿verdad? La nueva.

Hacía meses que íbamos a la misma universidad, por lo que lo de "nueva" ya era un poco viejo. Aun así, asentí.

—¿Le estás dando clases particulares a Devon Brennan, verdad?

—Sí. 

—Bueno, no es necesario. Puedo hacerlo en tu lugar.

—Es muy amable por tu parte, pero creo que él es quien debe decidir eso.

—Es obvio que todo este asunto de los deportistas no va mucho contigo, solo hay que ver como vistes.

Miré hacia la ropa que llevaba y no vi nada malo en ello. A mí me gustaba, y Devon no se quejaba de los botones de mi chaqueta de punto cuando se entretenía a desabrocharlos uno a uno de forma lenta.

—Mi atuendo no define mi capacidad de enseñar. De todos modos, como dije, es decisión de Devon y ahí viene.

—Perfecto. Oye, Devon...

Pero la ignoró. Por completo.

Pasó por su lado directo hacia mí y dejó un beso sobre mis labios.

—Hola, cariño. ¿Hace mucho que esperas?

—No. Acabo de llegar. 

Limpié el pintalabios que había quedado pegado en su boca y me volví hacia la chica que nos miraba boquiabierta.

—Estaba hablando con ella. Dice que puede ayudarte a estudiar en mi lugar. ¿No es considerada?

Solo entonces se percató de que no estábamos solos y frunció el ceño.

—Te dije que ya tenía a alguien ayudándome, Michelle. No necesito a nadie más. 

Y con eso, cogió mi mano y nos encaminamos hacia las escaleras de la biblioteca.

Una vez dentro, nos topamos de cara con Gavin.

No habíamos hablado mucho en las últimas semanas, y parecía que ni siquiera podía mirarme.

Pasó por nuestro lado como si alguien le persiguiera e incluso Devon se extrañó.

Hasta que vimos a Cameron caminar tranquilamente hacia nosotros.

—¿Eso es cosa tuya? 

Preguntó Devon señalando la puerta con la cabeza.

—Solo le dije a nuestro amigo Gavin que no babee más cerca de mi hermana o podría convencer a todo el equipo de rugby de que le hicieran una visita.

La carcajada de Devon ni siquiera se interrumpió cuando la encargada le pidió que guardase silencio.

Estaba tan mortificada que no nos quedamos.

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