11
Devon
Ella apenas había cenado antes de retirarse a su habitación.
Compartí una mirada con mi madre, quien como yo, la observaba con preocupación.
Había estado con nosotros las dos horas que Cameron se la pasó tirado en el suelo jugando con Ash, incluso había sonreído cada vez que mi niña se carcajeaba.
Pero algo en ella empezó a apagarse después de acostar a Callie.
Cameron había venido conmigo y por supuesto el gato del demonio nos siguió también, tomando su lugar a los pies de Ashley cuando la metí en la cuna y la tapé.
Según mi madre, el animal no se separaba mucho de la bebé y esta estaba encantada de tener un nuevo amiguito.
Ajusté la puerta a mi espalda y encaminé hacia las escaleras cuando mi amigo me detuvo.
—¿Qué pasó?
—No lo sé. La encontré fuera de la biblioteca llorando, aunque no quiso decirme nada cuando le pregunté, y durmió durante todo el camino hasta aquí.
—¿Crees que alguien le dijo algo? Hace semanas que los rumores entre vosotros se detuvieron, pero también hubo comentarios bastante malintencionados. Eres un tipo popular, y que te mostraras interesado en la nueva no gustó a algunas chicas.
—¿Es una broma? ¿Por qué demonios no me lo dijiste?
—Nadie le hizo nada a ella y finalmente todo se terminó, pero ahora estáis estudiando juntos y vive en tu casa. Es cuestión de tiempo que esto último sea de conocimiento público.
Era cierto. Y una vez que se extendiera...
—Ella no es Leyla.
Las palabras de mi amigo golpearon justo en el pecho.
No. Callie no era Leyla.
Ella no hubiese soportado los cotilleos ni rumores.
No había sido fácil para mi chica cuando empecé realmente a tomarme en serio lo de jugar.
Con cada entrenamiento y posterior partido, mi cuerpo cambió volviéndome ancho y musculoso. También obtuve algunas admiradoras bastante agresivas a las que no les preocupaba, ni importaba, que tuviese novia y solo la mirase a ella.
Leyla era insegura y eso había generado algunos problemas entre nosotros.
Cuando quedó embarazada, ambos nos asustamos mucho, pero con el paso de los meses y viendo que yo seguía a su lado sin vacilar, se tranquilizó.
Y después...
Cerré los ojos tratando de borrar de la mente el momento en que ella exhaló su último aliento.
Desde entonces algunas chicas se habían acercado, incluso cuando no estaba interesado. Y después llegó Callie.
La imagen de ella en el suelo cuando la golpeé sin querer tratando de evitar que el balón le diese de lleno me había perseguido durante días y noches.
Nunca había visto unos ojos tan expresivos.
Y cuando ella se levantó con toda la dignidad que reunió, como si nada hubiese ocurrido, no pude evitar tomarle el pelo.
Esa chica, sin saberlo, me hizo sonreír de verdad por primera vez en mucho tiempo.
Fuera lo que fuese que trajo lágrimas a sus ojos, la haría olvidarlo.
Le devolvería las ganas de sonreír.
Quería...
—Devon...
—Tienes razón. No es Leyla.
—Sé que hace tiempo que no hablamos de ella. Desde la noche en que nació Ash.
Sí. Había pasado tiempo desde entonces.
—Tal vez en otro momento.
Sabía que Cameron quería insistir, pero mantuvo las palabras para sí mismo.
Volvimos a la cocina dónde mi madre y Callie estaban terminando de recoger la mesa.
Cam se despidió poco después y ella también.
Más tarde, después de terminar algunos de mis deberes, salí de mi habitación para comprobar a Ashley.
Su puerta estaba abierta y en la mecedora, junto a la ventana, Callie la mecía en brazos mientras mi niña la miraba atentamente.
Me quedé allí, recostado contra el marco de la puerta, y las miré.
Sentí los ojos del felino en mi, pero ninguna de las dos se percató de mi presencia. Estaban envueltas la una en la otra, olvidando todo a su alrededor.
En algún momento, Ashley finalmente se durmió y Callie no tardó en seguirla.
Con cuidado de no despertar a ninguna, cogí a mi hija en brazos y la puse en la cuna, besando su cabecita antes de cubrirla con la sábana.
Después caminé hasta la mecedora y me agaché para llevar a Callie a su habitación.
Dejé que su olor me envolviera y me aferré a ella antes de dejarla sobre su cama e irme de allí.
Apagué la luz y cerré la puerta.
Callie no era Leyla, pero sin duda era vulnerable a su modo. Y yo también.
Callie
Desperté de golpe y tardé un rato en darme cuenta de dónde estaba.
Recordaba haberme levantado para ir a por agua cuando unos ruiditos en la habitación de Ashley llamaron mi atención.
Me había adentrado solo para comprobar que todo estuviese bien, y la encontré de rodillas extendiendo sus bracitos hacia mí.
Ni siquiera lo pensé.
En cuanto la cogí, el peso que había estado sintiendo dentro de mi pecho a lo largo del día desapareció.
Esa llamada había destrozado todo lo bueno que conseguí desde que me mudé. Sin embargo, siempre supe que no podía dejarlo atrás, que no se detendría hasta conseguir lo que quería.
Muchas veces pensé en si quizá solo debería acceder y así hacerle desaparecer de mi vida, pero sabía, por lo que había visto al crecer, que siempre querría más. Nunca me desharía de él.
Tarareé la canción que mi madre solía cantarme de niña y los ojos de Ashley finalmente se cerraron y se durmió.
No recordaba haberla puesto en la cuna.
Seguramente acabé quedándome dormida con ella en brazos.
Y en ese momento me encontraba en la que era mi cama temporal.
Devon seguramente me cargó hasta allí.
Pensar en eso me puso roja inmediatamente al comprobar lo que llevaba puesto.
Una camiseta de gran tamaño con unas braguitas que ponía lunes y no coincidía con el día que realmente era.
Hundí la cabeza en la almohada de la vergüenza.
¿Las habría visto?
Mi despertador sonó entonces y lo apagué.
No podía quedarme en la cama y esconderme allí todo el día.
Una vez que lavé mi cara, me duché y unté mi cuerpo de crema de mango, me vestí.
Había tomado una decisión. Bloquearía su número y a ver si así pillaba la indirecta.
Una vez hice eso, puse una sonrisa en mi cara y bajé a desayunar.
Encontré a Victoria dándole el desayuno a Ashley y ambas me sonrieron cuando entré en la cocina.
No pude evitar buscar a Devon con la mirada y debí ser bastante obvia porque su madre me pilló de lleno.
—Salió a correr. No creo que tarde mucho en volver.
Asentí y me acerqué a la cafetera para servirme mi primera taza del día.
Suspiré ante el primer sorbo.
Ojeé mi agenda por si había algo importante durante el día, pero lo único que tenía marcado era mi sesión de estudio con Devon por la tarde.
La puerta trasera se abrió y entró él con la camiseta empapada en sudor y el pelo revuelto como si se hubiese pasado las manos varias veces por los mechones.
—Buenos días.
Mi boca se secó al verle vaciar una botella de agua por su garganta como si estuviese sediento.
—Buenos días.
—Hoy tengo que salir un poco antes. Cam llamó para decirme que su coche no arranca y pasaré a buscarle. ¿Quieres venir conmigo o prefieres ir en tu coche?
—Puedo estar lista cuando me digas. De todos modos detesto conducir.
—Vale. Voy a darme una ducha rápida y nos vamos.
—De acuerdo.
Lo vi desaparecer escaleras arriba y solo entonces me di cuenta de que ni Nicole ni Ash estaban allí.
Menos de veinte minutos después los tres bajaron y nos despedimos.
No había esperado nada como eso cuando me mudé pero el cambio era agradable. Me gustaba llegar y que hubiese alguien esperándome. Alguien que no fuese un gato gruñón adorador del diablo.
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