17
Devon
Apenas había tenido tiempo de hablar con Callie desde aquella tarde que vino el padre de Cam y la extrañaba.
Me enteré de lo que ocurría por mi amigo, quien lejos de estar enfadado o confundido, parecía extasiado con la posibilidad de que fuesen hermanos.
Y pensándolo bien, ya lo parecían.
Esa sensación de lo bien que congeniaban quizá no era más que una señal.
En ese momento me encontraba jugando con Ash mientras mi madre leía un libro en el sofá junto a nosotros cuando mi teléfono sonó.
Al ver el nombre de mi mejor amigo me puse nervioso. ¿Sabrían ya los resultados?
Ahora que todo el problema con su tío estaba resuelto, y que ella ya no tenía que preocuparse más por eso, solo quedaba eso como incógnita.
—¿Qué pasa, Cam?
—De... Devon.
—¿Cam? ¿Todo bien?
—Mira...dor. Cu...cu..chillo. A...yú...da...me.
No me di cuenta de en que momento puse en pie y empecé a correr hacia la puerta con mi madre llamándome a mi espalda.
Entré en la camioneta cuando vi a Callie llegar.
No podía ir solo. Si Cam...
—Sube, Callie —supliqué.
Quizá fue mi tono desesperado, o el modo en que me temblaba todo el cuerpo, pero ni siquiera dudó.
Corrió hacia el asiento del copiloto y arranqué antes de que pudiese abrocharse el cinturón.
—¿Qué está pasado? ¿Devon?
—Necesito que llames a Cam. Por favor.
—De acuerdo.
Pero ninguna de sus llamadas recibió respuesta y yo aceleré más.
Vi su coche nada más llegar.
Salté de la camioneta y casi caí de rodillas cuando le vi en el suelo en medio de un charco de sangre.
No. No. No. No.
Escuché a Callie gritar, pero todo lo que me importaba era encontrarle el pulso. Necesitaba que estuviera vivo. No podía perderle también a él.
En cuanto lo sentí bajo la yema de mis dedos suspiré aliviado y le pedí a ella que llamara a una ambulancia mientras permanecía a su lado suplicándole a mi amigo que no me dejase.
Siete minutos más tarde, escuchamos la sirena.
Todo iba a estar bien. Necesitaba creer eso.
La espera fue un suplicio. Había llamado a su padre para ponerle sobre aviso y al entrenador para que entendiese que no me presentaría. Aquello era mucho más importante.
Por lo que pudimos escuchar, el cuchillo no había perforado ningún órgano vital, pero había perdido mucha sangre y necesitaba una transfusión.
—Soy donante universal y es mi hermano.
Mis rodillas flaquearon de nuevo al escucharla.
Los resultados ni siquiera habían sido entregados pero ella...
La inmensidad de lo que sentí cuando la vi alejarse con los médicos, era algo que no pensé que volvería a sentir.
Estaba enamorado de Callie. No importaba cuanto tratase de negarlo. Lo estaba.
Jake
La llamada de Devon me destrozó.
Cam, mi hijo, había sido apuñalado.
Conduje como un loco hasta el hospital, donde encontré al mejor amigo de mi hijo, al hijo de mi mejor amigo, sentado en una silla mirándose las manos manchadas de sangre.
La sangre de Cameron.
—Devon...
—Jake.
Ambos nos fundimos en un abrazo. Había visto crecer a este chico. Lo vi madurar y convertirse en padre. Un hombre del que mi amigo estaría orgulloso.
—¿Dónde está?
—Todavía dentro. Dijeron que no alcanzaron ningún órgano vital, pero que necesitaba una transfusión. Callie entró con él.
Callie. Mi hija. Sí, ya lo había confirmado. Tenía los resultados en mis manos cuando recibí la llamada. Uno de los técnicos del laboratorio me debía un favor y apresuró las cosas.
—¿Sabes quién pudo haber sido? ¿Cameron tenía problemas con alguien?
—No que yo sepa. Cogí su teléfono cuando lo subieron a la ambulancia. Su coche se quedó allí.
Me entregó el dispositivo y sin pensarlo dos veces revisé las llamadas y mensajes.
La última fue a Devon, y no duró más de un par de minutos, pero fue al revisar los mensajes que me di cuenta de en qué estaba metido mi hijo.
Las horas pasaban lentamente. Recibimos llamadas constantes de Victoria para preguntar si sabíamos algo, pero todavía nada.
Me encontraba a punto de levantarme e ir a pedir alguna actualización cuando escuché mi nombre.
Callie estaba pálida sujetándose el brazo y apretando una gasa donde debieron clavar la aguja para extraerle la sangre.
Ni siquiera lo pensé cuando la envolví en un abrazo.
—Gracias.
—Cam está bien. Me aseguraron que no corría riesgo, aunque va a quedarse ingresado unos días. El médico no tardará en salir. Le estaban dando algo para el dolor.
—Gracias a Dios.
Ambos nos volvimos hacia Devon quien se desplomó en la silla dejando caer libremente las lágrimas aliviado.
Ella corrió de inmediato a su lado y arrodillándose frente a él, cogió su rostro entre sus pequeñas manos y se las secó con los pulgares.
—Ya está, Devon. Se recuperará.
Cuando sus ojos se encontraron, incluso yo pude ver lo que este chico sentía por ella.
Fue su turno de enmarcarle la cara. Vi cómo acariciaba sus mejillas y cómo sus ojos bajaban hasta sus labios. Sabía que quería besarla y que ella no se negaría.
Preferí no tener que verlo. Me había perdido muchas cosas en la vida de mi hija, pero esa no era la primera que quería recordar.
Les dejé solos y me acerqué al médico que ya se dirigía hacia mí.
—¿Es usted el padre de Cameron Lewis?
—Sí, doctor. ¿Cómo está mi hijo?
—Por ahora flotando con los calmantes, pero es un chico fuerte y se recuperará sin problema. Sin embargo, un par de agentes de la policía están aquí y les gustaría hablar con usted.
—Por supuesto.
Le seguí y me puse en la piel de abogado. Aquello no iba a quedar así y el responsable de poner a mi hijo en esa cama de hospital pagaría por eso.
Devon
No podía apartar los ojos de ella. Ahora que por fin admití mis sentimientos, me costaba mucho no compartirlos con la chica que los despertó.
—Necesito decirte algo.
—¿El qué?
—Sé que esto no es algo que quisieras o que yo quisiera, pero ha pasado Callie y necesito que lo sepas.
—Devon, ¿qué...?
—Me he enamorado de ti. Nunca pensé que eso podría ocurrir. Sí, te encontraba atractiva y me gustabas mucho, pero después de aquella primera noche en mi cocina, me dije a mí mismo que no daría ningún paso. Que me limitaría a ser tu amigo y a demostrarte que podías confiar en mí para vivir bajo el mismo techo.
—Yo...
—Espera. Deja que termine, por favor.
Ante su breve asentimiento, proseguí.
—Cada día desde entonces, me sigo diciendo que esto no va a ningún sitio, que es temporal y que te irás en cuanto tu apartamento esté listo; pero no quiero que eso ocurra. No quiero que te alejes de mí, de mi madre y de Ashley. Tenerte en casa es increíble. Amo verte con mi niña y no puedo evitar que mi mente imagine un futuro en el que formas parte de nuestra vida. Verte con Cam también ha sido maravilloso. Sé que es desesperante, pero no lo querría de otra manera. Y ver como él te quiere también... Has calado en cada uno de nosotros y quiero hasta a esa horrible bola de pelo nacida en el infierno porque forma parte de ti. Pero hoy sé que no habría podido enfrentarme solo a ver a mi amigo en el suelo, herido. Te levantaste de aquí y ofreciste darle tu sangre diciendo que era tu hermano cuando no sabes...
—No importa lo que diga ese papel, Devon. Resulta que ese chico desesperante al que tanto quieres es importante para mí también. Y sé, sin lugar a dudas, que si yo fuera quien estuviese en esa cama de hospital, él tampoco hubiese dudado.
—No. No lo habría hecho. Hubiese removido cielo y tierra para encontrar a alguien compatible si él no lo fuera.
Eso nos hizo reír a ambos antes de volver a ponernos serios.
—Cuando me mudé, todo lo que me importaba era graduarme, pero tú, Devon Brennan, me golpeaste con un balón mi primer día y desde entonces, todo cambió. Mejoraste mi vida. Me diste una familia que no tenía y te di mi corazón a cambio. Es tuyo si lo quieres.
Lo quería. Más que nada.
Sabiendo que no podría detenerme más, bajé la cabeza para rozar mis labios con los suyos.
Eso era todo. No había vuelta atrás.
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