13
Devon
Su teléfono estaba sonando. Otra vez.
Y me estaba volviendo loco.
Callie se alejó para ir al cuarto de baño y yo intentaba sin éxito centrarme en los ejercicios que me había dejado para hacer mientras esa cosa no dejaba de vibrar sobre la mesa.
Estaba planteándome seriamente responder y mandar a tomar viento a quien sea que fuera, cuando ella regresó.
—Mierda. Pensé que lo había apagado. Lo siento.
—No pasa nada. Parece importante si insiste tanto.
—Tienes razón —se llevó uno de sus pulgares a los labios y lo mordió.— Podría ser acerca del piso.
—Creí que habían dicho algo sobre esperar un par de semanas, ¿no?
De pronto la idea de que ella se marchara tan pronto de mi casa no me hacía ninguna gracia.
—Sí, tienes razón. Bueno, si es importante pueden dejarme un mensaje. ¿Hiciste los ejercicios?
—Todavía me quedan unos pocos.
—Entonces termina mientras acabo un par de cosas.
Después de eso, el resto del tiempo fue mucho más tranquilo y sin interrupciones. Salvo un pequeño fallo, el resto lo clavé así que estaba bastante contento con eso.
Una hora y media más tarde, mientras recogíamos nuestras cosas, le mandé un mensaje a Cam para decirle que íbamos de camino.
Salíamos por la puerta de la biblioteca cuando vi a mi amigo dirigirse hacia nosotros corriendo con una sonrisa sospechosa en los labios.
No es que quisiera saber como se había mantenido ocupado, pero esa cara hablaba por sí sola.
—Hola, pequeña Callie.
—Hola a ti también, Cam.
—Ah, ya veo. No has logrado encontrar aún un mote para mí. Eres una chica inteligente, Callie. Estoy seguro de que encontrarás algo acorde con mi personalidad.
—No te equivoques conmigo, Cam. He pensado algunos y tremendamente buenos, pero temo mucho herir tus sentimientos.
Mi amigo se llevó la mano al pecho y fingió sentirse herido, pero yo le conocía muy bien y por como elevaba la ceja la chica a mi lado, ella le estaba calando bastante rápido.
—Soy un gran chico y voy a demostrártelo todos los días hasta que me creas.
—Sé eso muy bien.
Ella no se tensó ni apartó cuando él le pasó el brazo por los hombros y empezaron a caminar hacia mi camioneta.
Verles actuar con tanta naturalidad me hacía inmensamente feliz, porque, al contrario de mucha gente a la que conocía, mi círculo más cercano se basaba en las tres personas más importantes de mi vida: Ashley, mi madre y Cameron. El resto, sí, formaban parte de ella, pero cuando el tiempo pasara les dejaría atrás. Nunca a los míos. Y Callie estaba muy cerca de calar tan hondo en Cam, si no lo había logrado ya, como lo hizo con mi madre y conmigo.
—Entonces, estaba pensando en algo. ¿Qué os parece si vemos una peli esta noche?
Prácticamente gemí al pensar en esa idea. Cameron tenía el peor gusto en cine de la historia.
—¿Una peli? ¿Cuál?
—Te va a encantar pequeña Callie. Ya lo verás. Confía en mí.
—Es que...
—Te prometo que te gustará.
Seguro que no le iba a gustar. Estaba tan seguro que apostaría mi futuro en el rugby a que acertaba.
—Pero Cam, es que a mi... no me gusta el cine.
El silencio fue sepulcral. Creo que mi amigo incluso dejó de respirar, antes de lanzar un grito y las manos al aire como si sus palabras hubiesen sido algún tipo de sacrilegio.
—¡Devon! ¿Has oído la barbaridad que acaba de decir? Dios mío... Creo que me va a dar algo.
Nos dejó atrás mientras seguía caminando hablando consigo mismo como si ninguno de nosotros pudiese oírle.
Cuando miré hacia Callie ella tenía una enorme sonrisa en los labios.
—¿Le mentiste?
Dándose unos pequeños toquecitos en la nariz, me guiño un ojo.
—Enterramos nuestros pecados, lavamos nuestras consciencias —respondió citando a Sean Penn en una de mis películas favoritas, Mystic River.
Mi carcajada fue espontánea y no me importó quien pudiese oírla.
Antes de poder detenerme a mí mismo, apoyé mi mano en la parte baja de su espalda y avanzamos hacia el coche.
Callie
Durante todo el camino hasta casa de Devon, Cam se lo pasó prácticamente quejándose en el asiento trasero.
—¿Cómo es posible? No lo entiendo. ¿Cómo no puede gustarte el cine? ¿Has oído eso, Devon? Es mi corazón partiéndose. Nuestra amistad ya no es posible, Callie. Es que no lo puedo creer...
Y así siguió durante casi quince minutos.
En los asientos delanteros, Devon y yo nos mirábamos de reojo intentando no romper a reír.
Cuando bajó del coche y mientras se alejaba aún murmurando, le grité.
—¡Oye, Cam!
—¿Qué?
—Perdóneme padre, porque he pescado. —Y esa era una frase que iba a poner en una camiseta algún día. Sharknado podría no ser la mejor serie de películas, pero amaba como Ian Ziering mataba tiburones con una motosierra.
Su cara se iluminó inmediatamente cuando una sonrisa enorme se formó en sus labios.
—Maldita sea, pequeña Callie, querías engañarme.
—Lo hice totalmente, joven Padawan.
—¡Joder, sí! Sabía que había un motivo por el que me gustabas.
Bajando del coche fue el momento de Devon de quejarse.
—No puedo creer que te guste esa mierda.
Volviéndome hacia él, fue mi turno de poner mi mano sobre el pecho.
—¿Has oído eso, Ricurita? ¡Se está metiendo con Sharknado!
—Lo sé, pequeña Callie¿Ves lo que tengo que aguantar?
—¿De verdad esa es tu preocupación? Esas películas son ridículas. No tienen ningún sentido.
—Y a veces, Devon, no todo tiene que tenerlo. Solo hay que disfrutar.
—Creí que te gustaba tenerlo todo planeado.
Yo también, pero estaba aprendiendo rápidamente, que dejarse llevar no era tan malo.
Por primera vez en años, no miré mi agenda. No presté atención a nada que no fuese pasar el rato con estos dos chicos con los que tan bien me llevaba. Incluso disfruté mucho teniendo mi primera experiencia dando de cenar a Ashley.
Y cuando la peli terminó, y Cam se despidió para que Devon le llevase a casa, me abrazó con fuerza y dejó un enorme beso en mi mejilla.
—Ya hablaremos sobre ese mote tuyo para mi mañana. Buenas noches, pequeña Callie.
—Buenas noches, Ricura.
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