12
Callie
Recogimos a Cameron de camino y pese a que me ofrecí a ponerme detrás, insistió en que no era necesario.
—Esta camioneta es más grande que mi coche. Estaré bien aquí aunque agradezco mucho tu oferta, pequeña Callie.
—¿Pequeña Callie? —pregunté volviéndome hacia él.
—Bueno, eres un pequeño y hermoso hobbit.
—¡No soy tan baja!
Su risa se unió a la de Devon por mucho que este intentó disimular.
—No te oigo quejarte por lo de hermosa.
—Me has llamado hobbit. Nada de lo que digas ahora me hará olvidarlo.
—Por supuesto que sí. Confía en mí en eso.
Ese era el tema. Yo no confiaba fácilmente, sin embargo, había puesto mi vida en manos del chico que conducía a mi lado.
Había creído en él, en que estaría a salvo bajo el techo de su casa y más importante aún, él depositó su confianza en mí al hacerlo y permitirme vivir junto a su madre y su preciosa hijita.
—No prometo nada.
Me mantuve en silencio el resto del camino mientras les escuchaba hablar sobre estrategias para el próximo partido de las que no entendí siquiera la mitad, pero igualmente me gustó el sonido calmado de sus voces, incluso cuando bromeaban entre ellos.
Una vez en la universidad, caminé con Devon mientras Cameron iba en dirección contraria. No tenía ninguna de mis clases con él, así que posiblemente solo lo vería de nuevo a la hora de comer y a la vuelta cuando nos fuésemos a casa.
—Hoy tenemos sesión de estudio en la biblioteca.
—Lo sé.
—Sí, lo que quiero decir es que Cam vuelve luego con nosotros. ¿Qué hará mientras tanto?
—Conociéndole, lo más seguro es que encuentre un modo de mantenerse ocupado hasta entonces.
No quise preguntar a qué se refería porque no era asunto mío.
—¿Pudiste estudiar algunas de las notas que te di?
—Sí, y me ayudaron bastante.
—Me alegra saber eso.
Seguimos caminando hacia nuestra primera clase cuando sentí que estábamos siendo observados.
—Joder.
De pronto la mano de Devon estaba sujetando la mía y tiraba de mí para que avanzáramos más rápido.
—¿Qué ocurre? —pregunté mientras intentaba no matarme siguiéndole el ritmo.
—Vamos a llegar tarde.
—No es verdad.
Traté de detener el paso, pero fue imposible. Ni siquiera tenía que caminar. Él podría perfectamente arrastrarme por el pasillo sin sudar siquiera un poco.
—Devon...
—Están hablando de nuevo.
Entonces me permití escuchar y maldita sea, era cierto. Pensé que eso había quedado atrás después de que hablase con él aquella vez al terminar su entrenamiento.
Llegamos a nuestra clase y siguió tirando de mí hacia las mesas del fondo dónde finalmente me soltó antes de dejarse caer en una de las sillas.

Devon
Ignoré su mirada confundida y empecé a sacar mis cosas de la mochila.
Otros alumnos entraron en el aula y podía sentir sus ojos sobre nosotros.
Quería ignorarlo. No estábamos haciendo nada malo. Callie me ayudaba con mis clases y sí, vivíamos juntos, pero eso era todo. No sabía si considerarnos amigos, aunque quería pensar que lo éramos o al menos, que en algún momento llegaríamos a ello.
Ella no tenía la culpa de ser preciosa o del modo en el que yo me sentía cuando estaba a su lado. Se había acercado a mí semanas antes porque la gente no dejaba de decir cosas sobre nosotros que ni siquiera eran ciertas y lo último que quería era que se sintiera incómoda por culpa de personas que no importaban.
Afortunadamente los susurros cesaron con rapidez cuando el profesor entró en la clase y cerró la puerta tras de sí.
De reojo vi a Callie tomar asiento y comenzar su rutina colocando de forma estratégica sus boligrafos y subrayadores en orden, lo que me hizo sonreír. Me encantaba verla hacer eso.
Durante la hora y media que siguió, tuve que contenerme para no estirar el brazo y apartar un mechón de pelo rebelde que se empeñaba en caerle sobre la frente. Había extrañado sentarme a su espalda y enrollar los dedos en su cabello.
Había comenzado como un modo de fastidiarla, pero pronto comprendí que me relajaba.
—Ay, no...
Un jadeo escapó de sus labios antes de que nuestros ojos se encontraran.
—¿Qué ocurre? ¿Estás bien?
—Olvidé mi libro en casa.
Me encantó que dijese eso, no solo porque me hacia pensar que se sentía cómoda viviendo con mi madre, Ashley y conmigo, sino porque podía acercarme un poco más a ella compartiendo mi libro.
—No hay problema. Ven, acércate.
Ambos nos movimos más cerca y puse mi libro entre los dos.
—Gracias.
Por un momento me quedé paralizado mirando su sonrisa, lo que llevó mi mente a un lugar completamente diferente, igual que aquella noche en la cocina.
—Señor Brennan, ¿mi clase le aburre?
Volví la cabeza hacia el profesor quien tenía toda su atención dirigida a mi y eso hizo que el resto de los alumnos me mirasen también mientras sentía a Callie encogerse a mi lado.
—Lo siento. No volverá a ocurrir.
—Bien. Sigamos. Estaba diciendo que...
Intenté prestar atención y olvidar momentáneamente a la chica sentada a mi lado, pero el olor de su loción no ayudaba y para cuando llegó el momento de cambiar de aula, estaba tan desesperado por alejarme como por hundir mis dientes en su piel y comprobar si su sabor era igual de dulce.
Me despedí de forma apresurada. Necesitaba distancia.
Para cuando llegó la hora de comer ya estaba más calmado, pero entonces mi mejor amigo se sentó a mi lado con una sonrisa enorme en el rostro.
—¿Qué hiciste?
—Acabo de invitar a nuestro pequeño hobbit a comer con nosotros. Me crucé con ella en la fila. Estaba de nuevo con ese chico con el que hablaba el otro día. Un tipo insistente sin duda.
Mis ojos la buscaron al momento y tal y como dijo Cameron, se encontraba pagando la comida con Gavin a su lado. ¿Ese idiota no sabía lo que era el espacio personal?
Sentí la mano de mi amigo en el brazo antes de darme cuenta de que ya iba a levantarme para ir hacia ella.
—Siéntate, Romeo. Ya te dije que la invité a unirse a nosotros.
Sí, pero...
—Hola, Devon.
Aparté mis ojos de Callie y miré a la chica que había hablado. La acompañaban tres más que conocía de verlas en los partidos.
—Hola, Michelle. ¿Como te va?
—Oh, bien. Eres muy amable por preguntar.
Michelle había sido amiga de Leyla desde que ambas empezaron la secundaria, pero su amistad se enfrió poco a poco cuando empecé a salir con ella y terminó del todo cuando mi chica quedó embarazada. Nunca me cayó muy bien, pero tampoco la conocía.
Escuché a Cam resoplar a mi lado, pero lo ignoré.
—Escuché por ahí que necesitas un tutora. Me está yendo muy bien con mis clases y...
—Te lo agradezco, pero ya tengo tutora.
—Sí, la nueva, ¿no?
Incluso mi amigo se volvió hacia ella en cuanto dijo las palabras. A mí tampoco me gustó el tono que utilizó. Sonaba como si la estuviera despreciando.
—Sí, Callie —remarqué su nombre a propósito.
—Bueno, si ella cambia de opinión, puedes llamarme.
Se alejaron sin que yo respondiera y poco después Callie llegó hasta nuestra mesa, sin Gavin, la garrapata, pegado a su espalda.
—Hola. Gracias por invitarme a sentarme aquí, Cam. Iba a ir a la biblioteca si no lo hubieras hecho.
—Ay, pequeño hobbit. Estás mucho mejor aquí.
Vi su sonrisa cuando intentó cubrirla con la mano y eso me relajó.
Lancé una mirada a mi amigo de reojo y me guiñó el ojo.
Callie no solo me tenía a mí cubriendo su espalda. Cam era el tío más legal que había conocido nunca y estaba claro que ella le caía bien.
—Voy a tener que ponerte yo también un apodo si insistes en seguir llamándome así.
—Tengo algunas sugerencias. Gran hombre. Sonrisa perfecta. Cuerpo de infarto...
—Dios mío... ¡No voy a llamarte nada así!
—Está bien. Dejaré que pienses en algo, pero tiene que ser genial. Acorde con mi increíble personalidad.
—¡Y tu enorme ego!
Me senté allí y les escuché bromear mientras comíamos.
Leyla y Cam nunca habían hecho eso y mientras duró el tiempo de la comida, no pude evitar pensar en lo mucho que me gustaba que ambos se llevaran bien.
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